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SinLímites: VII. El viaje


Muchas gracias a SiariJY por betearme el capítulo ❤

JJ cepillaba a su caballo favorito, un hermoso pura sangre blanco inmaculado que contrastaba perfectamente con el caballo negro de Yuri. Habían terminado de empacar las cosas, no sin contratiempos de parte del omega que aún le seguía poniendo las cosas difíciles.

—¿Vienes a despedirte? —no necesitaba voltearse para saber que su pelirroja amiga había llegado a las caballerizas.

—En realidad estaba pensando en acompañaros. Si os metéis en problemas, algo seguro conociéndoos, más vale que Yuri viaje con un alfa realmente fuerte para protegerlo.

Jean sonrió, sabía que Mila estaba jugando.

—Te recuerdo que yo gané en el último duelo.

—Y yo te recuerdo que aun así te gano por una.

—¿En serio? Tus matemáticas apestan.

Ambos se miraron a los ojos, podían verse chispas eléctricas bailando en sus pupilas, pero apenas en unos instantes comenzaron a reír escandalosamente.

—¿Recuerdas la cara de Yakov cuando le dijiste eso en medio de una de sus clases?

—¡Tú eras muchísimo peor que yo! Casi siempre eras la que ideaba las travesuras y luego acabábamos ambos castigados.

—¡Porque no eras capaz de seguir una coartada! Siempre que Yakov te preguntaba te ponías nervioso y acababas confesando lo que habías hecho. Nunca fuiste bueno mintiendo.

Ambos suspiraron, de pequeños habían vivido un montón de pequeñas aventuras juntos.

—Y ahora estoy comprometido con Yuri.

—Sobre eso… —la pelirroja dudó, apenas una centésima de segundo, mientras se decidía a abordar el tema—. ¿Quieres a Yuri? Quiero decir, más allá de todo lo instintivo y que sea tu omega.

Jean dibujo una media sonrisa. Sabía que, como alfa, Mila confiaba en él para proteger a su primo, pero no iba a conformarse con sólo eso. Él la conocía mejor de lo que ella dejaba ver, pues aunque la mayoría pensaran que el demonio rojo no tenía sentimientos, en realidad su sensibilidad la desbordaba por dentro, especialmente cuando se trataba de sus personas cercanas.

Él no tenía problemas en contarle la verdad, nunca había tenido nada que ocultar y no iba a empezar ahora.

—Nunca pensé en comprometerme con él y tampoco pensé nunca en enamorarme de nadie. Desde el comienzo la idea del amor estaba descartada. Mi alianza con Isabella se pactó cuando tenía ocho años y ambos nos llevábamos lo suficientemente bien para llevar un matrimonio tranquilo. Si las cosas no funcionaban en la cama, cada uno podríamos tener nuestros amantes, ya sabes, no es algo raro en…

—¿La realeza?

Jean asintió para continuar.

—Yuri siempre me pareció el omega más bonito del mundo, pero nunca me permití pensar en él de esa forma, él era menor que yo y aunque la diferencia de edad no sea grande, había apartado la idea de elegir pareja. Me conformé con elegirlo como hermano menor… o al menos yo tenía esa idea porque él jamás me soportó.

—Al grano, Jean —bufó Mila—. Tus sentimientos por él, ahora.

—Je, es difícil porque no siento que mis sentimientos por él hayan cambiado, sólo les estoy poniendo atención en lugar de ignorarlos. Me siento relajado, cuando el compromiso con Isabella quedo anulado sentí como si me hubieran liberado de los grilletes. Y ahora… me siento feliz. Es curioso, pero incluso cuando desperté en el bosque, antes de ver su cara sabía que era él, no sólo lo deseaba mi cuerpo, sabía que era Yuri porque sólo él podía hacer que me sintiera de esa forma —sus mejillas enrojecieron con una mirada soñadora, pero pronto se vio inundado por una sombra de tristeza y sus hombros cayeron abatidos—. Es como si me sintiera feliz de haber roto mi compromiso y haber fallado a mi pueblo. ¿No me convierte eso en un rey pésimo?

