Muchísimas gracias a @SiariJY no solo por betearme el capítulo sino por aguantarme mientras lo escribo y siempre darme ánimos para finalizar.
El castillo que se alzaba en el centro del reino del fuego era magnífico, sobre una explanada de hierba verde el castillo podía extenderse varias hectáreas entre fortificaciones y jardines. El edificio principal estaba construido con ladrillos rojizos que destacaban aún más cuando las enredaderas y el musgo se hacían paso por ellos, los tejados recubrían cada saliente del edificio con formas redondeadas y azules dándole un aspecto mágico y había ventanas suficientes para que el Sol entrara a raudales e iluminara todo el edificio.
La reina los estaba esperando. Había salido a recibirlos junto a una decena de guardias que se inclinaron con respeto cuando el grupo llegó. Ellos habían bajado de los caballos y los conducían de las riendas hasta las puertas del castillo dónde Nathalie avanzó con paso firme hasta abrazar a su hijo de forma efusiva.
—¡Mamá! — se quejó. Ya era suficientemente mayor para no recibir abrazos de su madre delante de los guardias y sus amigos, pero no la apartó hasta que ella misma cortó el abrazo. Luego lo miró con ojo crítico juzgando si había o no adelgazado, debió de quedar conforme porque no añadió nada para dirigirse al omega que iba detrás de él.
— Tú debes de ser el pequeño Yuri.
El aludido bajó la vista avergonzado. Aún no asimilaba que Jean perteneciera a la realeza, el idiota del alfa no lo aparentaba en lo más mínimo, pero su madre sí. Nathalie llevaba una reluciente corona sobre su pelo recogido y color fuego. Su vestido se veía pesado, no imaginaba cuanto podían valer esas telas que venían bordadas con hilo de oro, pero por encima de todo poseía ese aspecto solemne que siempre había imaginado en una reina. Él en cambio tenía un aspecto desastroso, con su pelo rubio enmarañado y su ropa destrozada. Cuando había salido de su mansión había cuidado de su aspecto tal y como siempre lo hacía. A él le encantaba la ropa bonita y podría haberla mantenido así si hubiera pasado el viaje en su carroza, pero después de haber tratado de huir tantas veces, ahora solo vestía ropa raída, arrugada y cubierta de barro.
A Nathalie sin embargo no le importó ensuciarse, lo abrazó de forma idéntica a su hijo, de una forma tan cálida que Yuri tuvo un vago recuerdo de su propia madre.
— ¡Cielos, mi hijo sigue tan descuidado como siempre! Debió llevarte por el peor camino para que se te estropeara la ropa de esta manera. Ven conmigo, mandaré a una doncella que te prepare un baño.
No se atrevió a contradecirla, la verdad es que moría de ganas por un buen baño. Ambos entraron en el castillo, escoltados por dos guardias mientras el resto se quedaba en la entrada.
Uno de los soldados, un hombre rubio de ojos azules que debía tener la misma edad que el príncipe, interrumpió la formación y con un gesto mandó al resto de guardias que se dispersaran.
— ¡Emil!
— ¡JJ!
Ambos se abrazaron para terminar dándose palmadas en la espalda. Emil era el capitán de la guardia del castillo, había crecido en él y había sido amigo de Jean desde que aprendieron a gatear. Mila y Emil también se saludaron con una sonrisa, aunque no tan efusivamente.
—¿Cómo está Mickey? —comentó JJ animado—. La última vez que lo vi todavía no se le notaba ningún cambio.
—Ahora está de tres meses. Dicen que los omegas embarazados pueden empeorar su carácter —Emil se descubrió un trozo de su camisa para mostrar la huella de una zapatilla en el abdomen. Jean hubiera dudado que una simple zapatilla podría dejar semejante huella si no le hubieran dicho que el culpable era Michelle—. Pero la verdad es que yo no noto ninguna diferencia con el de antes.
Todos se echaron a reír, pero entonces el moreno calló abruptamente y el resto cambió su rictus. Sabían lo que iba a preguntar.
—¿Hubo más ataques en las fronteras?
—Sí. Esta vez no hubo muertos, las tropas estaban preparadas para cubrir las casas de los granjeros de los exteriores. Los ataques han sido leves, pero cada vez más numerosos, consiguieron provocar algunos incendios y varias familias han perdido sus cosechas.
Jean apretó sus puños con un destello de ira en sus ojos.
—Pasemos dentro, discutiremos las siguientes estrategias con la reina.
Mila volteó entonces hacia Otabek que se había quedado apartado más atrás.
—Las caballerizas están en el lado este, guarda los caballos y dales algo de comer, tienen que estar cansados —dejó las riendas de su propio caballo con el moreno para después salir a los campos de entrenamiento.
