PRÓLOGO.

Yuri era un hombre omega de treinta y cinco años, un virtuoso pintor y madre de dos jóvenes que amaba con el alma, esposo de un profesor alfa de una universidad privada de Nueva York. A simple vista parecía una persona normal y hasta afortunada ya que contaba con una bonita familia que aunque le había costado bastante trabajo formar le daba los suficientes ánimos para levantarse cada día, gozaba de cierto prestigio pese a ser un omega ya que sus obras eran bastante apreciadas formando parte de diversas exhibiciones y ventas, su esposo era la envidia de sus alumnas y colegas pese a contar ya con treinta y ocho años su conservada y bien trabajada figura como su prestigio lo hacían irresistible ante cualquiera. Su vida parecía sacada de un cuento de hadas, pero solo él era consciente de todas las terribles cosas por las que tuvo que pasar antes de que la dicha llegará a su vida y ahora, justo cuando creía que todos esos horrores se mantenían encerrados en la caja de pandora que dejara sellada en un lejano país a miles de kilómetros de distancia el destino había decidido que era el momento propicio para que el sello fuera roto y cobrar lo que era suyo.
Yuri había pasado los últimos años de su vida alejado de su familia directa, tras la misteriosa muerte de su hermano Ivanov, el quiebre emocional de su padre y la posterior pérdida de este hasta los terribles acontecimientos que tuviera que vivir por parte de su madre y la titánica huida que tuvo que realizar no había considerado ni siquiera la posibilidad de regresar a su país natal donde Irina, su madre aún continuaba con vida y quien en repetidas ocasiones había rogado por su perdón esperándole con los brazos abiertos y dándole una y mil excusas por su penoso comportamiento.
El escenario anterior jamás había sido una opción para Yuri quien había pasado por tanto para llegar al continente americano llegando incluso a solicitar la ayuda de su abuelo Nikolai quien pese a los problemas legales en los que pudo haberse involucrado no dudo en ningún momento dar la cara por su nieto. Después de su titánica labor y pensando en la familia que debía proteger decidió cortar toda comunicación con su madre negándole incluso el placer de conocer a sus nietos y yerno. Sin embargo la vida no siempre es predecible ni manipulable a nuestro antojo.

A las doce de la noche de un miércoles cualquiera el teléfono de la residencia Altin–Plisetsky había sonado insistentemente despertándolos en el acto a él y a su esposo.
—¿Es el teléfono?—pregunto Otabek aún confundido por el sonido que los despertó a tan altas horas de la noche.
—¡Demonios!—Maldijo el rubio al escuchar el sonido no despertando del todo—Tranquilo, yo contesto, tú vuelve a dormir.
Otabek intranquilo espero a que el rubio respondiera.
—¿Diga?—pregunto algo desconcertado al reconocer la voz—.Abuelo, ¿qué? no comprendo. Espera…
—¿Amor?
Otabek vio como Yuri palidecía de repente y se quedaba sin palabras, asustado ante lo que las nuevas noticias pudieran significar es que se levantó con rapidez de la cama para colocarse frente al rubio.
—No te preocupes, saldremos en el primer vuelo mañana—dijo apenas en un susurro mientras su esposo le retiraba el teléfono de las manos para colgarlo. Los verdes ojos de Yuri se quedaron mirando al vacío por unos segundos, el moreno tomo su barbilla con una mano levantándola buscando conectar sus miradas.
—Mi amor ¿qué sucede?
—Es Irina—Temiéndose lo peor tomo asiento a su lado.
—¿Qué paso?
—Avisaron a mi abuelo que la encontraron muerta en la residencia Plisetsky. Él ya hizo la mayoría de los tramites, pero como su único hijo necesitan mi presencia para el funeral y esas cosas legales.
El moreno se quedó pensativo, él conocía todo de Yuri ya que había sido su alumno cuando este apenas comenzaba a dar clases en una universidad de Nueva York. La brillante y avanzada mente del menor lo atrajo de inmediato, pero lo que lo anclo fueron los problemas que lo aquejaban. Como su profesor y mentor buscó su bienestar apoyándolo para tomar terapia y tomar su medicación, tal vez sin su ayuda el progreso no habría sido posible tan rápido y por extraño que parezca en el proceso había quedado perdidamente enamorado del más joven.
