Lado B
(2000)
Tu voz de seguro la asfixia, Víctor, y por eso desea tanto huir de ti. Recuérdalo: aun cuando el universo explote y no quede más que nada y eternidad, ella continuará siendo tu todo. Aunque te grite improperios, aunque no deje de decir cuánto te odia, aunque te golpee una y otra vez el pecho para alejarte. Pero sabes que miente, sabes que su deseo más profundo se iguala al tuyo: quiere tus brazos, tus besos, quiere que la sostengas y no la dejes caer al abismo nunca más. Por eso tomas sus manos, por eso la acercas y aprietas más contra ti. Tirita, tiene miedo y, sin embargo, aguanta sus ganas de llorar y desmoronarse frente a ti. Ella tiene que ser la mujer fuerte, la mujer que supere sola los obstáculos para demostrarle al mundo que es capaz… Tu amor solo le parece un obstáculo, cuando la realidad es que resultarás su salvación. Si ella va y muere, si ella…
—¡Iván, suéltame! —Janne jadea contra ti, lucha contra la fuerza de tus brazos, contra los deseos de su propio corazón. Sin embargo, sientes como poco a poco cede, como poco a poco su fuerza da paso a la resignación.
Y te abraza, hunde su rostro contra ti…
—¡Corte!
Sergey Pater camina presuroso hacia ustedes, y te reirías de la forma cómo su abultado estómago se mueve de un lado a otro de no ser por la expresión de furia que les dedica, y que tanto tú como Mila saben interpretar a la perfección: alguno, o ambos, no han seguido al pie de la línea las exigencias que él dejó claras sobre la mesa. Pero al acercarse más hacia ustedes, lo notas y puedes sentirte un poco aliviado, pues no ha detenido la escena por ti, sino por Mila, frente a quien se coloca y, justo en su cara, vocifera alto todos los fallos “imperdonables” que ha cometido en su interpretación, como si fuera necesario que no solo ella los escuche, sino todo el set. Evitas rodar los ojos con cada frase, pues es absurdo lo que exige a tu compañera, pero no hay otra opción: Pater es y se considera un genio dentro de la industria cinematográfica actual, un genio al cual se le perdonan cada uno de sus deslices, su carácter de mierda, su volubilidad, su pésimo trato a los actores y trabajadores a su cargo, su misoginia innata y, sobre todo, su homofobia extrema. No importa en cuántos escándalos de prepotencia se vea involucrado, siempre habrá alguien dispuesto a trabajar con él y producir alguna de sus nuevas películas, pues saben que su nombre es un sinónimo de calidad y que de él obtendrán un éxito seguro: taquillas que triplican el gasto, premios Óscar, Globos de Oro, millones que entran en los bolsillos de los implicados… Sergey Pater es un genio, una leyenda de alta ganancia con la misma intensidad con que es una detestable persona.
Miras a Mila de reojo: notas sus labios apretados, el ligero temblor de su cuerpo, aquella humedad dentro de sus ojos que cada vez se vuelve más evidente. Y como no podría ser de otra forma, Sergey le recrimina su “histeria femenina”, su “sensibilidad”, su poca fuerza para soportar unas simples instrucciones y “críticas”. Que ganas de golpearlo en la cara, ¿no, Víctor? Pero no puedes, no te atreves… Él es tu boleto. Lo necesitas de tu parte.
Ves a Mila caminar hacia su camerino. Te apresuras para alcanzarla y sujetas su brazo justo antes de que logre entrar. Es fácil darse cuenta del cansancio que vislumbra desde su mirada. Sabes que no es por las horas de grabación, por los llamados que suscitan incluso antes del amanecer, ella es una profesional y sabe lidiar bien con ese tipo de ritmo. Su cansancio más bien es emocional, es por lidiar con un verdadero patán que, ante la más mínima excusa, despotrica contra ella y ve errores incluso hasta donde no los hay. Cuando Mila se gira y te mira, sin embargo, logra dedicarte una sonrisa. Le muestras entonces la bolsa de papel que tienes contigo, misma que está adornada con el logo de su restaurante favorito. Sus ojos se iluminan y te invita a pasar. Pese a que ya han almorzado en el comedor de la grabación, ni ella ni tú pueden negarse el lujo de probar el Piroshki de ese restaurante, demasiado parecido al que solo podrían encontrar en Rusia.
