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Está algo asustado, pero Chris está con él y eso es algo que Victor agradece muchísimo, ya que si bien no le ha dicho a Chris nada sobre la nota del ramo de rosas, aun así siente que puede confiar en su mejor amigo si algo llegara a pasarle. Y más aún, sabe que Chris es aquel que va a estar allí apoyándolo y cuidándolo siempre.
Si Victor piensa en ello recuerda que era justo así como se sentía cuando estaba con su cruel amor hace unos años. Se sentía protegido, amado, respetado y demasiado confiado.
Sentía que no había nada mejor en el mundo que no fuera un «Tú y yo» dicho por aquel cruel amor.
Se sentía fuerte e invencible en sus manos.
De hecho se sentía un mejor hombre entre sus brazos.
Y sin embargo todo había sido un sueño, una ilusión.
Todo se había derrumbado como si fuera un castillo de naipes. Un castillo de mentiras e ilusiones.
Su cruel amor había dado un soplo, y el mundo de Victor se había venido abajo, y eso era algo imposible de olvidar.
Con la llegada de esos regalos sin remitente y la compañía reconfortante de Chris, Victor se había puesto a pensar de nuevo en aquella persona que durante los últimos tres años había sido su gran y dolorosa inspiración, y eso es algo que en teoría lo pone de mejor humor, ya que significa que probablemente su inspiración esté en camino y él vuelva a componer como hace unos meses.
Esa esperanza es lo que le hace olvidarse de lo que la nota en las rosas significa, y de lo peligroso de la aparición de todos esos inesperados regalos.
De hecho, está tan feliz pensando en que su inspiración ha vuelto que tan solo «Olvida» la nota en uno de los cajones de la mesita de noche cerca de la cama y no vuelve a pensar en el tema por nada más.
Fue así como Victor se pasó el día con Chris, cocinando y charlando de mil cosas sin importancia.
A Chris no se le hacía nada raro que Victor recibiera regalos, y es que si bien todos los regalos de los fans llegaban a la compañía y ésta se los daba recién a Victor, aún así estaba seguro de que en la propia compañía tenía a más de uno tras él, así que le restó importancia.
Aquel día Chris se quedó a dormir en el departamento de Victor a petición suya, con la excusa de seguir charlando y seguir bebiendo, y cuando llegó la mañana… llegaron los problemas.
Esa era una mañana preciosa, ¿Saben?
De esas que sabes que serán grandiosas hasta que llegue la tarde e incluso mucho más allá.
El sol estaba ingresando deliciosamente sobre la cama desordenada y el aroma a café y pan con mantequilla inundaba el aire.
Todo se veía grandioso, todo se veía delicioso, y Victor no podría estar más impaciente para tomar una hoja en blanco y empezar a escribir y anotar toda clase de ideas.
—Recuerdo días así… —susurra Victor—. Eran soleados y cálidos…
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«Porque yo estaba entre tus brazos».
«Porque tus labios estaban sobre los míos».
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Victor sonríe.
Idea número uno, ¡Anotada!
—Éste será el mejor día de mi vida… —le dice Victor a Chris, sonriéndole y recibiendo una sonrisa de su parte.
—Lo sé… —le dice Chris—. Masumi me llevará a cenar hoy… no sé qué ponerme.
—A él no le interesa lo que te pongas, más bien le interesa que no lleves nada puesto.
—Ya quisiera… —le dice Chris, riendo junto a él—. Masumi es un santo. Tengo que engatusarlo para lograr noches salvajes con fustas, esposas y mordazas.
—Demasiada información… —le dice Victor, para luego cubrirse el rostro con ambas manos mientras Chris ríe divertido—. Rayos, ahora tengo la imagen mental.
De pronto Chris recibe un mensaje en su celular, el cual lee con atención para luego apurar su café.
—Bien, entonces… —le dice Chris, ya poniéndose de pie y llevando su taza al fregadero—. Tengo que alistarme para ésta fabulosa noche. Te llamaré luego.
Victor asiente en silencio mientras lo ve partir, desearía pedirle que se quede pero sabe que Chris tiene una vida entera de la que Victor forma parte pero no para interferir.
—Me contarás todo después… —le dice Victor.
—Claro, creo que… —le dice Chris, sonriendo y quedándose en silencio por un momento—. Creo que va a pedírmelo.
—¿Qué?
—Ya sabes… no puedo casarme con él por nuestros empleos, pero… —le susurra Chris, sonriendo a más no poder—. Quizá hoy me comprometa con él.