Otabek conocía a la perfección la turbulenta historia entre Yuri y su madre, por palabras del rubio sabía de la clase de atrocidades a las cuales había sido expuesto el amor de su vida y pese a que llegó a repudiar a esa mujer por llevar al límite la vida de Yuri en su momento él también debió entenderla y perdonarla por el bienestar del rubio.
—¿Tú quieres ir?
—No, francamente no, pero lo correcto es estar ahí. No puedo dejar a mi abuelo con todo esto y tampoco puedo desentenderme por completo de esa mujer, a pesar de todo fue mi madre y una forma de dar carpetazo a mi pasado es asistir y decirle adiós.—Otabek lo escucho triste, daría lo que fuera por evitarle tan desagradable acontecimiento, pero ambos sabían que tarde o temprano ocurriría y Yuri más que nadie sabía lo que debía hacer.
—Debemos pedir permiso a la escuela de los niños, al menos una semana para arreglar todos los trámites legales—dijo hablando apresuradamente mientras intentaba enfocarse en los detalles a resolver antes de emprender un viaje tan lejos. En realidad estaba aferrándose a esos pequeños detalles que le aseguraban que todos volverían sanos y salvos a casa.
—Está bien, yo haré lo mismo en la universidad y tu deberías pedir un plazo para tu exposición y para terminar las obras que tienes encargadas—Sugirió mientras se acercaba a él para abrazarlo por detrás.
—¡Demonios! no sé cuánto puedan esperar los de la galería, ya me habían dado un adelanto y estaban por mandar a imprimir las invitaciones y carteles—dijo preocupado—Solo espero no me penalicen.
—Lo entenderán, después de todo la situación lo amerita. No te preocupes por nada amor.

A la mañana siguiente la familia de cuatro tomo el primer vuelo que encontraron con destino a Rusia.
Yuri había informado a sus hijos de la trágica noticia y pese al shock inicial que los muchachos tuvieran y que el mayor no lograra explicarse a que se debía ya que la distancia que mantenían con quien era su abuela decidió restar importancia y encargarse de empacar todo cuanto necesitarían en su viaje.
Después de pesadas horas de vuelo y algunas escalas, de manera apresurada llegaron al frío país. Apenas salieron del aeropuerto Yuri tomó con fuerza la mano de su esposo mientras este le devolvía el gesto y le besaba la frente con ternura.
—¿Mamá, tardaremos mucho en este país?—pregunto Boris el mayor de sus hijos, un joven de quince años que bien podía ser la copia exacta de Yuri, un muchacho alto delgado de finas facciones y ojos verdes, con la única diferencia de heredar los cabellos negros de su padre.
—No, espero sea menos de una semana—explicó el rubio desde el asiento delantero del auto que habían rentado.
—Eso espero, en unos días más comenzaran los preparativos para la fiesta de fin de curso y estaban por nombrar al comité organizador—dijo el joven mirando por su celular las redes sociales enterándose de las noticias en su escuela.
—Boris, deja de atosigar por ahora a tu madre con ese tipo de cosas—regaño el moreno a su hijo mayor.
—Déjalo, son niños y tiene razón esto no debe afectar sus actividades, no sería justo—intervino Yuri y ahora paso a girar sobre su asiento para mirar a su hijo menor—.¿Estas bien Ivan?
El pequeño de trece años, con rubios cabellos y negros ojos se encontraba enfrascado en un videojuego, por alguna extraña razón él había sido quien más afectado quedará por la perdida aunque Yuri no lo entendía del todo, si el pequeño ni siquiera sabía de Irina como para permitirse sentir algo.
—Estoy bien.
—De acuerdo.

La familia llegó a la residencia del abuelo Plisetsky quien los recibió con los brazos abiertos.
—Yura, mi Yurachka—Sin dudarlo y a pesar de ya no ser el niño que años atrás ayudara a huir de su loca familia se sintió como si el tiempo no hubiera pasado ya que con lágrimas en los ojos y un nudo en la garganta corrió a sus brazos. El joven ahora era mucho más alto que el anciano alfa, pero no le importo en aquel lugar y en aquellas circunstancias volvía a sentirse como el chiquillo de quince años que en el pasado buscará huir desesperadamente—. Mi querido Yurachtka, lamento hacerte regresar.
