El local por fuera parecía un bar más, a excepción de que no se podía ver nada hacia adentro ya que las ventanas estaban tapadas completamente con una tela negra.
Ahora que lo pensaba mejor, parecía un night club.
Estaba nervioso, pero sabía que una vez llegando ahí ya no podía echarse atrás, no esta vez. Las cosas habían ido muy lejos y ya llevaba dos años sin sexo por su timidez. Era hora de tomar cartas en el asunto.
Entró al bar de una vez, envalentonado al ver una pareja de hombres acercándose a lo lejos. No quería que nadie lo viese entrando a ese lugar, le aterraba pensar que alguien que conocía pudiese reconocerlo.
Estaba en una mampara, había un hombre que fácilmente medía dos metros, de pie cerrándole el paso a la siguiente puerta. Tenía una expresión indescifrable, parecía no pensar en nada.
—¿Nombre? —su tono de voz era mecánico, al parecer su trabajo era registrar a los que entraban cada noche y de solo pensarlo Yuuri se aburrió, al menos la cocina siempre era agitada.
—Yuuri.
—¿Apellido?
Titubeó. No quería dar su apellido, prefería permanecer en el anonimato, además, ya era suficiente con que le vieran la cara.
—Sin apellido entonces —respondió el hombre ante su silencio—. La entrega de identidad es para garantizar su seguridad, si siente que no es necesario entonces no lo es, una vez dentro se espera cierto recato, nada de sexo en público ni agresiones verbales o físicas a otros clientes. Este es un lugar para relajarse, ¿entiende?
—Comprendo, seguiré todas las reglas.
El hombre lo miró un momento, al parecer dudando si romper su esquemática conversación.
—¿Está seguro de que sabe qué clase de bar es este? se ve joven.
—Tengo veinticuatro —respondió con amargura, siempre pensaban que era menor, aunque debía admitir que eso le ocurría más en Estados Unidos.
El hombre pareció dudar, Yuuri soltó un suspiro frustrado, se sacó los anteojos y los guardó dentro de su bolsillo mientras se peinaba el cabello hacia atrás.
—Mucho mejor, puede pasar —aprobó el portero con un asentimiento.
Cruzó la siguiente puerta, escuchando como a sus espaldas volvía a abrirse la puerta de la calle. Siguió de largo apresurado, entrando de lleno al bar.
El techo era negro, las paredes de un rojo vibrante mientras que el piso variaba, era de madera negra, cubierta en ciertas partes con alfombras rojas, de esas que eran muy peludas y acolchadas.
En el centro estaba el bar, había dos bartender vestidos de cuero (un hombre y una mujer), ambos tenían un físico envidiable, pero lo que llamaba la atención era la forma en que movían las botellas, haciendo cócteles entre cada lanzamiento; sin embargo nunca parecía que se les fueran a caer. O tenían un considerable talento, o habían practicado mucho.
Yuuri caminó hacia el bar, sentándose en una de las sillas tapizadas de negro que había cerca. El bar estaba relativamente lleno, aunque aún era temprano se notaba que ya había gente que se conocía, se escuchaban las charlas risueñas por doquier, aunque también había personas solas como él.
Revisó la carta, sorprendiéndose al ver que también había comida, parecía un contraste total para alguien que venía de afuera; era un bar con tragos y comida común y corriente. Si no fuera por toda la indumentaria que veía alrededor.
En una esquina había una equis grande de madera, tenía tiras de cuero en las esquinas, hecha para sujetar a alguien y fijarlo a la cruz. Era una cruz de san Andrés y estaba hecha para recibir azotes.
Cerca de ella había un sillón de cuero rojo, junto a un mueble alto lleno de zapatos de cuero de tacón de aguja, estaban cerrados con llave tras un vidrio, pero se notaba que estaban hechos para la persona que se sentase en la tarima. Era un potro para la adoración de pies, una Ama o un Amo se sentaba en el sillón utilizando alguno de los tacones mientras un sumiso besaba, lamía y limpiaba sus pies y tacones.
Había un espacio vacío en el salón, probablemente para bailar más entrada la noche, había tres tubos de pole dance, uno de ellos dentro de una jaula, probablemente para que los sumisos diesen una demostración para sus amos (si es que estos les permitían exhibirse en público, había algunos que eran muy celosos con sus esclavos).
Al otro lado del bar había lo que parecía ser una exhibición de todo tipo de látigos, junto a una silla sexual, perfecta para que el sumiso se recostara en ella dejando el trasero al aire, listo para recibir los azotes de un Amo.
Se había quedado embobado mirando la silla. Nunca había probado una, esperaba alguna vez se topase con un Amo que la tuviese.
