Me gustaria muchisimo si pudieran seguir la lectura junto a esta melodía, estoy segura que les encantara.
Yuuri jamás pensó en la energía que pudiera tener un niño de solo 12 años. Había convivido con muchos niños durante su tiempo en el mundo humano, pero ninguno podía semejarse a Víctor. Era alegre, divertido y, sobre todo, brillante. No solo en el ámbito del conocimiento que tenía a su corta edad, producto de la gran cantidad de libros que el pequeño le indico que había leído, si no que su propia alma era como ninguna que hubiera visto y sentido antes. Desde que había llegado al mundo humano, el joven dios jamás conoció un alma tan pura y resplandeciente hasta llegar al punto de cegarlo, Yuuri no podía describirlo, pero era un como una luz de sanación para su alma lastimada.
Por su parte, para el pequeño príncipe, lo primero que le insto a seguir al omega constantemente con la mirada era el brillo de sus ojos. Víctor nunca imagino que podría gustarle tanto un color como el de los ojos de Yuuri. Brillaban más que el propio sol de San Petersburgo en época de verano y simplemente no podía dejar de mirarlo. Para el alfa, Yuuri era una persona cariñosa, muy dulce, pero a la vez muy enigmática que le invitaba a permanecer a su lado. Era como una caja de sorpresas que le provocaba una curiosidad extrema y que quería descubrir a cualquier costo, por eso le visitaba regularme durante todas las mañanas y regresaba ya entrada la tarde a su hogar. Habían pasado ya un par de semanas ¡Y que semanas eran esas!
Ya era como un ritual para Yuuri recibir a Víctor, ir a buscar frutos al bosque, pasear, jugar algunas veces en el lago y disfrutar de los libros que el pequeño alfa llevaba para el disfrute de ambos era algunas de las cosas que hacían cuando se reunían. En otras oportunidades, solo conversaban por horas, se quedaban viendo el paisaje del lago mientras hablaban de cualquier tema y la sensación de tranquilidad que les inspiraba la presencia del otro solo incitaba a pasar más tiempo juntos de cualquier forma.
La llegada del otoño fue inminente y con ello, la caída de la temperatura. Yuuri por su estatus de dios del hielo podía sobrevivir sin problemas a bajas temperaturas, no obstante, con el deterioro de su resistencia al paso de los años que vivía en el mundo humano, prefería buscar algo de leña para entrar en calor dentro de su cabaña. Víctor le acompaño en esa ocasión, ayudándole a recoger cuanta rama consiguiera pese a que en algunas ocasiones estas no sirvieran como leña y Yuuri tuviera que instruirle cuales escoger. Víctor seguía teniendo mucha curiosidad respecto al omega, y no tenía reparos en consultarlo cuando le apetecía, uno de esos momentos se dio cuando iban por la mitad del camino de regreso a la cabaña de Yuuri, donde este iba a preparar unas tazas de té para ambos.
– Dime Yuuri ¿Siempre has vivido aquí en San Petersburgo? –le pregunto, el dios siguió caminando, sin voltear a ver al pequeño alfa.
– No, solo llevo medio año viviendo aquí –respondió.
– Oh, pero eso es extraño –no pudo evitar expresar el más joven, el dios le miro extrañado.
– ¿A qué te refieres? –cuestiono.
– Bueno, aunque tienes tiempo en el pueblo nunca te he había visto antes ya que siempre paseo por el pueblo cuando estoy aburrido, por un momento creí que eras un mercader, y que por eso no te había visto antes pero no es por eso–comento interesado-. ¿Sera porque vives aquí en el bosque en lugar del pueblo? –Yuuri le miro con una sonrisa incomoda.
– No soy muy bueno tratando con la gente, así que por eso prefiero vivir aquí –alegó-. Ya estamos aquí, así que vamos a preparar rápido el té.
– ¡Sí!
Víctor no lo dijo, pero él había notado lo incomodo que se había visto al mencionar eso, aunque era un niño era muy observador para ciertas cosas, pero si bien lo pensó durante un largo rato, su cabeza prefirió olvidar el tema pensando que quizás eran cosas suyas.