El joven permaneció unos minutos en los brazos de una de las pocas personas que eran capaces de transmitirle un sentimiento de seguridad.
—Está bien abuelo, ya paso todo.
—¿Estás seguro de esto? Yo puedo encargarme de todo.
—No sería justo, no después de lo que ella también le hizo a mi padre.
—La perdone hace mucho, ella estaba enferma y no sabía exactamente lo que estaba haciendo. Tal vez tú también deberías perdonarla.
Yuri lo miró con los ojos bien abiertos y su mente viajo al pasado a una escena que creía haber olvidado, uno de los pocos momentos en su vida en donde su madre le mostró algo del cariño que años más tarde añoraría.
—Mírate mi querida Yulia, luces hermosa cariño—Irina con voz melosa no dejaba de peinar los rubios cabellos frente al espejo de su habitación emocionada de ver a su hija tan hermosa con el vestido rosa pastel que con tanto esfuerzo le había confeccionado, el largo cabello rubio cayendo por la delgada espalda hasta llegar a su cintura y los preciosos ojos verdes que extrañados miraban su reflejo en el espejo sin poder creer que él era la niña que le regresaba la mirada atónita.
—Cuando te lleve con ellos te amaran de igual forma como yo lo hago.
—¿Dónde está Ivanov?—preguntó el niño asustado—.¿Él también vendrá?
La sonrisa de la mujer se torció de forma macabra y soltando el cepillo tomo a Yuri por los hombros en el proceso clavándole las uñas más de la cuenta.
—Él los decepciono. No quieren volver a saber de él, lo han vetado, así que ahora tú eres mi esperanza. ¿Tú no decepcionaras a mamá verdad?
El niño intento zafarse de la mujer, pero infringía tanta fuerza en sus delgados hombros que incluso podía sentirlos sangrar.
—Mamá me lastimas…
—Prométemelo. Hazlo, Yulia. Tú si vas a esforzarte.
—Te…te lo prometo.
Su sonrisa se suavizo y le abrazo con ternura.
—Muy bien amor, esa es mi niña. Ahora todo esta bien, tú padre pasará tiempo con Ivan en tanto tu y yo nos vamos a divertir mucho, nos van a adorar, ¿a qué si Yulia? Y es que ¿Cómo no adorar a su futura salvadora?
—¿Yurachtka?—Al parecer el joven se había ido por unos minutos, pero apenas sintió la mano de su abuelo sobre uno de sus hombros se alejó aterrado.
—¡Yuri!—Otabek sintiendo la angustia en el rubio corrió hasta su esposo para abrazarlo y soltando algunas de sus feromonas logro tranquilizarlo.
—Señor Plisetsky—Saludó el moreno con un ligero gesto y llamó a sus hijos para que saludaran a su bisabuelo mientras él intentaba tranquilizar a su esposo.
—¿Quieres tu medicina cariño?—Yuri negó con la cabeza aferrándose a su esposo intentando regular su errática respiración.
—Está bien, yo estoy aquí, nadie te hará daño mientras yo este a tu lado.

Apenas y llegaron a la residencia del anciano cada uno fue a sus habitaciones para cambiar sus ropas y dirigirse a la funeraria donde se daría el último adiós a la madre de Yuri.
—Abuelo, ¿seguro que este es el lugar?—preguntó el rubio bastante confundido de encontrar a tanta gente en la pequeña funeraria.
—Si, deje todo en manos de su abogado así que él me envió la dirección, no creo que se haya confundido así que lo mejor será entrar.
Aún confundido por lo concurrido que se encontraba el lugar descendió del auto, portaba un traje negro a juego con Otabek y sus hijos, su cabello apenas y lo había peinado, pero poco le importo sin más que esperar ingreso al lugar con su familia.
Una vez dentro del recinto cada una de las personas que viera fuera del lugar le dieron el pésame al enterarse que el hombre era el hijo de Irina.
