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Tabú 38


La madre de Víctor era una mujer muy hermosa, hasta ahora lo sigue siendo. Medio siglo de vida y las ganas de seguir gozándola como una chiquilla.

Alta y esbelta como mi hermano, arropada por un largo abrigo color vino y una ushanka en tono beige. Caminó hacia nosotros sin dejar de lado la sorpresa y sus ojos azules se posaron en Víctor como si estuvieran reclamando una explicación.

—Como no ibas a ir a casa, llegué por tu cumpleaños. —Sus delgadas manos de uñas largas pintadas de rosa acariciaron el mentón de Víctor.

Él intentó simular el bochorno que aún llevaba en el rostro y con la sonrisa boba de siempre abrazó a su madre con bastante entusiasmo.

—Mami por qué no me llamaste para ir a recogerte al aeropuerto. —Yo los contemplaba en silencio y comencé a hacer algunas comparaciones.

Tenían el mismo color de ojos, las mismas pestañas largas, las cejas caían en el mismo orden y la nariz era idéntica, solo que la de mi hermano tenía la prominencia de un varón y la de su madre era un poco más fina.

—Quería darte una sorpresa cariño, pero bueno la sorpresa creo que me la llevo yo. —Me miró por dos segundos sin ninguna expresión en el rostro y después sonrió en forma cortés—. No pensé que llevarías a tus alocadas fiestas a este niño.

Al ver su sonrisa supe que el rostro de mi hermano era la herencia pura de nuestro padre y que eso lo hacía parecer tan dulce y adorable, por suerte no heredó la sonrisa de su madre porque eso lo hubiera convertido en una hermosa estatua viviente.

—No fue una fiesta alocada y esta vez tomé muy poco porque estuve pendiente de él todo el rato. —Ese era Víctor rindiéndole cuentas a su mamá.

—Es igual cariño. Llegar al amanecer no es recomendable para un menor de edad. —No entendí en ese momento por qué enfatizó las últimas palabras, pero sí me di cuenta que esa bella señora que tenía en frente actuaba con cierta displicencia.

—Mamá él es Yuri… mi hermano. —Víctor por fin nos presentaba y mientras lo hacía miraba a su madre como esperando aprobación.

—Buenos días señora… mucho gusto. —Estiré la mano para saludarla con respeto, ella apretó mi mano y me miró de arriba hacia abajo como analizándome entero.

—Hola Yuri espero que el tiempo que me quede en casa de Víctor nos conozcamos mejor. —No sabía qué esperar de ella, me sonreía con amabilidad y me intimidaba con la mirada. Por primera vez sentí algo de miedo y no pude reaccionar como lo haría con cualquier otra anciana que me escudriñara en esa forma insistente.

—Sí señora. —Quería mandarle al diablo, pero me detuve porque era la mamá de Víctor y yo sabía muy bien que él la amaba demasiado y siempre estaba pendiente de ella.

Eso lo supe desde que lo escuché hablando por teléfono con ella. Casi todos los días por las noches Víctor tenía la costumbre de llamar a su madre y conversar por lo menos diez minutos. Le contaba todos los detalles del día y le escuchaba decir “sí mamá” varias veces; luego llamaba a Anya y con ella hablaba… bueno, otras cosas.

—Dime Angélica por favor. —Los rusos solemos ser muy parcos y reservados con las personas que recién conocemos, por eso no me pareció que su trato fuera tan molesto; lo que sí seguía incomodándome era la forma cómo me miraba.

Angélica abrazó a Víctor y le dio muchos besos en el rostro dejándolo manchado de carmín, luego permitió que pasáramos a la sala y le pidió que esperara un momento, ingresó al tercer dormitorio donde ya se había instalado y regresó con varias bolsas de regalos.

Cada vez que caminaba mecía su cuerpo con tanta elegancia y soltura que me daba la impresión de estar viendo a una princesa o en su caso una reina. Se había quitado el abrigo y el gorro, vestía un conjunto muy elegante de dos piezas en lana gruesa en tono crudo y zapatos color guinda de tacones muy delgados. Tenía puesta una cadena de oro con un pendiente que hacía juego con el abrigo y los zarcillos que pendían de sus delgadas orejas, iguales a las de Víctor.

