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1. ¿Amigos?


Cuando Michele no se encontraba en las apresuras de planear la siguientes rutinas de sus próximas competencias, detestaba despertar a temprana hora, y más ahora que no se encontraba en su país, sino en otro, donde será el Campeonato Europeo del año, a la cual él no participará.

Pero por esa misma razón, es que hacía de lado ese mal humor mañanero, precisamente porque él no participaba, pero sí su querida y preciosa hermana melliza. Por ello, no podía darse el lujo de tornarse al tipo gruñón de siempre y desaprovechar las oportunidades que tenía para convivir con la bella chica. Cada segundo que pasaban tiempo juntos era algo valioso para él, más encima de que ya no estaban tan unidos como antes, porque si bien es de recordar, hace casi dos años que la chica decidió en seguir su vida sin tener a su lado físicamente al mayor de los mellizos, alejándose de la sobreprotección que el chico le daba cada vez que se acercaba a cualquier hombre, ya fuera un amigo o un simple conocido.

Aún y que Michele seguía extrañando en tenerla todo el tiempo a su lado, había entendido que era lo mejor para ambos, aunque para sus ojos no le pareciera, pero su sentir le indicaba lo contrario.

Claro, es que tampoco estaba mal en verse de vez en cuando, y él aprovechó en que Sara encajó para poder participar en el campeonato europeo, acompañándola y brindándole apoyo como es debido. Estaría loco si se hubiese quedado en casa, quizás solo alimentando a su mascota, haciendo los deberes rutinarios que normalmente hacía en tiempos fuera de prácticas para patinaje, y también practicando sus habilidades culinarias.

En teoría, se hubiera considerado un verdadero idiota si hubiera hecho cualquier cosa que no sea en haber ido a Alemania; donde se realizaría dicha competencia; para apoyar a la única mujer que más amaba en el mundo.

Pensando nuevamente sus razones del porque su despertar temprana, se dispuso a mandar a la mierda las quejas mentales del porque sus ojos aún se encontraban tan pesados, combinado con la molestia por el mal olor que tomó la almohada donde anteriormente posaba su adormilado rostro.

Bueno, ignoró ese detalle; estaba en un hotel. Nada de allí era suyo, salvo las maletas donde aún tenía sus ropas guardadas.

Luego de estirar el cuerpo, tornó camino al baño para tomar la ducha del día, lo cual luego de ello, sus humos de malas actitudes habían bajado. Al fin de cuentas, para él, todo tipo de estrés o molestias desaparecen luego de tomar un buen baño.

Vistiendo de ropas deportivas, descendió a la puerta para salir de aquella habitación e ir por su hermana a que realizara su primer entrenamiento del día.

Aún y sabiendo que el campeonato era dentro de unas semanas, la misma Sara había convencido a su entrenador de que fueran un poco antes, tanto para acostumbrarse al clima–Que no era un tanto diferente a la de Italia–Como para poder disfrutar del lugar con detalle. No era su primera vez en Alemania, pero sí en Hamburgo. Así, ella luego de su práctica del día, se iba a visitar los lares y cada rincón, acompañada de su hermano o de Mila Babicheva; la cual también había clasificado para esa competencia.

En lo que la chica Crispino entrenaba más lo que eran los pasos que aún le faltaban detalles, el mayor la miraba, o sólo para admirar su belleza o para supervisar también que no hubiese fallas. Si iba a estar con ella, lo menos que puede hacer–Aparte de brindarle todo los ánimos posibles–Es también ayudarla a que mejorara ciertos pasos, aunque en su opinión, ella siempre obtenía las coreografías perfectas.

Después de la práctica, fueron a almorzar dentro del hotel donde se hospedaban. Una mala decisión, según Sara, hubiera preferido comer algo antes de haber ido a la pista; era ella quien tenía un carácter del demonio luego de haber salido del entrenamiento, y todo porque tenía el estómago más vacío que su monedero ahora que pagó la comida de hoy para ella y su hermano.

—Ya, ya. Fue mi error, a la próxima comemos primero. —Jaló un poco la mejilla morena de su hermana, en lo que sonreía.

—Bueno, ya sabré como me lo compensas. —Comentaba en lo que llevaba un trozo de su comida a su boca. Saboreando lentamente, iba mirando su celular, abriendo sus ojos al notar un mensaje— ¡Oh cielos!

—¿Qué sucede? —Michele notó la sorpresa en los orbes violetas de su hermana.

—Oh, bueno… —Sara escribió un mensaje rápidamente, volviendo a dejar su celular a un lado para luego dirigir su mirada al mayor, que estaba por terminar su alimento— Puedes empezar en compensarme, después de almorzar.

—¿Ah sí? ¿Y como? —Alzaba la ceja con cierta desconfianza que comenzaba a presenciar. La sonrisita de lado de su hermanita siempre le daba ese tipo de sentir.

—En ir al aeropuerto. —Suspiró suavemente. Sabía que no iba a ser algo bueno para su hermano, porque— Emil aterrizará en una hora.

Y justo lo que Sara deseaba evitar, era que aquella expresión de furia y obvia desaprobación muy típica de verse en su mellizo se apareciera.

Con sólo haber oído el nombre que no deseaba, ya indicó que era una mala idea.

—¡¿Ese idiota va a venir?! —Soltó, ya alzando la furia desde sus adentros. Sara agradecía que el chico desató su molestia hablando en su propio idioma; las miradas de la gente a su alrededor no se hicieron esperar— ¡¿Acaso no puede dejar de acosarte?! Además, ¡¿Quién lo invitó?!

—¡Mickey! No te vayas a ahogar con la comida —Advirtió, aun y sonando seria, lo había comentado con intenciones burlescas— Emil no es un acosador —Se cruzó de brazos— Es más, respondiendo a tu pregunta, yo lo invité —Aclaró. Aun teniendo la mirada furiosa del mayor.

—¡¿Y se puede saber el por qué?!

—Él tampoco tenía nada que hacer, así que lo invité para que también me apoyara en el campeonato —Sonrió con dulzura— ¡Se verán los dos muy lindos juntos! Mientras gritan mi nombre,o tal vez lo buena que soy en lo que hago. —Asentía levemente— Estaré muy feliz ese día.

El chico se llevó una mano a su cara, oyendo hablar a su hermana en modo indirectamente vanidosa; No le molestaba, sino a quien más se le ocurrió meter.

Sara lo miró— Vamos Mickey, Emil es nuestro amigo. Seguro con él aquí las cosas serán más divertidas.

—Para empezar, él no es mi amigo. —No había duda alguna en sus palabras— Y luego, ¡Para mí, en tenerlo aquí será un dolor de cabeza!

—Que grosero —Le hizo un leve puchero— ¿Y cómo puedes decir que no es tu amigo? Emil siempre te ha ayudado en muchas cosas. Cuando no estoy yo, él es quien se permanece a tu lado.