Victor se queda mudo por unos instantes, pensando bien la situación.
La primera reacción sería sonreír, pero justo ahora una sonrisa no logra asomarse en sus labios ni siquiera por cortesía.
—Victor, sé que eres feliz por mí… —le dice Chris, acercándose a él y dándole una caricia en el cabello—. Y también yo quiero que seas feliz por fin, es por eso que… olvídalo, te llamaré luego.
Victor asiente y lo ve irse, no ha podido decirle nada, ni siquiera felicitarle.
¿Por qué hay personas con tanta suerte?
¿Por qué él no pudo tener un poco de esa suerte?
Con un poco le habría bastado.
Con un poco hubiera sido más que suficiente.
Para cuando Chris llega a la puerta del edificio en el que él mismo vive, Yuuri ya está esperándolo.
—Está feliz… —le dice Chris a Yuuri, mirándolo con seriedad—. No lo arruines. Quizá al principio se ponga arisco, pero… haz todo lo que él te pida, ¿Sí? Su salud emocional ha empeorado desde que te fuiste, esa es la única razón por la que estoy colaborando en todo esto.
Yuuri quiere decirle algo, cualquier cosa, quizá un gracias o quizá incluso una promesa de que ésta vez no hará llorar a Victor, pero Chris no quiere escucharlo.
—No. No digas nada… —le dice Chris, saliendo del edificio y dejando entrar a Yuuri—. Si escucho tu voz estoy seguro de que cambiaré de opinión, es más, si antes estaba muy seguro de esto ahora creo que hasta una mosca pasando me haría cambiar de opinión… —le dice, mirándolo fijamente—. No lo alteres, no lo arruines, no lo obligues ni le impongas nada, no le des explicaciones, él se las sabe todas, las ha repasado durante todos estos años y las odia. Si lo veo llorando te mataré. Primero discúlpate por todo lo que le hiciste, y recuerda que esto no se trata de ti… se trata de él, de su salud que tú empeoraste y de su felicidad que tú robaste, ¿Entendiste Katsuki?
Yuuri asiente firmemente en silencio y Chris suspira cansado.
—Por cierto… —le dice Chris—. ¿Le enviaste rosas?
—No…
—Está bien, sabía que no eras tan tonto como para anunciarte tan presuntuosamente. Además… no creo que debas darle regalos por ahora, podría destrozarlos y alterarse en el proceso… —le dice Chris—. Eso le haría mucho daño, así que solo ten mucha, mucha, pero MUCHA paciencia con él.
Entonces Chris se fue, rezándole a todos los dioses no haber cometido un error el día en que Yuuri le había contado que iba a regresar allí y le había dicho sus intenciones con respecto a Victor.
Aquella vez, hace apenas una semana o un poco más, Chris le había dicho mil y un cosas a Yuuri por medio de mensajes, pero finalmente y tras mucho pensarlo y tras mucho hablarlo con Masumi, había decidido que Victor no era capaz de dejar ir el pasado doloroso que lo atormentaba siempre, y que lastimosamente, muchas veces aquel que te ha hundido en el dolor y en la tragedia es el único que puede sacarte.
Yuuri entendía eso, entendía que Chris no le ayudaba pensando en él, sino que todas sus esperanzas estaban en la alegría perdida de Victor y nada más. Y para él también, justo ahora su mayor motivación era Victor. Darle a Victor aquello que no tuvo el valor de darle antes, intentar dejar de ser un peso oscuro en su pasado, y sobretodo pedirle perdón.
Con esa idea en mente se paró frente a la puerta de aquel departamento y tocó el timbre.
Victor no tenía ni idea de nada, estaba escribiendo algunas frases y algunas tonadas que se le iban ocurriendo y que iban uniéndose o desuniéndose, cuando escuchó el timbre de la puerta y fue a abrir despreocupadamente.
—¿Chris? —dijo Victor, sonriendo al creer que era su mejor amigo el que tocaba porque se había olvidado algo o por alguna otra razón cualquiera.
Pero su rostro se congeló al ver justo frente a él a un fantasma aterrador que hizo que su corazón palpitara estruendosamente en su pecho.
Tuvo que aferrar sus manos a la puerta para evitar caer del susto, y muy a su pesar un mareo le invadió, uno que le hizo retroceder lo suficiente como para que Yuuri, temeroso pero decidido, ingresara sin ser invitado y cerrara la puerta tras él.
