Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar

Resiliencia [Capítulo 5]


Cuando Victor escuchó el inconfundible sonido del bastón de Yuuri y sus pasos al acercarse, tuvo que concentrar toda su atención en Yura y su trabajo en la pista para no voltear a verlo. Era consciente de cada segundo que pasaba mientras el golpe contra el piso se oía cada vez más cerca; aunque había sido él quien dijo que estaba bien que Yuuri fuera a las prácticas, era casi inevitable que Victor se sintiera un poco nervioso por su presencia.

Yuuri se acercó lo suficiente como para observar la práctica, aunque mantenía la distancia, como si no quisiera acercarse del todo aunque era la tercera vez que aparecía para observar a Yura. Incluso cuando Victor continuaba con la mirada fija en su pupilo, era consciente de que sólo eran un par de metros los que lo separaban de Yuuri. Aunque no lo veía directamente, Victor sabía —sentía— la vacilación del joven cada que entraba al Ice Castle y se acercaba hasta una de las orillas para ver a Yurio patinar, como si no se estuviera cómodo del todo o, también, como si no quisiera molestar con su presencia.

La primera vez que fue a la práctica después de la ocasión en la que se apareció por sorpresa, Yuuri se sentó lo más alejado que pudo del lugar en el que Victor solía colocar y, desde ahí, observó en silencio durante casi una hora antes de levantarse e irse al almacén con los Nishigori. La segunda vez, justo cuando estaba por hacer lo mismo de la ocasión anterior e irse así sin más, Yuri se acercó a él.

—¡Oye! —exclamó, y su voz resonó en las paredes del Ice Castle. Yuuri pegó un brinco por la sorpresa.

—¿Sí? —preguntó Yuuri y para Victor no pasó desapercibida su vacilación.

—Si vas a venir a mi entrenamiento —continuó el muchacho—, más te vale hacer algún comentario útil y no sólo quedarte ahí, viendo y sin decir nada. Pareces un acosador. ¿Entiendes?

—S-Sí.

—Bien, porque no voy a repetirlo otra vez.

Después de ese comentario le había dado la espalda, dejando a Yuuri con su respuesta aún en la boca y un ligero sonrojo en sus mejillas. Victor estaba casi seguro de que, después de aquel desplante por parte de su pupilo, Yuuri no volvería a presentarse a la práctica. No le habría culpado si ése hubiese sido el caso. Le sorprendió darse cuenta de que, en realidad, se sentía aliviado de que aquella mañana Yuuri llegó con su calma de los días pasados. Victor lo vio caminar con lentitud hasta que se sentó cerca de la pista; no le pasó desapercibido que, en esta ocasión, también estaba más cerca de donde él se encontraba. Cuando Yuuri se dio cuenta de que lo observaba, hizo una inclinación con la cabeza y después desvió la mirada para fijarla en Yuri, quien también había notado su presencia pero, como era de esperar, decidía ignorarlo.

Para Victor no pasó desapercibido el hecho de que Yura mejoraba su postura y parecía ponerle más empeño a su entrenamiento cada que Yuuri lo observaba, pero esa era una charla para otra ocasión.

Mientras miraba discretamente a Yuuri e intentaba dividir su atención entre él y la práctica, Victor pensó en cómo su opinión sobre su alma gemela había cambiado de manera considerable en esos días que llevaba en Hasetsu. No podía negar que estar cerca de Yuuri le hacía sentir una calma que hacía mucho tiempo no experimentaba, como si poco a poco una pieza que estaba suelta en su interior comenzara a ubicarse en el lugar correcto. Aún había muchas cosas que aclarar y, de forma muy personal, aún pensaba que era injusto para Yuuri tener como alma gemela a alguien como él, que era sólo un espectro de su yo pasado y el origen de su actual incapacidad. Sin embargo, tampoco podía negar que las cosas entre ambos eran diferentes desde aquella mañana en la que se sentaron uno junto al otro, en silencio.

Debajo de todo ese nerviosismo que no lo abandonaba cuando veía a Yuuri y detrás de todas las dudas que lo carcomían por dentro, podía sentir la calma que venía de la mano con la presencia de su alma gemela, de saber que estaba ahí, y sonrió un poco. Regresó la atención a Yuri antes de que éste se diera cuenta de que lo había ignorado por un par de segundos y se concentró en el trabajo del muchacho.

El interior del Ice Castle estaba prácticamente en silencio a excepción del sonido de los patines de Yuri mientras se deslizaba sobre el hielo o cuando aterrizaba sobre él. Mientras lo observaba, Victor pensó también en que el tiempo en Hasetsu se estaba agotando. Era cuestión de días para que regresaran a Rusia y se concentraran en el nuevo trabajo y en las metas de ese año: el debut de Yuri en la siguiente categoría y, en especial, el Grand Prix. Si era sincero consigo mismo, consideraba que no se estaba comportando de manera muy profesional desde el momento en el que no obligó a Yuri a regresar a Rusia cuando era debido, y sería una mentira si dijera que la razón por la que aceptó quedarse en Japón no tenía nada que ver con Yuuri Katsuki y el vínculo que lo unía a él.

Sin pensarlo mucho, Victor caminó hasta donde Yuuri estaba sentado. Pudo percibir un cambio en la postura de éste, como si estuviera atento a cada movimiento suyo aunque su vista continuara fija en Yura. Al estar uno junto al otro, guardaron silencio y se dedicaron a observar al muchacho en la pista.

Yurio aterrizó un salchow cuádruple con aquella gracia que hacía parecer que sus movimientos eran más sencillos de lo que realmente eran. Patinó hasta la orilla de la pista, hasta donde tenía su botella con agua, y bebió de ella como si aquel salto no hubiera significado absolutamente nada para él. Victor sabía que no era así: lo conocía desde hacía mucho tiempo y sabía que, a pesar de los saltos perfectos, el trabajo de Yuri aún no estaba del todo listo como para la siguiente etapa en su vida como deportista.

