Fue un lunes que llegué temprano al taller cuando la conocí. Cabello rojo, pecas en el rostro, sonrisa abierta y el rostro de una niña mujer.
—Yuri, ella es Mila Babicheva la nueva diseñadora Junior que contrató Víctor y que nos acompañará en la empresa durante dos temporadas. —Por alguna razón Lilia se mostraba muy entusiasta al presentarme a Mila.
—Hola… —le dije con la mano alzada y ella me tomó la otra mano para apretarla un poco mientras se presentaba a sí misma.
—Hola Yuri qué gusto conocerte, Madame Lilia me habló mucho de ti estos días y no sabes las ganas que tenía de verte. —Ella seguía apretando mi mano y yo quería desaparecer—. Espero que nos llevemos muy bien, quiero que sepas que estoy dispuesta a dar lo mejor de mí en Nefrit porque es una casa de modas muy querida para Rusia. Además, cuenta conmigo para lo que necesites, nunca dejes de verme como una aliada.
—Sí, claro… trabajaremos juntos. —No sabía qué más decir, esa mujer era un huracán. El huracán Mila que me sacudió con toda esa energía hasta que soltó mi mano.
No tenía idea que en poco tiempo se convertiría en el ser más terco y molesto que tuviera tras mis espaldas, siempre dispuesta a decirme algunas críticas y sacarme del quicio con sus comentarios. Siempre solícita para ayudarme, siempre franca con sus respuestas y bastante exigente con su trabajo y el mío.
No imaginaba que se convertiría en parte importante de mi vida, con sus abrazos asfixiantes y su perfume a malva fresca. Que sería una gran competidora en asuntos de diseño y a la vez una gran amiga. No tenía idea que sería un brazo fuerte que estaría siempre dispuesto a levantarme el ánimo. Jamás hubiera pensado que se convertiría en mi musa y que sería mi gran apoyo cuando mi mundo se vino abajo.
Mila.
La amo mucho porque es mi amiga, puedo decir que es como mi hermana. Aunque a veces sea el martillo que clava mi mente y la pone en su lugar sobre todo cuando hago alguna estupidez.
Ese entonces la mayor cantidad de estupideces las hacía Víctor y yo no podía entender por qué ese hombre que mostraba una actitud tan responsable y severa frente a los lobos financieros, podía también comportarse como un estúpido irresponsable que parecía buscar su perdición.
Era otro maldito sábado por la noche cerrado en el departamento.
Durante la semana rendí mis últimos exámenes y me sentía tan agotado que en lugar de preparar algo decidí pedir por teléfono todo lo que quisiera comer, luego opté por ver toda la televisión que deseara y tuve un super encuentro de Squad en línea con un grupo de desquiciados con los que ingresábamos a los pabellones de un hospital psiquiátrico intentando sobrevivir y acumular puntos para el siguiente juego. Sabía que podía hacerlo porque me merecía alguna recompensa por mi buen desempeño en el colegio.
Ese fin de semana Vladimir no respondería el teléfono porque había viajado a Samara para una reunión familiar, así que estaba más solo que nunca. Acompañar a Lilia no era mi opción porque ella estaba muy entretenida con Mila y sus diseños que ni importancia me daba. Y ni muerto iría a una fiesta en el casino del Hotel Astoria junto al viejo Feltsman.
Estaba estancado y solo deseaba hartarme de comida chatarra y salir a caminar por las calles cercanas en silencio junto a Víctor disfrutando de su amorosa compañía y de sus mechones plateados.
Pero él tenía otros planes. Planes para hacer una presentación anticipada de la nueva colección e invitar por anticipado a su estreno y a la vez firmar un contrato exclusivo con una marca de teléfonos móviles de China que estaba comenzando a romper en el mercado mundial.
“Mataré dos pájaros de un solo tiro”, dijo antes de cerrar la puerta del departamento e irse a su loca fiesta de publicistas y comunicadores especialistas en moda donde ese príncipe despistado seguramente tomaría hasta hincharse como un sapo.