—Quizás tengas razón —Jean sonrió de forma amarga ante las palabras de su amiga—. Somos más parecidos de lo que pensamos, Jean. Supongo que ambos estamos yendo contra las reglas de este juego, haciendo lo contrario a lo que esperaban de nosotros, como alfas o yo que sé.

Mila esperó a que el otro hablara. Sabía que JJ conocía su relación con Otabek y estaba preparada para recibir algún tipo de sermón por su parte, pero él solo la miró comprensivo. Mila le devolvió la sonrisa. Jean era uno de los pocos alfas en los que confiaba al punto de poner la vida en sus manos si fuera necesario.

—Pero incluso si eso te convierte en un mal rey, el hombre que hay detrás de la corona puede sentirse orgulloso.

El caballo que Jean cepillaba relinchó dándole la razón.

—Aunque solo eso no te valdrá con mi primo. Lo amo, pero es terco, orgulloso, indomable y obstinado. No sé a quién habrá salido.

Jean tenía una ligera idea, aunque no era lo suficientemente valiente como para decirla en voz alta.

—Su carácter es maravilloso —Mila rodó los ojos al ver como de nuevo sonreía igual que un tonto enamorado—. Es tan divertido y bonito cuando se enfada. Aunque creo que solo lo he visto enfadado, así que no estoy seguro de cómo es de otra forma.

La pelirroja no pudo evitar soltar una carcajada. Desde luego, si había alguien capaz de ablandar el corazón rebelde de ese gatito malhumorado, sin duda era ese enorme idiota de gran corazón.

                                                       *

Los gritos de Yuri salían de su recámara y eran perfectamente audibles incluso varios pasillos más allá. Dentro de su habitación, el tigre había arrojado su ropa en la maleta y ahora la cerraba a patadas.

—Yuri-chan, sabías que llegaría el momento de irse…— empezó con un hilo de valor.

Desde la puerta el alfa moreno observaba como la habitación de Yuri estaba recibiendo una paliza de manos de su dueño.

—¡CÁLLATE! —gritó con todo el aire que podía salir de sus pulmones—. ¡Y no creas que obedeceré todo lo que tú me digas!

—Sí, sí…

—¡No te obedeceré en absoluto!

Yuri dio una patada a la bolsa de viaje que Jean consiguió atrapar en el aire.

—Incluso si vivimos juntos —hizo   énfasis en recalcar con una mueca lo poco que le gustaba esa idea—. ¡Te ignoraré! ¡Haré como si no existieras!

Yuri caminaba a paso de elefante hacia el carruaje con Jean tratando de seguirlo con todas sus maletas.

—No creo que puedas lograr eso, gatito.

Yuri lo miró con fuego en sus ojos antes de cerrar la puerta del vehículo de un portazo ante los inmutables Mila y Otabek que ya los esperaban montados en sus caballos.

Mila había decidido no traerse a más soldados con ella, el viaje era tranquilo y más gente solo los retrasaría en el camino. Después de una hora de viaje, Otabek dejó su caballo para entrar en la carroza con Yuri.

—Yuri, me dijeron que te avisara, pararemos a comer en quince minutos. ¿Qué estás comiendo?

El rubio tosió casi atragantándose.  Otabek lo había pillado por sorpresa y el pequeño bote que llevaba le resbaló de sus manos.

El moreno tomó el bote observando el contenido a través del cristal, no eran alimentos sino plantas. Podía distinguir flores de cerezo y dientes de león entre varias hojas con distintos tonos de verde trituradas.

—¿Por qué tomas esto?

Yuri apartó la mirada, estaba tan avergonzado que ni siquiera se atrevía a mirar a Otabek.

—Es… para controlar mis hormonas.

—¿No tuviste tu primer celo en el bosque raíces? Deberían faltar meses para el siguiente.

Yuri negó con la cabeza.