*
Mientras tanto Yuri se había dado un baño y se había colocado una bata beige. La ropa que le habían dejado era demasiado anticuada para su gusto, por suerte había traído ropa con él y le exigiría al alfa idiota hacer unas enormes compras para rellenar su armario.
Una doncella se había ofrecido a enseñarle el palacio, pero lo había rechazado. Prefería poder moverse libremente y era más fácil estando solo. Las paredes del castillo también eran beige y los techos muy altos. A donde quiera que fuera había cuadros y esculturas de gran tamaño que decoraban pasillos y paredes, todo tenía un estilo sobrio, clásico y aburrido para él. Por suerte, si miraba por la ventana había grandes extensiones de hierba donde tumbarse o montar a su caballo. Se detuvo en un cuadro. La mayoría de cuadros del castillo no eran cuadros personales sino grandes bodegones o jardines, había visto las pinturas de ángeles y querubines de piel pálida y cabello rubio en algunos pasillos, pero este era el primer cuadro que veía de la familia Leroy.
A la izquierda estaba la reina Nathalie, pero mucho más joven de lo que se veía ahora. Su cabello rojo no estaba recogido, sino que caía suelto por su espalda. Ella llevaba un fino vestido verde y su mirada no era tan sabia como la de ahora, pero sí mucho más inocente. Aunque conservaba la misma sonrisa maternal que había visto antes. A su derecha estaba el rey Leroy. Incluso de joven se veía como un alfa grande y fuerte. No pudo evitar pensar en que se parecía mucho a JJ, tenía sus mismos ojos azules y unas facciones masculinas, sin embargo, en el cuadro salía mucho más serio de lo que podría ser jamás su hijo. También tenía una leve sonrisa y las dos manos apoyadas en su mujer y su hijo con algunas suaves líneas de preocupación alrededor de los ojos a pesar de lo joven que aún se veía en el cuadro.
En medio de los dos se veía un pequeño niño con una enorme sonrisa reluciente y chispeantes ojos azules. El traje que llevaba también era elegante y azul, pero su pelo estaba ligeramente revuelto. Yuri sonrió al pensar en lo difícil que habría sido conseguir que un JJ niño se quedara quieto mientras pintaban el lienzo.
Una vez se hubo cansado de recorrer los pasillos regresó a la habitación que le habían asignado. Las paredes eran claras y había una terraza a la que podía salir para contemplar las estrellas. Dos puertas salían directamente de la habitación y Yuri se dirigió a ellas curioso. La primera era la entrada a un armario tan grande que ni viviendo diez vidas podría llenarlo, la segunda daba a su propio baño privado que ya había sido acomodado con toallas limpias, geles y perfumes. Volvió sobre sus pasos y se echó en la cama que era tan enorme que ni estirando brazos y pies lograba acercarse al borde, el colchón se hundió ligeramente bajo su peso y él cerró los ojos un momento, aspirando el aroma que parecía desprender la almohada, su cuerpo se relajó y sin darse cuenta cayó dormido.
Cuando Jean llegó a la habitación su rostro se veía más cansado de lo habitual. Por unos segundos se dedicó a contemplar a Yuri dormido sobre su cama. Aún llevaba las zapatillas y se había quedado durmiendo por encima de las sábanas. Se acercó a él quitándole los zapatos para acomodarlo, pero tan pronto rozó su piel los ojos verdes de Yuri se abrieron y pestañearon con sorpresa, enfocando la nueva habitación e instantes después a Jean. Del sueño profundo había pasado a estar completamente despierto apartando de un manotazo al alfa como si su tacto quemara.
—¡¿Qué haces aquí?!
— ¿Eh? Esta es mi habitación, Yuri-chan.
— ¿Bromeas, cierto? ¡Fue una de tus estúpidas doncellas la que me hospedó aquí así que largo, pervertido!
Las cejas de Jean se fruncieron también, tenía mucha paciencia con Yuri porque era un omega joven y su carácter la mayoría de las veces le divertía, pero después del viaje y del duro día que llevaba discutiendo los asuntos del reino, lo que menos quería era volver a su habitación para pelear con su omega.
—¿Y no pensaste que te hospedaron precisamente en mi habitación porque eres mi omega y estamos enlazados? — remarcó la posesión en cada una de sus palabras haciendo enfurecer más al rubio que abrió la boca y volvió a cerrarla con un crujido de dientes.
—¡No me importa, lárgate!
Jean no hizo el menor caso. Para remarcar que no lo haría se quitó la camisa y los pantalones de forma rápida y descuidada para meterse en la cama. Yuri saltó de ella de inmediato y con un gran jódete y un portazo se encerró en el baño.