Al día siguiente Víctor se levantó muy temprano para poder ir a ver al omega ¡Tenía muchas ganas de verlo! Y aunque tenía algunas asignaciones académicas y de etiqueta que asistir, su deseo por ver al joven de ojos ámbar pudo más que él e hizo todo para salir lo más discreto posible de su habitación para no ser descubierto. No obstante, antes de que pudiera siquiera llegar a la entrada del salón principal, fue intercedido por una persona que el pequeño Zarévich conocía muy bien y sabía que era difícil de eludir.
– Zarévich Víctor ¿A dónde cree que va? –le inquirió un hombre de unos 60 años, cruzado de brazos, su faz denotaba molestia y un tic nervioso que parecía querer explotar en cualquier momento.
– ¡Buenos días Yakov! –le saludo provocando que el mal humor del hombre explotara.
El consejo principal del Zar, Yakov Feltsman, era un hombre beta de avanzada edad. Este se irguió en su lugar con autoridad y camino hasta estar frente a Víctor, el alfa tenía una sonrisa nerviosa y miraba a todos lados sin saber cómo salir de esa. El consejero ante la despreocupada actitud del zarévich se enojó hasta que su rostro enrojeció de ira.
– ¡Nada de buenos días! ¿¡A dónde diablos cree usted que iba?! ¿Intentaba escabullirse como todos los demás días pese a la gran cantidad de actividades que debe asistir? –vocifero el hombre mientras el pequeño alfa se encogía aburrido.
– Pero Yakov, esas actividades son aburridas y ya me las sé de memoria. ¿Por qué debo de asistir si ya las he visto lo suficiente? –pregunto inflando las mejillas en puchero, ante la actitud despreocupada del zarévich, el pobre consejero del Zar estaba cada vez más morado de la ira.
– ¡Porque son sus obligaciones! ¡Su deber es formarse para gobernar este país cuando su padre ya no pueda hacerlo! – vocifero.
– Pero yo…
– ¿Qué está ocurriendo aquí?
La faz de Víctor palideció al momento de escuchar la voz de su padre ingresando al salón, sus hombros se encogieron cuando la fija mirada del Zar se posó sobre él. Alexei analizo a su hijo antes de pasar su vista a su principal consejero, Yakov realizo una leve reverencia al zar.
– Su excelencia–profirió sus respetos Feltsman.
– ¿Víctor está causando problemas? –cuestiono a voz firme, el beta admiro el rostro del zarévich, pero aunque quisiera encubrir al pequeño alfa por el aprecio que sentía por este, eso no lo llevaría a ningún lado y solo le mimaría más-.
– Pues su majestad, el zarévich se encuentra renuente a participar a las clases de historia y etiqueta –índico, pese al rostro que el más joven tenía. El Zar dedico un par de minutos a evaluar a su vástago, hasta renegar con la mirada y observar a Yakov, con un gesto le hizo que levantara el rostro.
– Eso es inútil, en lugar de esas clases debería estar mejorando su condición física y su manejo con la espada, de otro modo, nunca será el alfa que espero de él –al escuchar tales palabras, el pequeño alfa alzo la vista hasta su padre mirándole atónico y pasmado, por su parte, el zar se acercó a la altura de su hijo-. No quiero una humillación de ese tipo nunca más ¿Entendiste Zarévich Víctor? –Este bajo la mirada, encogiéndose lo más que podía en su reverencia.
– Si, su majestad él Zar.
En momentos como esos, Víctor jamás usaba el título de consanguineidad directa que le correspondía con el zar, no se atrevía. Y menos en tal instante que Alexei le veía con desgano y decepción. Tanto Víctor como Yakov realizaron una pequeña reverencia ante Alexei, quien se retiró del salón, quedando nuevamente solo el Zarevich y el consejero.
– ¿Por qué se lo dijiste? –encaro el alfa al consejero. Su rostro demostrada dolencia y molestia ante la traición que sentía, no esperaba que en tal momento un ser tan allegado a él como el consejero pudiera haberle delatado.
– La excelencia el Zar lo ordenó, además, no puedo permitir que usted haga lo que quiera, aunque sea su alteza el Zarévich, es mi deber velar que su educación sea la adecuada –expreso Yakov, pero Víctor renegó con fuerza, apretando los puños de impotencia.
– Gracias a usted mi padre ha comenzado a odiarme más de lo que lo hace –refuto.