—No soy tonto, Sara. —Refunfuñó— ¡Eso es muy parte de su plan para quitarte por completo de mi lado!

—Santo cielo Michele, dos miserables años desde que conocemos a Emil, y aún tienes esa idea —Se palmeó su rostro con pesadez. Acto seguido, rodó sus ojos— Y aunque ya me cansé de decirlo tantas veces, te lo volveré a recalcar —Se puso de pie, aun permaneciendo en su lugar, solo acercando su rostro a la de su hermano— ¡Él no me gusta! Y estoy muy segura que tampoco le gusto a él.

—Sé perfectamente que no podría gustarte alguien como él —Mintió— Aún así, dudo que él no tenga intenciones de tener algo contigo, eres muy bella, y eso a veces es molesto —Gruñó.

—Pero tú también eres muy bello Mickey —Soltó una pequeña risa.

Sonrojó— Sabes a lo que me refiero.

—Y mantengo lo que digo. —Volvió a tomar su asiento— Eres un chico muy apuesto, así que seguro y habrá uno que otro chico que se acerque sólo para estar contigo, no todos suelen tener gusto por las chicas.

—Pero por desgracia, todos aquellos que se han acercado es porque quieren tu atención, ¿En serio crees que no notó sus miradas de bestias hambrientas? —Comentaba con el natural mal humor, al tiempo que terminó de comer— Y regresando con lo de Emil, no pienso acompañarte.

—¡Vamos Mickey! No me gustaría ir sola. Mila está entrenando hasta más tarde, así que solo me quedas tú —Sus ojos tornaron el modo más suplicante posible— Dijiste que me compensarías por no haber desayunado antes del entrenamiento.

Chistó los dientes, mirando de reojo que su hermana usaba una de sus armas más poderosas.

A veces quererla mucho tenía sus desventajas.

—De acuerdo. —Rodó sus ojos— Pero no te sorprendas si evito a toda costa cualquier acercamiento sospechoso. —Advirtió.

—Para ti, todo acercamiento es sospechoso —Suspiró resignada, pero sonriente— ¡Gracias Mickey! —Beso la mejilla del chico, regresando a su almuerzo.

El mayor solo sonrió, pero desvió su mirada al momento de que sintió sus mejillas sonrojarse.

“¿Por qué me haces sentir de esta manera tan desconocida?”

Coincidió esas palabras, junto a la imagen de un sonriente chico de ojos como el cielo.

********

El olor distinto a la de sus tierras se notaron inmediatamente, y aunque no estuviese acostumbrado a ellas, tanto porque es la primera vez que visitaba aquel estado, pero no le incomodaba en lo absoluto. Sus acciones no eran diferentes, y con ello nos referimos a que la sonrisa se mantenía intacta de sus faciales.

El chico de República Checa caminaba lejos de donde había entrado al aeropuerto, decidido a esperar en un asiento a sus amigos extranjeros, los cuales ya estaba ansioso de volver a ver. Esos dos pares de ojos violetas son una razón más de sus alegrías repentinas.

En tan solo pensar que en algunos momentos estaría frente a ellos; después de casi 7 meses sin verse; su sonrisa casi deslumbrante crecía a más no poder, como si fuese él un canino, en el cual está moviendo de un lado a otro su cola por la emoción a que lo saquen a pasear.

A pasear por Alemania, con personas las cuales aprecia demasiado.

Aunque siendose sincero, sólo uno de ellos lograba hacer que su corazón palpitara a miles de segundos. Tanto que con solo pensarlo, ya tenía los ánimos elevados, sin importar la situación. No iba a negarse que ansiaba más en volver a tener la presencia de aquel a quien desde muy joven conquistó su pequeño corazón.

Y hablando de “los reyes de roma”, juró haber oído el grave grito femenino de uno de sus amigos que hizo sacarlo de sus pensamientos rápidamente.

Se puso de pie, sin necesidad de moverse de su sitio. A su altura, no era tan difícil verificar a las personas.

—Q-Quizás y no vino al fin de cuentas, deberíamos regresar al hotel.

—¡Tonterías Mickey! Solo debemos seguir buscando. Emil no es difícil de encontrar.

El checo sonrió. Esas quejas, con el toque de acento italiano en cierto chico gruñón eran inconfundibles.

Alzó el brazo sin estirar del todo, y vio que en serio no fue necesario al oír el grito acertado de su amiga, al igual que también notó sus largos cabellos azabaches, con la acción de que iba corriendo hacia él, sin importar la gente que iba caminando por doquier.

—¡Emil! —Sin necesidad de pensarlo, la chica Crispino se lanzó a los brazos del más alto.

—¡Hola preciosa! —Correspondió, acompañado del saludo cariñoso que ya había acostumbrado a llamarle a la mayor— Ya extrañaba estos abrazos cariñosos.

—Y yo tu energética correspondencia a ellos —Se fue separando luego de unos largos segundos en los brazos del checo— En serio que te extrañe, Emil.

—¿Qué significa ese apodo? ¿Desde cuando le dices así? ¡¿Y con qué permiso?! —Los ojos de la chica rodaban al oír las esperadas palabras quejumbrosas.

Michele, que por desgracia no se pudo liberar tan fácilmente de la multitud de gente, fue haciendo presencia ante los ojos azules claros que daban un brillo al momento de verlo.

—Vamos, es normal que nos llamemos de diferente manera —La de cabellos azabaches iba separándose del más joven— Además, tú le dices idiota.

—Sabes muy bien que no es un cariñito de “amigos”, ¡Así que no voy a dejar que él te llame…!

Los reclamos fueron silenciados al momento que el cuerpo del chico Crispino fue rodeado por los brazos que antes también rodearon en correspondencia de la chica. Dejando solo un rostro con expresión sorpresiva, con sus brazos extendidos medio hacia abajo.

—¡También me alegra verte a ti, Mickey! —La voz grave que normalmente usaba el menor fue lo que hizo que el italiano comenzara a sentirse extraño, o quizás las palabras exactas que fueron dichas.

Pero lo único que tenía claro, es que ese sentimiento que recorría cada vez por su cuerpo no era porque tuviera contacto físico con alguien quien no era su melliza, lo peor era eso, que no era la primera vez que el checo lo abrazaba.

Sin embargo, era la primera vez que se sentía así por tal acción.

—¡¿Q-Qué crees que haces, idiota?! —Se quejó el italiano— ¡N-No es para tanto! ¡Sueltame!

—Vamos Mickey, Solo un abrazo y ya… —La sonrisa de la melliza no se hizo esperar, al igual que la acción de sacar su celular para tomar foto del abrazo entre ambos hombres— ¡Que adorables!

—¿Te alegra verme? —Emil corto el abrazo, pero seguía sin dar tanto espacio personal al otro— ¡Me hace feliz volver a ver tu rostro arrugado! Como siempre —Le sonrió con ternura. El sentimiento desconocido en Michele no se hizo esperar.