Después de dos horas pensando cómo llenaría mi rugiente estómago, mis planes se redujeron a lo más básico. Solo pedí pizza, tomé dos copas de vino y me puse a hacer zapping frente al televisor. Mis ojos se cerraban, pero no les hice caso, me cubrí bien con una gruesa manta pues a pesar que la calefacción el otoño se sentía demasiado frío y viendo una tonta comedia de principios de siglo me fui quedando dormido.
No sé cuántas horas pasaron desde las diez de la noche en que había colapsado en el sofá de la sala de entretenimiento. El maullido de Potya corriendo hacia la entrada del departamento me despertó y escuché el parloteo estruendoso de dos voces.
Desperté bien y pude escuchar a Víctor ingresando junto a una mujer. Me enfurecí y pensé que mi hermano era un verdadero imbécil y sin perder más tiempo me puse en pie con la intensión de ir a cerrarme a mi cuarto como la vez anterior, pero no sé qué mi impulsó a quedarme en la sala y enfrentar a mi hermano borracho y a su nueva acompañante.
Tal vez fueron los celos porque una nueva golfa estuviera pensando pasar la noche junto a él o quizá fue la indignación porque noche anterior escuché a mi hermano hablar de lo más relajado y contento con su novia y haciendo planes para cuando ella llegase.
Cuando los dos alegres ebrios entraron a la sala, Víctor balanceándose como un simio y ella con los zapatos de tacón en las manos, buscaron el sofá para aterrizar sobre él. Víctor fue el primero en sentarse con las piernas abiertas, los codos sobre las rodillas tratando de estabilizar su inútil cuerpo de borracho.
La mujer caminó un par de pasos más y no sabía qué hacer con él mientras procuraba acomodarse a su lado. La reconocí de inmediato. Era modelo y salía en los anuncios de una afamada firma de vehículos lujosos. Vi su rostro delgado, su figura esbelta que se revelaba bajo ese traje casi transparente y sus largos cabellos recogidos en un moño desordenado.
Cuando la rubia borracha se sentó, sonrió y me hizo un gesto de silencio con sus dedos sobre la boca. Yo enfurecí más la mirada y en dos saltos me acerqué a ella, la tomé del brazo y agravando mi voz le dije al oído.
—Te acabo de llamar un taxi para que te vayas a casa. —La jalé del brazo para que se pudiera parar.
—Pero Víctor… me invitó… —No me importaron las explicaciones de la modelo y la obligué a dar varios pasos hacia la puerta de salida.
—Ese tarado va a vomitar todo el resto de la noche, créeme que no te va a gustar y no te va a follar porque cuando está así no se le para —le dije en voz baja. Me acomodé tras de ella y la empujé hasta el pasillo.
Ella intentó protestar y yo solo le dije. —Tu taxi te está esperando abajo.
Me aseguré de llevarla al ascensor y la acompañé hasta la planta baja. El conserje de la noche nos miró asustado y yo le dije que ella estaba de salida porque habían llegado unos amigos suyos a recogerla.
Cuando salí del edificio le obligué a caminar hasta la avenida y estiré mi mano varias veces hasta que un vehículo paró y la metí en él. Le di algo de dinero al chofer y le dije que la llevara hacia el hotel en el que tal vez seguiría la fiesta orgiástica de los capos de la publicidad en Rusia. La modelo o dama de compañía o lo que fuera se echó en el asiento trasero del vehículo y yo cerré la puerta.
Juro que no me importó si el chofer decidía cambiar la ruta y ella no llegaba a su destino. No me digne observar cómo se alejaba el taxi ni tampoco me paré a comprobar el número de su matrícula. Solo sé que ingresé muy molesto al edificio y con mucho frío, sabiendo que el tonto de mi hermano estaba sobre el sofá con el cuerpo adormecido.
Ingresé al departamento y en efecto Víctor estaba tirado en el sofá. Pensé en dejarlo allí con un par de mantas encima, pero justo cuando estaba ingresando al dormitorio de invitados para sacar el cobertor me sentí mal por él, pensé que Víctor jamás me dejaría tirado sobre el sofá si hubiese llegado borracho, así que volví a la sala y con mucho esfuerzo lo desperté un poco y lo obligué a sentarse.
—Vitya vamos a tu cuarto, tienes que descansar… —Lo jalé un par de veces y él protestó como niño pequeño—. Carajo ponte en pie y vamos a tu cuarto.