Abrió el grifo del agua fría y se lo echó en la cara con violencia. ¿Cómo podía haber sido tan estúpido? El olor de la habitación… Debería haber reconocido que esa fragancia que lo había hecho sentir tan cómodo hasta el punto de dejarlo dormido era la de JJ. ¡Estaba harto de tratar de evitar ese aroma y ahora lo pillaba por sorpresa! Y al gran imbécil no se le había ocurrido otra cosa que tocarlo e incluso desnudarse delante de él. Volvió a echarse agua en sus mejillas que aún seguían coloradas y después se apresuró a rebuscar en su morral, el bote de plantas seguía ahí, así que lo destapó con prisa y pinzó su nariz con dos dedos mientras masticaba un buen puñado de hojas.
Era lo más efectivo que conocía para mantener sus hormonas en niveles de beta y como anticonceptivo natural, y aun así no era lo suficientemente potente como para evitar el cosquilleo que le subía por el vientre cada vez que veía a JJ y tampoco evitaba que le ardiera la piel cada vez que lo tocaba. Pasados cinco minutos salió y se metió en la cama (donde ya estaba el alfa) en la esquina más alejada de él para evitar rozarlo por accidente. Ahora que estaba el dueño, el aroma de la habitación era mucho más intenso, así que Yuri cerró los ojos con fuerza e intentó concentrarse en cualquier otra cosa que no fuera sentir el calor que venía del otro lado de la cama, podía reprimirse, sabía que era lo suficientemente cabezota para conseguirlo.
*
Yuri sintió caricias que le erizaron el vello de sus muslos. Jean estaba sobre él con ojos vidriosos de deseo mientras acariciaba sus piernas hasta llegar a su cintura donde deslizó su ropa interior hasta debajo de sus rodillas. Abrió sus piernas instintivamente. Sentía el calor de su bajo vientre ascendiendo en oleadas que explotaban allí dónde él tocaba y ahora sus grandes manos apretaban su trasero, estrujándolo y elevándolo hasta que sus caderas se rozaron.
—¿Quieres que continúe?
Asintió con la boca seca y el moreno descendió hasta su miembro. Sintió su respiración caliente en la piel y luego su lengua. Sus ojos se rasgaron ante el placer.
—Di mi nombre—exigió con una voz ronca cargada de deseo que le hizo perder inmediatamente la cordura.
—JJ…J-Jean ¡Jean!
—¡Yuri!
Yuri abrió los ojos. Estaba empapado en sudor y su respiración muy acelerada, enfocó de nuevo la habitación en la que se encontraban y a Jean tomándolo suavemente por los hombros. Aún sentía como su piel ardía y el contacto no ayudaba, esperaba que el mayor no hubiera notado nada.
—Estabas soñando… conmigo.
Sus mejillas se sonrojaron más, si es que eso se podía. Imaginaba que JJ se burlaría de él después de todo lo que se había esforzado en rechazarlo y estuvo a punto de golpearlo, pero él seguía sujetándolo con cuidado, no había burla en su cara, sino unos ojos sorprendidos. Entonces lo observó mejor, él también tenía la piel caliente. Jean siempre tenía la piel caliente, pero esta vez incluso más de lo que era habitual. En su cuello notó algunas gotas cristalinas de sudor y cuando movió su rodilla, chocó contra la enorme y dura extensión que el futuro rey guardaba entre sus piernas. Jean estaba igual de necesitado que él y eso le reconfortó un poco.
Se besaron. Jean lo tomó por la nuca, enredando sus dedos entre los hilos dorados de su pelo mientras lo demandaba con su lengua, y él abrazó con sus piernas la cintura contraria. Hasta ahora no se había dado cuenta de lo mojado que realmente estaba, podía notar como su lubricación natural se deslizaba entre sus glúteos y mojaba sus piernas al mismo tiempo que sus mejillas ardían por ello. Se abrazó desesperadamente a la espalda del alfa deslizando sus uñas por la piel hasta dejar marcas rojizas a lo largo de toda su espalda. Lo necesitaba y su trasero se frotaba contra él para recordárselo. Él lo mordió entre besos imperfectos que hacían que sus bocas se encontraran no sólo con sus labios sino con la piel de alrededor, barbilla y cuello. La ropa interior nadó entre las sábanas y Jean tomó a Yuri de las muñecas, volteándolo en la cama para mordisquear su cuello y besar el hueco que había entre sus escápulas.