Aunque era extraño, ¿no se suponía que no se podía tener sexo en ese lugar? ¿Pero sí se podían recibir azotes y hacer otras cosas? Porque estaba seguro de que lo que había en el techo eran ganchos para suspensión.
—Veo que eres nuevo aquí, ¿ya decidiste qué beber?
Prestó atención a quien le hablaba, era la barwoman. Pidió un shot de sake.
La mujer le sirvió de inmediato, era bastante atractiva, tenía el pelo rojo fuego y corto sobre los hombros, parecía ser de esas personas que caían bien de inmediato.
Le dejó el shot frente a él, al parecer había seguido la mirada de Yuuri y ahora miraba la silla sexual.
—¿Es impresionante verdad? la cantidad de azotes que pueden recibir algunos.
—¿Usted no… usted no es de aquí? —no supo cómo preguntarlo, pensaba que tal vez sería irrespetuoso indagar demasiado.
—Solo trabajo aquí, pero no, no pertenezco al mundo del BDSM, aunque me parece interesante jugar a veces. —Le guiñó un ojo con coquetería.
—¿Puedo hacerle una pregunta?
—Lo que quieras, guapo. —Le sonreía con coquetería, por suerte no se sonrojó, era inmune a los encantos femeninos, aunque si hubiese sido el bartender… otra cosa sería.
—¿Por qué tienen todas estas cosas? ¿Es para ambientar el lugar? afuera me dijeron que aquí no se podía tener sexo público.
—Por supuesto que no, pero una vez al mes se hace una fiesta especial, todos vienen con sus Amos o sumisos, vestidos de forma más… elegante, tú me entiendes. —Volvió a guiñarle un ojo, parecía que lo hacía por inercia. Y sí, lo entendía, la ropa elegante para los Amos y sumisos era bastante distinta, casi siempre de cuero o látex, aunque muchas veces podía variar, por supuesto.
—¿Y en esa fiesta qué se hace?
—Más que nada se hacen… ¿talleres? algo así, es para atraer gente nueva o explicar a los novatos las reglas y consensos de una relación BDSM, también para que los Amos exhiban a sus sumisos si así lo desean, o que pasen un tiempo agradable con otros como ellos.
—¿Qué clases de talleres hay? —eso le llamó la atención, tal vez ahí podría aprender cosas nuevas, había escuchado antes sobre esa clase de fiestas.
—Bueno, como siempre todo es voluntario, consensual y blablaba, se pone un tío o una tía en esa equis grande de madera que esta allá y deja que le azoten hasta hartarse o que pase el siguiente. Está prohibido tener sexo en público, pero muchas veces se corren, lo cual me hace agradecer no tener que limpiar este lugar. —Echó a reír con una risita cantarina— algunos prueban los tacones, otros la silla, es una forma demostrativa.
Yuuri quedó pensativo, sonaba interesante, aunque él jamás tendría el valor de correrse frente a tantas personas. Volvió a mirar el gancho en el techo, pero la pelirroja respondió a su pregunta muda.
—No sé cómo se llama, es esa cosa donde se cuelga la gente desnuda y amarrada, es bastante hardcore por lo que me han dicho.
—Es un gancho para suspensión… y sí, es bastante rudo y difícil, hay que tener mucho cuidado porque si se aprieta demasiado puede hacer daño.
Y vaya que sabía de eso, tenía tantos recuerdos sobre suspensión que de pronto se sintió ligeramente acalorado. Definitivamente necesitaba un Amo pronto.
—¿Alguna vez te han suspendido? —preguntó la barwoman con naturalidad mientras le rellenaba el vaso.
Debería sentirse avergonzado, pero iba por el cuarto shot que se tomaba y sentía como poco a poco el alcohol lo volvía más valiente.
—¿Qué te hace pensar que me suspenden? ¿No tengo cara de ser yo el Amo?
Debería sentirse ofendido al ver la carcajada que soltó la pelirroja, pero su risa era demasiado contagiosa como para ofenderse.
—Eres demasiado tierno para ser un Amo, hasta me sorprende que alguien con una apariencia tan dulce sea un sumiso.
—Gracias. —Se acabó el cuarto shot, se sentía un poco mareado por lo que buscó la carta de comida para pedir algo y no terminar emborrachándose.
Pidió una porción de papas fritas y mientras esperaba, Mila (la barwoman), le sirvió una porción de maní.
—Para engañar el estómago. —Le guiñó un ojo y se acercó a los nuevos clientes que habían llegado.
El bar comenzaba a llegarse más, por lo que pidió un Daiquiri de mango para pasar el rato.