—Es muy bueno —dijo Yuuri en voz baja.

Victor asintió sin voltear a verlo directamente.

—Lo es —respondió, y era sincero. Reconocía la habilidad de su pupilo, incluso desde mucho antes de que lo fuera. Después, irguiéndose un poco y dirigiéndose a Yurio, agregó en voz más alta—: Otra vez, Yura, desde el principio.

—¡Eso iba a hacer —exclamó el chico antes de dejar su botella de agua y regresar al centro de la pista—, no tienes que decírmelo!

Victor miró a Yuuri de reojo y se dio cuenta de que sonreía un poco, como si estuviera acostumbrado a la actitud de Yura; como si, a esas alturas, se hubiera encariñado con él. Posiblemente ése era el caso. Victor había experimentado en carne propia el efecto que Yuri Plisetsky provocaba en los demás

—Su técnica es casi perfecta —agregó Yuuri y volteó hacia Victor, a quien miró directamente a los ojos.

—¿Casi? —preguntó Victor y una pequeña sonrisa se formó en su rostro—. Que Yura no te escuche decir eso o no te dejará en paz en un buen rato.

Yuuri respondió también con una sonrisa antes de regresar la mirada hacia la pista.

Ambos permanecieron en silencio por un rato más, mientras observaban a Yurio realizar la primera parte de una de sus rutinas. Victor sabía muy bien, por las quejas que el adolescente no tenía ningún reparo en vocalizar cada que tenía la oportunidad de hacerlo, que Yuuri estaba al tanto de que no había entrenado nada nuevo en todo el tiempo que llevaban en Hasetsu. Si Yuuri sentía curiosidad por eso, no había hecho comentarios al respecto.

—¿Desde cuándo lo entrenas? —preguntó Yuuri de pronto.

—Desde hace unos dos años —respondió Victor.

—¿Sólo lo entrenas a él o hay alguien más?

Victor volteó a verlo con curiosidad y, por respuesta, Yuuri pareció encogerse un poco más en su asiento. Tenía las mejillas ligeramente sonrojadas, al igual que las puntas de sus orejas.

—No quiero entrometerme —dijo en voz baja, pero apresurada—, disculpa si te molestan mis preguntas.

—No me molestan —aseguró Victor—. Y sí, es el único al que entreno. Otras personas me lo han pedido, pero Yura es… especial. Aunque quisiera trabajar con más de una persona a la vez, él demanda toda mi atención, en particular ahora que está por pasar de la categoría júnior a la sénior.

Yuuri asintió.

—Por lo que he escuchado, parece muy ansioso por comenzar a competir con personas mayores que él.

—¿Se nota mucho?

—Sólo un poco.

Ambos se miraron, divertidos, antes de regresar su atención a la práctica.

—Es muy impulsivo —explicó Victor. Su atención estaba puesta en la pista, pero podía sentir la mirada de Yuuri atenta a él mientras lo escuchaba—, y es del tipo de personas que cree que puede hacer algo, lo hace. Desde muy temprana edad demostró una capacidad asombrosa para los saltos, es habilidad natural pero también mucha obstinación —sonrió un poco ante los recuerdos—. Cuando tenía doce años, realizó un ese mismo salchow cuádruple durante una competencia local, aunque se le dijo que era muy pronto hiciera saltos de tal dificultad.

—Vaya —murmuró Yuuri. Victor volvió a asentir, pensativo.

—Desde entonces, parece estar a mitad de una cruzada personal por realizar los saltos más difíciles con el menor margen de error. Y lo está logrando. En parte es por su talento innato que te mencionaba, pero también se debe a su constancia. O terquedad, depende de cómo quieras verlo.

—Creo que él lo definiría como genialidad —sonrió Yuuri.

—Seguramente.

—Su técnica es muy buena, pero hay algo en él…

Victor regresó su atención a Yuuri. Lo notó pensativo, concentrado en la pista más que en su conversación. Cuando éste se percató de que había vocalizado sus pensamientos en voz alta, se sonrojó.

—¿A qué te refieres con que hay algo en él? —preguntó Victor.

—A nada—. Victor frunció el ceño.

—Yuuri.

Era la primera vez que Victor decía su nombre de esa manera. De hecho, eran pocas las veces en las que le había hablado por su nombre de pila en todo el tiempo que llevaba en Hasetsu. Yuuri levantó el rostro, sorprendido y aún sonrojado, y se encontró con la expresión serena pero decidida de Victor, quien le sostuvo la mirada. Su corazón dio un vuelco al percibir una emoción que no había visto en los ojos de Yuuri hasta ese momento y prefirió no prestarle demasiada atención a ese detalle.

—Creo que no puedo decir mucho al respecto —dijo Yuuri al fin; toda la atención de Victor estaba fija en él—, porque no he visto mucho de su trabajo. Sólo puedo juzgar de acuerdo a lo que he visto en estos días y lo que vi en Tokio.

—Te escucho.

Yuuri se aclaró la garganta y observó a Yurio mientras el chico realizaba una secuencia de pasos. Lucia concentrado, con el ceño fruncido y una mirada de determinación.

—Aunque su técnica es muy buena, le hace falta algo —repitió—. Como dices, su dedicación es innegable, y cuando lo veo patinar, me queda claro que hay una motivación muy grande por ser el mejor y demostrarle al mundo que Yuri Plisetsky nació para hacer algo grande, pero…

—Pero le hace falta emoción —agregó Victor.

Yuuri asintió.

—Le hace falta emoción —repitió.

Ambos permanecieron en silencio durante unos segundos. Victor tenía la mirada fija en la pista una vez más, pero no miraba a Yuri, sino que su mente estaba enfocada en la conversación con Yuuri, en aquello que ambos habían notado respecto al trabajo de Yuri Plisetsky y que, quizá, podía marcar un antes y un después para el muchacho. El camino hacia el Grand Prix de ese año ya estaba por comenzar, después de todo.