Yuri jadeó y elevó su propio trasero para poder sentir la excitación de Jean entre sus nalgas y frotarse contra ella. Era enorme y moría por tenerla dentro de él de tal forma que se dejó tomar por sus caderas sumisamente. Y el alfa introdujo su miembro lentamente, resbalando entre los jugos del omega que evitaban que la penetración fuera dolorosa, pero aun así seguía siendo muy intensa. Yuri hundió la cabeza en su almohada, mordiendo las telas que la cubrían. Sus brazos y piernas estaban apresados por el alfa que continuaba introduciéndose hasta que pudo jurar que había llegado hasta su estómago.
—¡Ugh! ¡Más! ¡No pares ahora, idiota!
Jean obedeció, impulsándose con sus caderas hasta el interior una y otra vez. Se sentía como fuego, cada vez que tocaba un punto sensible de Yuri su piel se erizaba y gemía tembloroso sintiendo que necesitaba aferrarse a las sábanas para no perder la consciencia. Su propio miembro se derramó mojando la piel de su vientre y sus ojos se llenaron de lágrimas mientras gemía agotado. Jean seguía embistiendo en su interior y él se sentía tan lleno y abrumado que no podía balbucear nada coherente.
—D…den….agh..tro.
Quería tener el tibio líquido de Jean dentro de él, derramándose en su interior y escapando entre sus piernas en hilos blanquecinos, pero estaba demasiado cansado y no quería desmayarse antes de que Jean terminara. El agarre en sus muñecas se aflojó y él aprovechó para girar sobre su cuerpo y abrazar la cintura del alfa entre sus piernas impulsándose para hacer las embestidas más perfectas y tomar su cara entre sus manos.
Quería ver la cara de Jean cuando terminara, quería verlo correrse para él. El alfa tenía el rostro sudado, los ojos cerrados y sus labios apretados y Yuri acarició con las yemas de sus dedos las mejillas del mayor que abrió sus ojos azules conectándolos con los del omega.
—Yuri…te amo.
Los ojos del menor se abrieron y Jean terminó, dentro de él, mientras Yuri gemía y arqueaba su espalda por las oleadas de placer.
Yuri abrió los ojos a la mañana siguiente, toda la habitación olía a sexo y… a Jean. Pero aparte del aroma no había nadie en su cama, las sábanas estaban arrugadas y vacías y él igualmente sintió un nudo formándose en su estómago. La primera vez que había tenido sexo con el alfa ambos habían despertado en medio del bosque, no es que hubiera sido la mejor experiencia pues se había sentido confundido, asustado e inseguro, pero al menos no se había sentido tan solo. Obviamente JJ aún debía estar enfadado con él por haber tratado de escapar tantas veces. Jean no había rechazado acostarse con él porque era un alfa pervertido, pero aparte de eso no debía de interesarle para nada. El recuerdo de las últimas palabras de Jean la noche anterior le vino a la mente y el apretó los almohadones con fuerza para lanzadlos contra la pared.
—¡Mentiroso!¡Eres tú el que no me interesas a mí! ¿Lo oíste? ¡Te odio!
Gruñó mientras sentía como sus ojos le picaban. Los frotó con furia, no iba a llorar. Él nunca lloraba. Se levantó de la cama sintiendo una punzada en su trasero, le dolía pero eso no iba a pararle. El cuerpo de un omega estaba naturalmente preparado para el sexo salvaje, mucho más que el de una beta y se recuperaban enseguida. Tomó unas mallas del armario y se vistió a toda prisa, no pensaba quedarse encerrado en una habitación que le recordaba continuamente lo que habían hecho. Al menos quería tomar aire fresco.
*
Mila descansaba sobre la pared de una vieja posada. Se había cambiado la ropa de viaje por el tipo de ropa que solía llevar en las batallas, cuero y pieles. Tomaba cerveza directamente de un cuerno mientras que Otabek practicaba con su arco en un árbol cercano.
Había rechazado tomar cerveza argumentando que no tenía el metabolismo acelerado de un alfa y enseguida se pondría ebrio. A ella no le hubiera importado, pero aun así lo había dejado ir, desde su posición podía vigilarlo igualmente, mientras practicaba. Incluso si su manejo con el arco ya era increíble, él continuaba exigiéndose más y más, nunca se permitía relajarse. Por un instante se divirtió imaginando como sería un Otabek ebrio, cediendo a sus impulsos libremente en lugar de mantener su expresión estoica. Sólo había visto atisbos de ello cuando dormían juntos e incluso ahí se las arreglaba para no dejarse llevar completamente. Se preguntaba si eso era lo que le había atraído de él en primer lugar. Quizás necesitaba tener a Otabek completamente para poder olvidarse de él y volver a tener parejas de una sola noche como había ocurrido hasta ahora.