—Tú no lo entiendes… Cada vez que ese idiota se acerca, mi cuerpo reacciona. Empieza a hacer calor, el corazón me empieza a palpitar con fuerza y …—calló el resto de síntomas—. Esto me ayuda a controlar mis hormonas y evitar que ellas me dominen a mí.

El moreno le devolvió el bote con rostro pensativo.

—No creo que esos síntomas se deban a tu condición de omega.

—¡Cállate! ¡Por supuesto que se debe a eso y si se te ocurre decir algo más te echaré de una patada!

Otabek levantó sus manos en señal de paz, el rubio no se solía enojar con él, pero en las últimas semanas había estado más irritable de lo normal.

—Lo siento…tú tampoco lo debes estar pasando bien. Debe de ser horrible estar con Mila. Horrible.

Meditó por unos instantes esa palabra. Ni por un momento había pensado que lo que tenía con Mila fuera horrible.

—Es antinatural. Ella es un alfa y yo no soy una pareja adecuada para ella, perderá la confianza de su ejército.

Desde que había derrotado a Giacometti su situación había mejorado. No tenía amigos precisamente, pero las burlas habían parado y su cuerpo se había hecho lo suficientemente fuerte para soportar los entrenamientos, aunque eso no garantizaba nada. Temía que en cualquier momento dejaran de obedecer a Mila por su culpa y hubiera una revuelta, Mila debía recuperar la cordura antes de que fuera demasiado tarde.

—Tengo una idea, ¡escapémonos!

El mayor rodó los ojos.

—Eso ya lo hemos intentado. Mila nos descubrió la última vez y ahora son dos alfas contra un beta y un omega.

—Sobreestimas sus habilidades. Puede que los alfas sean más rápidos y fuertes a pie, pero tenemos caballos y el mío es el más rápido de toda la cuadra.

—Y el de Mila el segundo.

Yuri levantó las cejas con una sonrisa pícara.

—No, Yuri, no te seguiré, tu plan es una locura. Incluso si logras escapar, ¿a dónde irás tu solo en medio del bosque?

El otro dio un bufido molesto.

—Entonces mantén tu boca cerrada y no te entrometas.

Cuando los caballos pararon Yuri decidió bajar del carro. Jean le abrió la puerta y le ofreció su mano para ayudarlo, pero él gruñó y se bajó por el lado contrario.

Habían decidido hacer una parada para comer en un pequeño claro. Cerca debía haber un río para que los caballos bebieran agua.

—Otabek, ¿llevas tu arco?

Él asintió.

—Ve con JJ para cazar algo de comer. Yo iré a recoger leña para la fogata con Yuri.

—Estoy cansado—Yuri fingió un bostezo acompañado de sus manos—. Me quedaré aquí a esperar.

Ella levantó una ceja, extrañada por la actitud del omega menor, pero lo dejó pasar con un suspiro.

—Está bien—no se alejaría mucho para tomar un poco de leña y Yuri podía vigilar el campamento.

Jean y Otabek se adentraron en el bosque. Otabek mantenía su expresión seria, salvo Mila nunca había entablado conversación con un alfa, conocía su lugar, incluso si el más alto insistía en parlotear con él sin importar que no recibiera respuesta.

—Por aquí, escucho ramas —indicó el de ojos azules, sus sentidos estaban más desarrollados que los de beta, así que el otro simplemente le siguió, aunque él no pudiera percibir los sonidos con tanta claridad—. Mila me ha dicho que eres increíble con el arco.

Él enrojeció. ¿Mila hablaba de él? ¿Y estaba orgullosa de sus habilidades? Nunca había destacado en nada, así que le parecía increíble que alguien como Mila pudiera presumir de él.

Jean asintió y señaló a su derecha.

—Vuélvete sin hacer ruido, a cien metros hay una liebre grande. ¿Crees que podrías darle?

Él giró su cabeza. No la había visto, aunque el alfa de al lado debía hasta poder olerla, el sentido de caza de un alfa estaba muy desarrollado.