Era un fastidio, se asimilaba a otro sentimiento que se presentaba cada vez que se mencionaba a Nekola, o cuando pensaba en él, como cuando en el almuerzo que tuvo con su hermana, aquello se apareció al momento de que terminaron la conversación y el acuerdo de ir por el menor al aeropuerto. Lo que también lo confundía es que ese pequeño sentimiento no era del tipo “desagrado”, o algo que igualara con ello.

Pero claro, no iba a demostrar lo contrario a como solía ser con el más alto.

—Q-Quítate. —Lo apartó, yendo hacia adelante— Vámonos ya, debes ir a ducharte si saldrás con Mila.

—Oh, cierto —Fue caminando seguido a su mellizo. Miró de inmediato a su amigo al tiempo que caminaba— ¿Quieres venir con nosotros? ¡Comenzaremos a darte el tour de la ciudad!

—¡Oh! ¡Eso suena…!

—¡Definitivamente NO! —Habló auditorio el chico Crispino— Ni con los ojos vendados dejaré que este se acerque a ustedes!

—Mickey, es muy tierno que te preocupes, incluso por Mila —Recalcó la chica el detalle que dio a entender su hermano al momento de reclamar la idea principal— ¡Pero Emil debe de conocer Alemania! Un lugar que no se ve todos los días, no se debe desaprovechar, ¿En serio quieres encerrarlo en el cuarto de hotel cuando la idea era que conozca el mundo más allá? Que crueldad hay en ti —Desvió su mirada indignada.

—No te preocupes Sara, puedo ir con Mickey a hacer el tour. —Propuso el checo. No hubo segundo alguno que haya quitado la sonrisa de su rostro, aun y si el otro mostraba incomodidad en su presencia, mucho menos ahora que pensó aquella idea que recién comentó.

El italiano detuvo el paso al momento de oír aquello dicho por el de ojos claros, volteando a mirar a ambos con cierta molestia.

Pero no la sentía.

—Creo que eso suena buena idea —La melliza fue tocando el hombro de su hermano— Claro que estás de acuerdo, ¿no?

Las palabras no le salían de la boca. Quería negarse.

Sin embargo, pensando un poco en lo que pasaría si hacía tal acto, claro que su hermana haría de sus anchas y tomaría al checo para ir a pasear juntos con la chica rusa. Tan solo eso le incomodaba, y claro que era evidente porque, ¡No dejaría que aquel chico estuviese apegado a su hermanita!

Bueno, realmente creía que era por ella.

Si eso creía, es porque es así, ¿no?

¿Por qué de repente no se sentía seguro de su incomodidad?

Con un ceño fruncido, decidió interrumpir sus pensamientos. Ya no quería hacer tanto giro a su cabeza.

—Si eso evitará que te acose, entonces no me queda de otra. —Bufó. Retomando su caminata para salir del aeropuerto y llamar la atención de un taxi para poder regresar al hotel.

Sara se disculpaba por su hermano. Emil solo le sonreía para demostrar que no era necesario.

Y realmente no lo era.

******

Luego de que los tres hayan llegado al hotel donde los hermanos se hospedaban, Emil pidió la habitación que más se acercará a los de los mellizos, por si algo se le ofrecía; había propuesto Sara.

En lo que hacían la reservación, Michele quejaba al no poder protestar por si a Nekola le daban una habitación más cercana a la de su hermana. Después de todo, la suya estaba a tres habitaciones antes de la de ella, porque cuando ellos habían llegado al hotel por primera vez, les tocó la mala suerte de que en ese día había bastantes habitaciones ocupadas. Dejando al italiano en una habitación bastante alejada de su hermana.

¡¿Que iba a saber él que luego de dos días de su llegada, iban a desalojarse casi todos los que habitaban en el mismo piso?! De haberlo sabido, hubiese hecho cambio a otra habitación que estuviera exactamente a lado de la de Sara.

Pero ahora era demasiado tarde. El checo le ganaría el puesto.

O eso creyó, antes de verlo dirigirse hacia él para enseñarle las llaves de su habitación, indicando un número que de repente se le hizo familiar.

145.

Por supuesto, ya sabía porque. Su habitación era la número 146.

… Bueno, no podía ser tan malo. Al menos está más alejado a la de su melliza.

—Bien, iré a ducharme, Mila está por terminar su entrenamiento. —Los tres iban saliendo del elevador al haberlos dejado en su mismo piso.

—¡De acuerdo! Supongo que por el momento no te veré ya, así que disfruta tu paseo. —Comentaba con su natural alegría en su habla.

—Lo mismo digo —Se acercó a abrazarlo una vez más— Es bueno que también estés aquí, Emil. Me gustaría que nos acompañaras, pero Mickey y su modo aguafiestas atacó.

El italiano solo dio un gesto de molestia, dando un gruñido antes de adelantarse a donde estaban las habitaciones.

—No te preocupes, ten por hecho de que la pasaré igual de increíble con Mickey de compañía.

—Estoy muy segura de ello, por supuesto. —Le guiñó el ojo— Iba a decir que te diviertas, pero… Mejor dicho, haz que Mickey se divierta.

—¡Lo haré! —Caminaron juntos, hasta que la italiana se detuvo para entrar a su habitación. Se despidieron para luego el checo proseguir su camino hacia la suya, miró a Michele aún fuera— ¿No entraras a…?

—Necesitarás una mano para desempacar, ¿no? —Hablo con indiferencia. 

Estaba por sonrojarse, pero decidió reemplazarlo por sacar su emoción. Inmediatamente yendo a la puerta para poder abrirla con las llaves que le dieron en la recepción— Adelante.

El moreno se dispuso a pasar, mirando la habitación asignada al más alto. No eran diferente a la suya, aunque para el checo era algo nuevo, claro estaba. Tenía detalles que este no había visto antes en ningún otro hotel.

Emil fue dejando su maleta encima de la cama, sentándose en la misma— Realmente está precioso el lugar. —Miró al italiano.

—Bueno, en eso tienes razón. —Se cruzó de brazos. Soltó un suspiro profundo— Pero será mejor que no te conformes con el hotel, así que terminemos de desempacar para salir a dar un recorrido a los lugares de por aquí.

—¡Cierto, cierto! —Se puso de pie, tomando la maleta, aún apoyándola en la cama para poder abrirla y comenzar a acomodar sus cosas— ¿Como te sientes ahora que estás nuevamente cerca de Sara?

—Obviamente muy bien —Contestó sin más— Tenerla a mi lado es algo que disfruto, no importa que situación sea, o en qué sitio nos encontremos, de cualquier forma debo aprovechar que tengo oportunidad de seguir conviviendo con ella. —Tomó algunas de las ropas de Emil para guardarlas en el armario.

Los ojos claros del otro lo miraron, sonriendo levemente en lo que se instalaba— Bueno, no es como si no la vuelvas a ver luego de esta competencia, Mickey. Al fin de cuentas se cruzaran cuando llegue la temporada del Grand Prix de este año.