—¡Oigan!

Junto a Victor, Yuuri pegó un brinco cuando la voz de Yurio resonó en las paredes del Ice Castle. Ambos regresaron su atención a la pista y se dieron cuenta de que el muchacho estaba casi frente a ellos, con los brazos cruzados y una expresión de enfado evidente en su rostro.

—¿Están aquí para prestar atención a lo que hago o no? —preguntó—. Porque si ninguno de ustedes va a hacer algo útil, da igual si están aquí o si estoy yo solo. Las trillizas hacen más comentarios sobre mi trabajo que ustedes dos y ellas son sólo unas mocosas.

Victor se puso de pie y se acercó a la pista, hasta quedar frente al chico.

—Estamos prestando atención a lo que haces —dijo con voz serena—. Yuuri justamente acaba de hacer una observación interesante respecto a tu estilo y técnica.

Yuuri abrió los ojos con sorpresa cuando escuchó esas palabras y abrió la boca, como si quisiera decir algo. Victor vio el momento en el que dudó y simplemente vio a Yura, quien le observaba con tal fiereza, que incluso Victor temió por un momento que el adolescente decidiera salir de la pista para golpearlo o algo por el estilo, aunque sabía muy bien que Yura era incapaz de hacer algo así. En vez de eso, Yurio alzó la barbilla, digno, y sin dejar de mirarlo en ningún momento, preguntó:

—¿Y? ¿Tienes algo qué decir?

Nada, sólo silencio.

—¿Yuuri? —preguntó Victor al notar que éste no decía nada y lucía como si quisiera desaparecer en ese mismo instante.

—Estás tenso —dijo Katsuki al fin. Se percató de que su voz era apenas audible y carraspeó antes de ponerse de pie y caminar lentamente hasta estar junto a Victor en la orilla de la pista. Yurio se cruzó de brazos y lo observó, con el ceño fruncido pero atento.

—Y esa tensión se nota en todo lo que haces. Estás enfocándote tanto en el aspecto técnico que dejas de lado la interpretación —continuó Yuuri—. No creo que esté mal buscar la perfección de la forma, pero ignoras otro aspecto muy importante de este deporte. No se llama patinaje artístico sólo porque sí, ¿sabes?

Yurio relajó un poco su expresión. Aún fruncía el ceño, pero en vez de lucir enfadado, parecía más bien como si estuviera analizando lo que acababa de escuchar.

—En el aspecto técnico —agregó Victor— son sólo algunos detalles los que se tienen que pulir en tu trabajo. Pero Yuuri tiene razón: te hace falta un poco más de expresividad al momento de patinar. Y esto es importante, Yura, por una razón muy simple: patinar en la categoría senior no es lo mismo que en la junior.

Yuuri no dijo nada al respecto, pero Victor sabía que él también era consciente de aquello a lo que Yurio estaba por enfrentarse: ambos habían pasado por esa transición, después de todo. Y ambos, también, sabían que el nivel de exigencia de la categoría senior no se comparaba al de la categoría junior. Yuri estaba por entrar a una competencia en la que habría patinadores con más años de experiencia que él, patinadores que llevaban más tiempo puliendo su trabajo y preparándose para dar lo mejor de sí en ese intervalo tan corto dictado por la edad. En ese sentido, no había piedad para ninguno y todos intentaban sacar el mayor provecho a esos años en los que podrían estar activos en el deporte. Entrar a la categoría senior también significaba que el tiempo para los logros se agotaba poco a poco y de manera inevitable.

Victor recordaba muy bien aquella sensación de distancia abismal entre una categoría y la otra. Muchas personas siempre lo consideraron un genio y él mismo, en aquella época, no hablaba mucho sobre sus propias dificultades. Sin embargo, también para él había sido extenuante. No fue sencillo mantener el nivel necesario para enfrentarse a todos los patinadores que ya se habían hecho de un nombre cuando él comenzó a patinar en la categoría senior.

—Ya sé que no es lo mismo —refunfuñó el muchacho—. No tienes que repetírmelo.

—Lo sabes de manera teórica —agregó Victor—, y créeme, será diferente en la práctica. ¡En fin! Yura, haz unos ejercicios ligeros y por hoy será todo.

—¿Qué?

Yurio avanzó hasta quedar frente a frente con él.

—¡Aún puedo seguir! —exclamó.

—Lo sé —respondió Victor—, pero estoy comenzando a idear tu programa para el GP y necesito concentrarme al cien por ciento en eso si quieres empezar a entrenarlo antes de regresar a Rusia.

Eso pareció silenciar al muchacho, quien entrecerró los ojos y miró a Victor con cautela, como si no supiera si debía creerle del todo.

—¿Hablas en serio?

—Por supuesto. ¿Por qué no habría de hacerlo?

—Porque dijiste lo mismo cuando regresamos a Rusia la vez pasada.

—¿Eso hice?

—¡Sí! —exclamó el chico—. ¿Y quieres que te recuerde qué dijiste después? ¡Después dijiste que quizá no era la rutina adecuada y que debías volver a pensarla y ya pasaron tres semanas!

Victor se encogió de hombros.

—Será porque ésa no era la rutina adecuada —respondió; su tono de voz era tranquilo pese a que Yura lucía todo lo contrario—, pero esta otra sí. Y por hoy, como te dije, hemos terminado.

Yurio bufó, pero parecía ser consciente de que nada de lo que dijera haría que Victor cambiara de opinión respecto a seguir o no con su entrenamiento de ese día. Sin muchos ánimos, regresó a la pista para hacer un par de ejercicios más tranquilos. Mientras se alejaba, Víctor alcanzó a escuchar las quejas que el muchacho no se preocupaba por disimular, pero estaba tan acostumbrado a la actitud de Yuri, que ni siquiera hizo el intento por reprender al muchacho.