Tomó el arco acomodándose con cuidado, imaginaba que esto era una especie de prueba y no quería decepcionarlo. Especialmente porque no iba a dejar a Mila como una mentirosa.

Con rapidez tensó el arco y disparó una flecha que certeramente se clavó en el cuello del animal arrebatándole la vida en segundos.

—¡Realmente increíble! Mila no exageraba —Jean le revolvió los cabellos de improvisto, dejando la cara de Otabek como la de un tomate maduro ¿acaso ese tipo no comprendía lo que era el espacio personal ajeno? —. ¡Veamos con que acompañaremos el conejo!

Miró hacia arriba oteando los árboles hasta que encontró lo que quería, un nido repleto de huevos colgaba en una de las ramas altas que cubrían sus cabezas.

—No puedes alcanzarlos, están demasiados altos—murmuró aun recuperándose de las manías molestas del alfa.

No era por desanimarle, pero el árbol debía de medir casi cien pies y no tenía nada para escalarlo, ni siquiera una cuerda.

—No te preocupes, tú ve a por la liebre.

Otabek se encogió de hombros, si ese alfa presumido quería caerse y darse un buen golpe no le importaba, a lo mejor así se le acomodaban las ideas. Caminó hasta tomar la liebre y quitarle la flecha para meterla en una bolsa de cuero. Cuando se giró para volver a dónde estaba casi se le cayó lo que traía en las manos. Jean ya estaba alcanzando la rama donde estaba el nido.

Lo más increíble no es que lo hubiera conseguido, puede que otro alfa excepcional como Mila también hubiera logrado escalar el árbol, sino el tiempo. No debía de haberle llevado más de treinta segundos lo que revelaba que puede que fuese el alfa con mejor condición física que jamás había visto.

Jean bajó con rapidez del árbol sonriendo a Otabek mientras le mostraba los huevos.

—¡Seis! Y también hay setas comestibles debajo de los árboles de allá. Cuando las recojamos podremos volver y preparar una gran comida. 

Otabek asintió algo cansado por la energía del mayor, parecía entusiasmarse fácilmente con todo, como un niño.

Sin decir nada más ambos comenzaron a recoger los hongos cuando un grito los hizo parar en la tarea.

—¡JODER!

—Esa es Mila.

Tomaron la bolsa y corrieron hasta el claro, dónde la pelirroja ya estaba montada en un caballo, el único que veían.

—Ese mocoso se ha escapado y ha soltado todos los caballos. Este es el único que he encontrado cerca, ¡iré a por él!

Jean quedó en blanco para después tratar de buscar un caballo para ir por su omega, pero Mila ya había desaparecido cabalgando en el bosque.

No debía haber ido muy lejos, por las ramas pisadas había pasado galopando por ahí. Cuando consiguió avistarlo, Yuri balanceó las riendas demostrando lo buen jinete que era y como una amazona empezó a poner distancia entre ellos.

—¡Detente, Yuri!

Pero el menor no lo hizo, ni por un segundo. Por fin iba a darle una lección a esos presumidos alfas. El río se hizo visible, tenía una considerable anchura y Yuri no se atrevió a saltarlo, giró su caballo para tomar otra ruta, pero el limo que recubría el suelo de los alrededores era muy resbaladizo y sumado a la velocidad su caballo perdió el equilibrio haciendo que él cayera al río y fuera arrastrado por la corriente.

Mila llegó hasta la orilla y vio con horror como Yuri trataba de nadar sin éxito y ella misma se lanzó al río. La corriente era tan fuerte que era imposible salir de allí solo nadando, consiguió alcanzar a Yuri y rodearlo con sus brazos para recibir el impacto de las piedras que sobresalían en él.

—¡Mila, agárrate cuando te diga!

Jean saltó de su caballo tomando una rama gruesa y pesada lo suficientemente larga para alcanzarlos. La pelirroja consiguió alcanzarla y arrastrar al menor que tiritaba y tosía agua.

—Está helado.