—No —Suspiró— No pienso participar este año, quiero… Darme un pequeño descanso fuera del patinaje.

—¿Eh? ¡P-Pero tú eres un gran patinador! Las competencias no serán iguales sin tí, Mickey —Por primera vez en el día, Emil mostró otra faceta de su rostro que no fuese su deslumbrante sonrisa.

—Vamos, hay mejores patinadores que yo. Seguro no habrá ningún cambio notorio al no participar —Chistó los dientes— Y no exageres, solo será por un año y ya. Tampoco me retiraré para siempre, aun tengo mucho que mostrar. —Habló con orgullo— Pero por ahora, siento que debo despejar un poco mi mente, alejarme de la presión entre tanta práctica y rutinas nuevas.

—Bien —Con resignación, el checo se fue sentando en la cama al haber acomodado por su parte; el Italiano había tomado las demás cosas para acomodarlas por su cuenta. No es como si a él le molestara que lo dejara en cualquier parte de los muebles— Entonces, esperaré ansioso tu regreso al hielo. —Como siempre, sacó el lado positivo a la situación.

Luego de acomodar las ropas faltantes del menor, le miró. Estando algo serio ante su comentario que no le causó algo diferente.

Pero de un momento a otro, le sonrió.

—Cuando regrese, más vale que hayas mejorado tus tontos saltos. No quiero competir con las mismas tácticas de siempre.

—Te aseguro que incluso te superaré.

El ambiente se tensó un poco. Causando un incómodo silencio a ambos, por lo que Emil se vio obligado a hacer más acciones, tomando su maleta vacía para guardarla debajo de la cama. Quedando un poco en la posición hincada; temía en haber molestado a Michele.

Pero en esos momentos, extrañamente el italiano mantenía una pequeña sonrisa en sus labios.

*******

El clima estaba fresco. Un perfecto día para caminar, sin duda alguna.

Ambos chicos se habían detenido a ver varias tiendas por la ciudad. Para Emil era todo nuevo, estaba dispuesto a ver casi todo lo que se pusiera en su camino, y para Michele, a pesar de ya haber ido a algunas, y que hubiese otras en las cuales no le habían llamado la atención antes, pero el checo le hizo cambiar ese punto de vista, casi obligándolo a entrar a causa de su emoción ante tantas cosas que podía descubrir.

No es como si esos momentos que pasaban juntos fueran desagradables o molestos para el de ojos violáceos, de hecho, aun y entrando a lugares que con simplemente verlos no le eran interesantes para su punto, no era realmente molesto echarles una segunda mirada, y esta vez yendo más allá que la imagen daba.

Tampoco le molestaba que aquel quien lo llevaba a arrastras a cada lugar fuese Emil. Bueno, no esperaba que el recorrido junto a él fuese de lo que se pudiese llegar a arrepentir, pero teniendo en cuenta que no era con su hermana que iban por cada rincón, pensaba que no resultaría tan divertido.

Pero bien, realmente no era algo de lo que pudiese quejar. Todo estaba yendo muy bien, a como habían pensado.

Bueno, iba bien.

Un chico de cabellos negros y ojos grisáceos, junto a otro de tez morena, cabellos y ojos castaños hacían presencia ante ellos inesperadamente, en frente de una tienda de recuerdos que Emil había estado insistiendo en ir desde que llegaron a la zona.

No se trataba de nadie más que los patinadores representantes de Canadá, y Estados Unidos.

—¡JJ! ¡Leo! —El menor corrió hacia los dos chicos.

—¡Emil! ¡Que grata sorpresa me has dado! —El canadiense junto al moreno menor se tornaron a recibirlo con los brazos abiertos, siendo inmediatamente correspondidos— No esperaba verte por aquí.

¡Que onda Emil! —Saludó de igual emoción en el segundo idioma que sabía el chico medio latino— Tengo el presentimiento que estás aquí por el campeonato de este año.

—¡Adivinaste! —Se separó de ambos, viéndolos sin quitar su típico gesto lleno de alegría— Acabo de llegar hoy, vengo a apoyar a Sara.

—Bueno, nosotros llegamos hace días, principalmente venimos a apoyar a Mila, pero también mostraremos nuestro apoyo a la linda de Sara Crispino. —El tono suave y coqueto del canadiense hizo que Michele se molestara a más no poder, el cual fue notado por este mismo— ¡Oh Michele! Que bueno verte.

Ciao. —Saludó un poco cortante, caminando hasta detenerse a lado del checo. Fue saludado con una mano por el estadounidense.

—Estoy conociendo la ciudad con Mickey, estábamos yendo a ver algunas cosas que venden por aquí —Aclaraba Nekola— Iba a salir con Sara, Pero Mickey sigue sin confiar —Rió algo apenado.

—Oh entendemos la sobreprotección que carga Michele —Asentía JJ. El italiano se mordió el labio para evitar en soltar un gruñido.

—Pero bien que no fuiste con ella, sino, no te hubiésemos encontrado, ¡En serio nos alegra verte, Emil! —Comentaba Leo mientras golpeteaba el hombro del checo.

—Bien, ahora que estamos aquí, ¡Los invitamos a comer!

—¡Suena bien! Eh, Mickey…

—Yo ya almorcé, ustedes… Vayan sin mi. —Sonaba indiferente, pero en realidad estaba controlando a que se notara una pizca de desagrado en su habla.

—¿Seguro, Mickey? Si lo dices por el dinero, ¡Yo invito! —Proponía Emil. También se forzaba en no mostrar lo que realmente sentía; querían seguir pasando más tiempo con el italiano.

—No hace falta Emil, en serio. —Le tocó su hombro— Iré a ver algunas cosas y regreso al hotel, si gustas en recorrer más los lugares, puedes ir con JJ y Leo.

—¡Seguro! También queremos seguir disfrutando de las bellezas de este país. —De la Iglesia apoyó una mano en su cintura.

—Además, hay tanto de qué hablar, ¿No Emil? —Leroy enganchaba un brazo alrededor del cuello del checo.

—Eh, claro —Rió— Bien, entonces… Nos vemos en el hotel, Mickey.

—Disfruta —Despidió a los tres jóvenes antes de darse media vuelta para regresar por donde había venido con el.rubio.

Esta vez, iba solo.

Aunque no es como si le molestó el que llegaran y le hayan “arrebatado” la compañía de Emil, pero realmente no le dejó un buen sabor de boca en haberse encontrado con Jean Jacques Leroy. Aquel patinador que simplemente no llegaba a simpatizarle. Encima, el descarado se ponía a hablar y halagar a su hermana con tal normalidad, como si no supiera sobre su complejo de hermano sobreprotector, ¡Y él mismo lo reconoció!

Con Leo de la Iglesia no tenían ningún inconveniente, pero no es como que hayan interactuado mucho, solo por el patinaje que a veces les ha tocado la suerte de subir a un podio, pero fuera de eso eran casi unos completos extraños, aunque claro estaba que el medio latino siempre era amable con él cada vez que se encuentran por coincidencias o algo parecido; Michele ni el ‘Hola’ era capaz de dar.