Unos brazos la tomaron por su cintura y un cuerpo pequeño y menudo se abrazó contra ella restregando la cabeza en su pecho.
—¡Sabía que era tu olor! ¡No puedo creer que hayas vuelto!
—¿Sala? —ella asintió con expresión coqueta. Sala era una omega de belleza impactante, con la piel color caramelo y los ojos violáceos. Era el tipo de omega que sabía que podía tener a cualquier alfa a sus pies y disfrutaba con ello.
—Es una suerte haber despistado a Mickey o se hubiera puesto pesado nada más verte — Mila la tomó de los hombros separándola con cuidado. Sala era una de las omegas con las que se había acostado en más de una ocasión. Una de sus favoritas cuando estaba de paso en el reino del fuego. Sin embargo, ahora no tenía ningún deseo de tener una aventura con ella aun cuando ella seguía tan hermosa como siempre.
—Sala, estoy con alguien —hizo un gesto, señalando con su barbilla al chico del arco unos metros más adelante. Ella frunció el ceño de inmediato, pero se relajó al sentir que el chico no desprendía ningún aroma. No era un omega, desde luego. Ella tenía un buen olfato y lo hubiera sentido incluso siendo recesivo.
—Uno de tus soldados, supongo.
—De hecho, sí.
—¡Ya sé! Podéis venir con nosotros a comer —Mila rodó los ojos.
—No creo que sea buena idea, Sala.
—Vamos, desde que Mickey está embarazado Emil está especialmente empalagoso con él. Es tan aburrido comer con ellos y mi comida es mucho más deliciosa que la de la posada.
Sala miró a Mila con ojos de cachorro, parecía dudosa así que era el momento de jugar su última carta.
—¡Por favor! Eres mi amiga, ¿no?
—Está bien, pero solo iremos a comer, ¿de acuerdo?
—¡Eres la mejor! —sonrió colgándose de su cuello para darle un beso en la mejilla—. ¡Te veré luego, prepararé algo rico!
Sala se marchó tatareando una vieja melodía tan animada como siempre dejando a Mila suspirando con fastidio, esperaba que Sala no insistiera demasiado, no entendía la razón, pero no estaba de ánimos para ella.
Al llegar las dos de la tarde ambos se dirigieron a una de las casas más céntricas del pueblo, la casa de los gemelos Crispino. Era bastante espaciosa, las ventanas estaban llenas de plantas y flores, y se veía tan limpia y cuidada como era normal en ellos.
Mila llamó y Sala abrió la puerta casi de inmediato. Había recogido su pelo en una coleta alta y se había puesto un vestido azul turquesa que resaltaba el color de su piel. Nadie podía negar que era una omega hermosa, de las que hacían que los alfas sonrieran idiotizados y los omegas la admiraran embelesados.
—¡Oh, ya estáis aquí! —les recibió con una sonrisa encantadora abriéndoles el paso —. Tú debes de ser uno de los valientes hombres de Mila ¡Eres tan apuesto!
Sala inclinó su cuerpo para besar las mejillas de Otabek como saludo, pero la pelirroja se puso en medio con un bufido.
—¡Cielos! no estés celosa, tonta. Sabes que yo te prefiero a ti.
—¡No estoy celosa! —se apresuró a rebatir con un ligero sonrojo. La morena solo sonrió de forma coqueta.
—¿Por qué no os acomodáis? Enseguida serviré la comida.
Mickey ya estaba en el salón. Su vientre se veía más abultado que la última vez.
Nada más ver a la pelirroja puso su típica expresión molesta.
—Babicheva.
—Crispino—le saludó de idéntica forma, pero con una sonrisa juguetona. A ella le parecía divertido, pero para el omega con complejo de hermano protector cualquiera que estuviera a menos de diez metros de su hermana era una potencial amenaza. Sin embargo, eso era algo que jamás había detenido a Sala. Su lista de amantes era más larga de la que el corazón de Michelle soportaba.
—¡No creas que esta vez te dejaré quedarte a solas con mi hermana!
—Vamos chicos, no os peleéis. Mickey ya habíamos hablado de esto.
Él giró la cabeza molesto. pero cediendo ante las palabras de Sala. Por suerte el silencio incómodo que se había formado entre los dos se interrumpió con el sonido de la puerta. Mickey se levantó inmediatamente para abrir, casi como si lo hubiera estado esperando ansiosamente y un instante después una cabellera rubia se abalanzó sobre él, besándolo con fogosidad en los labios.
Hasta Otabek desvió la vista sonrojado. Ya había visto al alfa rubio anteriormente y parecía ser aún más extrovertido en presencia de su omega.