Cuando Victor volteó una vez más, se dio cuenta de que Yuuri lo miraba fijamente. Era la primera vez que éste veía un poco de cómo era realmente su relación con Yuri durante sus prácticas. Yuuri desvió la mirada.

—Iré con Yuuko —murmuró. Victor asintió.

Por un momento, pensó en decirle algo, cualquier cosa, para que permaneciera por unos minutos más a su lado. Incluso, por su mente pasó la idea de preguntarle su opinión respecto al programa que tenía en mente para Yuri, pero también era consciente de que su comportamiento con él no había sido el más adecuado desde que lo conoció.

Al final, optó por guardar silencio y limitarse a ver a Yuuri mientras éste se alejaba a paso tranquilo sin mirar atrás una sola vez.


—¿Exactamente qué sientes cuando te llegan las emociones de Victor?

Yuuri levantó el rostro, miró a ambos lados con premura y suspiró, aliviado, cuando se dio cuenta de que él y Yuri eran los únicos en la cocina. Llevaban unos veinte minutos ahí dentro porque Yuri había insistido en que preparar pirozhki para la cena de esa noche y, por alguna razón, arrastró a Yuuri con él. Éste volvió a fijar su atención en el chico, quien le miraba expectante.

—¿Qué? —espetó Yurio.

—N-Nada.

Yurio entrecerró los ojos sin dejar de observar a Yuuri fijamente. Pasaron un par de segundos, durante los cuales éste sintió la mirada intensa del adolescente. Al final, Yuuri suspiró, resignado. Volvió a mirar a su alrededor, a pesar de que no había rastro de nadie en aquella parte de la casa, y se acercó un poco más a Yurio.

—No le he dicho a mi familia que Victor es… ya sabes.

—¿Tu alma gemela? —Yuuri asintió. El chico frunció el ceño, confundido—. ¿Por qué? Saben que tienes una, ¿no?

Yuuri se encogió de hombros.

—Lo saben, pero no les dije que es él—. Hizo una pausa mientras meditaba un poco al respecto. Su familia estaba al tanto del origen de su lesión, eso no era un secreto, pero después de regresar de Detroit, el tema de las almas gemelas era uno que nunca se tocaba, por pena o respeto, eso es algo que Yuuri nunca tuvo muy claro.

Yuuri ni siquiera consideró la opción de hablar sobre ello con su familia cuando descubrió que Victor era su alma gemela. Era tan normal guardarse los comentarios que tenían que ver con eso.

—Nunca lo hemos hablado, en realidad —agregó—, aunque parece que lo dedujeron. ¿Por qué otra razón Victor Nikiforov estaría aquí?

—Tu hermana definitivamente lo sabe —comentó Yurio, empleando un tono de voz con el que parecía restarle importancia a la situación—. Por la forma como los mira cuando ustedes no se dan cuenta. Tu madre también. Las mamás siempre saben todo. No le he prestado atención a tu padre. ¿Entonces?

—¿Disculpa?

—¿Vas a responder a mi pregunta o no?

Yuuri se rascó la nuca, nervioso.

—No vas a dejarlo pasar, ¿verdad?

Yurio esbozó una sonrisa de oreja a oreja.

—Nop.

—¿Y no has pensado en preguntarle a él en vez de a mí? —Yurio entornó la mirada.

—Ya. Como si él fuera a responderme. Además, es más divertido preguntarte a ti—. Y volvió a sonreír.

En el rostro de Yuuri también apareció una sonrisa, aunque la suya era más bien resignada. En esos días realmente se había acostumbrado a la presencia del muchacho. Volvió a asomarse para ver que nadie más se acercara a ellos y regresó junto a Yurio, quien esperaba en silencio.

—Ya te lo había dicho antes —dijo Yuuri—. Es de esas cosas que tienes que sentirlas por ti mismo para poder entenderlas.

—Intenta describirlo. Tengo toda la noche.

Yuuri suspiró.

—Veamos. En mi caso es como si… como si de pronto tuviera cambios de humor. A veces me siento de una forma, relajado, por ejemplo y, de pronto, me doy cuenta de que me siento sorprendido o enojado sin que tenga una razón para estarlo. Cuando la emoción es muy fuerte, la sensación dura por más tiempo, a veces por unos minutos; a veces, por un par de horas. Antes era algo esporádico, pero últimamente lo siento con más frecuencia.

—¿Porque él está cerca?

—Eso creo.

Yurio pareció meditarlo por unos segundos.

—¿Y si tú sientes lo que él, es posible que él sienta lo mismo que tú exactamente al mismo tiempo?

—No lo sé.

—¿Nunca le has preguntado?

—No. Como verás, no es que hablemos mucho sobre nuestro vínculo de almas gemelas. En realidad, casi no hablamos.

Yurio se quedó en silencio después de aquel comentario. Yuuri continuó ayudándole en la realización del pirozhki mientras el chico traducía al momento y en voz alta las indicaciones enviadas por su abuelo a través de un mensaje la noche anterior. Yuuri no insistió en continuar con la conversación sobre ese tema, y se concretó a hacer comentarios sobre la receta y lo que tenía que hacer.

Al cabo de unos minutos, sin levantar la mirada de lo que realizaba en ese momento, Yurio agregó:

—Últimamente parece que se llevan bien.

Se refería a Yuuri y Victor, y aquella ocasión en el Ice Castle, un par de días atrás, en la que ambos compartieron impresiones sobre el trabajo de Yurio.

—Hablamos sobre ti —respondió Katsuki—. Sobre tu técnica y tu trabajo. No sé si eso cuenta como llevarse bien.

Yurio bufó.

—Antes ni siquiera se veían el uno al otro. Ahora por lo menos hablan y es menos incómodo estar junto a ustedes dos.