Él se limitó a esperar a mami y parecía un niño pequeño ansioso por abrir todos sus regalos. Ella puso las bolsas sobre el sofá, las organizó en dos grupos y le entregó el primer grupo.

—Sé que te van a gustar mucho, ojalá y Miroslav hubiera hecho prendas masculinas; pero sé que las de Jackes son tus favoritas. —Le dio un nuevo beso y le entregó diez paquetes medianos que contenían varias tenidas completas.

Víctor las sacó de inmediato y vi sus ojos abrirse y cerrarse como los de un bebé frente a las carriolas coloridas y sonoras.

—Sabes muy bien mis gustos mami. —Sacó los paquetes y las bolsas de regalo quedaron desperdigadas en el suelo, mientras él observaba cada prenda exclusiva del más enigmático de los diseñadores del momento, Arti Jackes. Excéntrico, huidizo e imaginativo; los medios decían de él que sí sabía expresar en sus creaciones los gustos y necesidades de un hombre.

Angélica contemplaba con fascinación las expresiones de mi hermano e incluso las celebraba cada vez que él hacia esos gestos de satisfacción cuando miraba los pantalones, camisas, swetters y chaquetas que fue desenvolviendo.

Después del festival de trapos que Víctor armó en la sala, ella le entregó otro grupo de bolsas de regalo. Eran más pequeñas que las anteriores y también más numerosas. Víctor seguía con el entusiasmo y yo contemplaba casi mareado cómo iba sacando los accesorios de cada paquete, perfectos para combinarlos con sus carísimos trajes.

Pero como si fuera poco la madre de Víctor también le entregó un enorme reloj de oro con incrustaciones de piedras preciosas y varias manecillas que yo no entendía bien para qué servían.

Pensé entonces que mi regalo era demasiado pequeño en comparación con todas las cosas valiosas y exclusivas que Angélica entregó a mi hermano y que éste agradeció con un gran abrazo, un beso en cada mejilla y la más abierta de sus sonrisas.

—Mami gracias no sé qué decir. —Mi hermano parecía disfrutar mucho de esas atenciones, yo solo seguía mirando embobado todo ese espectáculo—. Deja que me dé un baño y vamos a tomar desayuno al Hilton.

—Claro cariño. —Le dio un beso otra vez y volteó a mirarme—. Vamos Yuri celebremos a Víctor por su día.

Afirmé en silencio y entré a tomar un rápido baño, cuando salí de mi dormitorio bien vestido y abrigado me ocupé de Potya que muy molesto reclamaba mi atención y pensé por un momento ir a la tienda de mascotas y regresar con muchos paquetes de bolas, ratones de felpa y plumas de colores para entregárselos entre besos y sonrisas, luego recordé que él no hacía tanta fiesta cuando le llevaba un nuevo juguete y desistí de mi intención.

Cuando regresé a la sala todo estaba bien ordenado, las bolsas de regalo habían desaparecido al igual que las cajas, los seguros y todas las empaquetaduras de los accesorios. La sala lucía tan limpia como cuando llegamos a ella dos horas atrás.

Esperamos a Víctor por unos minutos y al verme algo nervioso Angélica cortó la distancia que nos separaba en el sofá y me preguntó.

—¿Cuánto tiempo piensas quedarte en el departamento de Víctor? —Hasta ese momento ya habían pasado cerca de ocho meses desde que comencé a vivir con él.

—Supongo que estaré todo el próximo año hasta terminar mis estudios de preparatoria seño… Angélica. —No podía reaccionar mal ante sus comentarios fríos, por lo que me obligué a ser lo más cortés que pude con ella.

—Supongo que Víctor necesita su espacio para conocer a alguna nueva chica. —Cruzó las manos por delante de las rodillas. Llevaba un gran anillo con una piedra ovoide color vino rodeada de un grueso marco de oro—. No me gusta que esté solo porque comienza a comportarse de manera inadecuada.

Recordé la forma en la que su madre nos vio cuando ingresamos al departamento y sentí como si ese comentario me lo estuviera haciendo de forma directa.