—¡Llegas tardísimo, idiota! ¡¡Y te dije que no entraras así cuando hubiera invitados!!
Emil empezó a enumerar decenas de lo siento mientras trataba de explicarle a Michelle lo difícil que había sido la mañana en palacio. Las trifulcas con el reino vecino habían empeorado y ahora que el príncipe había vuelto habían estado estudiando toda la situación y a lo que podría llevar.
—¡Deja de decirme excusas y al menos lávate las manos, ni que hubieras estado en las pocilgas!
El rubio sonrió y lo volvió a besar, esta vez de forma breve para ir a cumplir la orden de su omega. Puede que la voz de Mickey siempre se elevara cuando lo veía y puede que los demás pensaran que era el alfa más regañado del reino, pero pocas personas veían como los ojos de Mickey siempre se iluminaban cuando lo miraba, a pesar de que se esforzara en poner su tono de voz tan violento como fuera posible.
Cuando por fin estuvieron todos reunidos, Sala sirvió el fantástico pastel de carne que había preparado.
—¡Es genial tener a tantos amigos en la mesa!
—Sí, maravilloso…—exclamó sarcástico el omega mayor. Sala se había sentado al lado de Mila y rodeaba su brazo haciendo que de sus ojos saltaran chispas, pero la pelirroja no prestaba atención.
—Dijiste que la situación se había descontrolado. ¿Qué tan grave es?
Mila había captado lo que le había dicho a Mickey en la entrada y no iba a dejar pasar la oportunidad. Emil se rascó la nuca, nervioso. Quizás había hablado de más.
—Seguramente Jean podría darte mejor los detalles.
—JJ no me contará nada —sentenció muy molesta. Quería a su amigo y si su reino tenía problemas debía de hacer una petición formal para que su ejército pudiera intervenir, pero él no dejaba que se inmiscuyeran—. Emil, tengo que saber y prefiero que sea de la boca de un amigo antes de que todo estalle.
El rubio asintió sin otra alternativa.
—Como sabes, el reino de fuego se ha ido expandiendo estos últimos años. Antes, era una ciudad pequeña e independiente como la tuya, pero ahora merece que le llamen, bueno, reino.
Ella instó con su mano a que siguiera. Emil podía ahorrarse los detalles.
—El reino del hielo considera a este reino una amenaza. Es una nación demasiado poderosa, aquella que conquistó cinco reinos… ha habido ataques y quizás no una declaración de guerra formal, pero sospechamos que el rey Víctor no tardará en hacerla.
¿Una amenaza? Eso era realmente malo. Mila mordió su pulgar mientras asimilaba la noticia. El rey Víctor era prácticamente una leyenda, había formado una nación enorme con uno de los ejércitos más poderosos del mundo. Era ambicioso, inteligente y algunos rumores decían que dominaba la magia. No los creía, por supuesto, pero el hecho es que cinco de los grandes reinos antiguos habían sido conquistados por el reino de hielo: el reino del agua, el del viento, los lejanos campos de arroz, el bosque oculto y el último, el reino de la música.
—Tengo que hablar con Jean.
—JJ dijo que esto era un problema del reino del fuego. Creo que no quiere involucrar a las ciudades independientes, supondría poner en peligro sus vidas por una guerra que no les compete.
—¡JJ es un creído inmaduro! ¿Cómo piensa enfrentarse al reino del hielo él solo? ¡Hasta para la prepotencia hay un límite!
Todos en la mesa callaron, incluso los gemelos parecían más silenciosos que de costumbre. Dedujo que la amenaza de una guerra debía de haber preocupado a todo el pueblo por bastante tiempo.
*
Jean llevaba más tiempo del que hubiera imaginado buscando a cierto felino malhumorado. Le habían dicho que estaba en los jardines, pero no lo veía hasta que un dulce olor le hizo mirar arriba.
Yuri se había encaramado a una de las ramas más altas de un cerezo. Realmente merecía el apodo de gatito.
—Yuri-chan, vas a caerte de ahí.
Él no contestó, ni siquiera lo miraba. Hacía lo único que JJ no era capaz de soportar: que lo ignoraran.
—Vamos, Yuri. No seas prepotente. Ayer no estabas enfadado.
El rubio crispó su pequeño cuerpo, no había duda de que lo estaba oyendo y le hubiera tirado una piedra si la tuviera a mano, pero en lugar de eso dio un pequeño bufido y continuó dándole la espalda.
—Como quieras. Si no quieres bajar, subiré yo.
Dicho y hecho. Jean escaló el árbol fácilmente y como si se tratara de un juego de niños llegó a su lado. La sonrisa divertida de Jean desapareció en cuanto vio los ojos enrojecidos del menor.