Decidió en no amortiguarse tanto por él recuerdo de haber tenido la “mala suerte” de solo dar la vista a aquel canadiense y se dispuso a encontrar una tienda para comprar mínimo algún bocadillo que le apagara el pequeño gruñido que pronto se agrandaría en su estómago si no le daba por lo menos un pedazo de pan. Claro que fue excusa lo de ya haber almorzado, luego de ello se había ido junto a su hermana al aeropuerto para ir por Emil; Con ello se tomaron casi una hora, y sumándole el regreso al hotel, esperando a que al checo le dieran la habitación, más en ayudarlo a desempacar…

Bueno, el punto era que ya pasadas de las 4 de la tarde; Un largo tiempo desde la última vez que le dio un mordisco a algo en el día. Ya era hora de volver a merendar.

Y antes de que pudiese dirigir sus ojos violetas hacia cualquier parte para buscar con la mirada algún puesto en donde tuviese la compasión de permitirle encontrar un miserable bocado de cualquier cosa, se encontró con una figura que para él, extrañamente reconoció.

Piel pálida, ojos y cabellos igual de azabaches, y a pesar de la distancia que había entre ambos, podía notar que era un poco más bajo de estatura; Sí, aquel chico sostenía una bolsa pequeña mientras salía de la tienda en la cual precisamente el italiano estaba por ir junto a Emil, de no ser porque el odioso canadiense junto al estadounidense lo tomaron de sorpresa en llevarlo a comer.

Estaba por desviar la mirada, no quería parecer una especie de “acosador de alemanes”–Aunque aquel chico no parecía ni europeo–Sin embargo, esa acción fue impedida al ver que el “desconocido” le miró, pero no de una forma extrañada, más bien… De igual manera, parecía conocerlo.

Solo bastó unos pasos hacia adelante por parte del chico para notar con exactitud las facciones del rostro de cada uno.

Michele fue el primero en darse cuenta; abrió sus ojos por completo, mostrando aún más sus orbes violáceos.

—¿Seung-Gil Lee? —Una ceja alzada acompañó a sus ojos tan abiertos para representar la expresión más sorprendida que el italiano podía dar.

—Crispino, eh… Michele, ¿no? —A pesar de también alzó su gruesa ceja, el semblante de seriedad seguía en él— Michele Crispino.

El mencionado asintió, no importándole que éste no haya confirmado ser quien él preguntó primero quien era. Frunció el ceño confuso— ¿Acaso vienes por lo del campeonato europeo?

—Algo así —Dijo medio cortante en su habla— Sé que es algo extraño.

—Sí, lo es.

Y vaya que lo era, ¿Qué hace en Alemania precisamente un chico coreano para ver una competencia de un continente diferente al suyo?

Bueno, no quería ser grosero–Como de costumbre–Pero hizo saber su duda con la afirmación de lo que dijo Lee.

—Cómo sea. Sólo vine a apoyar a un conocido.

—Al parecer debe ser muy importante —Sonó algo burlesco, pero sin quitar su expresión confusa— Sé que no soy el correcto para decirte esto, pero no pareces ser de esos que van a apoyar a cualquiera, y que eso incluya a que tengas que moverte de tu hogar para ir a donde se encuentre.

—Bueno, tengo motivos. —Contestó sin rodeo alguno— Y no pienso malgastar saliva para explicártelo.

Michele soltó un gruñido que ni se molestó en tratar de que no llegara a los oídos del asiático.

Se le olvidaba con quién estaba tratando, ahora se sentía estúpido por incluso pensar en medirse un poco ante su propia grosera actitud.

—Como si me importara —Chistó los dientes— Sólo espero que no hayas venido a ver a Sara. No te permitiré que te acerques a ella.

—Que sorpresa. —Comentó con simpleza, pero con intención de sarcasmo; siguiendo con su seriedad— Como si ella dijera lo mismo.

—Hablo en serio. —Ahora su ceño fruncido si era de molestia— No tienes permitido a hablarle después de las tantas veces que la has rechazado vilmente.

—Pero al parecer a ella ni le molesta. —Se encogió de hombros— Creo que le agrada ser rechazada.

—¡Deja de hablar de ella! —Michele sentía su sangre hervir poco a poco— Como si le siguieras interesando, ella está más ocupada en cosas más importantes.

—¿Cómo puedes saberlo si ya no pasan tanto tiempo juntos?

Crispino sentía que en algún momento perdería la paciencia.

Lo sabía, no era secreto para nadie sobre la separación de él y su hermana, incluso en ese mismo año que sucedió, se tomó la molestia de haberles respondido preguntas relacionadas a la prensa sobre la decisión que habían tomado. Por muy doloroso que sea el asunto para el mellizo.

Pero claro, de lo poco que sabía sobre el chico de cabellos azabaches, era alguien que ni siquiera tenía ningún tacto ante decir algunas cosas o reprochar, no importando que tan delicadas fueran.

Respiró hondo.

—Escucha, te dejaré pasar esto, solo porque suficiente tuve en haber tomado la maldita molestia de incluso cruzar una simple mirada con el idiota de JJ. —Pasó de su lado, casi rozando hombros entre ambos. No se molestó ni siquiera en pensar despedirse del asiático.

—Emil me mencionó sobre el campeonato.

Inesperadamente para ambos, Michele detuvo su siguiente paso, el cual no fue mucho lo que avanzó, y eso que Seung Gil no se apresuró en decir aquello. Lo soltó con normalidad.

—¿Emil? —Volteó a mirarlo, quedándose donde se detuvo— ¿Emil habla contigo?

—Bueno, ¿Quién no? —Por primera vez, Seung cambió su seria expresión a una pequeña mueca. Ya era algo— Es demasiado social. No hablamos mucho, pero aún así me mencionó sobre el campeonato que se realizará en un mes. Lo tomé como una invitación.

—¿Y… Sólo por él estás aquí? —Alzaba una ceja. De repente sintió cierta molestia, tanto por lo anterior dicho que dijo el coreano sobre la vida social de Emil, como la pregunta que hizo él mismo.

Y no le gustaba para nada.

—Bueno, uno realmente no tiene tantas cosas que hacer en estas fechas.

—Pensé que preferirías estar entrenando, ya sabes, para la próxima temporada.

—Ya entrené lo suficiente. —Comentó seguro— No soy el tipo que le gusta viajar por gusto, pero… Para eso hay una primera vez.

—Si tu lo dices —Michele estaba extrañado ante la repentina charla que ahora estaban teniendo, lo cual no estaba dando queja alguna de ella— Pero, ¿Por qué me dices todo esto? Es decir, dijiste que no gastarías saliva explicandome tu…

—Tómalo como una pequeña tregua —Interrumpió. Suspirando con pesadez— Y bueno, también porque recordé que tú eres otro amigo más de Emil Nekola, así que…

—E-Espera —Se turnó para interrumpir ahora— Emil y yo no somos amigos.

