
Datos del One-shot
Día 1
Tema: Reencuentro // Primer beso
Resumen:
Después de dos años de espera, el ex patinador, Yuuri Katsuki, regresa a las competencias como patinador oficial de la federación japonesa. Yuri Plisetky, la nueva promesa de Rusia, no está dispuesto a dejar esta oportunidad pasar.
Edades iniciales de los personajes:
- Yuuri Katsuki: 27 años
- Yuri Plisetsky: 19 años
Edades finales de los personajes:
- Yuuri Katsuki: 29 años
- Yuri Plisetsky: 21 años
Sin más preámbulo, aquí el one-shot. Espero sea de su agrado.
PASADO SIMPLE
El sonido de la ovación que clamó por ellos aún resonaba en sus tímpanos. Los gritos del público emocionado por las excelentes presentaciones de lo que fuera una de las mejores competencias de la temporada. Era el día final del Grand Prix y Yuuri Katsuki se había alzado con la victoria. La medalla de oro brillaba con orgullo en el pecho del patinador japonés, brillo que se comparaba a la emoción de esos grandes y expresivos ojos cafés que recibían agradecidos las felicitaciones de sus compañeros y rivales de pista.
Uno a uno, cada patinador se acercaba a Katsuki; le dirigían unas cuantas palabras, lo abrazaban o le tomaba las manos. Las sonrisas nostálgicas y algunas lágrimas no se hicieron esperar, pues al finalizar la gala, el patinador de origen japonés había anunciado su oficial retiro de las competencias profesionales.
Noticia que dejó a más de uno sorprendido.
Yuri Plisetsky observaba a la distancia. En ese momento, Katsuki platicaba animadamente con su mejor amigo, Phichit Chunalont. Ambos lloraban mientras sonreían tomados de la mano. Al lado de Yuuri, su entrenador, Víctor Nikiforov, sostenía una mano sobre el hombro del japonés y hablaba sonriente con su pupilo y el chico proveniente de Tailandia. La mirada del rubio se encontró fija en Katsuki, esperando, acechando el momento adecuado para entrar en acción.
Al fin, después de ver cómo Yuuri y Phichit volvían a abrazarse una vez más, Plisetsky observó al patinador tailandés despedirse por última vez de su mejor amigo y proceder a retirarse del recinto donde se encontraban. Seguramente habían quedado en verse en un rato, cuando la celebración post banquete se llevara a cabo. Yuri observó al tailandés alejarse, quedando Yuuri a solas con su entrenador.
Era ahora o nunca, Yuri Plisetsky caminó con seguridad acercándose a su objetivo, cual tigre en plena cacería, sin perder de vista a su presa, el ruso de 18 años se plantó confiado frente al japonés impidiéndole el paso.
—¡Yura! —exclamó Yuuri, un dejo de sorpresa impregnado en su voz—. No te había visto.
Como si de un encanto se tratara, toda la confianza que mostraba nuestro intrépido tigre se esfumó. Yuuri Katsuki era un hechicero capaz de domar a la más fiera bestia, y eso era algo de lo que Plisetsky aprendió a ser consciente. Tres años conviviendo con él lo había convencido de eso. No podía mirar directo a sus ojos sin quedar hipnotizado. No podía escuchar su voz sin quedar encantado; la música que el japonés creaba con su cuerpo lograba relajarlo aún en la más estresante situación.
Yuuri podía parecer una presa; sin embargo, el cazador se convertía en cazado cuando su encanto se hacía presente. Tranquilo, sereno, ajeno a las sensaciones que provocaba en el rubio y las emociones que se acumulaban en él.
Yuri intentó hablar, no obstante, ningún sonido salió de su boca. Se aclaró la garganta, ganándose así una mirada curiosa del chico de los ojos cafés. Yuri observó una vez más la brillante medalla que reposaba en el pecho del patinador y en su reflejo, observó un destello de su propia mirada. Debía ser valiente y hablar, ya que esta quizá sería su última oportunidad.
—Yuuri, te espero en la salida —intervino Víctor emprendiendo el camino en la misma dirección en que momentos antes se hubiera ido Phichit. Luego, se acercó a Plisetsky y con un guiño coqueto del ojo, gesto tan característico de él, se acercó al oído de Yuri, aprovechando la altura ganada por el rubio en estos últimos años, le susurró—: es ahora o nunca.
Yuri tragó saliva consciente de las palabras del mayor. ¡Pero es que era tan difícil pronunciar esa sencilla frase!