—¿Qué te ocurre? ¿Te hiciste daño? —Jean trató de tomarlo en sus brazos, pero recibió un fuerte manotazo.
—¡Lárgate de aquí, asno!
Él hizo un puchero.
—No pienso irme sin ti, Yuri.
—Eso no te importó esta mañana, ¿no?
Jean abrió los ojos sorprendido. Así que por eso estaba molesto, no imaginaba que esa era la clase de cosas que podrían molestar a Yuri, sí a un omega común pero el rubio se veía siempre tan indiferente que olvidaba que su corazón era más sensible de lo que mostraba.
—Yuri… tuve que hacer cosas importantes y no quería despertarte, necesitabas descansar. No imaginé que eso te molestara, lo siento mucho.
—¡Cállate!—las mejillas del rubio se habían sonrojado como dos llamas—.¡Eso ni siquiera me importó, no me importa nada de lo que tú hagas!
Sorbió su nariz y se frotó los ojos con su manga de forma violenta. Y Jean aprovechó para abrazarlo entonces, incluso cuando el menor forcejeó durante unos segundos.
—Siento mucho lo de esta mañana, fui un insensible idiota y no lo volveré a hacer. No eres un juguete para mi, eres mi omega y más que ninguna otra cosa quiero protegerte, cuidarte y hacerte feliz.
—Cállate. Ni siquiera me interesa —pero el moreno sentía como el menor dejaba de forcejear con sus palabras y se relajaba en sus brazos.
—Está bien, pero a mí me interesa otra cosa —besó su hombro haciendo que toda la piel de Yuri se erizara—. Me dijeron que no has comido nada desde anoche, así que te voy a bajar y vas a venir a comer conmigo.
—¡¿Qué?! ¡Ni se te ocurra, Leroy!
Jean le rodeó la cintura y pasó el otro brazo por debajo de su trasero asegurándose de que estuviera bien sujeto y a continuación saltó de la rama hasta el suelo. Como si saltar desde quince metros de altura fuera algo cotidiano para él.
—¡IDIOTA!
Hasta la cabellera de Yuri se había erizado y, nada más el moreno le puso en el suelo, comenzó a pegarle. Le había recordado a cuando, de pequeños, su prima se pasaba de fuerza al empujar su columpio, aunque el susto esta vez había sido cien veces peor. ¿A qué idiota se le ocurría saltar desde esa altura?
Pero Jean reía divertido mientras huía del menor hasta la mesa dónde sirvieron la comida. Una pequeña trampa.
Jean y Yuri se sentaron a comer con expresiones opuestas, uno en cada extremo de la mesa. Era lo malo de ese tipo de mesas, pensó Jean. Él hubiera preferido sentarse al lado de Yuri, aunque se pasara toda la comida pateándole por debajo de la mesa.
—Yuri-chan… ¿te gustaría que después de comer cumpliera mi promesa?
Yuri dejó de pinchar los guisantes que le quedaban, confundido. No recordaba a que promesa se refería, esperaba que no saliera con alguna de sus típicas tonterías.
—Trajiste la daga que te regalé, ¿verdad? Puedo enseñarte a usarla en los jardines exteriores.
Yuri hubiera dado lo que fuera para no verse tan emocionado delante de su alfa, pero su cara le había traicionado. Sus ojos brillaban con decenas de destellos y sus mejillas estaban rosas. Asintió incapaz de pronunciar una palabra para correr a por su arma.
La había usado varias veces para probarla. Era un cuchillo curvo y completamente blanco, incluso la hoja. Parecía sencilla a primera vista, pero cuando la había observado más de cerca, se había dado cuenta de que estaba equivocado. No tenía grandes joyas ni piedras incrustadas sino unos agujeros en su mango para introducir sus dedos que la hacían menos pesada. Fijándose bien se podían descubrir cientos de flores grabadas delicadamente en su empuñadura. Las reconocía, eran lirios, Jean le había mencionado que de ahí provenía su nombre.
Al principio pensó que no era un arma de verdad, estaba acostumbrado a sospechar de ese tipo de jugarretas. Quizá le había regalado un juguete inofensivo para que no se hiciera daño porque, ¿qué clase de metal podía ser tan ligero? Debía de ser blando y romperse con facilidad. La tiró contra el tronco de un árbol para probar su teoría y el resultado lo hizo boquear.
La hoja era increíblemente ligera y flexible en su mano, pero al entraren contacto con el tronco se había hundido hasta la mitad. Ninguna de sus espadas tenía ese filo, era increíble. Aunque jamás lo reconocería frente a JJ, era el arma más asombrosa que jamás había tenido en sus manos.