—Supongo que sí Angélica, pero no seré una molestia por mucho tiempo —le dije resignado porque seguía sin saber cómo comportarme con ella.

Cuando Víctor llegó a la sala, Angélica cambió su expresión altiva por una más dulce; lo contempló usando una de las tenidas que le había regalado y le pidió que modele el traje para los dos. Víctor se movió como el gran profesional que era, su madre aplaudió y yo solo moví mis cejas.

—Será que tu padre y yo nos amamos tanto que hicimos un hijo tan hermoso como tú mi Vitya. —Mi hermano se sonrojó y yo junto con él.

Me puse en pie y Angélica se aproximó a la cocina de donde trajo una gran caja larga que cargó con cierta dificultad. Estaba envuelta en un fino papel de regalo color escarlata con una brillante cinta negra que adornaba una esquina. Yo pensé: «No otro regalo más por favor».

Sonrió con más ganas que antes y mirándome dijo. —Yuri esto es para ti.

Me quedé embobado porque la caja era muy grande y no esperaba que la madre de Víctor me diera un obsequio el día del cumpleaños de mi hermano.

Me acerqué para recibir mi presente y agradecer el generoso gesto que tuvo conmigo esa mujer tan fina, elegante y bella.

Tomé la caja y noté que estaba muy pesada, la miré y le sonreí. Ella extendió su mano y acarició mi mejilla, luego me dio un pequeño beso en ella.

—No sabía qué comprar para un chico tan excepcional como tú, así que hice mis propias investigaciones y escogí este modelo espero que te guste.

—Gracias no tenías que molestarte Angélica. —Me sentía extraño, la mujer me regalaba algo valioso, pero seguía escrutándome con su mirada de cielo.

—Yuri ábrelo quiero verlo. —Víctor palmeó varias veces y yo fruncí un poco la boca; pero como era su cumpleaños no quise ser brusco con él al decirle “en otro momento”.

Rompí el papel con cierto cuidado y me quedé impresionado al ver el regalo. Era una tabla de skate diseñada y firmada por Harry Bull el creador de un nuevo concepto en el deporte más popular para chicos y no tan chicos que amamos dar vueltas en las calles con tanta libertad. Esta tenía la firma de su diseñador hecha de oro puro. Lo contemplé y sentí que me faltaba el aire al ver todas sus características. Era como tener mi propia nave de última generación.

—Es magnífica… Angélica muchas gracias, yo… ¿cómo supiste que algo así me gustaría tanto? —Me hallaba en el cielo de los que solemos tener fascinación por aparatos como esos.

—Bueno, voy a revelar mi secreto y es que cada vez que hablo con Víctor presto mucha atención a lo que él me dice. —Sonrió una vez más y añadió—. Espera un poco más.

Con pasos de diva volvió a la cocina y salió con otra bolsa de regalo grande, la puso en mi mano y se quedó mirando mi reacción.

Saqué el contenido y pensé que ese segundo regalo era el perfecto complemento para mi gran nave. Parecía el casco de un piloto de cazabombardero con una lentilla móvil y un sujetador de barbilla. Además, tenía impreso mi nombre en cirílico. De color naranja con rayas negras tal como las que exhiben los tigres de las reservas.

Mi corazón latió descontrolado y me lo puse de inmediato, miré a Víctor que festejaba el regalo y me acerqué a su madre para agradecerle una vez más. Quise abrazarla porque me sentía entusiasmado; pero ella puso cierta distancia y me tomó de las manos.

—Me alegra que te guste tanto y espero que lo disfrutes mucho junto a tus amigos y tu enamorada —me dijo muy sonriente. No pude evitar sonrojarme una vez más y me sentí extraño.

Minutos después fuimos a un lujoso hotel a tomar el desayuno. Cuando nos ubicaron en la mesa junto a una gran ventana con vista a la ciudad el camarero se acercó para hablarnos de las especialidades de la casa y tomar el pedido.

—Yo voy a pedir un especial de la casa. —Víctor cerró la carta y la dejó a un lado de la mesa.

—Yo también voy a pedir lo mismo gracias. —Angélica también cerró la carta y se la entregó a mi hermano.

—Yo quisiera un café con leche y tostadas con huevos y salchichas… —Seguía mirando las opciones del desayuno alemán que parecía muy especial.