—Sabes que no debería… Sergey no deja de recriminarme que he engordado.
Se sienta en el sofá y golpea suavemente en el otro lado para que te sientes con ella.
—Sabes que eso no es cierto.
Lo haces, te acomodas a su lado y abres la bolsa para ella. El olor cálido del Piroshki impregna cada rincón de ese camerino, uno que ambos disfrutan al aspirar a la vez: es delicioso, lo adoran, y es imposible que sus bocas no se humedezcan con el sabor simulado.
—He perdido cinco kilos de puro estrés —comenta antes de tomar uno y dar su primera mordida. La miras sonreír de forma genuina ante ese bocado y te sientes bien de verla disfrutar de esa manera. Siempre te ha frustrado un poco no poderla defender cuando Pater tiende a propasarse con sus comentarios y tratps, pero es algo a lo que optaron tratar de ignorar, aunque a veces se haga muy difícil.
—Oh, son tan deliciosos. ¿Cuándo tuviste tiempo de ir por ellos?
Desde el primer momento que conociste a Mila en persona, en un trabajo anterior, hubo química: nada relacionado a un gusto sexual o enamoramiento, sino la química de dos extranjeros que tuvieron la suerte de encontrarse dentro de un país que no es el suyo, el de dos amigos que se entienden, que tienen el mismo sueño a alcanzar y pueden apoyarse para ello. Y esa química, queda claro, se trasluce perfectamente en la pantalla. Todos se los han dicho cientos de veces: hacen una pareja hermosa, ideal.
—Yuuri los compró para nosotros anoche. Se encontraba cerca. Sabe también que no has tenido buenos días de grabaciones. Quería animarte un poco.
Sin embargo, para Mila fue bastante obvio la atracción que sientes hacia otros hombres: solo le bastó verte saludar a Yuuri a lo lejos, un día en que los rodajes de escenas les permitieron coincidir en el mismo sitio, para saber que estabas muy enamorado de él, así que cualquier atisbo de interés romántico que pudo haber tenido en ese momento desapareció al instante. Ahora solo son amigos, de los buenos, de los que pueden hablar de cualquier cosa y saben leerse tan bien sus gustos.
—Deberé agradecérselo cuando lo vea.
Yuuri también trabaja en la producción de esa película, como ayudante de decoración y escenografía. Fuiste tú quien lo llevaste ahí cuando te ofrecieron el papel, todo para tenerlo cerca y que sus horarios pudieran sincronizarse mejor; no obstante, no han tenido la suficiente suerte para coincidir. De todas formas, sabes que es mejor así. Nadie, a excepción de Mila y tu manager, Yakov Felstman, sabe de la relación que hay entre ustedes dos, misma que se extiende desde cinco años atrás, cuando se conocieron en la producción de una serie televisiva donde tenías un papel secundario. Él era apenas un asistente, y ambos eran dos hombres dando los primeros pasos dentro de sus propias carreras, dos hombres con el tiempo entre escenas para interactuar, conocerse, enamorarse…
Desde entonces, conforme has subido peldaños, siempre has llevado a Yuuri contigo, pero siempre bajo la promesa de que su amor debía mantenerse en secreto, por lo menos hasta que pudieras cumplir tu objetivo: llegar a las manos de Sergey Pater, ese viejo regordete cuya fama se había hecho ya reconocida, así como su afición por trabajar con actores poco conocidos para que pueda malograrlos a su manera. Pero siempre hay una recompensa por las penurias de soportarlo: cada nuevo actor con quien comparte nombre en créditos ha obtenido un Óscar. Y ese es tu sueño desde siempre, tu meta a alcanzar con él.
Después de que Mila y tú terminan de comer, se crea un silencio suave entre los dos. Mila cierra los ojos y crees que es mejor dejarla descansar en paz. Les han dado un poco de tiempo antes de que continúen con la siguiente escena. Pero antes de lograr ponerte de pie, ella suspira.
—A veces me pregunto si tener que soportarlo vale la pena.