—¿Ah? —Y por segunda vez, Lee cambió su típico semblante, yendo más allá de una mueca, incluso abrió un poco más sus ojos por las palabras del italiano.

—Digo, sé que Emil es muy social, y si, hablamos un poco, pero… —Negaba poco a poco— Simplemente es… Un rival, al cual lo he tratado más que los otros, pero nada más.

Y la expresión seguía, tanto que parecía que el coreano no había entendido, como si Michele hubiese hablado en su idioma materno. Sin embargo, dio a entender que no era por eso el porque su sorpresa— Bromeas, ¿No?

—¿Me ves que sí? —Crispino gruñó.

Muy bien, luego de la aclaración, Seung Gil por fin se dignó a volver su semblante natural.

—Vaya, de verdad que eres estúpido.

—¡¿Ah?! —El italiano se exaltó— ¡¿A que vienes con eso?!

—No entenderías —Negaba un poco— Tú y Emil son tan diferentes, es decir… Claro, se ve, pero no pensé que habría tanta diferencia.

—¿Y eso qué…?

—Solo diré, que más vale aprecies lo que él hace por ti y reconozcas lo tonto que sonaste. —Dicho eso, comenzó a alejarse un poco, pero miró al italiano de reojo— Nos volveremos a ver, supongo.

—¿P-Pero a que te refieres con…? —No pudo seguir, Seung Gil ya se estaba yendo más. Solo suspiró. Retorno camino hacia donde iba, olvidando por completo el cual estaba a las prisas buscando algo, y se dio cuenta cuando justamente los gruñidos se extendieron.

¡Genial! Iba a necesitar más que solo un mordisco.

******

El día siguiente, se tenía contemplado en dar la misma rutina de ayer; Levantarse e ir por su hermana para que realizara el entrenamiento de hoy.

Oh claro, solo cambiaría lo de ir a almorzar luego de práctica.

Aunque para su mala suerte, cuando sus ojos abrieron y miraron primeramente el reloj que estaba en la mesita de noche a lado de su cama, sintió su corazón acelerar a más no poder.

Ya eran pasadas de las 9.

Casi de un salto dio un sentón en la cama para terminar de despertarse debidamente y apresurarse a tomar una ducha y vestir nuevamente ropas deportivas, mientras en su mente se le venían varias opciones del cómo podría disculparse con su querida hermana, por no volver a cumplir su petición de ir a desayuno antes de entrenamiento.

Rápidamente salió de su habitación de hotel para ir al de su hermana, tocando varias veces para verificar si estaba aún dentro de ella, pero con unos varios intentos, más los gritos a su llamado, dieron por hecho de que quizás y tomó la decisión de que la chica se fue sin él.

Soltó un quejido, golpeando su frente contra la puerta. 

Suponiendo que su melliza ya se encontraba en la pista de patinaje donde entrenaba, tomó rumbo al elevador para salir del hotel, queriendo ir de inmediato al lugar mencionado, volviendo a sus múltiples ideas de las que podía pedir disculpas y que no implicará morir en el intento.

Aunque claro, la sorpresa fue demasiada al ver que sus opciones fueron pisoteadas al momento de haber llegado, dirigirse de inmediato donde se encontraba la pista de hielo, y notar que su bella hermana no estaba sola.

Se encontraba aún en la entrada del salón, pero a pesar de que había distancia de donde estaba, con haber alcanzado visualizar el color de cabello de la otra persona, supo que era Emil.

Ambos estaban en la pista, riendo plácidamente mientras el checo le tomaba de la mano, la suposición que Michele tenía–O intentaba tener–era que la estaba ayudando a sus rutinas.

Aún y si fuera eso, no fue algo que pudiera evitar las obvias molestias que comenzaban a crecer y extenderse en todo su cuerpo, notándose al instante, ya que sus manos iban cerrándose en puños mientras sentía la vena hincharse en un costado de su frente.

Quería gritar. Estaba a punto de hacerlo.

—¡Vaya! Mira quien por fin se dignó a callar sus ronquidos de oso.

Claro, se quedó con la ganas.

—Oh, ¡Buen día, Mickey! —Saludaba Nekola con una sonrisa que para el pensamiento de la italiana, de iluminó más con alegría repentina, y precisamente cuando su hermano acababa de llegar.

—Buen día. —Devolvió cortante. Luego de unos segundos, por fin sus piernas dieron reacción, demostrándolo al acercarse a la orilla de la pista— ¿Por qué no me despertaste?

—Intenté, incluso te envié mensajes y llamadas, golpee tu puerta hasta el cansancio, pero estabas muy dormido, podía oír tus ronquidos desde afuera de tu habitación.

—Ronquidos de oso. —Repitió con gracia el más alto, recibiendo una mirada molesta y refunfuña del italiano— Yo también intenté despertarte, Mickey. Aunque duré menos que Sara —Rió un poco.

El chico Crispino solo soltó un quejido al momento de oír gruñidos desde sus adentros.

—Creo que no has desayunado. —Adivinó su hermana— Deberías ir a almorzar.

—No es necesario, puedo esperar a que termines.

—Nosotros ya desayunamos, Mickey —Aclaraba el de orbes azules— Como despertamos temprano, aún teníamos tiempo, así que fuimos a comer el desayuno del hotel.

Michele mostró una leve mueca— Bueno, aún así espero hasta que Sara termine de entrenar.

—Mickey, no seas necio y ve a comer. No es necesario que tengas que soportar tus gruñidos exigentes. —La italiana comenzó a moverse— Y es una orden.

—Agh —Quejó al tiempo que sus ojos se tornaban en blanco.

—Tranquilo Mickey, supervisaré sus tácticas, si hay un error, se lo haré saber a su entrenador o ha ti —Le tocó su mano en ademán de confianza, no quitando su sonrisa, pero era más tranquila— Almuerza bien —Después, comenzó a deslizarse sobre el hielo.

Quería protestar, no estaba de acuerdo en dejar a esos dos a solas, pero si en algo su hermana tenía razón, es que sus tripas eran muy malditas y no lo dejarían en paz hasta que las alimentara.

Sin decir nada, se fue del lugar, tomando camino hacia un restaurante para almorzar algo.

*******

¡Se sentía totalmente indignado!

¡Traicionado!

Se podía ver de cualquier parte que era eso. 

Una: porque se aseguró de que Sara y ese checo de pacotilla irían a buscarlo después del entrenamiento, ya que en aquellos momentos estaría casi terminando su almuerzo. Sin embargo, la cosa fue distinta; Una fotografía recién publicada por parte de su hermana fue lo que vio en vía Instagram, al momento que se levantaba para largarse precisamente a buscarla; Una imagen en la cual se veía al checo dando paso en la calle, mirando ilusionado y con fascinación los lugares turísticos.

Dos: ¡¿Cómo es que ese tonto de Nekola se daba el lujo de tomar a su hermanita y alejarla de él?! 