La idea era tomar alcohol lo suficiente como para poder hablar con otras personas, pero no demasiado como para armar un espectáculo y perder la conciencia.
Por si acaso sacó su celular, envió un mensaje de texto a Phichit dándole la dirección de dónde estaba, no quería después perderse por ahí y sabía que su amigo se encargaría si es que lo llamaba. Claramente su estado de embriaguez no le hizo darse cuenta que le había enviado la dirección de un bar BDSM.
Guardó el celular y siguió mirando a su alrededor mientras esperaba sus patatas fritas, no había notado que en una esquina del bar había una bandera con franjas negras y blancas con un símbolo en medio, era la bandera del orgullo BDSM. Se sintió extrañamente tranquilo, ese era un lugar donde nadie lo juzgaría por su forma de ser.
Sintió el agradable olor de las papas fritas, venían humeantes y crujientes, las comió con ganas, era raro encontrar un lugar donde frieran bien las patatas, como cocinero le costaba darle el visto bueno a ciertas comidas.
Se zampó las papas en un santiamén y pidió un mojito, total, ya había comido.
Tenía que intentar hablar con alguien. Había ido a ese lugar para buscar a un Amo o al menos para conocer a alguien que le presente un Amo y no lo encontraría si se quedaba ahí sentado.
Se levantó rápidamente en un arranque de energía, no contaba con que estaría tan mareado por lo que se tambaleó un par de pasos antes de chocar con alguien.
—Lo siento.
Iba a seguir su camino cuando sintió una mano tocándole el hombro.
—Disculpa, ¿te conozco?
Se giró y al ver con quién había chocado se sorprendió al ver al apuesto extranjero que había visto en la calle más temprano.
—Hola, extraño. —Sonrió embobado, el rubio estaba vestido de otra manera: ligeramente más elegante, dándole un porte mucho más atractivo.
“Que sea gay” cruzó los dedos.
Porque de que era un Amo era obvio, solo hacía falta ver su actitud y porte para notarlo.
—Oh, eres el chico de hace un rato. —Le regaló una sonrisa coqueta, en un estado más sobrio se habría sonrojado—. ¿Cómo te llamas?
—Iuuuuri —soltó una risa boba, se acercó al extranjero posando una mano en su brazo, bajándola delicadamente por este de forma sugerente—. ¿Y tu nombre sería…?
—Chris. —Sonreía tranquilo, al parecer imperturbable ante la actitud de Yuuri — ¿Qué te parece si te invito al siguiente trago y me cuentas un poco más de ti?
Lo guió hasta la barra y el nipón se dejó guiar encantado. Al parecer ya había pillado una presa.
Comenzaron a conocerse un poco mejor, Chris era suizo, había llegado a Japón ayer por un trabajo en Tokio y era administrador de negocios. Había viajado desde Rusia con su mejor amigo.
Tomaron un par de copas entre risas y anécdotas. Era fácil hablar con el suizo, la charla era agradable y Yuuri tenía el presentimiento de que también sería fácil hablar con él incluso estando sobrio. Se había relajado bastante, la vida de Chris era tan interesante que ya no le coqueteaba de lo concentrado que estaba en la conversación. Después de un rato empezaron a hablar de Yuuri.
—Así que eres un sumiso —afirmó el suizo.
—¿Por qué todos asumen eso? podría ser un Amo —ocultó su sonrisa bebiendo un sorbo de su segundo mojito, cada vez se sentía más aturdido, tal vez debería parar de beber.
El rubio alzó una ceja.
—Gritas sumiso por todos tus poros, ¿ya tienes Amo? —preguntó con lo que parecía ser interés.
—No… en realidad a eso venía, llevo mucho tiempo sin Amo, me enfoqué en mi trabajo y con el tiempo la timidez me ganó. Pero ahora estoy decidido a encontrar a uno —¿Era idea suya o Chris se veía incluso más atractivo que cuando empezaron a hablar?
Sintió la mirada evaluadora de Chris sobre él, iba a decirle algo cuando el suizo alzó la vista, al aparecer reconociendo a alguien atrás de Yuuri.
—Por fin llegó —bajó la mirada hacia Yuuri—. Estaba esperando a mi amigo, con el que me vine de Rusia, ¿te molesta si se une?
—Para nada. —El suizo se levantó para ir a buscarlo mientras Yuuri se terminaba su vaso.
Estaba realmente ebrio, sentía la realidad distorsionada, pero no había podido dejar de beber, los nervios de tener que interactuar con personas que no conocía (y por los motivos que él tenía para estar allí) lo ponían muy nervioso, solo bebiendo se le pasaba un poco.