Jean rasgó la ropa de Yuri para quitársela y él mismo se quitó la parte de arriba para apoyar a Yuri en su pecho. Era la forma más rápida de transmitir su calor. Con su chaqueta le cubrió la espalda para llevarlo al campamento que habían improvisado en el claro.

—Voy a matarlo —gruñó Mila mientras Jean se apoyaba en un árbol con Yuri entre sus brazos.

El menor tiritaba de frío al borde de la inconsciencia, aunque podía sentir el calor que lo envolvía de una forma tan agradable que deseaba estar acurrucado así por siempre.

No supo cuánto tiempo había pasado hasta que terminó por abrir los ojos. Jean lo tenía acurrucado contra su pecho, casi desnudos si no fuera por las mantas que lo cubrían.

El color rojo subió desde su vientre a sus mejillas, para empezar a empujar y patear con fuerza ¡¿Cómo se atrevía ese idiota a humillarlo de esa manera?! ¡¿A poner su corazón de esa manera?!

Jean tomó sus brazos para evitar sus golpes y volvió a dejar su cuerpo contra él de forma fácil a pesar de que Yuri trataba de alejarse con todas sus fuerzas.

—Te prometo que te dejaré ir en cuanto recuperes la temperatura normal.

—¡Tú no puedes…!

—Yuri… —Otabek le interrumpió con un cuenco de caldo que había hecho con la liebre y los hongos cuando los alfas habían participado en la persecución de final predecible—. Te ayudará a recuperar el calor.

Yuri lo tomó de mala gana y comenzó a beberlo directamente del cuenco, aunque se abrasara la lengua. Aproximadamente media hora después el alfa le dejó salir para vestirse, cosa que hizo maldiciendo. No iba a perdonar esa humillación, ese estúpido iba a pagar por ello.

Cuando recogieron el campamento y continuaron el camino, pidió bajar del carruaje.

—Necesito ir al baño.

Sus ojos viajaron a Jean al que vio ponerse tenso en su caballo. Internamente se divertía por ello.

—Bien, yo te acompañaré —bufó Mila.

—Puedo ir solo. Y, además, soy un omega.

—Qué bueno que lo recuerdes para lo que te interesa —rodó los ojos—. Está bien, pero vamos a darnos cuenta si te escapas, créeme.

Yuri se adentró en el bosque con malicia y la barbilla en alto. No pensaba escaparse, su plan era más elaborado de lo que pensaban esos dos idiotas.

Se agachó entre la hierba alta buscando lo que necesitaba, por suerte era bastante común y su sonrisa se ensanchó al ver la aparentemente inofensiva planta de hojas diminutas. Su abuelo le había dicho que en grandes cantidades podía ser mortal, pero esa no era su intención.

Tomó las raíces de la planta ocultándolas en su ropa para salir de nuevo al camino y meterse en el carruaje. Esperó el momento adecuado para usarlas que llegó cuando cayó el Sol y todos empezaron a montar el campamento.

Otabek y Jean volvieron del bosque, esta vez con un par de pájaros grandes y tubérculos.

—Yo cocinaré, haré un estofado.

Mila volvió a mirarlo de forma sospechosa. No se había separado de él ni un minuto.

—Tú no sabes cocinar.

Yuri hinchó sus mejillas, ofendido.

—¡Claro que sé! Aprendí en el último año, ¿verdad, Otabek?

El aludido asintió. Al principio habían obligado a Yuri a aprender las nociones básicas, pero después tuvo que reconocer que le agradaba cocinar.

—Se supone que es lo que un omega hace. ¿No querías que me comportara más como un omega?

Ella iba a alegar que no se fiaba de él, aún seguía enfadada por lo del río, pero Jean interrumpió con ojos brillantes e ilusionados.

—¿Cocinarás para mí?

—Para todos— bufó el rubio.

Aun con eso Jean parecía muy emocionado, nunca había probado la comida de Yuri y moriría por hacerlo así que ambos alfas se sentaron a esperar mientras Yuri pelaba las patatas y Otabek le ayudaba a desplumar los pájaros para preparar el estofado.

