Mi amado Yuuri-sempai (Cap 02)


Cap 02: Receptor

—Yuuri, ¿vas a comer antes de irte? —escuchó la voz de su hermana fuera de la habitación y Yuuri terminó de cerrar su equipaje. Hizo cuentas mentales para asegurarse que todo lo que iba a llevar estuviera allí, pues a partir del 02 de Diciembre y hasta finales de las nacionales el 28 de diciembre, estaría en Tokio para encabezar los eventos deportivos que tendría lugar allí.

Dos semanas atrás estuvo en Tokio para la final de la NHK, el último evento deportivo antes de la final del Grand Prix. Su trabajo como periodista comenzaba cuando la temporada de patinaje daba inicio. Allí iba cada fin de semana a Tokio para encabezar el programa «El gozo de la victoria» y dejar sus opiniones, que también serían publicadas en su blog personal y en la columna periodística de NHK. Pero la final del Grand Prix de ese año tendría lugar en Tokio y, aunque Hisashi Mooroka se encontraría en el estadio en vivo transmitiendo la competencia, Yuuri trabajaría en las columnas y prepararía el debate para el siguiente programa del domingo. Para poder dar una mejor cobertura, era necesario estar en la ciudad.

—¿Tío se va? —Se asomó Yukino, su pequeña sobrina de cuatro años. Yuuri le sonrío y la abrazó para cargarla—. ¿Cuándo vienes?

—Para el 31 estaré aquí de nuevo. —La chiquilla hizo un puchero con sus labios mientras se jalaba una de las coletas, provocando que su peinado quedara impar. Luego se asomó Daiki, un pequeño de dos años, que tambaleaba al caminar—. ¿Cuidas a Daiki en mi ausencia?

—¡Sí!

La niña lo abrazó con fuerza del cuello, casi hasta ahogarlo. Yuuri soltó una carcajada y la bajó para sentarla en la cama. Daiki, por su parte, se acercó para jugar a rodar las ruedas de la maleta que aún estaba sobre el colchón.

Una de las sorpresas que Yuuri consiguió al dejar el patinaje, fue volver a su hogar y encontrar que su hermana había quedado embarazada. ¿Cómo? Ni idea, repentinamente pareció haber encontrado un prospecto de padre cuando lo acompañó a su viaje a Barcelona en el último Grand Prix que vivió. Tiempo después, ella conoció a Takano, un fotógrafo que visitó las aguas termales y se quedó para no volver. Se casaron y de su unión nació Daiki, con los ojos tan pequeños como los de su padre.

Si lo veía con atención, su vida ha cambiado bien para los demás, él tampoco debería quejarse. Pero tras haber cumplido sus veintiocho años, no se encontraba del todo satisfecho.

Al mirar hacia el closet de su habitación, el cuadro donde estaba con la medalla de bronce y Mila Babicheva ocupó todo su interés. Ella se veía hermosa con su cabello rojo y largo en bucles cayendo sobre sus hombros, la elegante camisa blanca de sastre y su pantalón estilizado de tono gris. Yuuri estaba enamorado de ella, muy enamorado. Incluso llegó a pensar en tener un futuro con ella. Él se prometió que conseguiría el oro para declararse porque una mujer con la experiencia y las victorias de Mila merecía un ganador a su lado. Se esforzó para conseguirlo, pero el destino fue caprichoso y sus esfuerzos nos fueron suficiente.

Decidió retirarse con el corazón y el ego destrozado. Mila volvió a Rusia.

Años más tarde, cuando volvieron a comunicarse y a recordar aquellos tiempos, Yuuri no se sintió mal. Entendió que la vida fue caprichosa, pero que estaba bien tenerla a su lado, aunque fuera como una amiga a la distancia y se sintió feliz de ver que ella había conseguido enamorarse de un hombre que estaba a su altura, pues fue el mejor patinador de Rusia antes de Yuri Plisetsky. Además, Popovich siempre fue agradable y lo trató muy bien las veces que se encontraron cuando, por su trabajo periodístico, coincidieron en Rostelecom. No veía una mejor pareja para ella.

Cuando Mila lo invitó a su boda como padrino, Yuuri con gusto aceptó. La acompañó con los últimos preparativos y hasta tuvo el honor de verla en la habitación vestida antes de partir a la iglesia. Fue allí donde una revelación cambió todo, removiendo en Yuuri demasiadas piedras..

—Es extraño estar así contigo —dijo Mila, sonriendo mientras peinaba los ligeros bucles que caía sobre su oreja.

—¿Por qué? ¿Por qué no estamos en el Kiss and Cry como antes? —quiso bromear. Mila sonrió mostrando su blanca dentadura. Preciosa, perfecta.

—Por eso y porque, por mucho tiempo en ese año, pensé que estaría así contigo, pero regañándote porque el novio no puede ver a la novia antes de tiempo.

Yuuri recordó esa opresión, fue como si hubieran prensado su alma hasta morderla. Ese momento justo que se enteró que en ese tiempo fue correspondido.

—¿Por qué no me dijiste? —preguntó. Repentinamente había perdido la facultad de respirar. Mila entonces volteó para acomodar su traje de encaje y piedras que cubría su figura de sirena.

—Te estuve coqueteando todo el tiempo, pero entendí que no te gustaba. Así que no quise presionarte. —Se giró—. Peor estoy feliz de que hoy estemos así, juntos, como grandes amigos. Recuperarte me llena de felicidad.

Él hubiera estado con Mila. Mientras estuvo en la boda, no pudo dejar de pensar que el lugar que ocupaba Popovich, hubiera podido ocuparlo él. En la fiesta intentó ahogar esa aseveración a punta de champagne. Estando ebrio, no pudo evitar decirle en japonés mientras bailaba con la feliz recién casada: que él pensó declararse esa final, que él esperó ganar el oro para ello y por no ganarlo se acobardó y prefirió irse. Decirlo con los ojos anegados y la garganta rota, ante la sorpresa de Mila.