—Yuriiii… había una chica… —Su cuerpo se movía de atrás hacia adelante sobre el sillón.
—No había nadie. —Lo jalé con fuerza del brazo y su cuerpo cedió poniéndose en pie y tambaleando a todos lados—. Estás borracho y no sé cómo mierda has llegado aquí.
—Me trajo Oleg. —Oleg Fedorov, el tipo que salía en los anuncios de una importante cadena mundial de hoteles. Ese era otro tarado como mi hermano y cada vez que el alcohol inundaba sus venas hacía verdaderas estupideces. Estaba seguro que manejó muy ebrio mientras traía a Víctor y a la zorra al edificio.
—Sí te trajo ese hijo de puta. —Qué difícil se me hacía mover a Víctor de ese sofá—. Mierda camina ya, maldito borracho. —Sentí que estaba al borde de caer de nuevo sobre el mueble y si eso pasaba sería muy difícil volver a levantarlo.
Caminamos a tientas por el corredor, Víctor se apoyaba por completo en mí y cada dos o tres pasos se apoyaba en la pared. Yo lo obligaba a seguir avanzando hasta que por fin llegamos a la puerta de su cuarto.
—Oye Yuri… llama a Anya. —Sí que estaba hablando tonterías.
—No sé cuál es la clave de tu celular. —Pero esa tontería fue muy beneficiosa para mí porque Víctor me dio su clave sin pensar y yo me sentí muy feliz pues desde ese momento tendría acceso a sus comunicaciones más privadas. ¿Con qué fin? Todavía no lo podía adivinar, pero de algo me serviría.
Hice el ademán de llamar a Anya y le dije a mi hermano. —Anya estará encantada de escucharte tan borracho.
—Corta… corta… ya… —Era horrible verlo en esa situación y no sé por qué tomaba tanto. Solo sé que me fue muy difícil llevarlo hasta su cama. Lo dejé apoyado contra un mueble con espejo y abrí las sábanas.
Víctor se tiró sobre la cama de bruces y fue un verdadero trabajo ponerlo cómodo para que durmiera bien.
Primero descalcé sus pies que estaban bastante fríos. Intenté jalar sus piernas para que esté recto y pueda taparlo, pero como no me hacía caso le hice cosquillas en los pies. Él saltó y despertó un poco, estaba bastante desorientado y yo aproveché para ayudarlo a centrarse más en su cama y solo así pude quitarle el pantalón. Pero fue una tarea titánica porque él insistía en desajustar su cinturón y por más que se esforzaba no podía hacerlo.
Por fin luego de unas palabras duras y dos palmadas en sus tercas manos pude desatar el cinturón de cuero y bajé el pantalón de su traje azul. De inmediato lo cubrí con las mantas para que no perdiera calor. Me senté junto a él y comencé a desajustar los últimos botones de su camisa. Menos mal ya no tenía puesta la corbata. ¿Dónde la habría dejado? Nunca lo supimos.
Entonces Víctor abrió los ojos y me miró callado mientras yo seguía desabotonando su camisa, por lo menos la dejaría abierta para que él se sintiera más cómodo. Entonces con su fría mano me tomó la mejilla y acarició mis cabellos acomodando mi mecha rebelde tras mi oreja.
—Yuri… ¿te dije… que eras lindo? —dijo casi suspirando. Lo miré como lo que era en ese instante, un borracho estúpido que no sabía lo que decía.
—No. Y no sé si lindo es la palabra adecuada para mí. —Víctor se incorporó un poco y pude quitarle el chaleco y una manga de su camisa, luego por inercia volvió a caer sobre las almohadas.
—Bello… hermoso… esas son las palabras… Yuri. —Víctor volvió a levantar la mano para acariciar la orilla de mi cabello y sus dedos pasaron con suavidad sobre mi frente.
—Víctor deja que te saque esta manga… —Sus dedos corrieron por mi nariz hasta cerrar mi boca y sentí una ráfaga ardiente que comenzó a apoderarse de mis hombros.
—Shhhht… ¿alguien más te ha dicho que eres hermoso? —Sonrió como tonto y la yema de su índice repasó mi labio inferior—. ¿Esa “máquina trituradora” te lo ha dicho?