– El Zar solo quiere lo mejor para el zarévich, usted es el futuro de este reino. Debe entender que estas circunstancias solo lo harán mejorar, ya no puede actuar como quiera, usted…
– ¡Pero eso no es lo que yo deseo! –grito el zarévich.
Y ante la vista atónica del consejero, el alfa salió corriendo del salón llegando hasta las cabellerizas, esta vez por orden de Yakov no podría salir tan fácilmente dado que un grupo de sirvientes le estaban esperando para retenerlo, no obstante, Víctor los evadió a todos y salió disparado nuevamente fuera del castillo. Atravesó todo el camino que llevaba el bosque hasta llegar al lago, allí amarro al cabello cerca de la cabaña del omega. Antes de que siquiera pudiera tocar la puerta, un adormilado Yuuri salió por la puerta siendo sorprendido por un lloroso Víctor que le abrazo nada más verle.
– ¿Víctor? ¿Qué paso? ¿Por qué lloras? ¿Te ocurrió algo malo? Víctor –pero por más que le llamaba, el pequeño alfa no cedía en su llanto y seguía pegado al omega. Yuuri sinceramente no sabía qué hacer, había notado la amplia tristeza en el corazón de su amigo, pero no parecía ser algo tan sencillo de calmar, por ello, recurrió a liberar sus feromonas para que Víctor pudiera calmarse y arrullarlo con su voz. Poco a poco el llanto fue mermando, y con ello, la tensión en el cuerpo del alfa, cuando al fin se hubo calmado, Yuuri levanto un poco el rostro del ruso para verle. Este estaba todo inflamado y rojizo por las lágrimas-. Estás hecho un desastre –comento elevando una sonrisa y así contagiarlo un poco con ella, aspecto que funciono en pequeña medida.
– Lo siento por llorar de repente –se disculpó.
– Descuida, no es bueno acumular tensiones, menos a tu edad –comento Yuuri mientras acariciaba el cabello platinado del alfa-.
El ánimo usual del pequeño estaba por los suelos y Yuuri no sabía cómo elevarlo, pensó en preparar algo que aprendió durante su viaje, pero le hacían falta algunos materiales.
Se le ocurrió una idea, y con ella en mente, el omega invito a Víctor al mercado del pueblo para que hicieran un par de compras. El alfa usaba una capucha mientras caminaban por la ciudad, algo que le extraño a Yuuri pero que no quiso entrometerse más en ello, especialmente, porque, aunque fuese solo un niño, debía tener sus propios asuntos y no era el mejor momento para enfrentarlo.
– ¿Qué vamos a comprar? –pregunto curioso.
– Unos frutos para hacer un pastel
– ¿Un Pastel? ¿Yuuri sabes cocinar un pastel? –pregunto emocionado, Yuuri sonrió viendo como el ánimo de este iba en aumento.
– Si, es uno sencillo, lo aprendí a hacer en medio de mi viaje –revelo, y como era usual cuando Yuuri hablaba de algo que Víctor desconocía, este dirigía toda su atención hacía el omega.
– En tus viajes, eso suena tan divertido, a mí también me gustaría poder viajar por todo el reino o salir a conocer nuevos territorios. –cuando Víctor noto que su emoción le estaba dominando y observaba donde estaba, se avergonzaba y miraba a Yuuri retomando cierto recato- … ¿A qué lugares has viajado? ¿Solo has viajado por Rusia?
Mientras le miraba, Yuuri no pudo evitar sonreír con ternura. Víctor era un contraste total entre la madurez y la niñez, había veces que el omega lo miraba actuando mucho más maduro de lo que aparentaba, para luego saltar a momentos como aquel donde regresaba a ser un niño de tan solo 12 años.
– He visitado todo el continente, pero el que he conocido más ha sido este reino –contesto.
– ¿Y naciste aquí en este reino? –pregunto, la sonrisa de Yuuri se volvió melancólica pero jamás se apartó de su rostro.
– Yo nací en un lugar muy lejano, tan lejano que nadie en este reino podría conocerlo. Es un lugar cubierto de nieve casi todo el año, mi familia sigue allá en ese lugar.
– ¿No extrañas a tus padres? –indago el zarévich.