—Vitya… —susurró Yuuri, y sus ojos buscaron los confundidos ojos de Victor, pero no los hallaron, y es que Victor estaba mirando a todas partes, como intentando buscar algo que arrojarle o algún lugar en el cual ocultarse.
Entonces Yuuri no pudo esperar más. Hizo caso omiso de las recomendaciones (advertencias) de Chris y se lanzó hacia él.
Lo estrechó entre sus brazos, lo estrujó cuanto quiso. Aspiró su aroma, su delicioso aroma, fresco, dulce y afrutado.
Sintió a Vitya removerse entre sus brazos, apenas entendiendo lo que estaba pasando, pero no le importó.
Lo abrazó con tanta fuerza que creyó quebrarlo, y creyó fundirse por completo en él.
¡Dios!
¡Cuánto había extrañado esa sensación!
La perfecta sensación de tener a su perfecto Vitya allí, entre sus brazos, junto a él, para él.
Lo amaba.
Lo amaba tanto, tanto que ese contacto tan añorado se le hacía paralizante y mucho más que emocionante.
—Te amo tanto, Vitya… —le susurró Yuuri, abrazándolo aún con mucha más fuerza sin importarle lastimarlo—. Te amo demasiado…
Entonces, y de pronto, un quejido doloroso de Victor le hizo soltarlo y observarlo fijamente.
Victor no podía respirar.
Estaba pálido.
Estaba temblando.
Estaba asustado.
Y sus ojos de cielo despejado no dudaban en demostrarlo dejando que lentas gotas de dolor se derramaran y acariciaran sus tersas mejillas.
Estaba llorando.
Y estaba empezando a darle un nuevo ataque.
—Vete… —le susurró Victor, en un jadeo que alarmó a Yuuri y le hizo recordar lo que Chris le había dicho.
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«Haz todo lo que él te pida».
«Su salud emocional ha empeorado desde que te fuiste».
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Entonces Yuuri suaviza su agarre y hace un increíblemente difícil esfuerzo por dejar de estrujarlo contra él y dejar que se aleje un poco.
—Vitya, tenemos que hablar… —le dice Yuuri, dejándolo ir—. Por favor… —le pide, con la voz más suave y dulce que puede.
Pero cuando Victor se siente libre se aleja de él a toda prisa.
Yuuri intenta detenerlo, pero Victor logra esquivarlo y encerrarse en el baño.
—¡Vitya! —le dice Yuuri, llamándolo y tocando la puerta insistentemente.
—¡Lárgate!
—Por favor, tienes que escucharme… —le dice Yuuri, y la desesperación empieza a invadirle también a él—. Necesito contarte… necesito… abre la puerta, amor, por favor, tan solo abre la puerta, ¿Sí?
—¡No! —le dice Victor, arrojando el frasco del shampoo contra la puerta—. ¡Y no me llames así!
—Vitya…
—¡No! —le repite Victor, y el peso de su propio cuerpo se le hace difícil de mantener—. ¡No me llames así jamás! ¡Vete! ¡Ya lárgate! ¡Sal de aquí!
La respiración de Victor se dificulta con cada segundo que pasa.
Él no lo entiende.
No entiende qué hace Yuuri allí. No entiende cómo es que logró cruzar la puerta del edificio. No entiende cómo es que Yuuri puede ser tan indiferente a su dolor o a esas malditas veces en las que él se consumía con la idea de hacerse una operación e intentar ser lo que Yuuri quería, lo que Yuuri necesitaba.
Victor lo odia porque Yuuri ahora está al otro lado de la maldita puerta diciéndole que lo ama.
¡¿Cómo se atreve?!
El dolor en su pecho se hace pesado y agotador, tanto que ahora ya no respira sin toser y jadear.
Está muriendo, o eso es lo que él mismo piensa, y la sola idea le hace asustarse más y golpear la pared.
Cuando intenta acercarse a la ducha nota que está en el piso, pero ni siquiera sabe en qué momento dejaron de funcionarle las rodillas.
Entonces Victor se arrastra como puede y se sube a la bañera con todo lo que le queda de fuerzas.
Apenas puede pensar.
Lo único que escucha son los latidos desbocados de su propio corazón mezclados con los golpes en la puerta.
—¡Victor!
Yuuri parece tan desesperado como él.
Victor lo escucha sacudir la puerta.
Lo escucha llamarlo.
Lo escucha decir que si no le abre la puerta la romperá.
—¡Vete! —le dice Victor, mientras enciende la ducha con agua fría y se deja mojar con la ropa puesta.