No quise responderle porque si decía algo sobre Zhúkov, Víctor volvería a ensayar un discurso sobre la moral, luego mostraría el rostro de enojo y finalmente con mirada suplicante me diría que no me expusiera al peligro de ser condenado por los demás.
También recordé que Vlad nunca me dijo esas palabras, él era algo recio cuando estábamos juntos y yo… bueno a mí me gustaba que me hablase como si fuera un chico más, sin palabras especiales y que me apretase la cintura de un momento a otro acercando su boca a la mía. Me encantaba que mirase mis reacciones cuando lamía mis labios y cuando frotaba mi inicial erección con sus enormes manos.
—Ese chico no es para ti Yuri… ¿Eh? —Víctor cerró los ojos y tomó mi mentón con su mano—. ¿Sabes por qué?
—No lo sé. —Estaba siguiendo su juego, no quería apartarme de él porque deseaba saber qué pensaba en verdad de mí y de mi amiguito de la escuela. Siempre escuché decir que los borrachos no mienten.
—Ese chico solo te usa… —Su mano bajó hacia mi cuello y la fría sensación me hizo estremecer de inmediato.
—¿Y quién es bueno para mí? —Yo seguía jugando porque solo buscaba joderlo—. ¿Acaso tú?
—Yo… te cuido y yo te quiero mucho… yo te amo Yuri. —Me tomó por sorpresa esa respuesta.
—Los hermanos se aman Vitya. —Quería desentrañar el verdadero significado de esas palabras porque jamás me ha gustado que me dejen con las explicaciones a medias. Conmigo todo es blanco o negro y no hay colores intermedios.
—Como… quisiera que… no fueras mi… hermano. —Sonrió con resignación y en ese momento me di cuenta que Víctor tal vez pensaba que estaba soñando. Tal vez creía que yo era una alucinación así que aproveché su delirium tremes y me puse a preguntar para salir de dudas.
—¿Por qué no quieres que sea tu hermano? —Me aproximé a su oído—. ¿No dices que me amas?
—Sí, pero con un amor más mundano. —Él debía estar funcionando en automático en ese momento o tal vez el alcohol lo hizo llegar al colmo del descaro—. Me gustas… mi Yuri.
—Te… gusto como… —Evité reaccionar con sorpresa y decidí que tenía que empujar más esa rueda para dejar rodar la verdad.
—Como el chico lindo que eres. —Pero dio otra respuesta ambigua y yo ya empezaba a cansarme de ellas. O el tarado de mi hermano estaba jugando conmigo o no se atrevía a decir algo más.
—¿Qué te gusta de mí? —Tal vez de esa forma podría extraer la verdad que quería escuchar.
—Tus ojos, me gustan… tus ojos. —Víctor lamió sus labios y sus dedos recorrieron las curvas de mis cejas—. Tu boca es tan bonita… tu nariz chiquita me encanta… y tu cabello, me gusta como brilla en el sol… y tu cuello delgado, me pregunto si se quebraría si yo tratara de apretarlo un poco…
Esas no eran las confesiones de un hombre preocupado por el futuro y la seguridad de su hermano menor. Eran palabras cargadas de necesidad sexual y él las decía con la absoluta seguridad que yo no era real y no estaba allí.
—¿En verdad te gusto Vitya? —Debía empujarlo más aún a la confesión final y contundente. Él seguía acariciando mi cabello.
—Demasiado —dijo acercando su boca a la mía, pero yo quería que dijera algo más, así que dejé que siguiera—. Te deseo… Yuri. —Y allí estaba la confesión contundente que quería escuchar. Me quedé petrificado, me gustó oírla y a la vez me dio miedo.
Víctor era mi hermano y su boca me decía en ese instante que me deseaba, la palabra deseo significa ansias de conseguir algo, necesidad, gusto o tal vez solo antojo, pero habla de algo concreto, carnal y lujurioso.
Bajé la cabeza al escuchar esa pequeña frase y vi cómo la mano de Víctor acariciaba la mía sin ningún freno. Cerré los ojos aterrado y no era la confesión de mi hermano la que provocaba mi temor; era mi propio apetito, mi gusto, mis ansias por él, por su boca, por sus manos, por su calor y por su cuerpo.