—Yuri ¿por qué mejor no pides un especial?, son muy deliciosos —Angélica me interrumpió y como tenía esa expresión tan amable en el rostro no quise contrariarla; así que hice el mismo pedido. Pero como me quedé con las ganas de comer esas salchichas alemanas, me prometí con firmeza que volvería otro día con Otabek para desayunar.

Durante el desayuno Víctor y su madre hablaron de sus cosas particulares. Ella le contó que había comenzado una nueva etapa con modelos muy jóvenes con quienes firmó contrato desde mediados de ese año y que le había ido muy bien sobre todo en los eventos de Europa y Canadá. También comentó que no ingresaba a los Estados Unidos porque ellos tenían otro concepto de la belleza y de la moda que distaba mucho de la distinción europea.

Víctor le contó todas las peripecias que tuvo que pasar al mando de Nefrit y que aun debía salvar un par de deudas con un banco nacional y una financiera; pero aclaró que con la última presentación que se tuvo en la semana de la moda de Paris ya tenía cubierta la deuda con la financiera y solo quedaría la más grande.

—Lo que deberías haber hecho cariño es vender esa empresa; te ha traído tantos problemas y no valía la pena hacerse de ellos. Venton quería pagar una fortuna por Nefrit hace medio año y me comentó que lo rechazaste. —La seguridad con la que hablaba sobre una firma que no era la suya comenzó a irritarme—. Me pareció una locura que asumieras incluso compromisos con esa gente de las fábricas.

—Lo hice por Yuri mamá. —Mi hermano se puso algo serio cuando la escuchó hablar, creo que a él también le cayó mal la forma cómo parecía despreciar Nefrit y el esfuerzo de nuestro padre—. Tiene el sueño de seguir los pasos de papá y la casa de modas puede seguir adelante sin Miroslav y tener otro impulso renovado con Yuri.

—Víctor me parece muy bonito de tu parte que te esfuerces tanto por tu hermano; pero él es tan joven. —Su mirada una vez más me hizo sentir que estaba de más en ese lugar y en ese momento—. Además, no creo que quieras quedarte por siempre administrando Nefrit.

—¿Por qué lo dices? —Mi hermano intentaba disimular el mal momento que estaba viviendo al lado de su madre.

—Hijo tú tienes tus propios sueños y por la empresa de Miroslav los estás dejando de lado. —Angélica había cambiado el tono de su voz, de cantarina y suave pasó a ser fuerte y demandante—. No me parece justo.

Hasta ese momento no me había puesto a pensar las cosas que mi hermano había dejado de hacer por mí. Recordé que en un momento mencionó que había un buen comprador para la empresa; pero cuando le confesé mis intenciones de convertirme en diseñador fue cuando Víctor empezó a tomar las riendas de la empresa con más ahínco.

Entonces tuve una extraña sensación de pesadez en el pecho porque tal vez su madre tenía razón. Antes que sucediera el accidente de mi padre y que yo ingresara en la vida de Víctor, él había planificado hacer su retiro del modelaje, poner una agencia de modelos que escaparan del concepto tradicional de belleza. Caí en cuenta que manejar Nefrit y pagar todas sus deudas lo alejaba de sus principales intensiones y tuve que darle la razón a Angélica. Eso no era justo para Víctor.

Me sentí muy mal.

—Mamá no estoy renunciando a mis proyectos. Cuando deje bien librada la deuda de Nefrit y ya empiece a caminar por sí sola, entonces retomaré mi principal proyecto. —Víctor miró con seriedad a su madre y ella se limitó a arquear la ceja derecha—. Por ahora siento que lo estoy haciendo bien, he comenzado a ser un hombre de negocios y no solo un simple perchero de ropa exclusiva y todo eso sin tu ayuda mamá.

No entendí lo que quiso decirle, solo sentí que el ambiente se puso algo pesado entre los tres. Preferí estar callado y hacerme el tonto, porque esa tensión entre mi hermano y su madre no era asunto mío.

Cuando el camarero llegó con nuestro pedido la tensión desapareció y ellos se pusieron a hablar de cosas más banales, como el nuevo marido de Melissa Wick, los extraños pedidos de la duquesa de Badajoz y otros tantos nombres que en ese momento me importaban un pito.