No sabe si Yuuri lo entenderá, no sabe si se irá, pero ruega porque lo haga.
Al otro lado de la puerta Yuuri tiene su frente apoyada sobre la madera, ha dejado de golpearla y ahora solo se queda quieto y en silencio.
Escucha el agua de la ducha cayendo. Escucha a Victor golpeando lo que parece ser el frío y húmedo material de la bañera. Lo escucha toser e intentar atrapar el aire en sus pulmones.
—Está bien… —le dice Yuuri, hablando fuerte para asegurarse de que Victor lo escuche—. Está bien… ya me voy… ya me voy, así que cálmate, ¿Sí? Solo respira, Victor… por favor respira…
Cuando Yuuri se aleja del baño y se dirige a la puerta de salida, observa cuidadosamente el departamento de Victor.
Observa las rosas de quién sabe quién y observa las hojas en las que Victor estaba escribiendo algunas ideas.
No hay nada en ése departamento que le diga que Vitya aún lo recuerda o aún lo ama. Nada.
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«Podrías hacerle más daño del que ya le has hecho».
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Le había dicho Chris la primera vez que le pidió ayuda para volver con Vitya.
¿Tenía razón?
¿Acaso iba a destrozarlo aún más al haber vuelto?
Yuuri está observando el departamento preguntándose eso, hasta que un desgarrador grito desde el baño le hace salir a toda prisa de allí y asegurarse de que la puerta principal del departamento haga el suficiente ruido como para avisarle a Victor que ya se ha ido.
Y solo al escuchar ese sonido es que Victor llora libremente y se abraza a sí mismo.
El agua fría de la ducha sigue mojándole, intentando hacerle pensar en algo que no sea Yuuri.
—Por favor… —susurra Victor, aún intentando respirar e intentando mantener quietas a sus manos que se golpean repetidamente a sí mismas contra todo lo que hay a su alrededor—. No quiero morir… por favor. No quiero morir… no quiero… ¡No!
Yuuri había vuelto a por él y Victor sabe o presiente que no se irá.
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«Te amo tanto, Vitya».
«Te amo demasiado».
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El día en que Yuuri se había ido y le había roto el corazón en mil pedazos, la inspiración de Victor nació con fuerza y se hizo grande con increíble rapidez.
Ni siquiera Victor entendía cómo es que su fama había crecido, pero su corazón roto se reconfortaba con todo el talento que no hacía más que brillar y que se incrementaba con el dolor del abandono.
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«Te amo tanto, Vitya».
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Ahora la inspiración que Victor tenía hace tan solo unos minutos se ha ido.
—Por favor… —susurra Victor, saliendo de la bañera con la ropa completamente mojada—. Por favor, no quiero morir… no quiero… ¡No quiero morir!
Él no sabe si ha sido por el choque emocional o porque al parecer aquel abandono que lo inspiraba acaba de terminar.
Él solo sabe que Yuuri ha vuelto.
—Vete… —suplica Victor—. ¡Por favor vete ya y no vuelvas nunca!
Su mente está en blanco y él se mira fijamente en el espejo del baño.
Intenta pensar en el dolor.
En el día en que Yuuri lo tomó por la fuerza.
En la forma en la que lo dejó con aquel maldito mensaje en aquel maldito espejo.
En todas las canciones que escribió con el llanto amenazando en sus ojos.
Intenta pensar en todo el dolor que Yuuri le causó al decirle lo que le dijo mientras lo violaba y lo dejaba… pero no puede.
No puede pensar en eso.
No puede recordarlo con exactitud.
No puede pensar en algo que no sea el hecho de que Yuuri ha vuelto.
¿Por qué tenía que volver?
¿Por qué no podía quedarse en Japón para siempre?
—¡Lárgate ya, bastardo!
El terrible sonido del espejo siendo roto en mil pedazos por un pequeño florero de mármol retumba en el baño.
Unos segundos después, Victor sale envuelto en una toalla, algo mareado y secándose las lágrimas. Su caminar tambaleante se normaliza y entonces se dirige al teléfono de la sala.
El recepcionista del edificio le contesta y le pregunta qué es lo que necesita.
—Perdón, tuve un accidente… el espejo del baño se ha roto… —le dice Victor, y su voz denota que ha estado llorando.
—Tenemos unos cuantos en el almacén, no se preocupe, señor Nikiforov, lo repararemos enseguida… —le dice el recepcionista.
—Gracias… —susurra Victor, con la mirada perdida y la mente cansada.
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