Una vez en el jardín, Jean y Yuri se pusieron a entrenar. Estaban solos, aunque sentía como algunos guardias los vigilaban desde lejos.
JJ había tomado una daga de entrenamiento y parecía querer enfocarse en que aprendiera la estrategia defensiva, eso lo había frustrado. ¡Él quería atacar! Pero Jean había sido imposible de convencer incluso cuando normalmente cumplía todos sus caprichos. El alfa había remarcado que no le enseñaría la ofensiva hasta que dominara todas las posiciones de defensa así que había tenido que aceptar a regañadientes.
Después de horas Yuri se echó sobre la hierba, agotado. Apestaba a sudor, cosa que odiaba y aún le molestaba más que Jean estuviera tan fresco como si no hubieran hecho nada.
Malditos alfas. Masculló entre dientes.
Jean se sentó a su lado acariciando sus cabellos, ahora esparcidos entre la hierba.
—No te desanimes, siempre cuesta empezar al principio.
—¡No estoy desanimado! —exclamó con un puchero—. Es sólo que tú naciste alfa y te dieron fuerza y resistencia de forma natural.
—También entrené, ¿sabes?—respondió divertido, pero Yuri seguía refunfuñado—. Sobreestimas la fuerza. Es verdad que no llegarás a alcanzar la fuerza de un alfa, pero no es lo único que importa en una batalla. Eres veloz, sobra decir que inteligente, y creo que con algo más de entrenamiento, serás más ágil y flexible que yo. Tú también tienes talento natural, Yuri.
No lo diría, pero a juzgar por las mejillas de Yuri y su sonrisilla prepotente estaba secretamente complacido.
—Por hoy, hemos terminado. Deberías guardar a Lilium antes de que alguien se haga daño.
—¿Lilium?—enseguida dedujo que se refería a la daga—. Esta arma… parece especial.
Yuri sostuvo la daga y los rayos del Sol la iluminaron. En otras espadas podías ver tu reflejo y cuando el Sol las tocaba, destellos del arco iris, pero Lilium era completamente blanca y sus reflejos eran blancos también. Cómo si absorbiera toda la luz del Sol y la reflejara con fuerza.
—Dijiste que la mandaste hacer, ¿qué clase de herrero la hizo?
—Mi padre. A él siempre le encantaron las espadas, eran su pasatiempo favorito —Yuri no pudo evitar escuchar el tono nostálgico de JJ al mencionar a su padre en pasado—. Y era realmente bueno en todo lo que tuviera que ver con ellas, por desgracia yo no seguí con eso.
Yuri sonrió con malicia.
—Quieres decir que eras malo.
—¿Cómo crees eso? ¡El rey no es malo en nada!— ahora las mejillas de Jean eran las coloradas.
Yuri le espetó que era un creído sin remedio, pero parecía bastante complacido de haber sido él quién lo había alterado y no al revés por una vez.
—Sé manejar bastante bien una espada, es solo que soy mejor en el cuerpo a cuerpo. Muchos alfas saben usar bien un arma, pero yo estoy muy por encima en lo que a fuerza física se refiere.
Yuri recordaba vagamente un alfa que lo había atacado hace tiempo. Justo antes de que se enlazara con Jean en el bosque Raíces. Recordaba que era uno de los alfas más grandes que había visto, probablemente extranjero. Era alto y ancho como un armario y sus brazos estaban repletos de músculos enormes. Parecía una bestia y sin embargo Jean lo había hecho huir como un conejo asustadizo al poco de intercambiar golpes. No dudaba en que la condición física del moreno, aunque le fastidiara, era formidable.
—¿Qué hay de los materiales con los que se hizo la daga? La aleación de la hoja no se parece a nada que haya visto antes. ¿Tenéis armas así aquí?
—No, esta daga es especial.
Yuri esperó a que Jean dijera algo más, siempre hablaba mucho, pero ahora estaba recostado sobre la hierba con ojos cerrados y una sonrisa. Él también cerró los ojos disfrutando de la suave brisa.
—¡Mi señor!
Un guardia se acercó corriendo hacia ellos.
—Nos llegan noticias de la ciudad vecina. El coronel Nicolai ha sido gravemente herido, acaba de llegar a su casa.
Los dos se incorporaron de inmediato con la respiración agitada.
—¿Mi… abuelo?

OMG NICOLAIII NOOO!!!
chale el capi esta reemocionante!!! me siento leyendo un manga medieval de accion tipo viland xD
y ya han hechomenciones de Victor D: omgg realmente sera malvado aquí (eso seria interesante de leer xDDD)
u gran saludoteeee
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