Festín carmesí

—Ahora, baja tu pantalón.
—¿Seguro que debemos hacer esto?—preguntó un temeroso azabache.
—Yuuri, tú me amas ¿cierto? Por eso esto es necesario.
Viktor tomó el cuchillo y se dirigió hasta la pierna al descubierto de Yuuri, éste cerró sus ojos fuertemente y esperó el filo en su piel.
El peliplata posó el arma sobre la pálida superficie y se dispuso a correrlo, pero antes dio una ligera caricia, una caricia llena de cariño. Corrió el cuchillo de forma rápida y precisa, generando una herida algo profunda y que no tardó en soltar el líquido rojizo.
Su sonrisa se extendió al ver lo que emana de la herida, dejando ver su sádico ser.
El pequeño azabache comienzó a lagrimear, el mayor se percató de ello y le miró con pesar.
—No llores Yuuri, mira la hermosura que ha salido de ti.—Viktor acercó su rostro hasta la herida recién hecha y aspiró el aroma, como un león olfateando su cena. Posó su dedo sobre ésta y removió el líquido, contemplándolo por unos segundos para después, llevárselo a la boca.
El menor lo veía con nerviosismo a la vez que con intriga. No podía creer que Viktor le hubiera pedido algo así cuando hace tan solo unos días lo había reprendido por herirse. Aún más, no podía creer que su novio estuviese comportándose como todo un vampiro ante su sangre, era simplemente macabro.
—M-me duele mucho, Viktor—mencionó aún con el rastro de las lágrimas sobre sus mejillas.
—No llores, copito, solo será esta vez, necesito una prueba de que en verdad me quieres.
Dichas sus palabras, el mayor se acercó y tomó ambas mejillas de su novio con sus ensangrentadas manos, llenándole un poco de carmesí, y depositó un beso en los pálidos labios.
—¡Bien, tu turno!—exclamó con singular alegría mientras le entregaba el cuchillo.
—¡¿Q-qué?! No me dijiste que debía hacerlo, me va a doler mucho, yo…
—No te lo harás a ti, copito.—Soltó una ligera risa.
—¿E-entonces?—tartamudeó, temeroso.
Fue entonces cuando el peliplata procedió a bajar su pantalón, revelando sus piernas llenas de cortes.
Es aquí cuando la mente de Yuuri colapsa. Ver tantas marcas en la piel de su novio lo hizo reflexionar sobre todo lo que Viktor estaba obligado a ocultar todos los días, no, no se refiere a las marcas, sino a sus sentimientos.
Cualquiera que viera semejante escena pensaría que Viktor es de aquellos chicos que cortan su piel para desahogar sus penas, pero no. Yuuri acababa de comprobar que no era así. Al peliplata le encantaba la sangre y ahora lo creía capaz de cortar su propia pierna con tal de gozar del festín carmesí.
Su novio era un completo sádico.
A pesar de que hacía solo minutos que conocía al verdadero Viktor, éste ya le generaba miedo, pero lo que más le preocupaba era que su miedo no era un miedo racional que uno sentiría al toparse con una persona así, el suyo era curiosidad disfrazada de miedo, así como la que sintió al comenzar a salir con él, aquella adrenalina, ese sabor agridulce que le deja hacer algo que nunca se había imaginado hacer, era lo que dominaba su mente. Lo peor de todo es que le encantaba.
Disfrutaba de aquel sentimiento de no saber a dónde vas, de dejarte llevar por tus impulsos.
Dio una última mirada a las piernas de Viktor, examinó todas y cada una de esas marcas, algunas frescas, otras simples cicatrices y pensó:
“Acaso yo tendré los piernas así algún día? ¿Algún día dependeré tanto de la sangre como Viktor?”
—Vamos Yuuri ¿Qué esperas? Te dije que todo lo que tú tuvieras lo tendría yo.—La voz del mayor rompió con sus pensamientos.
Dejo sus ideas a un lado y se aproximó hasta la pierna de su novio. Posicionó el cuchillo de manera horizontal y débilmente lo corrió por la pálida piel, dejando un pequeño hilo rojizo.
Viktor dio una sonora risa.
—Que simpático copito, te mostraré como hacerlo.—Tomó las manos de Yuuri que aún sostenían el cuchillo y volvió a posicionarlo sobre la piel. Esta vez dio un fuerte tirón, haciendo una herida más profunda que la del azabache. Este estaba atónito ante la cantidad de sangre que había logrado sacar. Rápidamente entró en pánico.
—Viktor es demasiada, tenemos que pararla…
—Shh…—interrumpió el nombrado—. Solo disfrutalo.
El peliplata tomó la mano de su asustado novio y la llevo hasta su herida, llenándola en su totalidad de rojo.
Los ojos de Yuuri brillaron por un segundo, como si por un momento se dejara llevar por la locura del mayor. Llevó su mano hasta su boca, ya sabiendo lo que tenía que hacer y lamió el líquido.
Inmediatamente una chispa en su interior se avivó. Esa sangre tenía un sabor tan dulce, tan perfecto, pero tan ácido a la vez, tan especial. Quería más, definitivamente quería más.
Pasó su lengua por su mano ensangrentada una y otra vez, haciendose cada vez más extensa la sonrisa satisfecha de Viktor.
—Eso fue increíble—mencionó Yuuri con una sonrisa y un ligero sonrojo en sus mejillas.
—Por supuesto que lo fue. Me alegra inmensamente que tú también compartas este peculiar gusto, mi bello Yuuri.
—Fue una sensación tan abrumadora que aún siento que esto en shock—mencionó, soltando una pequeña risita.
—Me lo imagino, es tan hermoso tener a alguien con quien compartirlo, copito. Ahora que yo he probado tu sangre y tú has probado la mía, es como si hiciéramos un pacto, a partir de ahora, siempre estaremos juntos, nunca te dejaré.
Yuuri pareció meditarlo por unos segundos.
Un pacto… Esto significaba que ahora estaría más unido a Viktor que con ninguna otra persona. Eso significaba que nunca más iba a estar solo de nuevo.
Además, aquel sentimiento de adrenalina, de éxtasis que provocaba su nuevo secreto con Viktor le generaba una singular alegría.
Sin pensarlo más, posó su dedo sobre la aún sangrante herida del mayor, llenando su dedo de sangre e inmediatamente lo llevo a su boca con una sonrisa ladina, mientras sus ojos miraban fijamente a los azules.
—Nunca me alejaré de Viktor…