No solo tú eres quien busca ganar un Óscar, ella lo hace y sabe que Sergey Pater logra mover demasiado bien sus piezas dentro de ese mundo para conseguirlo por ustedes. Es muy ingenuo creer que solo se necesita talento para obtenerlo: se necesita saberse vender y Pater vende de maravilla a sus actores.
—Claro que lo valdrá. Solo falta una pequeña parte de la grabación… ¿Dos meses acaso?
Mila abre los ojos y te mira. Sonríe, pero con esa desazón sobre los labios característica de cuando hablan sobre Pater.
—Es fácil para ti decirlo, a ti te adora, contigo no se ensaña.
No puedes negar que Mila tiene razón: pese a que también has tenido que soportar los gritos de Pater y sus exigencias a veces ridículas, no es nada comparado a lo que Mila ha tenido que padecer. Todas sus actrices suelen pasar por un trato parecido, sobre todo aquellas con quienes Pater no tiene alguna oportunidad de acostarse, como Mila.
—No sería lo mismo si supiera lo de Yuuri. En ese caso, ni siquiera me hubiera dado la oportunidad.
Al mirar de vuelta a Mila, notas como su sonrisa se ha desvanecido y la ha suplantado por una línea delgada y fruncida sobre sus labios.
—Tal vez no debería decírtelo, pero… he escuchado rumores de que desea proponerte para su siguiente película, algo de ciencia ficción o algo así. Serías el primero de sus actores con quien trabajaría en una segunda producción. Pero, si es así, ¿suspenderías todo? Ya sabes, lo de salir del clóset y pedirle matrimonio a Yuuri.
—¡No! Claro que no. Se lo pediré a Yuuri cuando todo esto termine. Solo quería trabajar con Pater para que me ayudara a obtener el Óscar como mejor actor. Una vez que lo tenga en mis manos, a nadie deberá importarle qué soy o con quién salgo. Ya no lo necesitaré, sé que podré trabajar con cualquiera.
—¿De verdad lo crees?
Hubieras respondido que “sí” de inmediato, pero hay un segundo de duda en tu respuesta. Un segundo que no debió existir.
Sientes la mirada penetrante de Mila sobre tu nuca y solo te queda disculparte en silencio; mientras Pater te ha dado la oportunidad de volver a casa a descansar más temprano de lo planeado, ella deberá repasar de nuevo algunas de sus escenas. Puedes imaginarte el tiempo que tendrá que quedarse ahí, el tiempo extra que tendrá que soportarlo.
No quisieras sentirte culpable, no es tu responsabilidad lo que Pater haga y sus decisiones de último momento. En cambio, extraes tu celular e intentas sonreír a la pantalla. Supones que a esa hora Yuuri de seguro se dirige a casa y ese tipo de oportunidades no es que abunden del todo en épocas de grabación. No resistes la tentación de escribir y mandar el mensaje: “Ven a mi departamento, cariño. Yo llevaré la cena esta vez”.
No viven juntos, eso es un lujo que, debido a la apariencia que debes guardar, no pueden darse; pero eso no implica que alguna que otra noche no puedan estar juntos, cenar juntos, dormir juntos… Es obvio que él terminaría por tener una copia de las llaves de tu casa, que tendría un par de juegos de ropa suya en tu armario, un cepillo de dientes extra, una taza para el café favorita, comida en la despensa que él compró y ha dejado ahí en lugar de llevarla a su propio hogar. ¿A los demás que podría importarles lo que se encuentra o no entre tus cajones o dentro del baño? Si es su ropa, si son sus utensilios personales, si ante la vista de cualquiera parece que ambos son solo dos amigos compartiendo una noche de juerga en casa, una noche de fútbol o videojuegos, una noche de “hombres”.
Ya tienes en tu mente lo que harás para volver especial esa noche, e incluso repasas en tu cabeza cada uno de los detalles necesarios con una sonrisa que cualquiera calificaría de “tonto enamorado”, pero justo al montarte a tu vehículo recibes una llamada donde Pater te pide volver. Resultaba bastante obvio que ocurriría, sobre todo al no ser la primera ocasión, sin embargo, te niegas al mensaje de “Lo siento, cambio planes” que deberías mandar a Yuuri. Llegarás… Quizá un poco tarde, pero llegarás para pasar una noche hermosa con el amor de tu vida.