—Supongo que tienes razón.

—Obviamente. Yo siempre tengo razón.

Yuuri soltó una risita. Al principio, Yurio lo miró con enfado pero, eventualmente, también relajó su rostro y sonrió. Continuaron trabajando por unos minutos más, hasta que metieron las empanadas al horno.

—Dice aquí que sólo hay que esperar de 15 a 20 minutos —dijo el chico mientras leía en su celular—. Y después de eso podrás probar una de las mejores comidas del mundo porque, además, es la receta de Kolya Plisetsky. De nada.

—¿Es tu comida favorita?

—¿Siempre haces preguntas tan tontas? Sí, es mi comida favorita. Podría comer pirozhki todo el día todos los días, aunque tuviera que hacer el doble de ejercicio para mantenerme en forma. Pero Victor no me deja y estoy seguro de que hizo algo para convencer a mi abuelo de que no me deje comer tantas cuando regreso a Moscú a verlo.

Yuuri notó que la expresión del chico se relajaba cuando hablaba sobre su abuelo y pensó que, en algún momento, le gustaría tener la confianza suficiente con él como para preguntarle más sobre su vida y no sólo sobre lo relacionado con el patinaje artístico. Aunque la actitud de Yurio había cambiado, en especial después de que Yuuri comenzó a visitar sus entrenamientos, aún existía una barrera entre ambos, que se debía, por un lado, a la personalidad explosiva de Yurio y a su propia introversión. Yuuri confiaba en que, eventualmente, comunicarse con el chico sería menos complicado. No espera que se volvieran amigos, no con la diferencia de edad y con el estilo de vida tan distinto, pero esperaba llevarse mejor con él.

Era agradable mantener una conversación con Yurio sin que ésta tuviera que ver —al menos no del todo— con las opiniones del adolescente respecto a Yuuri o Victor. Sin embargo, a pesar de que Yuuri se la estaba pasando bien en compañía del chico, algo que no esperaba que ocurriera, sentía como si hubiera algo más. Observó a Yurio mientras éste escribía algo en su celular.

—¿Está todo bien? —preguntó después de unos segundos. Fue casi imperceptible, pero Yuuri estaba tan atento al chico, que pudo ver el momento exacto en el que pausaba un poco su tecleo veloz en el móvil.

—Sí.

—¿Por qué me trajiste a la cocina a preparar empanadas contigo?

Yurio frunció el ceño y guardó su celular en el bolsillo antes de mirar a Yuuri.

—Porque quería comer pirozhki.

—Pudiste pedirle ayuda a mi madre. O a Mari, creo que ella habría estado contenta de estar aquí. ¿Por qué yo?

—Porque sí.

—¿Sólo por eso?

Estaba siendo demasiado insistente y quizá eso sólo provocaría el enfado del muchacho. Yuuri ya sabía lo explosivo que podía resultar el carácter de Yurio. No obstante, sentía que algo en todo ese momento y la conversación mantenida con el otro tenían una razón de ser que iba más allá de querer preparar empanadas. Guardó silencio sin dejar de mirar a Yurio, esperando por una respuesta. Al cabo de unos segundos, el chico bajó la voz, enfurruñado.

—Victor dijo que vamos a regresar a Rusia en unos días.

—Ah.

—Ayer comenzamos a trabajar con mis programas para la próxima temporada —explicó el chico, quien, a pesar de todo, no parecía muy contento con aquello— y dice que es mejor que regresemos a San Petersburgo porque allá tenemos todo lo necesario para poder practicar «como es debido»—. Incluso hizo las señas con los dedos mientras decía eso último.

—Bueno, en eso tiene razón —agregó Yuuri.

La mirada que Yurio le dedicó fue muy similar a aquella de la primera vez que se vieron en Hasetsu: enfado y fastidio. De no ser porque Yuuri sabía ahora que el chico era incapaz de lastimarlo, habría salido lo más rápido que pudiera de la cocina, al diablo con las empanadas. Pero también sabía que, cuando se trataba de Yurio, su mal humor y enfado constante eran solo la apariencia y que había algo más; su actitud era el mecanismo de defensa para ocultar otras emociones que lo llenaban en ese momento.

—¿Qué quieres decir? —gruñó el muchacho.

Yuuri mantuvo la mirada fija en las empanadas, que barnizaba con un poco de huevo, tal y como Yurio le había indicado minutos antes, al leer la receta en voz alta.

—En Rusia tienen más recursos que aquí —comentó Yuuri con voz tranquila, mencionando lo obvio—. Puedes continuar tu entrenamiento en el Ice Castle, pero creo que seguir con él, en Rusia, sería más productivo para ti.

—¿Pero no te molesta?

Yuuri alzó la mirada.

—¿Por qué habría de hacerlo?

—¡Porque es tu alma gemela! —exclamó el chico. Yuuri parpadeó, perplejo.

—Eso no tiene nada que ver con tu entrenamiento.

—¡Por supuesto que sí! —Yurio apoyó ambas manos sobre la mesa y se inclinó hacia adelante, acortando la distancia que lo separaba de Yuuri—. Si regresamos a Rusia, ya no verás a Victor y todo volverá a ser como antes. Estará distraído y estará triste, y su vida será aún más miserable de lo que él mismo la ha vuelto. Tendrías que estar buscando la manera de hacer que su vida fuera más feliz. ¡Y la tuya también! No entiendo por qué ambos son tan… tan… ¡agh! Me desesperan, los dos. Vaya par de adultos resultaron ser.

Yuuri quiso decirle que la adultez no funcionaba de esa manera, que la mayor parte del tiempo él tampoco tenía idea de qué hacer. En especial, aclararle que su situación con Victor era complicada, por decir lo menos, y que ni él ni Victor tenían poderes mágicos como para solucionar todos los problemas de sus respectivas vidas. También pensó que decir todo aquello, sería echarle más leña al fuego.