No eran ideas suyas, por supuesto que no.

Estaba molesto por eso.

Y claro, precisamente porque en el día anterior tomó interés en él para ir a recorrer las primeras partes de la ciudad juntos. Bueno, antes de que sus otros amigos lo “secuestraran” para comer, y que este tuviese la gran sorpresa de haberse encontrado con el patinador representante de Corea.

Ahora, había ido a otras partes junto con su bella Sara para ir más allá que solo en las tiendas de cerca.

Se sentía… Mal, estaba muy molesto, furioso. Demasiado diferente a como él solía sentir.

¿Si era traición?

Cualquier chico que saliera con Sara le molestaba, estaba muy claro para todo aquel quien estuviese atento a su vida y la de su hermana. No era nada del otro mundo su sobreprotección de hermano.

¿Emil fue algo más que un simple chico?

Desde un principio lo vio así, cuando lo conoció, no esperaba que incluso fuese un rival al cual considerarlo intensamente, ya que fuera del checo, a cualquiera del circuito no le hablaba. Él era alguien antipático y antisocial.

Muy diferente a Emil, que a pesar de todo lo que le haya dicho, tanto insultos como advertencias de que se alejara de su hermanita, él siguió tratando con él. 

Si, con él. No con ella.

… Emil… ¿Realmente era su amigo?

¿Podía considerarlo su amigo?

Y sus dudas existenciales repentinas podrían haber seguido, de no ser porque ya estaba sintiendo el efecto del vino que tomó para acompañarlo con la comida de la tarde, estaba subiendo por casi hasta sus neuronas. Maldiciendo en su idioma natal de su necedad de soportar aquella bebida aún y cuando en el restaurante le advirtieron que era un poco más fuerte que cualquiera.

Se puso de pie con intenciones de llamar para pedir un medicamento; Se sentía inquieto.

Miró la hora, estaban dando las 7 de la tarde.

¡¿Cuanto tiempo se la pasó quejándose sobre lo que habían hecho aquellos dos?! 

Se tocó la cabeza al oír repentinos pasos que se oían en los pasillos, se acercó a la puerta para abrirla sólo lo suficiente para que uno de sus ojos visualizara que los que habían sido los causantes de las pisadas intensas eran nada más que el checo y su hermana melliza.

Entre risas y tambaleándose iban llegando a la habitación de la chica. Emil permanecía afuera mientras ella entraba, sin aún despedirse de él, hablaban un poco, no lograba entender qué cosas decían exactamente.

¿Acaso eso en la muñeca de Sara era un brazalete? Tenía detalles plateados con pequeños diamantes en ellos.

¿Emil se lo habrá regalado? 

El checo no parecía de ser adinerado, jamás se le cruzó por la cabeza esa idea.

Aunque bueno, pudo habérselo dicho a su hermana, pero ella se lo hubiera contado, al menos que el menor le pidiera no hacerlo.

¿Que estaba pasado exactamente?

Cerró la puerta nuevamente sin producir un ruido alguno para ellos. Recargándose en esta hasta topar al suelo; sus manos fueron las que cubrieron el rostro lleno de desesperación, muy abrumado y confuso ante tantas ideas que se le venían en la cabeza, preguntas sin responder, y secretos que ya estaba dando por hechos.

Los segundos se hicieron minutos, hasta dar a la hora y media de las 7 de la tarde, pero Crispino seguía perdido en sus pensamientos.

Era estúpido, totalmente estúpido pensar tantas cosas que simplemente para cualquiera no era para tanto. 

Pero él sentía que no era solo un caso más. Esto iba más allá que solo tener la molestia de hermano celoso.

¿Estaba perdiendo la cordura?

—¡Uh! —Sintió los golpes de la puerta, acompañado con el suave tono elevado del checo.

—¿Mickey? ¿Estás ahí?

—Tch. —Su ceja fruncida fue acompañada por la mordida leve de su labio inferior. No se sentía bien— ¿Qué quieres?

—¡Mickey! ¿Estás bien?

”No, no lo estoy” Déjame en paz. —Gritó, aun permaneciendo su trasero pegado al suelo.

—Mickey, por favor. Si pasa algo, podemos hablar. —La preocupación de Emil se dio a conocer, causando que el italiano se sintiera aún más frustrado— ¡Mickey!

Aprovechó su impulsiva acción de ponerse de pie, abriendo la puerta mientras su mirada daba hacia abajo.

Emil tragó grueso— Mickey, ¿Te sucede algo? —Trató de acercarse, pero el italiano retrocedió— ¿Mickey?

No respondió. Dio media vuelta hasta dar cerca de la pequeña mesa que había allí, apoyando sus manos.

—¿Quieres que llame a Sara? Seguro aún está en su habitación…

—¿Crees que no sé a lo que juegas?

El más alto quedó confuso ante las palabras que el mayor soltó— ¿Juego?

—¿Crees que no sé la razón por la que estás aquí?, oh… Claro, vienes a “Apoyar” a mi hermana —Habló entre comillas, aún dándole la espalda al otro.

—Mickey, no sé que estás pensando, pero…

—¡¿Qué es lo que pienso?! —Le volteó a ver finalmente— ¡Pienso que no eres nada más que un cobarde! ¡¿Por que simplemente no me das la cara?! ¡Dime la verdad!

—¿La verdad? ¡Mi-Mickey, es que en serio no te estoy entendiendo! —El checo comenzaba a desesperarse entre tanta confusión que simplemente no lograba quitar.

—Eres demasiado hábil, mira que el día anterior me hiciste distraer ante la idea que tenía de ti, para que ahora creyeras que no me daría cuenta. En serio… Buena jugada, Nekola. —Rió sarcástico, manteniendo su ceño inclinado.

—¿Ha-Hablas de lo de hoy? Mi-Mickey, escucha, Sara y yo salimos… Sí, y pensábamos invitarte, pero…

—Al final decidieron ir solos. —Cerró su puño, mientras cubría su boca con ello.

—Mickey, perdón… Yo realmente no pensé que estarías molesto porque no fuiste a ver…

—¡Es que eso es lo de menos! ¡Me da igual esos estúpidos lugares! —Soltó con furia. Ya no sentía tener el control de sí mismo— ¡¿Es que acaso no te das cuenta de que ya descubrí tus verdaderas intenciones?! ¡Sobre tus sentimientos!

—¿Lo… Lo sabes? —El labio del rubio comenzaba a temblar ante el nerviosismo que comenzaba a producirse en su cuerpo.

—Lo supe desde que te acercaste a nosotros, desde ese año que me separé de mi hermana. Viste la oportunidad, y a pesar de que pudiste ir tras ella, decidiste en ir tras de mí. —Su voz se oía entrecortada, preocupando al de orbes azules.

—Mi-Mickey, yo… Y-Yo pensaba decírtelo, en serio, pero… Pero realmente no tenía el valor… —Nekola se sentía aterrado. Pensando en lo que el otro pudiese sentir por él en esos momentos. No quería.