Angélica tuvo mucha razón y el especial del restaurante fue muy delicioso. Satisfechos regresamos a casa a descansar, ella de un viaje algo molesto y nosotros de una noche de copas y música.

Cuando entré en mi cama recordé que la noche anterior estaba tratando de escapar de una de las amigas de Víctor, una chica que no dejaba de contarme todas sus aventuras de cama con diferentes hombres. Volví a ver las escaleras por donde subí al segundo nivel del departamento y en uno de los baños me encontré con una chica que lloraba en el lavabo.

Una hermosa chica de mi edad que, con su figura diminuta, cabello rubio trenzado hasta la cintura y sus profundos ojos verdes me hizo recordar a mi mamá.


La madre de Víctor dijo que se quedaría hasta las navidades y así fue.

Esos días fueron extraños pues Angélica seguía siendo amable y distante. Por momentos sentía que me miraba molesta y no podía dejar de pensar que por poco y nos pilla besándonos.

Esperaba que en algún momento me preguntara algo al respecto y yo había ensayado una respuesta convincente. Le diría que sí había tomado de más en esa fiesta y él solo me estaba revisando los ojos pensando que había consumido alguna droga. Y con sinceridad esperaba que se tragara ese cuento.

Recuerdo que dos días antes de las navidades Víctor me recogió del colegio, el equipo no podía parar sus entrenamientos por las fiestas porque se avecinaban partidos importantes en enero. Condujo el auto por una ruta larga y cuando estuvimos en una zona algo alejada, paró el coche, cerró los pestillos y se abalanzó sobre mí.

—Extraño tu boca —me dijo desesperado y nos besamos hasta que no pude respirar más—. Solo serán unos pocos días más, mi madre ya se va después de la navidad.

Sentí una vez más el aliento de mi hermano quemándome la boca y lo besé con desesperación. Pocas veces me sentí tan angustiado como en ese momento porque la presencia de Angélica creaba una sensación de mayor peligro para nuestra naciente relación.

—¿Crees que se dio cuenta de algo? —le dije con temor pues todavía seguía recordando la manera cómo nos miró cuando casi nos besamos en la sala. Víctor apoyó su cabeza en la curva de mi hombro.

—No me dijo nada —Víctor tomó mi cara entre sus cálidas manos y yo esperaba un rotundo no por respuesta—. Espero que lo haya tomado todo como si fuera solo un abrazo y un beso cariñoso de cumpleaños.

Yo también esperaba lo mismo porque por primera vez sentí el amargo sabor de tener que ocultar nuestro amor. Volvimos a besarnos y acariciarnos escuchando a Sam Smith decir “… tú eres todo lo que necesito…”


 Al día siguiente Víctor tuvo una larga jornada de entrevistas con el nuevo equipo de diseñadoras que reunió Mila y no pudo recogerme de la práctica.

El entrenador Popovich nos dio permiso para salir más temprano debido al frío y las fiestas y yo corrí al departamento deseoso de darme un baño y descansar un poco. Otabek también tenía que regresar temprano a su casa porque sus padres recibirían a familiares que llegaban de lejos para pasar unos días con ellos.

Cuando llegué al departamento me encontré con Angélica que me dijo que ya le había servido las galletas y cambiado el agua de Potya. Yo le agradecí y vi qué había en la nevera para preparar.

La madre de Víctor me dijo que no me preocupara y que pidiera cualquier cosa de delivery para cenar rápido. Así que pedí una gran pizza y ella pidió unos ravioles rellenos de acelgas. Cenamos juntos en la cocina y cuando estuvimos disponiendo de la vajilla y los restos ella comentó.

—Tienes los ojos y el rostro idénticos a los de tu madre —dijo contemplando mi cara con sus profundos ojos azules—. Si fueras mujer serías su gemela. —Me sorprendí porque pensé que ella no querría hablar jamás de su rival.

—¿Conociste a mi mamá? —También pensé que ella había estado lejana y ajena al romance de mi mamá con Miroslav.