—Agradezco tu preocupación —dijo al fin, conmovido. Yurio dejaba bien claro que lo único que quería era que ambos hablaran, arreglaran las cosas y fueran felices. El muchacho abrió la boca, seguramente para decir que no era preocupación, pero Yuuri se le adelantó—. Sólo que no es tan fácil, créeme.

—¿Qué hay de difícil en querer estar con tu alma gemela? —bufó Yurio.

—Bueno, a veces las circunstancias son… complicadas.

Complicadas como que tu alma gemela se sienta culpable por el accidente que los alejó a ambos de lo que más amaban. Yuuri tenía tantos pensamientos al respecto y no sabía si algún día podría hablar de ello con Victor.

—No vine hasta Japón sólo para ver cuando los dos se miran como si fueran lo más genial del mundo sin que el otro se dé cuenta —agregó el muchacho. Yuuri se sonrojó—. Y tampoco para que ninguno de los dos esté dispuesto a hablar como los adultos que se supone que son.

—Хватит.

Yuuri volteó hacia la entrada de la cocina, en donde Victor permanecía de pie, apoyado en el marco de la puerta y miraba a Yurio con un rostro tan inexpresivo, que Yuuri sintió un escalofrío recorrerlo por completo. El adolescente sostuvo la mirada de su entrenador. La tensión era tal que, por un momento, Yuuri no supo cómo actuar, si debía dejarlos solos o esperar a que alguno de ellos hablara. Cuando estaba por hacer un comentario para aligerar el ambiente, Yurio se irguió una vez más, sin dejar de mirar a Victor, y se dirigió a Yuuri.

—Faltan cinco minutos para que estén los pirozhki —dijo entre dientes—. Te quedas a cargo de esos y los otros, Katsudon. ¡No se vayan a quemar!

Y salió de la cocina sin decir nada más.

Yuuri siguió con la mirada el camino del muchacho hasta que éste se perdió por el pasillo y, después, fijó su atención en Victor. Éste continuaba con aquella expresión seria, casi enfadada, por lo que Yuuri prefirió guardar silencio. Sin decir nada, comenzó a levantar algunos de los trastos que Yuri dejó sobre la mesa y los llevó al fregadero. Dio media vuelta para regresar a la mesa y se encontró de frente con Victor, quien sostenía los últimos trastos sucios en una mano.

—Oh, gracias —murmuró Yuuri tomándolos con cuidado y dejándolos junto a los otros.

—Por nada —respondió Victor. Después, tras un par de segundos de silencio, tomó aire y agregó—: Yura puede ser un poco impertinente, lamento que tengas que escucharlo cuando se pone así.

Yuuri negó con la cabeza.

—Siempre me toma por sorpresa —admitió—, pero no me molesta. Creo que ya me acostumbré a él. Además, sólo tiene mucha curiosidad. Todos los muchachos de su edad la tienen hacia el tema de —carraspeó—, ya sabes. Almas gemelas.

—Eso no significa que sea menos impertinente —añadió Victor y Yuuri notó que la expresión en su rostro se había relajado un poco.

Hubo otro momento de silencio.

—Así que ya van a regresar a Rusia —dijo Yuuri en voz baja.

Victor alzó el rostro y aunque Yuuri en otras ocasiones habría desviado su mirada, nervioso e incómodo, ahora se mantuvo sereno, con los ojos fijos en Victor durante un par de segundos que se extendieron eternamente.

—En tres días —explicó Victor—. Ya compré los boletos.

Yuuri asintió.

—Justamente le decía a Yurio que es bueno que regresen. Seguramente podrán trabajar mejor en Rusia que aquí —dijo—. Ice Castle tiene la ventaja de ser una pista poco concurrida, pero creo que Yurio estará más cómodo en su pista usual—. Revisó el reloj en la pared y casi de inmediato, sonó la campana en el temporizador del horno—. Oh, ya están.

Le dio la espalda a Victor para sacar los pirozhki, y sonrió al percibir el aroma intenso de algo que seguramente sería delicioso. Sentía curiosidad por aquel platillo que Yurio apreciaba tanto como él el katsudon. Al regresar su atención a Victor, se dio cuenta de que éste no había dejado de mirarlo en todo ese momento y, por la sorpresa, casi deja caer la charola con las empanadas.

—¿Ocurre algo? —preguntó cuando logró dejar los pirozhki recién hechos sobre la mesa.

—No —respondió Victor y aunque Yuuri tuvo la impresión de que ni él estaba convencido con su respuesta, no dijo nada al respecto. Asintió y, para tener algo en qué ocuparse, tomó la siguiente charola de empanadas y la metió en el horno.

—Mañana —añadió Victor. Yuuri volteó a verlo una vez más—. ¿Irás a verlo entrenar otra vez?

Yuuri meditó su respuesta antes de hablar.

—No lo sé —dijo—. La verdad es que lo he notado un poco raro desde la última vez. Creo que se molestó por mis comentarios.

—Para nada. Y aunque fuera así, la crítica le hace bien—. Victor hizo una pausa y, después, carraspeó—. Deberías ir.

Yuuri lo buscó con la mirada. Se percató del tenue sonrojo que había aparecido en las mejillas de Victor y notó la fuerza con la que sujetaba su bastón. Estaba nervioso. Yuuri tragó en seco, sin saber muy bien cómo interpretar lo que ocurría en ese momento, pues era casi como si Victor hiciera aquella pregunta porque a él le importaba la respuesta.

Quizá, pensó Yuuri, sólo era que se daba demasiada importancia a sí mismo y estaba viendo cosas donde no había nada más que ver. Sin embargo, a pesar de que era consciente de lo ridículo que era, no pudo evitar la pregunta:

—¿Y tú quieres que vaya?