Sabía que no podíamos pasar ese límite pues si lo hacíamos todo sería como un gran remolino. Además, él estaba borracho y era mejor no jugar con un hombre ebrio, porque podía ser capaz de cualquier cosa. Aunque en ese momento yo también me sentía capaz de cualquier cosa sin tener licor por dentro.
Víctor me tomó del hombro y me acercó a su cuerpo. No pude evitar que el mío se tensara y me quedé estático entre sus brazos sin saber qué decidir. No tenía ni puta idea de si debía dejar que todo pasara entre los dos o establecer esa distancia que debe existir entre los hermanos. Dejar que sea un amor puro, fraterno en verdad, respetuoso y tranquilo el que gobierne entre los dos o permitir que me haga suyo con un amor ilegal y vedado.
El temor me hizo reaccionar y traté de buscar algo de distancia entre los dos. No debía permitir que el sexo arruinara nuestra hermandad, que un deseo ardiente malograse ese sentimiento que habíamos construido con cuidado hasta ese momento.
Lo empujé hacia sus almohadas intentando abrir más distancia entre los dos, pero el perfume de Víctor me atrapó y dejé que mi mejilla se posara sobre su pecho desnudo. Miraba su piel y a la vez desviaba los ojos hacia los objetos cercanos de la mesa de noche. La lámpara encendida iluminaba nuestros cuerpos y proyectaba nuestras sombras a la pared.
La imagen que vi me hizo sentir culpable de esa situación. Nuestros cuerpos juntos en la misma cama, separados solo por unas cuantas mantas y por nuestra reserva moral, esa que todavía hablaba con voz tímida a nuestros oídos intentado hacernos rechazar la tentadora situación.
Esa noche yo había impulsado a Víctor a mostrar sus instintos y no podía quejarme, no quería hacerlo. Tampoco quería saber cómo era tener sexo con él, no me sentía preparado. Solo quería quedarme así y esperar que él se durmiera.
—Yuri ¿yo te gusto? —preguntó como si fuera un adolescente.
—Eres un atractivo modelo y gustas a mucha gente. —Intenté darle una respuesta general.
—Te estoy preguntando si te gusto específicamente a ti. —Insistió como un niño.
—Eres muy apuesto Vitya. —Quería conservar la razón y evitar decirle que me derretía como caramelo cada vez que sus ojos exploraban los míos.
—¿Si no fuera tu maldito y borracho hermano me besarías? —Era el hombre deseoso el que seguía insistiendo.
—Sí… eso… creo. —Dudé al responder; pero el silencio de la habitación permitió que escuchara mi sincera confesión, esa que dije en voz baja porque no quería mentir más
—Mierda… soy tu hermano… —dijo resignado y desvió su mentón que hasta ese momento se apoyaba en mi cabeza—. No puedo tocarte mi niño… no debo… y no tienes la menor idea de cuánto quisiera hacerlo…
Cada palabra suya me hVíctor se quedó callado y yo pensé que se había quedado dormido. Esperé en silencio durante unos minutos para deshacer el abrazo, cubrirlo con las mantas y correr a mi cama, tal vez para llorar de impotencia porque era verdad lo que él me decía ese momento. Víctor no debía tocarme.
Cuando me levanté lo vi con los ojos abiertos y con la mirada perdida. Mis ojos la buscaron y la encontraron humedecida, había una pequeña lágrima bajando con lentitud hacia su cabello. Cerré los ojos y traté de apartarme de él. Mi naturaleza me empujaba a sus brazos, pero lo poquito de razón que quedaba en mí me obligaba a ponerme en pie y salir de su habitación.
Víctor notó mi movimiento y con mucha pena me tomó de la mano, sus largas pestañas blancas se movieron como las alas de una mariposa sobre sus ojeras y sus ojos se enredaron con los míos y casi sin pensarlo —eso era lo más probable— me pidió.
—Quédate conmigo… Yuri… no… no te voy a hacer… nada malo. —Rodó sobre su cama abriendo un espacio y sus brazos me invitaron a echarme junto a él.