—¡Muchas felicidades por tu medalla, Yura! —la voz de Yuuri interrumpió el hilo de los pensamientos del patinador ruso—. ¿Sabes? Disfruté mucho competir contigo todo este tiempo.
Yuri solo asintió y con un sonido gutural le dio a entender al moreno que opinaba lo mismo. Yuuri observó extrañado al rubio y esperó un momento para escuchar qué era lo que Plisetsky tenía que decirle.
Pasado un minuto, un incómodo silencio se hizo presente entre los dos. Yuri se sintió observado por esos ojos tan bonitos y no pudo evitar sonrojarse ante la insistencia del japonés. La risa del mismo exasperó el carácter explosivo del patinador ruso.
—¿De qué te ríes? —preguntó abochornado.
—Has crecido —Yuuri se acercó un poco al rubio, con una mano midió la altura entre los dos—. No lo había notado, ya eres más alto que yo.
Aún hechizado, una cazador nunca deja de ser un cazador. Audaz y astuto, Yuri Plisetsky sería un tonto si no aprovechaba una oportunidad presentada en bandeja de plata.
En un arrebato de valentía, Yuri tomó la mano que el japonés mantenía alzada y con un poco de fuerza acercó al mismo hacía él. La mano derecha sosteniendo esa cálida mano izquierda, la otra mano aprovechó para tomar la estrecha cintura del patinador. Plisetsky disfrutó del sincero sonrojo que apareció en la pálida piel de Yuuri Katsuki, el aliciente perfecto para tomar para proseguir con su plan.
—Ya no soy un niño —sonrió confiado—. Me alegra comprobar que te has dado cuenta.
Yuri observó el cuello del moreno y se lamió los labios cuando observó el movimiento de la manzana de adán de Yuuri al pasar saliva con nerviosismo. ¡Cómo quisiera el rubio besar ese cuello y, por qué no, marcarlo con una que otra mordida!
—¿Yura? —tartamudeó Yuuri, nervioso ante la cercanía.
—¿Sí? —Yuri alargaba el momento, su mirada fija en los labios de Katsuki—. ¿Qué sucede?
—Emmm… etto… ¿querías decirme algo? —susurró Yuuri igual de hipnotizado que él. Ambos, a estas alturas respiraban acompasadamente sintiendo de cerca el aliento del otro.
—No —murmuró Plisetsky rozando los labios de su compañero—. Soy malo con las palabras.
Antes de acercarse y probar esos labios, Yuuri terminó por acortar la distancia. El beso, breve y hasta un poco inocente, contuvo los sentimientos que ambos patinadores reprimieron en el último año que habían entrenado juntos bajo la tutela de la leyenda viviente del patinaje artístico. Una rivalidad que se tornó en una sincera amistad y que, no supieron en qué momento, se transformó en deseo y amor.
—Eres mejor con la acciones —convino Yuuri, en completa complicidad—. Es algo que tenemos en común.
Con un último beso en la mejilla, Yuuri se retiró para prepararse para el banquete. Yuri lo observó irse, un agradable calor cubriendo sus mejillas. Su corazón, contento, palpitaba con alegría. Esa noche en el banquete, ambos bailaron y se divirtieron juntos. Días después, al despedirse en el aeropuerto, la promesa de volver a verse permaneció en el aire, como una opción algo remota, pero no imposible.
PRESENTE PERFECTO
El puño en alto en señal de victoria, la ovación del público coreando su nombre. Yuri Plisetsky ha mostrado la mejor presentación de la noche. Sin duda el patinador se colocaría en primer lugar en la tabla de posiciones. Las cámaras lo enfocan a él, su expresión triunfante y, a la vez, enfocan la mirada orgullosa de su entrenador, quien aplaude y vitorea orgulloso como cualquier padre que ve triunfar a su hijo en un festival escolar. Yuri agradece al público con un par de reverencias, recoge un peluche de tigre que encuentra sobre el hielo y se dirige al Kiss & Cry para esperar la deliberación de los jueces. Su tema de este año: resolución, se ha visto plasmado con maestría en esa presentación del rubio como nunca antes se había visto en las demás competencias.
—Fue excelente, Yurio —aplaude Víctor, sentado al lado de su pupilo en el Kiss & Cry—. Es tu mejor presentación de la temporada. ¡No me extraña, hoy tienes una buena fuente de inspiración!