Los alfas no parecían bajar la guardia sobre él, por razones distintas. Mientras Mila lo observaba retirada con desconfianza, Jean lo miraba embelesado mientras cocinaba.

Fue difícil conseguir un descuido para poder echar las raíces, pero finalmente pudo colarlas en el cocinado final, separándolas de las porciones para él y Otabek.

—Yuri… ¿no crees que es pasarse?

—Créeme, es lo mínimo que merecen.

Sirvieron las raciones y todos se sentaron a comer alrededor de la hoguera. Jean se sentía realmente complacido al probar su plato.

—¡Está delicioso, gatito! ¿Puedo tomar otra ración?

Yuri sintió una punzada de culpa, una ración era suficiente y él se veía tan adora… ¡Emocionado! Corrigió inmediatamente en su cabeza.

Quiso negarse, pero la siguiente frase del mayor le irritó lo suficiente como para cumplirle el deseo.

—Por favor, my lady.

En quince minutos más la pelirroja y el moreno se llevaron las manos al estómago. Las caras se les habían puesto azules y un penetrante dolor en el estómago comenzó a producirse en forma de retortijones.

—Necesito… ¡ir al baño! —consiguió decir Jean para acto seguido, ambos alfas correr hasta el bosque.

Yuri comenzó a reír escandalosamente mientras Otabek suspiraba.

—¡Ahora me largaré! —pronunció entusiasmado tomando su mochila con algunas de sus cosas para adentrarse tranquilamente en el bosque.

Cuando los alfas llegaron al claro notaron de inmediato la ausencia.

—Se fue —corroboró simplemente Otabek.

—¡Maldita sea! ¡Voy a…! —pero de nuevo el cólico volvió a presionar en sus abdómenes haciéndolos doblarse de dolor. No tuvieron más remedio que volver al bosque para terminar lo que habían dejado a medias.

*

Yuri llevaba bastante tiempo de camino y empezaba a sospechar que estaba caminando en círculos. Ya había visto ese árbol partido por la mitad otras dos veces. Por si fuera poco, tenía sueño y comenzaban a dolerle los pies.

—No te muevas.

Yuri se sobresaltó. Ante él estaba Jean, parecía agotado y con una cara mucho más pálida de lo normal. Debajo de sus ojos había bolsas ligeramente violáceas.

Inmediatamente sintió una punzada de culpa, era lo que había planeado, pero algo dentro de él le decía que no le gustaba ver al alfa así. Y su cara estaba demasiado seria, jamás había visto sus facciones tan serias, sin ser acompañadas de su eterna sonrisa brillante. Imaginaba que estaba realmente enfadado con él.

Pensar eso le hacía sentirse miserable, había imaginado que se sentiría de otra forma, quizás orgulloso de vencer al alfa o feliz por haber conseguido molestarlo… pero no así.

Hizo caso sin decir palabra, quedándose junto al árbol mientras Jean llegaba hasta él lentamente.

—No hagas ningún maldito movimiento, Yuri —volvió a insistir.

Extrañado vio como el alfa tomaba una piedra y la tiraba contra la hierba alta. Se oyó un gruñido y varias cabezas comenzaron a salir con amenazadoras filas de dientes puntiagudos. Estaban rodeados de una manada de lobos, y para su horror de una especie gigante.

Jean se había puesto delante, protegiendo a Yuri con su cuerpo mientras también gruñía como amenaza. Pero Yuri sabía que estaba cansado y muy débil por su culpa.

Uno de los lobos, el más grande y el que parecía liderar a los demás, aulló y el resto lo acompañó aullando al unísono. Después de la señal todos se lanzaron al ataque, mordiendo a Jean en brazos y piernas, mientras él trataba de quitárselos de encima lanzándolos en el aire para alejarlos de Yuri. La pelea se volvió realmente violenta, los lobos eran lanzados contra los árboles pero algunos eran tan resistentes que conseguían recuperarse del golpe y volver a atacar.

