Hola, espero puedan disfrutar de la siguiente melodía con la lectura.
Cuando el pequeño dios del cielo era aún un niño, mucho antes de ser divididos en alfas, betas, omegas, en un diminuto mundo de paz donde no había problemas, discriminaciones o diferencias, se le explico junto con otros infantes dioses la estructura de las regiones de los dioses, cada una era especial, porque estaba adecuada a los dones de cada dios que residían sobre ella.
La legión del fuego era cálida, con muchos volcanes, la región de agua era un gran archipiélago rodeado de agua salada, la facción del viento estaba suspendida sobre el aire mágicamente, y así sucesivamente. Pero el lugar donde nació Yuuri era, según él, el lugar más bello de todos. “Hasetsu”, así fue el nombre dado a esa región que tanto maravillaba al dios de ojos chocolate, cubierta de nieve y pequeñas montañas, lagos congelados la gran parte del año y una pequeña costa de donde los dioses recolectaban gran parte de sus alimentos. Era un espacio hermoso durante el invierno que duraba tres temporadas, pero cuando llegaba la primavera, Yuuri sentía como su corazón se estremecía con los brotes de las primeras flores y el olor suave de ella lo embobaban hasta perderse entre ellas, esa era su felicidad a través de pequeños momentos, no necesitaba nada más, solo su paz, la danza sobre el hielo, su familia y sus queridos amigos.
Solo con eso estaba bien, no necesitaba más, no era necesario un esposo, unos hijos, un título mobiliario o algo que lo resaltara, para Yuuri no era importante nada más…
Pero había ocurrido lo peor.
Estaba solo.
Recluido en un diminuto jardín creado magníficamente en una habitación mediana, Yuuri permanecía inmerso en sin fin de pensamientos que lo postraban a esas cuatro paredes. Tan solo unas semanas habían transcurrido desde esa noche; la noche donde todo había cambiado por completo para él y su familia, fue tan punto del miedo a lo que era, que la población entera cayó en una especie de pánico. Todo el peso de las circunstancias había recaído encima de los hombros de Mari, y por el momento, no estaba permitido que lo vieran sus padres. Tan solo Yurio podía acercarse al dios. Entonces ¿Cómo era que todo aquello había ocurrido? ¿No era quizás una ilusión provocada por otro tipo de ser? Quería llorar de la frustración, pero, aunque lo intentara las lágrimas no salían de sus ojos, se encontraba en shock por circunstancias de las que desconocía.
Lo inaudito era que todos lo sabían, pero nadie se molestaba en explicarle.
Los pajarillos, al igual que algunas ardillas se paseaban alrededor del ecosistema en miniatura que los inestables poderes de Yuuri habían creado dentro de su habitación; era una imagen rodeada flores y plantas pequeñas que circundan al príncipe. Las mariposas se posaban en las flores, los animalillos reposaban en su regazo hechizados por su calor, verdaderamente era una imagen sacada de expresiones celestiales.
Aunque que él no fuera simpatizante de lo que ocurría sinceramente; tampoco tenía el valor de afrontar los hechos. Su cabeza daba vueltas pensando ¿Qué era? ¿Qué había ocurrido en exactitud esa noche? ¿Por qué todos los símbolos supremos estaban grabados en su cuerpo? Se suponía que había nacido como un dios igual que los demás, no entendía entonces por qué tenía que tener esas marcas en su cuerpo. Yuuri intentaba recordar con exactitud los eventos de la noche, pero su mente seguía confusa; lo más claro que recordaba era una cabellera negra y unos brillantes ojos carmesí.
Irremediablemente comenzó a temblar.
Recordaba los ojos temerosos de las demás personas, casi como si fuera un demonio que en cualquier momento podría atacarlos. La mirada desorbitada en los ojos de sus padres, y la temblorosa mirada de su hermana sobre él; pero aún más importante que todo lo anterior, ese hombre…
Este decía ser un amigo de su hermana, aunque Mari negase con fuerza aquello, no obstante, de algo Yuuri estaba seguro, y era que conocía muy bien lo que le ocurría, casi como si lo comprendiera.
-Yurio- susurro al sentir la presencia del rubio, este se miró sorprendido al ser descubierto tan sencillamente, pasando por alto el pequeño ecosistema que el de ojos castaño había creado dentro de la habitación. Yuuri volteo a verlo con ojos dolidos, este solo pudo verlo, intentando consolar su alma herida, pero sabía que eso era en vano.
-Oye Katsudon, sabes muy bien que puedes salir de esta habitación cuando gustes, no estas encarcelado aquí-menciono, pero Yuuri negó en silencio.
-Yurio tan solo observa a tu alrededor-le pidió- Ve como mis poderes, sin que yo lo consintiera o deseara han podido crear todo esto, con mis sentimientos de este modo-calló intentando no pensar en nada más, no quería creer que algo más pudiera ocurrir, no quería concebir la idea.
-Mari y mi abuelo mencionaron que esto es temporal, a lo poco de unos días ha de normalizarse. No es necesario que seas tan duro contigo mismo.
-Creo que es natural que no puedas comprender la circunstancias en las que estoy-reflexiono desde su lugar- Después de todo, tu resultaste ser un magnifico dios del hielo.
-Tú también eres un dios del hielo.
Ante esa afirmación, los sentimientos de Yuuri explotaron todos de golpe, generando una fuerte ventisca, separándose de inmediato de su ecosistema y desplegando las muevas alas ante la vista de su amigo.
– Mira, Yuri- se acercó a él-. Estas alas responden a un dios del aire, teniendo los colores de uno de la luz y otro de la oscuridad… Mi cuerpo tiene grabado los símbolos supremos. De este modo jamás podría considerarme un dios del hielo normal.
Yuri aparto la mirada incomodo. Los símbolos del cuerpo de Yuuri resaltaban a la vista certificando las palabras de este, pero, aunque quisiera, el rubio no podía aceptarlo, ver el estado en el que estaba la persona con la que paso casi toda su vida le era doloroso, sobre todo porque el propio Yuuri era el que moría lentamente abrumado por la enorme cantidad de sentimientos negativos que hacían creer que era un monstruo, cuando era todo lo contrario.
- Lo siento-se lamentó y Yuuri volteo la mirada.
El joven de cabellos azabaches no quería tener que sentir esos sentimientos. Sentimientos de lastima era lo menos que quería sentir en su corazón, no cuando se compadecía de sí mismo lo suficiente. Y plegando sus alas, Yuuri se arrincono en la ventana.
-Vete por favor.
-Pero-intento convencerlo.
-Déjame solo… no quiero hablar con nadie más.
El rubio no quería dejarle en un momento tan duro como él que enfrentaban, pero con la fuerte mirada de Yuuri sobre él exigiéndole que se retirara de la habitación, sin poder hacer nada más, se retiró tristemente, dejando nuevamente en soledad a su incomprendido amigo.
Nota del autor: Indistintamente del tipo de dios, estos pueden ver el aura de los humanos y de sus congéneres, solo que estos sienten las auras más superficiales mediante colores, que por el momento no me he puesto a describir, pero a partir de ellos sacan como se sienten las personas cuyas auras observan. Yuuri al ser un dios supremo, supera por creces eso, llegando a explorar los sentimientos más profundos de las personas, leyendo su alma y casi superando el propio entendimiento de esta persona sobre sí mismo.