Yuri no derramó ni una sola lágrima, contrario a cada una de las personas que lo abrazaban con fuerza y lloraban a mares visiblemente afectados por la partida de la hermosa mujer. Sintiéndose extraño y fuera de lugar optó por colocarse unos lentes negros para al menos ocultar la falta de pena en su rostro y cuando llegó el momento minutos antes de la misa que se oficiaría por los restos de su madre paso al lado de su familia y presentes a dar unas últimas palabras en la capilla de la funeraria.
—Antes que nada, quisiera agradecer su presencia. Jamás habría imaginado en todas las personas que se congregarían para darle el último adiós a Irina Plisetsky. Sé que durante todos estos años permanecí alejado del lado de mi madre y es que hay cosas que no se pueden explicar con palabras.
Hizo una pausa, no sabía realmente que es lo que estaba haciendo y se sentía fuera de lugar en aquel lugar donde él era el único en contra de Irina. Sabía que lo que haría no sería precisamente lo más ortodoxo, pero es que le costaba tanto olvidar.
—Como sea, mi madre fue una mujer demasiado enigmática, fría y desconsiderada que destruyo a su familia en un par de años, Me privó del amor de mi padre, de la compañía de mi hermano, incluso me hizo odiarla y a pesar de todos estos años en donde creí que la herida había sanado, la verdad es que no. Cómo su único hijo vivo simplemente he venido a cumplir con mi deber y después de este día estoy dispuesto a enterrar el pasado para siempre. Tal vez no este no es emotivo discurso que les habría gustado escuchar, pero esto forma parte de mi verdad.
Después del discurso del rubio nadie dijo nada, la tensión que reino en el lugar bien pudo ser cortada con unas tijeras y a Yuri no le importo, indolente camino directo a la salida donde una vez que escucho al ministro comenzar con la ceremonia decidió sacar una cajetilla de cigarros.
Irina sería enterrada en un par de horas y Yuri no se mostraba con ánimos de regresar, ni siquiera había querido acercarse al ataúd.
—Solo unas horas más—dijo apagando el cigarrillo con el zapato—Unas horas más y podremos regresar a nuestras vidas y ahora será para siempre.
Apenas termino la ceremonia y el hombre ingresó de nuevo a la capilla donde la mayoría de los presentes ya había salido camino al cementerio, lugar que sería la ultima morada de su madre.
—Amor, debemos abordar al auto—Lo llamo Otabek.
—Adelantate con mi abuelo y los chicos, en un momento los alcanzó—respondió frio.
—Está bien—Otabek algo renuente salió del recinto en tanto Yuri aun continuaba vagando por el lugar grabando a tinta en su memoria el momento.
—Al fin ha terminado todo—Se dijo feliz de que por fin el ciclo se cerrara— Pero ¿en verdad puede ser real?
De solo pensar en ello, de solo cuestionarse que todo lo que estaba viviendo no era para nada un final y hubiera algo más, que tal vez solo era una mentira, un horrible escalofrió rodeo su espina para desplazarse hasta sus brazos y piernas.
—¿Cómo puedo asegurarme?—Se pregunto ansioso ante la sola idea. Sin pensarlo por más tiempo corrió al ataúd, debía asegurarse de que la mujer que en el descansaba era en verdad Irina Plisetsky, debía comprobarlo con sus propios ojos. Ansioso no dudo en abrirlo, pero una vez que lo hizo la sorpresa no pudo ser mayor.
—Es imposible—Hacía casi veinte años desde que abandonara su hogar y la mujer que ahora se encontraba dentro del ataud no parecía rebasar los cuarenta, la juventud en su piel lozana y fresca era increíble como si tuviera un hechizo encima.
Por la mente de Yuri pasaron una lluvia de tormentosas imágenes en donde la siguiente era peor a la otra, sin poder evitarlo las piernas le flaquearon, sus sentidos se nublaron e inevitablemente habría caído al piso de no ser por unos fuertes brazos que lo sostuvieron, pero no eran precisamente los de su esposo.
—Yuri…

Puedo decirte que esta increíble! has cautivado totalmente mi atención y es la primera vez que leo una historia de YOI con temática de terror. Espero con emoción la segunda parte
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Ohhh!!! Muchas gracias, de verdad que esto me motiva para continuar. Espero te guste lo que viene.
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