Jean consiguió tomar al lobo alfa y aunque este le provocó una mordida profunda en el brazo, pudo romperle el cuello haciendo que la manada abandonara el ataque y se dispersara a todo correr en el bosque.

El moreno se apoyó en el árbol unos segundos, su cuerpo estaba ensangrentando pero no hizo nada para parar las heridas, tomó a Yuri de la muñeca para llevárselo con él.

—Espera… hay que parar la hemorragia.

—No, Yuri. No puedo permitirme que me envenenes de nuevo —gruñó cansado.

El menor no dijo nada, la voz molesta del mayor lo hacía sentirse aún peor.

Cuando llegaron al campamento, Mila se veía realmente furiosa con él, pero cambió su mirada al ver las heridas del otro por una de sorpresa y temor.

—Lobos —aclaró Jean cansado.

—¿Yuri está bien? —preguntó mientras corría hasta el omega y lo examinaba.

—Sí, no le hicieron nada.

Ella suspiró aliviada volviendo a poner su expresión molesta, aunque ya no era tan efectiva como antes.

—Puedo curar tus heridas —sugirió Otabek, pero quedó mudo al ver la mirada celosa del rubio.

—No, gracias. Tampoco me fío del cómplice.

El beta bajó la cabeza, culpable. Ya le había quedado claro lo decepcionada que estaba Mila con él cuando habían quedado solos, no le extrañaba que Jean tuviera una impresión parecida.

Jean tomó un trozo de cuerda para atar las muñecas de Yuri y él ni siquiera se quejó. Los dos bajitos se veían tan arrepentidos que se conmovió un poco.

—Mis heridas están bien, ya están cicatrizando—mostró sus brazos que habían dejado de sangrar para calmarlos aunque seguía tratando de poner voz seria—. Dormiremos lo que queda de noche y mañana continuaremos el viaje, espero sin más sorpresas —Comprobó que las cuerdas estuvieran lo suficientemente sueltas para no dañar las muñecas del omega y después llevárselo a dormir con él sin que Yuri se atreviese a protestar.

La mañana siguiente los despertó más cansados de lo habitual. Recogieron el campamento en silencio mientras Jean desataba las cuerdas de Yuri para montarlo en su propio caballo mientras él se subía detrás y tomaba las riendas.

—Puedo ir solo —protestó.

—Puedes hacer muchas cosas solo, Yuri-chan. Entre ellas, matarme.

Él hizo un puchero molesto, sospechaba que su alfa se acordaría bastante tiempo de su pequeña broma. El viaje lo continuaron en silencio hasta el punto en que el mismo Yuri se desesperó, normalmente Jean hablaba sin parar, pero desde la otra noche había estado frío.

Nunca imaginó que prefería al idiota que siempre estaba haciendo payasadas a este idiota.

—¿Cuánto queda? ¿A dónde vamos? Ni siquiera me dijeron nada del viaje.

—Yuri, el reino del fuego queda retirado y además tenemos que llegar hasta el palacio que está en posición central —contestó Mila.

—¿Palacio? ¿Vives en un palacio? ¿Eres parte de la seguridad o algo así? —dijo dirigiéndose al mayor directamente.

—Soy el rey, Yuri.

—¡¿Qué?!¡Esa mierda no puede ser real!¡Nunca te tomé en serio!

Jean le tapó la boca unos segundos hasta que paró de decir groserías, mientras la pelirroja reía desde su caballo.

—En realidad no lo es, todavía es el príncipe —aclaró sólo con el propósito de molestar a su amigo que rodó los ojos fastidiado. Ella sabía que estaba a punto de asumir el cargo y no quedaban más que formalidades, pero no podía resistir las ganas de molestarlo.

Dos días después salieron del bosque y el reino del fuego se comenzó a ver, imponente y hermoso a partes iguales. Lleno de casas blancas que se veían acogedoras, adornadas con todo tipo de flores y plantas que colgaban de los balcones y respondían bien a un clima cálido y agradable.

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