Por fortuna para ambos, lograron hablarlo la mañana siguiente, antes de que Yuuri regresara a Japón con el orgullo en el piso y Mila se fuera a su luna de miel a Venecia. Aclararon la situación, se abrazaron y Mila le dejó un casto beso en sus labios a modos de despedida.

—No vuelvas a guardarte lo que sientes —le dijo, mientras acariciaba sus pómulos—. Eres brillante, Yuuri. Brillante. Quiero verte brillar, hazme sentir orgullosa de mi mejor estudiante.

Eso había hecho desde entonces. Decidió dar un paso al frente en su carrera y comenzó a hacer transmisiones en vivo en vez de escudarse con notas periodísticas y columnas de opinión. Se arriesgó a tener un lugar frente a los estudios de televisión para mostrar su conocimiento y capacidad de análisis deportivo en el patinaje sobre hielo. Pero no sentía que fuera suficiente y la muestra estaba allí. Víctor Nikiforov, un muchacho ocho años menor que él había logrado más méritos.

—¿Tío, verás a Victoru? —preguntó Yukino y Yuuri afirmó—. ¡Oh! ¡Dile que yo me voy a casar con él!

—Le diré —mintió. Le pareció ridículo llegar a decirle al hombre más sensual y codiciado de Japón que una niña de cuatro años quiere casarse con él, pero si no quiere esperar, él con gusto le pediría matrimonio.

Es tonto… es demasiado joven para él, pero a su vez es perfecto. Salió con las mejores calificaciones de su facultad, ya se ha ganado a la población y aumentó el ranking de la televisión con solo meses. Víctor inició en el programa en Junio y como Yuuri solo aparece cuando la temporada de patinaje inicia, fue apenas hasta Agosto que empezaron a encontrarse. Han sido encuentros raros, un par de palabras huecas cuando se encuentran por casualidad en el set y nada más. Ni siquiera sabía si tendría algún tema de conversación interesante para hablar con un jovencito de veinte años. ¿Cómo podría estar con alguien como Víctor?

No solo hermoso físicamente, sino con un carisma único. Trataba a sus fans como igual y había logrado ganarse un espacio en el corazón de todos. Era audaz, afilado e intuitivo. Yuuri pensaba que Víctor tenía todo para convertirse en un futuro en el mejor periodista deportivo de la década.

Una parte de él le dice: declárate. Pero no, tampoco está en sus planes hacer el ridículo.

Suspiró hondo y decidió ya bajar el equipaje, con cuidado de no lastimar a su pequeño sobrino. Cargó a Daiki antes de salir de la habitación y caminó por las escaleras junto a Yukino. Mari estaba en la sala, arreglando todo para los invitados que acababan de llegar, una pareja de británicos de vacaciones. Ella tomó a su hijo en brazos y se fue a la cocina a avisarle a su madre Hiroko que Yuuri ya estaba a punto de partir.

En la mesa le sirvieron Katsudon, Yuuri lo saboreó con la certeza de que sería el último en esas semanas.

—Por cierto, Yuuri, ¿qué hacemos con esas bolsas que tienes de carta en el sótano? Quería botarlas. —Mari se sentó frente a la mesa y Daiki intentó agarrar el plato de su tío.

—No las botes…

—¿Y cuándo lo haré? Llevan años allí y se siguen acumulando. Eché las recientes, como siempre. —Yuuri hizo una mueca mientras revolvía el katsudon—. No pensé que seguirían llegando cartas.

Siempre llegan cartas. Son pocas, pero siguen llegando a pesar de que abandonó su carrera de patinaje.

—Cuando venga las leeré y decidiré cuáles se botarán. —Mari pareció conforme con esa respuesta.

—También deberías conseguirte una pareja. —Allí casi detuvo su bocado en el aire—. Vamos, Yuuri, ¿en verdad te sientes bien solo?

—No sé…

—¿No te gusta alguien?

Yuuri prefirió no responderlo.

Notas de autor: Dejo hasta hoy este inicio de fic. Ya está acabado, pero lo ando corrigiendo, así que mañana subiré otros dos caps, el miércoles otros dos y el jueves el final. Espero que les guste, en especial a Mariv que fue la amiga secreta que me tocó y pidió un AU Reverse. ¡Espero que sea de tu agrado!

Publicado por AkiraHilar

Fanficker de Yuri on Ice y Saint Seiya. Amante del Victuuri, sobre todo de las historias donde demuestran que su amor, aunque puede ser imperfecto, sigue siendo hermoso.

7 comentarios sobre “Mi amado Yuuri-sempai (Cap 02)

      1. Acabo de encontrar la sección de comentarios jajajaja (no sé porqué se me perdió), ay, no puedo evitarlo… me encanta esa ship 😅

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  1. Ah caray, le salio competencia a Yuuri ajajaja xD
    Tremenda revelación le lanzó Mila esa noche *0*
    pobre Yuuri, siempre es inevitable pensar en los «y si hubiera sido» más en un momento como ese, pero ya me le van a dar mucho amor a mi Yuuri siii ♥♥♥♥♥♥

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    1. XDDDDD ¡y una dificil competencia! ¿Quién podrá con el amor de Yukino? XD
      La verdad pensando en este pasado me dio un poco de tristeza por Yuuri pero veamos lo bueno, es que él era para su querido Victor-kun xD
      Yuuri los piensa porque se ve cerca de los 30 y le da miedo esa edad. La crisis de los 30 tiende a golpear duro xD
      De verdad me alegro que te haya gustado estos dos pequeños bocados T_T

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