Yo me quité las pantuflas y me acomodé junto a él sobre la suave frazada y bajo la cubre camas. Víctor me abrazó con fuerza contra su pecho y sentí su piel recobrar de a pocos el calor perdido con los tragos, mis manos se posaron sobre su vientre y su fuerte respiración chocaba contra mi cabello.
Él no dijo nada más y sentí como su cuerpo se relajaba por completo, cómo cambiaba el ritmo de su respiración, como latía lento su corazón y cómo uno de sus brazos caía pesado sobre mi cuerpo. Con eso era más que suficiente para un adolescente que quería saber si en verdad sería capaz de entregarse a su hermano o prefería seguir intentando una relación extraña con un supuesto rival escolar.
Escuché que Potya empujó la puerta del dormitorio, entró en completo silencio y subió al pie de la cama, olió varios minutos nuestros cuerpos juntos, caminó con mucho cuidado por el borde para ver quién dormía junto a mí y luego volvió hacia nuestros pies. Se dio un buen baño lengüetazo a lengüetazo, estiró sus patas y se quedó dormido.
Cerré los ojos intentando en vano recuperar el sueño que había perdido una hora atrás, pensé en todo lo que Víctor me dijo y me sentí el chico más afortunado del mundo. Sin medir las consecuencias comencé a soñar con un futuro junto a mi hermano.
En mis sueños seríamos solo los dos, juntos como estábamos esa noche. En un futuro él me tomaría y yo adoraría el brillo de su cabello. En mi perfecto futuro, Víctor sería quien me quitase la ropa y yo lo recibiría en la cama, seríamos felices, me besaría con la misma pasión que lo hacía Vladimir y sería él quien provocase todo el placer que anhelaba sentir.
Esa noche no me importó nada, quería pensar que podía haber un futuro junto a mi hermano, que podíamos amarnos sin que nadie ni nada nos detuviera. Sin que los hombres y las mujeres nos señalaran con sus puros y perfectos dedos juzgadores nuestra aberrante conducta.
Sin que las lenguas comenten que sentían asco por nuestro amor, como si sus amores y sus deseos fueran mejores o más válidos que los nuestros. Gente hipócrita que no tiene nada más que hacer que meterse en la maldita vida de los demás sin poder arreglar sus estúpidas y patéticas existencias. Gente envidiosa que daña con sus falsos preceptos morales intentando imponer sus tiranos conceptos de la vida a los demás.
Esa gente maldita no existía en mi futuro junto a Víctor.Un futuro en el que las putas leyes de mi país no nos persiguieran como criminales, un futuro en el que todos nos dejasen ser libres para abrazarnos, besarnos, desearnos, tocarnos y corrernos juntos varias veces sin parar.
En mi futuro había un mundo solo para los dos, un mundo en el que todos aquellos que nos condenasen quedarían fuera y en el que los dioses no se asustaran al vernos morir uno en brazos del otro.
Pensando en ese mundo perfecto, utópico e inexistente, deseando que la noche se extendiera unas horas más y que Víctor no se arrepintiera de todo lo que me dijo al oído, pedí que llegara el día en que fuera capaz de decirme todo eso sin que el alcohol lo obligase a desinhibirse conmigo.
Anhelando que Vitya me dijera un día que me amaba y que estaba dispuesto a vencer todas las barreras que nos separaban, mis ojos se fueron cerrando, mi cuerpo se puso pesado y todo se convirtió en oscuridad.
Fue una noche que nunca olvidaré porque por fin supe que mi hermano me miraba como hombre y me amaba de la misma forma que yo lo amaba. Solo que actuaba como un niño asustado tras descubrir la verdadera naturaleza de sus sentimientos.
Esa noche decidí que haría lo que fuera por tenerlo para mí y que nada ni nadie me importaba ya, solo quería a Víctor y desafiaría incluso las leyes de los cielos por ser suyo y hacerlo mío, para alcanzar un poco de esa gran felicidad que solo existía en mi mundo de fantasía y mi futuro perfecto junto a él.

Notas de autor:
Lo que hace el alcohol ¿verdad?
¿Qué creen que hará Yuri para conquistar a Víctor?
¿Cómo reaccionará el peliplata al saber que se fue de boca?
Gracias chicas por seguir la historia y por vuestros comentarios, eso alimenta mi alma.
Cuídense mucho.