Solo basta un guiño del ojo del entrenador y Yuri ha entendido la referencia. Disimulando su bochorno, el patinador centra su atención en la pantalla que proyecta las repeticiones de sus secuencias de pasos y saltos. A sus 21 años, Yuri Plisetsky es uno de los mayores rivales a vencer en las competencias. Conocido como el Tigre de Hielo, se torna fuerte, imbatible, la perfecta definición de un genio del patinaje, entrenado por otra leyenda que también dejara en alto el nombre de Rusia.
Ahora, es el momento del rubio para hacer historia, así como el de Víctor para consolidarse como el mejor entrenador.
La puntuación se da a conocer, y nadie ha de extrañarse del primer lugar en la tabla del representante de Rusia. Una vez más el oro se pintaba de los colores de la bandera de azul, blanco y rojo con uno de los mejores competidores que ha visto esa patria nacer.
Caminando iban ambos, pupilo y coach, a prepararse para la ceremonia de premiación, cuando un muchacho los intercepta. Elegante, con un traje que se ceñía a la perfección a su cuerpo, el joven observó a la pareja y sonrió al reconocerlos. Esos bonitos ojos cafés miran al rubio con cariño y admiración, sentimientos que se ven enmarcados en unos finos lentes color azul marino que lo hacen ver más adulto, pero a la vez más atractivo. El cabello cuidadosamente peinado hacia atrás, rememora la esencia sensual de la coreografía que hubo presentado Yuuri Katsuki hace algunos años. Un eros maduro que ha dejado sin aliento al joven que mundialmente ya es mayor de edad.
Un ligero chiflido de Nikiforov se escucha en señal de admiración hacia el japonés; sin embargo, no queriendo incomodar, el ruso mayor procede a despedirse cordialmente de ambos, como si fuese un dejavú inverso de dos años atrás, se despidió de un Yuri para esperar a otro Yuri. ¿Curioso, no?
—¡Muchas felicidades, Yura! —exclama emocionado el japonés—. No podía quedarme con las ganas de felicitarte en persona.
Yuri sonríe con confianza. El tiempo, maestro lleno de sabiduría, le ha enseñado al rubio a ser paciente, a convertirse en un mejor cazador, esos que pueden esperar días hasta conseguir a la mejor de sus presas, la que él necesita, y la que él siempre ha deseado.
—¿Solo eso? —pregunta de forma coqueta. Al contrario de cómo siempre han acostumbrado, Yuuri Katsuki no se inmuta, sonríe en respuesta y se adelanta al rubio, cerrando la distancia entre ambos.
—No. —Acepta el japonés—. También quería decirte que Japón pateara traseros rusos en la próxima competencia.
—¿Ah? —inquiere el ruso, sosteniendo la barbilla del japonés. Ahora es mucho más alto; por lo tanto, debe inclinarse para lograr el objetivo que se está planteando—. Eso ya lo veremos.
Yuuri ríe con sorna y se cuelga del cuello del ruso, ambos se rinden ante un beso necesitado y tan deseado por la pareja después de dos años en los que solo mantuvieron contacto mediante llamadas y algunas visitas esporádicas al país en que reside cada uno. Sin definir a ciencia cierta el nombre de su relación, el reencuentro de ese día puede transformarse en algo más formal y duradero, un nuevo comienzo para ambos. Sentimientos que se fueron transformando con el tiempo en algo profundo y sólido, propio de ambos y solo de ellos.
—Sigues siendo pésimo con las palabras —comenta con diversión el japonés una vez finalizado el beso. Ambos, abrazados, se niegan a separarse esta vez.
—¿Y? —refuta el más joven—. A veces lo que necesitamos es más acción. Podemos comprobarlo más adelante.
La sonrisa que ha aparecido en la cara de Yuuri es la más radiante. Quizás los tiempos de ambos no se ajustaban al principio. Había metas y planes que debían realizarse por separado. Sueños que de momento los había dividido en el camino, ahora los junta y les asegura un grato y próspero futuro, uno al lado del otro.
Un pasado simple que se volvió un presente perfecto con la ayuda del amor.
FIN

¡Hola a todos!
Este es mi primer one-shot dedicado a la semana especial de San Valentín de la pareja Yuyuu. Algunas de ustedes sabrán de mi gusto por la ship y, queriendo ayudar en esta linda actividad, decidí hacer un par de historias para esta semana.
Este es un one-shot muy curioso porque la idea saltó de repente a mi cabeza. Además de que, raro en mi, se me ocurrió la trama de la historia después de pensar en el título (por lo regular, el título me queda una vez escritos algunos párrafos).
Espero les haya gustado. ¡A mi me encantó escribirlo!
¡Nos vemos mañana con una nueva historia!
xoxo
Sam