Aquello pareció tomar por sorpresa a Victor, quien abrió los ojos con asombro por un par de segundos antes de relajar su expresión una vez más. Mostrando una decisión que Yuuri recordaba de cuando Victor era su ídolo y no un huésped en su casa, se irguió y miró a Katsuki de frente. Después asintió.

—Sí. Me gustaría que fueras —dijo. Yuuri ignoró el latido cada vez más rápido de su corazón.

—Okay. Entonces iré.

—Quiero saber tu opinión sobre su programa corto —agregó Victor—, en especial después de lo que hablamos la última vez, sobre su interpretación y presentación.

—De acuerdo.

Ninguno de los dos dijo más y pronto el silencio se vio roto por el sonido del temporizador que indicaba que la segunda ronda de pirozhki estaba lista. E incluso si alguno de los dos se hubiera animado a decir algo más, Hiroko no tardó en aparecer también, comentando sobre lo bien que olía desde la entrada del ryokan y que los demás ya estaban listos para la cena de esa noche.

Casi de inmediato, Victor se excusó y salió de la cocina, pero Yuuri pudo ver su expresión relajada y notó que la tensión en su cuerpo ya no era constante, como sí lo fue durante sus primeros días en Hasetsu. También se dio cuenta de que él estaba igual de relajado, que era la segunda vez en la que mantenía una conversación con Victor sin sentir que su cuerpo se paralizaba por completo. Tal vez era por la convivencia o porque su interacción, aunque breve, era constante, pero Yuuri se sentía más como él mismo cuando estaba en presencia de Victor.

—¿Yuuri? —preguntó Hiroko. Éste volteó el rostro hacia su madre.

—¿Sí?

—Luces contento.

En ese momento, Yuuri se dio cuenta de que en su rostro había una sonrisa que probablemente llevaba ahí un buen rato. Se encogió un poco de hombros y agachó el rostro, algo avergonzado.

—Ha sido un buen día —respondió.

—Me alegra escuchar eso —agregó Hiroko—. ¿Qué te parece si llevamos estas empanadas a la mesa y esperamos a que lleguen todos los demás?

Yuuri simplemente asintió.


La noche era tranquila, hacía un par de horas que el resto de habitantes y huéspedes en Yu-Topia se habían ido a dormir. Yuuri se encontraba sentado nuevamente en el engawa, con la cabeza llena de pensamientos que no dejaban de revolotear desde el encuentro con Victor en la cocina, cuando escuchó pasos acercándose a él. No volteó para ver quién era: no necesitaba hacerlo.

Se mantuvo sereno, incluso cuando Victor llegó junto a él y, con cuidado, se sentó a su lado, a solo unos centímetros de distancia.

—¿Otra vez no podías dormir? —preguntó.

—No —respondió Victor—. Otra vez tengo mucho en que pensar.

—También yo.

Un silencio.

Desde la hora de la cena, Yuuri no había dejado de darle vueltas a lo que Yurio mencionó. No se sentía molesto por el hecho de que él y Victor estuvieran por irse, y aunque tampoco estaba aliviado por ello, sabía que era lo mejor. Su reacción fue sincera cuando dijo que en Rusia Yurio tendría más recursos, no sólo por entrenar en casa, sino porque, ante cualquier circunstancia, podían acudir a su propia federación de patinaje.

En su reflexión, concluyó que estaba tranquilo ante esa despedida porque siempre supo que la presencia de Victor sólo era temporal. Desde lo que pasó en Tokio, se resignó a llevar una vida sin su alma gemela y se sentía contento sólo con el hecho de haber compartido un poco de tiempo con él, de poder hablar sin la opresión en el pecho y, en especial, de que su relación, o lo que fuera que hubiera entre ambos, no le dejara ese sabor amargo de la última vez.

Ahora, después de todo, estaba listo para dejar que Victor se marchara. No sería fácil, lo sabía muy bien, y seguramente los primeros días serían los peores, pero eventualmente pasaría y seguiría con su vida. Si las cosas se ponían feas, podía hablar con Phichit, algo que no habría hecho antes. Además, no todo había sido malo en esos días. Había regresado al Ice Castle, por ejemplo, y estaba decidido a seguir la carrera de Yurio porque ese muchacho realmente había causado una impresión en él. Estaba seguro de que haría un trabajo estupendo en el Grand Prix.

—Lo siento.

La voz de Victor lo sacó de sus pensamientos. Yuuri volteó y vio a Victor frente a frente.

—¿Eh?

—Lamento todo lo que te dije cuando vine a tu casa la primera vez.

—Oh. No te preocupes por eso—respondió Yuuri. Victor frunció el ceño.

—Pero sí tengo que preocuparme por eso. No fue correcto lo que dije, no de la forma como lo hice, al menos. Y creo que te debo una disculpa.

Hizo una pausa y, por un momento, Yuuri no supo qué decir. Victor suspiró.

—Estos tres años han sido difíciles, y sé que tú más que nadie comprende esto, que no te digo nada que no sepas ya.

Yuuri asintió y una media sonrisa apareció en el rostro de Victor. No era una sonrisa feliz; era, más bien, melancólica. Yuuri estuvo tentado a tomar su mano, a hacer algo, cualquier cosa, pero se contuvo.

—De alguna manera —continuó Victor—, saber que mi alma gemela estaba ahí, en algún lugar, me hacía pensar en que no todo era tan terrible. Podía sentirte, ¿sabes? Sentía tu propio miedo y tu frustración, y me pregunté qué era lo que había pasado para que, de pronto, tu felicidad y tu entusiasmo cambiara tan drásticamente. Aún no te conocía y tenía tantas ganas de encontrarte y saber qué era lo que te hacía sentir tan triste.

—¿Pero? —preguntó Yuuri con un hilo de voz. Victor suspiró una vez más.