—Yuuri, te presento a mi amigo. —El suizo apuntó hacia el hombre parado junto a él, dejando a Yuuri con la boca abierta— Víctor, este es Yuuri, lo conocí hoy en la calle y me lo topé en el bar.
—Un placer conocerte, Yuuri. —El hombre le dio una sonrisa educada mientras se sentaba al lado de Chris.
Yuuri no podía procesar bien.
Era casi igual a Víctor Nikiforov. Su pelo era del mismo color, pero lo tenía corto en vez de largo y amarrado en una coleta y su cara era casi idéntica, aunque le costaba bastante enfocarlo. ¡Además, también se llamaba Víctor! que coincidencia ¿verdad?
—U-Un placer —tartamudeó como idiota, vio al suizo alzando una ceja curioso pero lo ignoró, decidió terminarse su vaso de golpe, simplemente por que sí.
Los amigos comenzaron a hablar mientras Yuuri divagaba, se sentía ebrio y aturdido, debía esperar a que se le pasase la borrachera o llamar a Phichit para que lo ayudase, aunque no quería molestar a su amigo. No se acordaba de que ya le había enviado su ubicación por teléfono.
Prefirió admirar al amigo de Chris, trataba de seguir la conversación lo mejor posible pero no podía dejar de mirarlo. Era él… ¡Si alguien iba a ser su Amo tenía que ser ese hombre! Por un momento pensó que podría ser Chris, el suizo era agradable y atractivo, ¡pero su amigo era un clon de Víctor Nikiforov! menos mal no había tenido una hemorragia nasal después de todas las imágenes mentales que se le pasaron por la cabeza.
Chris volvió a hablarle, le respondió tratando de pronunciar lo mejor posible, al parecer hablaba decente porque el suizo siguió la conversación animadamente. Sentía la mirada de Víctor sobre él, haciéndole sentirse incómodo y excitado por partes iguales.
Si lo hacía sentir eso solo con una mirada, el solo imaginar lo que podría hacerle una vez le pusiera las manos encima… Dios.
Cuando ya se empezó a sentir un poco mejor, anunció su retirada, no quería terminar sacándose la ropa y bailando, no era buena idea montar un espectáculo en su primer día en ese bar.
—¿Vendrás mañana? —Chris preguntó con interés.
—Sí, al menos hasta que logre lo que me propuse, ¿vendrán mañana? —Se refirió en plural deliberadamente, quería que se notara que hablaba de los dos.
—Ahora sí. —El suizo sonrió con coquetería, ¿es que ese hombre no podía respirar sin hacer eso?, aunque Yuuri no se quejaba, era tan malditamente apuesto que, si su amigo “clon de Víctor Nikiforov” no estuviese presente, probablemente habría seguido insinuándose.
—¿Qué fue lo que te propusiste? —preguntó Víctor dirigiéndose a él y logrando que se sonrojara. Con alcohol y todo no sabía qué decir.
—Está buscando un Amo, lleva un tiempo a dos velas.
—¡Chris! —el rubio se carcajeaba mientras se tapaba las mejillas—. Solo es un decir, ¡no es tanto tiempo!
—Así que un Amo… interesante… —Víctor pareció pensárselo un momento, lo miró de arriba a abajo, deteniéndose un tiempo en su rostro, de pronto su actitud cambió—. Espero que encuentres lo que buscas —. Le guiñó un ojo con coquetería ante la mirada ruborizada del nipón.
Bajó la mirada rápidamente sacando su celular, llamaría a un taxi, se iría a su departamento y se tiraría en la cama a gritar contra una almohada. Era un buen plan.
Se levantó de la silla despidiéndose con torpeza, aún estaba mareado y no veía bien porque tenía los lentes en el bolsillo.
Estaba por irse cuando cambió de parecer, sacó una tarjeta con su número de su billetera y la dejó en la mesa, justo en medio de los dos amigos.
—Por si a alguno le interesa, aquí está mi número. —Guiñó un ojo, mordiéndose el labio mirándolos a ambos. Se dio media vuelta y salió del bar, quedándose con el recuerdo de sus miradas asombradas.
«Algo me dice que mañana me voy a arrepentir de haber hecho eso».
El taxi ya lo estaba esperando, dio la dirección con torpeza, el peso del alcohol en exceso ya estaba sobre él y solo quería llegar a casa a descansar, lo único que lamentaba en esos instantes era no poder dormir hasta tarde, al día siguiente tenía que ir a trabajar.
No les había preguntado si alguno de los dos estaba disponible, pensó que sería muy invasivo así que si tenía suerte los vería mañana y tantearía el terreno.