—Sí. Era una chica muy joven y muy bella, demasiado bella. —Sacó una botella de vino de la alacena y buscó el sacacorchos—. No me sorprende que Miroslav se hubiera enamorado de ella.

Bajé la cabeza porque me sentí mal con esa afirmación; al fin y al cabo, mi mamá fue la otra y ella fue la esposa engañada.

—Mi mamá le hizo daño a usted… —No sabía cómo explicar mi enojo y mi vergüenza.

—Yuri, tu mamá era una chiquilla inexperta. A su edad las mujeres nos sentimos tan deseosas de ser amadas que cometemos errores. —No sabía si estaba justificando la actitud de mi madre o la estaba condenando—. Tu mamá era un par de años mayor que tú. En cambio, Miroslav era un hombre adulto, experimentado, manipulador y sinvergüenza que se aprovechó de ella y a la vez buscó una excusa para acabar con un matrimonio.

Yo solo agaché la cabeza sin saber qué decir porque no hablaba mal de mi madre sino de mi padre a quien llegué a querer en el poco tiempo que lo conocí.

—Claro que eso no la exime de la responsabilidad que tuvo, porque él era un hombre casado y una dama debe saber respetar esa situación. —Volví a ver esa sonrisa fría en sus labios—. Pero ahora que recuerdo todo no me siento tan mal como me sentí aquella vez. Quien sufrió mucho por nuestra separación fue Víctor porque yo tenía por fin la oportunidad de retomar mi carrera que había dejado de lado por dedicarme a mi esposo y mi hijo. Él tuvo que decirle adiós a su papá y él se alejó por completo de su hijo, sin saber cuánto lloró y lo extrañó.

—¿Por qué me dice esto señora? —No quise llamarla por su nombre porque con esa actitud ella confirmó la distancia que debía guardar.

—Porque quiero que seas consciente de lo que Víctor está haciendo por ti —me dijo frunciendo el entrecejo y yo aún no lograba entenderla—. Eso demuestra la nobleza de carácter que posee mi hijo y solo quiero que tú seas un verdadero hermano para él y que correspondas como es debido a su generosa actitud.

Por fin entendí que Angélica culpaba a mi madre del fracaso en su matrimonio y del dolor que eso causó a mi hermano adolescente y me sentí un intruso. De inmediato pensé que yo era alguien que había llegado a alterar la vida, los planes y la tranquilidad de mi hermano.

Estaba tan desarmado que no supe cómo defenderme y me sentí herido, con ganas de llorar porque Angélica me estaba haciendo ver que yo no encajaba en la vida de Víctor.

—No se preocupe señora, solo estaré aquí un tiempo muy corto y no seguiré interfiriendo con los planes de Víctor. —Fue lo único que se me ocurrió decirle el momento que levanté los platos de la mesa. Luego de lavarlos me despedí y entré a mi dormitorio.

Por ese motivo decidí que los siguientes días estaría algo apartado de mi hermano y cerré la puerta de mi dormitorio para no molestar con mi presencia a Angélica. Tenía que admitir que yo era el hijo de la amante y que mi rostro le recordaba a ella.

Entonces pensé en salir del departamento de Víctor e ir a casa de Lilia para pasar las fiestas porque no quería interrumpir ese momento especial que la madre de Víctor quería tener con él.

Dentro de mi cama abracé mi almohada con fuerza para dejar en ella todo el coraje que me produjo la conversación. Creo que Potya sintió la tristeza que me invadía y se acurrucó en mi cuello como pocas veces lo hace y comenzó a ronronear. Acaricié suavemente sus orejas frías para dejar de sentir ese dolor agudo que había reprimido dentro de mi pecho cuando escuchaba a Angélica.

Lloré.

Notas de autor:

¿Qué opinan de Angélica Vólkova y de la relación que lleva con Víctor? Ella es una mujer que sabe lo que quiere y no escatima esfuerzos para lograrlo.

Gracias por seguir leyendo Tabú.

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Publicado por Marymarce Galindo

Hola soy una ficker que escribe para el fandom del anime "Yuri on Ice" y me uní al blog de escritoras "Alianza Yuri on Ice" para poder leer los fics de mis autoras favoritas y escribir los míos con entera libertad.

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