– Si, los extraño –respondió sinceramente el omega, había pasado tantos años en el mundo humano, y no había pasado un solo día que no pensase en su familia o amigos, les extrañaba en verdad. Y es que ya eran 15 años los que el dios del hielo tenía transitando en el mundo humano.
– Pero si los extrañas tanto ¿Por qué no regresas a casa? –cuestiono, aunque el mismo no quería que Yuuri regresase a ese lugar apenas que lo había conocido, no pudo evitar preguntar.
-No puedo regresar todavía –contesto-… No hasta que haya cumplido lo que me he propuesto-dijo con gran determinación.
Víctor estuvo a punto de preguntarle a Yuuri que era aquello que necesitaba hacer, hasta que se escucharon los gritos de varias personas. Parecía que un hombre había robado a una persona y había echado a correr entre la multitud que se apartaba rápidamente de su paso por temor a que estuviera armado.
Víctor tomo del brazo a Yuuri dispuesto a apartarse también, el hombre frente a ellos mostraba su daga e iba a apartarlos de él de no ser que, de un golpe, Yuuri hizo caer al ladrón provocando que su arma cayera lejos de sus manos. El hombre no parecía dispuesto a rendirse e iba a usar sus puños contra el omega, que era advertido a gritos por el pequeño alfa, no obstante, bajo la mirada atónica de este y todos los presentes, Yuuri lo tomo del brazo volteándolo contra su espalda y sometiéndolo en el piso. Al sentir el filo de la daga en el cuello, el ladrón miro alarmado al dios que solo le miraba con molestia.
-No existe algo más despreciable en este mundo que una persona le arrebata los esfuerzos de otro de una manera tan sencilla y vil –hablo él dios del hielo hacia el ladrón mientras ejercía más fuerza sobre su brazo-. Me da lástima…
De un segundo a otro llegaron dos guardias del palacio que se llevaron al ladrón lejos de lugar, el omega con una gran sonrisa devolvió la bolsa llena de monedas de oro a su verdadero dueño, quien le agradecía con todo su ser. buscando la manera de recompensarlo, pero Yuuri se negaba, dado que ayudarlo había sido más que suficiente para él. Cuando al fin el omega regreso donde Víctor, este lo veía con ojos agigantados, sin poder concebir que un omega fuera tan hábil y fuerte. Se sentía abrumado y emocionado.
– No sabía que pudieras manejar armas o luchar –comento sin salir de sorpresa, Yuuri sonrió algo incomodó y rasco su nuca con nerviosismo.
– Bueno, durante mi viaje intentaron asaltarse varios ladrones en diversas ocasiones, no podía seguir de brazos cruzados, por lo cual, un hombre me hizo el favor de entrenarme por dos años en el arte de la lucha.
Con su corta historia, la admiración de Víctor hacía Yuuri solo había aumentado mientras el omega solo quería regresar a su cabaña a preparar el pequeño pastel, no le gustaba llamar la atención, y aunque había hecho una buena acción, la gente no paraba de mirarlo haciéndolo sentir nervioso.
-Creo que es hora de regresar a casa, se ha hecho algo tarde- expreso tomando sus cosas, busco a Víctor con su mirada y lo encontró viéndole fijamente mientras mantenía una extraña mueca en su rostro-. ¿Víctor?
– Lo he decidido- corrió hasta estar a tan solo centímetros de distancia del omega, asustándolo un poco-. ¡Yuuri, Se mi entrenador!

Notas finales de la autora: Vemos como la relación de Yuuri y el pequeño Víctor va desarrollándose, aunque tenemos algunas reticencias por parte de Yuuri para entrar en confianza. También observamos el ambiente que a tan corta edad debe afrontar nuestro Víctor como heredero al trono, quiero que estén al pendientes de como ira evolucionando esto, y presten atención a pequeños secretos que guardan ambos, quizás y sea importante luego 🙂 Por otro lado, nos vemos sorprendidos por Yuuri y su manejo de las armas ¡al punto que nuestro pequeño alfa quiere que sea su maestro! Moría por hacer algo así desde que escribí este fic, así pronto lo veremos reflejado.
La canción que nos acompaño en esta ocasión es una de mis favoritas de Tsubasa Chronicle, The best years of our live, me ha encantado imaginarme este capitulo en consonancia con la melodía, espero ustedes igual.