—¿Por qué lo hiciste? 

—Me… Me acobarde, tú lo has dicho, soy un cobarde, pero si realmente no sientes…

—¿Qué crees que voy a sentir respecto a que jugaste a que te importaba, cuando tu único objetivo era Sara al fin de cuentas?

—… ¿Sa-Sara? —Los nervios del chico de República Checa aumentaron tanto por lo que estaba tratando de decir el más bajo como el cómo podría hacerlo entender que no era lo que entendía— Mickey, no sé lo que estás tratando de decir…

—¡Deja de mentirme, maldita sea! —Lo tomó de sus ropas— ¡Por un maldito momento deja de engañarte a ti y a mi! —Mordía su labio. Su mirada llena de rabia y coraje asustaban y ponían más nervioso al más alto. El color violáceo se encontraba nublado por la ira— Deja de fingir que realmente soy incluso un rival para ti.

—Mi-Mickey… Eres más que eso… —Susurró demasiado temeroso, tocando las manos del italiano, el cual seguía sosteniendo las telas de su camiseta con fuerza— Mis intenciones contigo en serio eran de verdad…

Michele soltó las ropas del rubio con rapidez, pero mantuvo tranquilidad, aunque sus ojos miraban hacia abajo.

—Mickey… De verdad, eres un amigo para mí…

—Pero tú no para mí.

Su tono se volvió ronca, combinado con la seriedad y firmeza que tuvo al liberar las palabras ya dichas.

Emil se sentía pequeño.

—Tú no eres mi amigo, y jamás lo serás. —Apretó sus puños. Nuevamente levantando la mirada para mostrar lo serio que podía hablar en esos momentos— Lo aclaré a varios y ahora te lo aclaro a ti.

—M-Mickey, espera…

—¡Nada de eso! —Lo calló— Tú no eres mi amigo, yo no tengo amigos, y tú no eres la excepción. Si llegué a tratarte más que a los demás, es por puro compromiso. El hecho de que quieras algo con mi hermana, no significa que tú y yo debamos serlo. Sólo eres un rival; reconozco tus habilidades, y sé que puedes superarme, pero fuera de eso no hay nada que nos una más, ni siquiera que tú y Sara estén juntos.

Si en algún momento se compararía el rostro que Emil tenía en esos momentos, era casi igual a cuando alguien te apuñala en el corazón, dándote demasiadas punzadas a toda velocidad.

—¿Sabes? No tengo intenciones de interponerme más en tus planes de conquista hacia mi hermana. —Suavizó un poco su rostro, pero el tono firme seguía en su habla— Como te aclare ayer, después de este campeonato, yo ya no la volveré a ver hasta nuestro cumpleaños o quizás hasta navidad, así que puedes hacer lo que quieras —Y una vez más con una mordida en su labio impedía otra acción, ahora que se mostrara sus intenciones de mostrarse vulnerable— Pero… Olvídate de mí.

—Mickey, por favor escuchame…

—Cállate, no hay más que aclarar. —Con su mano dio indicación de que se fuese yendo, luego se dio media vuelta— Desde ahora, tú y yo no nos conocemos. Olvida que alguna vez interactuamos, que si cruzamos palabras, solo… ¡So-Solo lárgate y olvida quién es Michele Crispino!

La orden dada por el italiano fue lo último que hizo sentir el corazón de Emil hacerse añicos. 

Sin embargo, decidió callar todo lo que sentía en esos momentos, para que así lentamente diera paso hacia la salida de la habitación, dejando al otro en soledad.

Con oír la puerta cerrarse, lo único que pudo hacer, es recostarse en su cama, dejando su mirada dando hacia el lado donde había descendido el menor. 

Una presión intranquila comenzaba a aparecerse en su pecho, haciendo que inconscientemente llevara una mano a dicha parte, arrugando la camisa grisácea que tenía puesta.

Ahogó un quejido, y resistió las ganas de dejar caer las gotas que poco a poco iban cristalizando su mirada violeta. Quedando un poco pensativo a lo que acababa de ocurrir hace momentos con el chico de República Checa. Dejándolo entre la duda de que si eso que le dijo fue lo correcto, si estuvo bien haber soltado toda su abrumada mente, convirtiéndolo en palabras hirientes y llenas de ira que se juntaron con la confusión y la molestia sobre la relación entre aquel y su familiar.

Volvió a sentir el dolor de cabeza. Así que no hizo más que quedar su vista hacia el techo de la habitación silenciosa.

Los minutos pasaron hasta dar las 8 de la noche, a la hora precisa en la cual Michele sintió sus párpados tan pesados que se obligó a cerrarlos, cayendo en los brazos de morfeo.

*******

Más vale que aprecies lo que él hace por ti y reconozcas lo tonto que sonaste.

…..

Las palabras que quedaron casi enmarcadas en su mente fue lo que lo hizo despertar, junto al sudor que recorría por su frente. Dio una mirada hacia sí mismo y notó que seguía teniendo las ropas de ayer.

Momento…

Miró la hora; eran las 5 de la mañana. Echó un suspiro suave, pero con intención frustrada.

No le veía caso cambiarse de ropa para dormir; en unas dos horas volvería a levantarse para hacer lo mismo de cada mañana.

Pero antes de decidir entre sí o no, su teléfono comenzó a vibrar junto a una melodía suave. Rascaba su nuca en lo que lo tomaba.

Alzó su ceja al ver que era una llamada de su hermana.

No se hizo esperar, extrañado pero con un sentir de mal presentimiento, contestó— ¿Sara?

—[¡M-Mickey! ¡Te necesito aquí ahora!]

Michele se alertó, su hermana se oía asustada y sollozando

—¿Q-Qué sucede? ¿Te pasó algo? ¡¿A-Alguien se atrevió a tocar..?!

—[¡Yo no importo en estos momentos! ¡Emil…!] —La melliza cortó voz al haber soltado el llanto.

—¿E-Emil? —No le gustaba como su corazón comenzó a acelerarse al momento de oír el nombre de este entre los sollozos de la chica.

—[Emil… E-Está herido, ¡Un auto lo chocó cuando él fue a quitar a una niña en frente de la calle!]

Michele palideció mientras se sostenía del marco de la cama para no caer ante lo que dijo su melliza. sintiendo su pecho doler, incluso aún más intenso que anoche.

También, como una puñalada al corazón.


Lista de capítulos:

  • Prólogo
  • 1. ¿Amigos?
  • 2. No olvidar
  • 3. Puedes llamarme Mickey
  • 4. Descubrimientos, ¿Y algo más?
  • 5. Aléjate de mí
  • 6.
  • Epílogo
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Publicado por franckbolton04

∆ Pasiva-Agresiva ∆ Buen pedo 🙋 ∆ Escritora de fanfics por Hobbie, pero no significa que no acepte críticas constructivas o consejos para mejorar mi escrito 🙆

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