—Pero cuando te conocí y vi lo que nuestro vínculo te había hecho, me di cuenta de que tener un alma gemela no hacía que todo estuviera mejor. Lo siento mucho —repitió—. Sé que fue un accidente y que no es realmente culpa mía o de cualquiera de los dos lo que nos pasó, pero aun así siento que soy el responsable y que no hay nada que pueda hacer o decir para desaparecer estos tres años, y lo siento.

Yuuri no respondió de inmediato. Permaneció en silencio por unos minutos, con la mirada fija en el jardín y la mente absorta en sus pensamientos, repasando una y otra vez las palabras de Victor. Al cabo de un rato, cambió su postura para poder ver a Victor de frente una vez más.

—De acuerdo —dijo Yuuri—, acepto tu disculpa.

Victor asintió.

—Creo que es innecesaria, pero la acepto.

—Gracias —murmuró el otro.

—Pero —agregó Yuuri. Victor lo miró con curiosidad—, ahora que te he escuchado, me gustaría que tú hicieras lo mismo y que escucharas lo que tengo que decir.

—Adelante.

Yuuri asintió. Respiró profundamente y después se dirigió a Victor una vez más, viéndolo directamente a los ojos.

—También creo que eres muy egoísta.

Victor pareció sorprenderse por la sinceridad con la que Yuuri dijo aquello. Éste, por su parte, había sacado valor de algún lugar y ahora que comenzaba a hablar, quería aprovechar el momento. No habría otro. Después de esa noche, cuando viera a Victor sería para hablar de cosas inconsecuentes hasta el día en que lo viera partir una vez más, y después, ambos volverían a ser extraños.

—Yo también podía sentir tus emociones, ¿sabes? Todos estos años pude sentir tu dolor y tu frustración. No tenía una idea muy clara de qué era lo que te hacía sentir tan mal, pero entendía tus emociones porque eran muy parecidas a las mías. Una parte de mí se imaginaba quién era mi alma gemela, pero la simple idea de que estuviera en lo correcto era tan absurda que, al final, ya no quise pensar demasiado en ello. Todos dicen que el destino o lo que sea que nos une, también hace que nos encontremos, de una forma u otra. Y yo realmente quería encontrarte—. Su voz se quebró al decir eso último.

—Yuuri…

—Eres egoísta al decidir por mí, Victor. Eso es lo que hiciste la primera vez. Me viste y fue como si pensaras que no valía la pena conocerme o hablar conmigo. Sacaste tus conclusiones, diste media vuelta y desapareciste así nada más. Nunca te culpé, Victor, por lo que nos pasó. No lo hice antes de conocerte y no lo hago ahora. Fue un accidente. Pudimos haber despertado un día con el corte de pelo del otro, pero nos tocó un accidente, y no hay nada que tú o yo podamos hacer al respecto.

Yuuri suponía que, dicho eso, Victor no tendría nada más que agregar y él tampoco se sentía con ganas de alargar esa conversación. Ambos volvieron a quedarse en silencio por un rato que Yuuri aprovechó para tragarse las lágrimas. No quería llorar frente a Victor. No tendría nada de malo, pero no quería hacerlo. De todas maneras, estaba seguro de que incluso si Victor no percibía sus emociones en ese momento, podría deducirlas por su actitud y hasta el tono de su voz. Justo cuando Yuuri estaba por despedirse —en vista de que no había nada más por agregar—, Victor se aclaró la garganta con un carraspeo.

—Lo siento.

Yuuri sonrió con amargura.

—Eso ya lo dijiste.

—Lo sé, pero quiero repetirlo.

Yuuri asintió. No tenía caso que él dijera lo de antes, que aceptaba su disculpa aunque no la consideraba necesaria. De ahí venía todo ese sentimiento de culpa que era constante en las emociones que percibía en él. Ya era algo que Victor externara sus preocupaciones en voz alta, Yuuri no podía esperar que aquel sentimiento desapareciera sólo porque sí. Lo entendía muy bien: él también cargaba con sus propios demonios.

—Creo que fue buena idea quedarme con Yura en este lugar —agregó Victor. Ante la mención del chico, Yuuri se relajó, aliviado por el cambio de tema. Esos minutos de aquella charla tan seria habían sido muy difíciles para él.

—No lucía muy contento con la idea de regresar a Rusia —dijo.

—Eso es porque no está muy contento con la idea de regresar a Rusia, pero es necesario. Hay mucho por hacer. Te darás cuenta cuando veas su programa corto.

Yuuri recordó su promesa de ir al Ice Castle al día siguiente y asintió.

—¿Cuál es el tema? —preguntó. Sentía verdadera curiosidad por saber qué tipo de programa había pensado Victor, en especial después de todos esos días sin que Yurio hiciera algo nuevo. Victor lo miró a los ojos antes de responder:

—El amor.

Con cuidado, Victor se puso de pie. Se sacudió la ropa y volvió a mirar a Yuuri, quien se había quedado mudo ante aquello último.

—Sé que son palabras vacías después de todo lo que he dicho y hecho desde que nos vimos la primera vez —dijo Victor—. Y, en especial, sé que quizá no es el momento más adecuado, no cuando estoy por irme otra vez, pero quería que supieras algo. Me alegra haberte encontrado.

Yuuri parpadeó un par de veces mientras lo observaba desconcertado, como si no comprendiera del todo lo que estaba escuchando. Al final, Victor le sonrió un poco, hizo una inclinación con la cabeza y se alejó por el pasillo oscuro. Cuando Yuuri logró salir de su estupor, ya era demasiado tarde para responder que a él también le alegraba haberlo encontrado al fin.


NOTA DE LA AUTORA: Хватит significa «suficiente» en ruso. Pueden escuchar la pronunciación de la palabra en este enlace.

Anuncio publicitario

Publicado por cydalima10

28 • she/her • lg[b]t • infp • slytherin • escribo cosas

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: