El milagro de la vida llega a la puerta del matrimonio Katsuki Nikiforov, pero una mala acción provoca la muerte del alfa de Yuuri, este tras la pérdida de su amado Viktor tratara de seguir adelante con su embarazo aunque las fuerzas se le escapen con el tiempo si eso significaba reunirse con su alma gemela en el más allá.
—Tío Phichit.
—Dime, pequeño —El moreno estaba arropando en la cama a un pequeño niño de cinco años con cabellos color plateado y ojos café y azul, pues padecía de heterocromía.
—¿Me podrías contar la historia de papa Viktor y papi Yuuri, por favor? —preguntó con los ojos brillantes de emoción, el azabache esbozó una sonrisa al ver aquella expresión tan tierna en su rostro.
—Esta bien, pequeñín. ¿Tanto te gusta que te hable sobre ellos?
—Sí —afirmó el pequeño con ahínco —. A pesar de que no los conocí siento como si ellos estuvieran a mi lado todo el tiempo cuando me cuentas sobre ellos.
—Eso es muy lindo de tu parte, chiquito —comentó Phichit mientras dejaba un cariñoso beso en su pequeña frente —. Me pone muy feliz que pienses así sobre ellos y que los quieras tanto, de seguro ellos te miran donde sea que estén. ¿Sabes? —continuó mientras se acomodaba mejor en la cama —. Ambos estaban muy felices cuando se enteraron de tu llegada, pero mejor acuéstate bien para que pueda empezar con la historia
—Esta bien, tío Phichit.
—Buen niño, haber, ¿desde dónde empezare? Ah, ya sé.
Las estrellas son hermosos astros que alumbran nuestras noches más melancólicas, pero esta vez, ellas fueron testigos de una peculiar historia entre un omega japonés de cabellos como la noche y un alfa ruso de ojos cual mar. Muchos de sus conocidos decían que eran destinados pues desde la primera vez que se habían visto habían sentido choques eléctricos recorrer por completo sus cuerpos, pero ¿sabes? No todo en la vida es de color de rosa; permite me contarte la historia que sólo las estrellas saben sobre aquel fuerte alfa y su hermoso omega.
—¡Yuuri, espérame! Amor, no te vayas, perdóname. Malentendí las cosas.
Un alfa de cabellera plateada trataba de alcanzar al omega de piel de porcelana. Yuuri parecía dudar sobre si hacerle caso al alfa, pues sabía que iba a suceder lo mismo otra vez; ya tenía varias veces que le perdonaba sus ataques de celos siempre que lo encontraba con algún otro alfa, beta o uno de su misma casta. Aquellas vez fue el turno de un joven alfa japonés de cabellos rubios con un mechón rojo de nombre Minami Kenjiro, ambos se encontraban disfrutando de una buena taza de café cuando el japonés de mechón rojo tocó la mejilla de Yuuri, Viktor había acabado de llegar encontrándose con esa escena, corriendo a patadas al alfa enemigo que no era más que un viejo amigo de la infancia del omega.
—¡Viktor, basta! No puede ser que no me tengas confianza, aun cuando tengo tu marca en mi cuello que me reclama como tuyo así como tú me perteneces. Ambos nos pertenecemos —El omega japonés estaba empezando a llorar en medio de la sala de su casa, pues no soportaba la idea que su alfa no le tuviera la suficiente confianza, a pesar de haberse conocido hace mucho tiempo en aquél restaurante que fue testigo de su primer baile.
—Yuuri, mírame. Te juro, mi hermoso omega, que nunca más dudaré de ti, te lo juro por el pequeño cachorro que llevas en tu vientre. Sé que él es muestra de nuestra unión, lamento haber confundido a tu compañero de la universidad como algo más, entiendo que el estar lejos de Japón puede ser difícil así que por lo menos haré todo lo posible de tener una buena actitud cuando te vea con alguien más.
El omega parecía dudar sobre la propuesta de Viktor, pero a pesar de todas las estupideces que hacia su alfa lo amaba como nunca, hasta se atrevía a decir que lo amaba cada día más y que no podría vivir sin él. Así que con los ojos rojos por haber llorado hace unos momentos le dedicó una mirada enojada, pero cargada de dulzura como si le estuviera diciendo que lo estaba perdonando por esa vez.
Después de esa pequeña discusión aquel par se volvió a entregar en cuerpo y alma el uno al otro. Las palabras sobraban en esos momentos pues con solo una mirada se decían lo mucho que se amaban, sus manos recorrían cada rincón de su ser, sus labios se unían cada vez que tenían la oportunidad, los mechones de pelo se adherían a sus frentes y sus respiraciones entrecortadas eran producto de su amor tan puro. Muchos tendrían envidia de su amor, otros de la belleza de cada uno, pero otros solamente observarían como se demostraban su cariño anhelando que algún día ellos pudieran encontrar a su destinado.
Otro día había llegado y con ello una nueva rutina, ambos se encontraban en la cama disfrutando de su compañía, pero sabían que no podían descansar de más así que se levantaron un poco perezosos, Yuuri se dispuso a preparar el desayuno mientras que Viktor acomodaba sus cosas para el trabajo.
—Viktor, hoy te toca hacer patrullaje, ¿verdad? Procura tener mucho cuidado hoy, ¿vale? —El omega lucía preocupado pues cada día corría el riesgo que su pareja nunca regresara, su trabajo exponía mucho su vida, a veces maldecía la hora en la que su alfa había decidido ser oficial de policía, pero era más la devoción de Viktor por servir y ayudar a las personas lo que lo hacía soportar aquello.
—Está bien. Hoy me toca junto con Chris, así que vendré mañana en la noche, amor, ten mucho cuidado al estar aquí.
—No te preocupes, Viktor, tengo a un gran guardián a mi lado, ¿no es así, Makkachin? — El caniche que estaba cerca de ellos comiendo sus croquetas lanzó un ladrido como si estuviera reafirmando al comentario de su amo japonés.
—Esta bien, cariño. Confió en ustedes dos.
Y dicho esto ambos se dispusieron a desayunar, después de aquél relajante el momento por fin llegó la hora del peliplateado de dejar su hogar para ir al trabajo. Viktor se encaminó a la salida no sin antes despedirse de Yuuri con un beso muy profundo y cariñoso, sabía que no lo iba ver en un tiempo así que el platinado le había preparado unas cuantas ropas con su aroma para que su omega no se pusiera triste por su ausencia.
—¡Adiós, Viktor, ten buena suerte, te amo! —gritó Yuuri mientras lo miraba partir desde la puerta de su casa en su auto, el ruso simplemente hizo un gesto con la mano haciéndole entender que él también lo amaba y finalmente partió.
El camino hasta la estación de policías fue tranquilo, allí se reuniría con su compañero Christophe Giacometti, un alfa de procedencia suiza. Desde jóvenes ambos siempre habían sido grandes amigos confiando plenamente el uno en el otro.
Viktor seguía en hundido en sus pensamientos cuando el sonido de una llamada entrante rompió aquella burbuja, se dispuso a contestar e inmediatamente un grito se escuchó del otro lado, se trataba de su jefe, el policía Yakov.
—¡Vitya! ¿En dónde estás? Son pasadas las siete de la mañana y aún no te presentas en la estación. ¿Qué crees que estás haciendo? ¡Ven ahora mismo! —La llamada se cortó sin que el ruso pudiera contestar a su mayor, así que sólo le quedó apurar el paso para llegar lo más pronto posible.
—¡Ya estoy aquí, Yakov! —gritó mientras entraba apresurado a la estación de policía atrayendo la atención del resto de personas allí.
El jefe Yakov al ver que el ruso había llegado haciendo un escándalo corrió a su dirección para después reprenderlo por su impuntualidad. Viktor se disculpó apenado alegando que habían surgido situaciones con su omega, su jefe no dejó de llamarle la atención, pero finalmente lo dejó marchar comprendiendo la situación. El ruso platinado se dispuso a reunirse junto a su compañero para comenzar con el patrullaje, lo encontró no muy lejos de allí preparándose para el recorrido, lo saludó con un apretón de manos para después prepararse también.
—Así que… ¿estabas con Yuuri, verdad? ¿La pasaron bien? —habló Chris en un tono pícaro.
—En realidad, volvimos a pelear por mi culpa, Chris —respondió Viktor cabizbajo recordando la escena.
—¿Otra vez? ¿Y ahora por qué?
Chris escuchó atentamente todo el relato del ruso sobre lo que había pasado la noche anterior, la razón por la que pelearon y su reconciliación llegando a la conclusión de que Viktor había sido un completo idiota al haber dudado de su omega aun cuando este poseía una marca que lo reclamaba como suyo.
Después de esa pequeña charla se dispusieron a ir por su patrulla y empezar con su trabajo, Chris venía manejando mientras que Viktor iba de su copiloto, todo marchaba bien, las calles rusas iban de lo más normal, nada parecía irse de su lugar. Después de pasar desde la mañana hasta la noche recorriendo las calles se dispusieron a volver a la estación para pasar la noche, Viktor lucía cansado pues para él le era muy difícil estar separado de su pareja y mientras trataba de conciliar el sueño en una de las tantas literas de la estación los recuerdos sobre como se conocieron invadieron su mente.
Aquél día en Rusia hacía más frío de lo usual, había quedado en reunirse con una omega (hija de un conocido de sus padres) en un restaurante donde había hecho una reservación. Ya cursaba los veinticinco años y sus padres habían insistido tanto en que era hora de tener una pareja estable que había terminado aceptando ese encuentro con la omega. No prestó especial atención a su vestimenta y salió de su hogar para encontrarse con ella en la puerta del restaurante, cuando llegó tuvo que esperar por lo menos unos diez minutos más antes de que ella apareciera, se habían conocido antes de niños por lo que tenía más o menos una idea de como era y no le costó reconocerla: era una rubia despampanante sin duda, pero con solo un vistazo al labial de intenso rojo que portaba podía descifrar su verdadera personalidad, y no, no era para nada su tipo.
Ingresaron con la rubia sin dejar de parlotear y se acercaron al mostrador donde Viktor preguntó por su reservación. Fue cuando inició todo, la señorita que atendía revisó unas cosas y luego se mostró nerviosa preguntando su nombre varias veces para volver a confirmar lo que tenía escrito en los papeles. Luego, les indicó que esperaran un rato dejándolos parados en el mostrador.
—Menudo lío, ¿no crees, Viktor? Es obvio que hay problemas —comentó la mujer sonando bastante despectiva —. Vaya restaurante al que me has traído, tal parece que olvidaron tu reservación —continuó mientras le miraba a los ojos con suficiencia, luego esbozó una pícara sonrisa y le tomó por los bordes de su abrigo —. Pero, ¿sabes qué, cariño? Tu y yo podemos divertirnos en un lugar más privado, ¿qué dices?
Antes de que Viktor pudiera responder o apartarla la señorita volvió con un hombre más detrás de ella que tal parecía era su jefe. Cuando llegaron hasta donde estaba él, ella los dejó para que hablaran.
—¿Es usted el señor Nikiforov? —preguntó el hombre, Viktor se apartó sin cuidado de la omega y se dirigió al señor.
—Así es, dígame que está pasando.
—Realmente me siento apenado, señor Nikiforov, hoy el sistema cayó y por eso estamos trabajando con los papeles, me temo que su reservación no fue anotada y no hay espacio en el restaurante ahora.
Viktor estaba a punto de decir algo más cuando una melodiosa voz a sus espaldas interrumpió el rumbo de la conversación.
—Señor, si no le molesta, me gustaría darles mi mesa.
Ambos hombres voltearon a ver a la persona que había dicho aquello, era un joven de finos rasgos: piel nívea como de porcelana, orbes del color del vino decorados por espesas pestañas, delgados labios rosados, mejillas sonrojadas y hebras de cabello de color azabache. Viktor sintió el tiempo parar en ese instante, sintió el color subir a sus propias mejillas y a su lengua trabarse con sus propias palabras, aspiró una sola vez el aroma que desprendía aquél hermoso joven para quedar encantado con este y su naturaleza, omega.
Antes de que cualquiera pudiera decir o hacer algo, la señorita llegó y susurró algo al oído del hombre, este esbozó una sonrisa y palmeó el hombro de Viktor.
—Señor, le tengo buenas noticias, una de nuestras mesas acaba de desocuparse. Estamos preparando todo para que pueda ser atendido de inmediato, disculpe las molestias —habló el hombre y luego se dirigió al omega —. Por favor, no se preocupe y siga disfrutando su estancia en el restaurante.
—Sígame por aquí, por favor —habló la señorita y se retiró de allí sin decir más palabra, la rubia con la que estaba Viktor lo tomó del brazo y lo arrastró lejos de ahí rumbo a la mesa que habían preparado comentando cosas desagradables sobre el lugar y la atención, mas Viktor dejó de prestarle atención.
En ese momento, en su mente lo único que ocupaba espacio era ese hermoso omega que había vuelto a la mesa vacía en donde había estado todo el tiempo sin que Viktor se hubiera percatado antes. Y así fue durante toda la velada con la rubia, no pudo apartar los ojos de aquél azabache sentado en aquella mesa con el asiento frente a él desocupado, no pudo hacerlo sino hasta que su «cita» le llamó la atención algo irritada.
—¿Qué tanto ves? ¡Estoy aquí, idiota! ¡No has dicho nada durante toda la hora y ni siquiera me prestas atención! ¡Mírame a los ojos cuando te hablo! —exclamó mientras apretaba con fuerza el tenedor que tenía en la mano, claramente molesta.
Viktor tuvo que esforzarse por retirar la mirada del joven para verla a ella, en ese momento tomó su decisión. Sacó su billetera y de ahí extrajo un billete, lo puso encima de la mesa.
—Esto será para pagar la cuenta. Gracias por lo de hoy, pero… —hizo una ligera mueca —… no está funcionando, ahora me voy.
Y sin más que decir dejó allí a la rubia quien le siguió con la mirada escéptica y después de tomar de un trago su vino, tomó su cartera y salió de allí a grandes zancadas, realmente enojada. Mientras tanto, Viktor se acercó a la mesa del azabache lentamente tratando de encontrar una manera en que pudiera entablar conversación con él, mas no se le ocurrió nada. Se sentía realmente tonto parado en medio del restaurante con la mirada clavada en el muchacho y sin hacer nada más, en cualquier momento este voltearía a verlo y probablemente se asustaría de su intensa mirada. Ese momento no tardó en llegar cuando Viktor, en un movimiento torpe por avanzar se tropezó con sus propios pies y casi cae de bruces al suelo de no ser por la silla vacía al frente del azabache que le ayudó a no completar la caída. El omega le miró sorprendido y Viktor empezó a reír nerviosamente, se paró como pudo muy avergonzado y sacó todo el valor que tenía para decir algo que lo salvara de la situación.
—D-disculpa, ¿este asiento está ocupado? —preguntó señalando el asiento que lo había salvado, el joven negó de inmediato.
—Si te sientes mal, puedes sentarte —volvió a hablar con aquella melodiosa voz, Viktor no esperó un segundo más y se sentó.
—G-gracias —pronunció después de largos minutos en silencio —, es decir, por haber ofrecido antes tu mesa.
—Bueno, parecía como si ustedes la necesitaran más que yo —contestó amablemente para luego decir en un leve susurro que Viktor llegó a escuchar —, después de todo, la cita que tenía para hoy nunca llegó.
Ambos quedaron en silencio de nuevo y Viktor tuvo que reunir más valor para volver a hablar.
—Y… ¿y cómo te llamas? —El azabache le volvió a mirar y pestañeó dos veces antes de responder.
—Yuuri Katsuki, ¿y tú?
En esos momentos sus miradas se conectaron y sus mejillas se tiñeron de rojo sin saber el por qué, sus corazones latieron sin control y sus instintos marcaron el inicio de una nueva unión entre alfa y omega que fueron unidos por los hilos del destino.
El platinado sonrió al haber recordado ese momento tan especial, todos estaban durmiendo excepto él que a altas horas de la madrugada no podía conciliar el sueño de solo recordar a su omega, él no podía haber pedido más, lo tenía absolutamente todo: un trabajo estable y que le agradaba, una hermosa pareja, y un nuevo integrante que iba a llenar de más dicha su vida; él estaba completamente feliz con lo que le había tocado y no podía exigir más.
Mientras tanto, en la residencia de la pareja se encontraban dos omegas charlando tranquilamente a pesar de ser altas horas de la noche y sin sentir si quiera una pizca de sueño.
—Yuuri, ¿cuánto tienes de embarazo? —dijo un morocho de ojos café y voz amigable.
—Pues, hace unos días me hice la prueba de embarazo en los laboratorios de la prima de Viktor.
—¿Aquella alfa pelirroja de nombre Mila?
—Si, me dijo que tenía dos meses de embarazo y que por eso no se me notaba mucho la panza, sin embargo, mi olor sí ha cambiado con el paso del tiempo.
A Yuuri se le iluminaban los ojos de solo hablar de su cachorro, el estar embarazado de su alfa era lo mejor que le hubiera podido pasar después de haberlo conocido y el estar experimentado cambios en su cuerpo le resultaba fascinante y nuevo, ya que era la primera vez que en su interior albergaba aquella unión que tuvo con el platinado, la muestra de su afecto y amor incondicional que se tenían desde el primer momento que estuvieron frente a frente. Ellos sabían que su lazo sería para toda la vida, por eso disfrutaban cada momento juntos como la hermosa pareja que eran.
—Ya veo. Yuuri, ¿acaso Mila te dijo cuándo podrías hacer tu primer ultrasonido?
—No me lo dijo, pero gracias por decirme, cuando la vuelva a ver le preguntaré sobre eso a ver si nos agenda una cita.
—Cuando lo hagas dile a Mila que tome fotos por mí, sería lindo tener ese momento inmortalizado en una fotografía.
Ambos omegas siguieron platicando hasta que poco a poco el sueño los invadió y cayeron rendidos en aquél sillón, durmiendo plácidamente.
Los rayos de luz se colaron por entre las ranuras de las ventanas incordiando el profundo sueño en el que había caído el peliplateado, volteó la cabeza hacia otro lado dispuesto a seguir durmiendo cuando un llamado lo despertó abruptamente.
—¡Nikiforov, despierta!
—¡Ah! ¡Yuuri, no me pegues! ¡Te juro que no volveré a quemar la tostadora! —exclamó apresuradamente el alfa mientras saltaba de la cama, sin embargo, cuando abrió los ojos solo pudo encontrar a una figura que poco o nada se parecía a su amado.
—Viktor, reacciona —le habló tratando de contener la risa para después acercarse a él —. Soy Otabek, creo que el estar lejos de Yuuri te hace daño —Un chico de piel bronceada movía delicadamente al platinado para que este despertará completamente.
—¿Qué pasó? —preguntó el alfa confundido mientras se terminaba de despertar.
—Es hora de hacer patrullaje, esta vez lo haremos a pie. Venga, vamos.
Después de aquella escena ambos salieron de la estación partiendo a un rumbo desconocido, todo estaba tranquilo, no se percibía nada de peligro, los niños correteaban junto a sus madres listos para ir a la escuela, los alfas y algunos betas estaban en sus carros en el transporte público para su trabajo, todo era paz hasta que uno de los radios empezó a sonar.
—Atención a todas las unidades, se está produciendo un robo, tenemos un 10-31, todos diríjanse al Banco Grand Prix —Otabek apagó su radio e intercambió unas miradas con Viktor, tomó su radio para contestar.
—Escuchen, Viktor y yo estamos cerca del banco, trataremos de detener el robo lo más que podamos, envíen rápido los refuerzos.
Y dicho esto ambos se dirigieron al banco que estaba a tan solo una cuadra de allí, cuando llegaron pudieron observar por las puertas como tres ladrones con máscara tenían armas en mano y amenazaban a los civiles de dentro.
—Viktor, saca tu arma, esto puede ser peligroso. Entraremos por la puerta delantera, si los tomamos por sorpresa tal vez podamos detenerlos, hay que tener cuidado —indicó el kazajo mientras sacaba su arma, el platinado hizo lo mismo. Se acercaron sigilosamente a la puerta y esperaron el momento oportuno —. A la cuenta de tres —pronunció Otabek —. Uno —Viktor tomó con más fuerza el arma, preparándose para lo que vendría —, dos —La misión era peligrosa, ambos lo sabían, pero debían detener ese robo lo antes posible —, ¡tres!
Ambos policías salieron de su escondite para entrar por la puerta, Viktor lanzó un disparo al aire haciendo que los ladrones junto con el resto de las personas detuvieran por completo sus acciones.
—¡Es la policía! ¡Dejen el dinero y sus armas en el suelo si no quieren salir lastimados! —gritó Otabek apuntando simultáneamente a los tres ladrones.
—¡Ya escucharon, dejen todo y pongan las manos en la nuca! —habló Viktor también apuntando a los tres individuos frente a ellos.
Los asaltantes lentamente dejaron las armas y las bolsas de dinero en el suelo, todo iba bien, tal parecía que la misión había terminado, solo faltaba que fueran esposados y que llegaran los refuerzos para llevarlos a la estación, sin embargo, uno de los ladrones empezó a reír de repente. Viktor afinó la vista y le apuntó directo a él.
—¡¿Qué es lo que te sucede?! —gritó sintiéndose completamente confundido por la actitud de ese ladrón.
No recibió respuesta pues a partir de ese punto todo sucedió muy rápido, sin previo aviso sintió un dolor punzante atravesarle el pecho, que lo dejó anonadado y confuso, se sintió débil de repente y su arma resbaló de sus manos para caer al suelo con un estrepitoso sonido, se balanceó de un lado para otro tratando de mantenerse estable, pero su cuerpo no le obedeció cayendo de bruces al suelo. A lo lejos escuchó a Otabek gritar su nombre desesperado y luego más disparos, la risa del ladrón llenó sus oídos de inmediato y le pareció oír un murmullo que decía: «Menudos policías, no saben contar». Su respiración cada vez se volvió más entrecortada y los párpados parecieron pesarle más que nunca, obligándole a cerrar los ojos. Las sirenas de la policía llenaron sus tímpanos y la voz de Otabek lo obligaron a volver a abrirlos, veía su rostro borroso y apenas lo escuchaba.
—¡Viktor! ¡Viktor! ¡Resiste, Viktor! ¡Resiste! ¡La ayuda viene en camino! ¡Por Dios santo, Viktor, resiste! ¡Malditos ladrones! ¡Viktor, Yuuri viene en camino, así que resiste! —las atropelladas palabras del moreno empezaban a tomar forma en su mente, pero en ese instante un solo pensamiento lo invadió.
¿Yuuri?
¿Dónde está? Quiero verlo, quiero ver a mi Yuuri.
—¡Viktor! —escuchó y reconoció la melodiosa voz al instante.
Yuuri corría por las calles con la respiración entrecortada, cuando había recibido la noticia de que su esposo había decidido ir a una misión solo con su compañero no dudó un segundo en ir a donde se estaba suscitando el robo guiado por un mal presentimiento. Apenas había doblado la esquina cuando escuchó los disparos, se quedó inmóvil por un tiempo al sentir un penetrante dolor en su cuello que le hizo caer al suelo para retorcerse de dolor, se esforzó por soportarlo y llegó al banco como pudo para encontrarse con la terrible escena.
—¡Viktor! —exclamó destrozado al ver a su pareja en el suelo con un gran charco de sangre alrededor de él. Se a cercó a él y las lágrimas no demoraron en hacerse presente, el ruso abrió los ojos difícilmente y parpadeó lentamente.
—¿Yuuri? —pronunció lentamente —. Amor mío, estás aquí —El azabache se arrodilló frente a su cuerpo y le tomó la mano con fuerza mientras sollozaba.
—No hables, Viktor, no puedes. Gastas tus energías, sé que te vas a poner bien, tenemos que regresar a casa. Tienes que luchar por tu vida, hazlo por los dos —balbuceó el omega desesperadamente con la voz apenas audible, su corazón dolía como nunca, se estaba quebrando poco a poco. Su alfa y pareja destinada se estaba muriendo frente a sus ojos, el dolor y la sensación que sentía eran inexplicables para Yuuri, Otabek salió de allí para pedir ayuda a las patrullas que acababan de llegar.
Inmediatamente llegó Yakov a presenciar la terrible escena, se arrodilló junto con el joven omega mientras ponía una mano en su hombro para tratar de reconfortarlo.
—Yu… uri, mi… omega —emuló Viktor dificultosamente —. Prome… te… me al… go.
—Dime, Viktor.
—Si… gue tu vida… sin mí, sé… feliz con… nuestro bebé. Vuelve… a amar como lo hicimos nosotros. No… te quedes atado… al pasado, vive… el presente y… espera el… futuro con… con una… sonrisa, olvídame para que vivas… en paz.
—¡No puedo, Viktor! ¡No me pidas que lo haga! ¡No puedo hacerlo, Viktor! ¡No quiero!
—Hazlo… por… mí, Yuuri.
Por última vez sus miradas se encontraron, sus labios se unieron y sus corazones se despidieron, la unión de alfa y omega había sido rota por la codicia del hombre, un crimen tal alto que fue pagado por la misma muerte, las almas desamparadas del calor mutuo ahora sufrirían la separación de cada uno por las injusticias de la vida, un último voto de amor fue lo que bastó para que el alma se despidiera del mundo terrenal.
—¿Viktor? ¡Viktor! ¡Despierta! ¡Por favor, no me dejes solo, Viktor! —Yuuri movía desesperado el rostro de su alfa, imploraba que abriera los ojos, deseaba que lo hiciera, sus gritos se volvían más desgarradores cada vez y su alma se iba junto con su amante.
Su corazón se estrujó y su omega lloró en su interior queriendo que todo fuera un mal sueño, que cuando abriera los ojos despertaría al lado de su alfa y que volverían a entregarse en cuerpo y alma, que le susurraría cuanto lo amaba y lo besaría estrujándolo en sus brazos como antes.
—Hijo, déjalo. Él ya no despertará —musitó el jefe de la policía con la tristeza expresada en su voz.
—Claro que lo hará, Yakov. Sólo está dormido, abrirá lo ojos y me dirá que me ama.
—Yuuri, por favor, vámonos de aquí.
—¡No quiero! ¡No quiero separarme de Viktor!
—Yuuri, por favor, tenemos que irnos —Yakov, con todo el dolor de su corazón, separó al omega del cuerpo sin vida del platinado. Yuuri forcejeaba con el mayor para así poder volver con su esposo, como pudo llamó al compañero de Otabek y él le ayudó a llevarse al omega de allí.
—Ahg… Mi cabeza, ¿eh? ¿Dónde me encuentro? ¡Yuuri! ¡Yakov! —El ruso se encontraba confuso, no veía absolutamente a nadie hasta que recordó que según él había… ¿muerto? —. ¡La herida! ¿Ya no está? —Su mano se dirigió a dónde se suponía que debería encontrarse su herida, pero lo raro fue que no había nada allí.
Dio una mirada a su alrededor, el lugar en el que se encontraba parecía un cuarto negro, pero no del todo, un halo de luz se posó sobre su cabeza, su mano instintivamente se puso frente a sus ojos para evitar que le molestara, poco a poco empezó a sentir que su cuerpo se levantaba del suelo. Recordó que decían que cuando morías un túnel de luz venía a por ti, en ese momento su cabeza hizo «click» y con un poco de forcejeo trató de evitar subir hasta aquella luz.
—¡No! —se quejó —. ¡No quiero, tengo qué regresar con Yuuri!
El platinado trataba de alejar unas manos invisibles que intentaban llevárselo, lágrimas de impotencia empezaban a salir de su ojos, intentaba de todo para no ser llevado al supuesto paraíso, el prefería mil veces permanecer al lado de su omega, eso es lo que había jurado desde el primer momento que lo tomó como esposo.
—¡Yuuri! —Viktor dio un lastimero grito haciendo que las manos y la luz se fueran estrepitosamente, dejándolo caer en el piso. Lentamente el paisaje del lugar se fue aclarando dejando a la vista algo que parecía ser el interior de un edificio abandonado.
—¡Ah! ¡¿Podrías callarte?! —escuchó una voz.
—¿Quién eres?
Nikiforov se puso en alerta al escuchar la voz muy cerca de él, de entre las sombras salió un joven de hebras de color oro y ojos color esmeralda.
—Hazme un favor, anciano, no hables, trato de estar solo.
—Oyes, ¿tú también estas…?
—¿Muerto? —El rubio término la oración de Viktor haciendo que el platinado se sintiera culpable de preguntar eso sin delicadeza, aun sabiendo que él estaba en las mismas condiciones.
—Perdón por hacerte esa pregunta tan estúpida, yo solo estaba…
—Asustado, confundido, enojado, triste. Lo sé, también me sentía así cuando desperté otra vez, convertido en esto —Se señaló a sí mismo.
—Creo que es mejor que me valla de aquí.
—Te aconsejo que no lo hagas o sino ellos vendrán por ti.
—¿Quienes?
—Los devoradores, son almas que no fueron aceptadas en el paraíso y como castigo de sus pecados se les condenó a servir por toda la eternidad al señor de las tinieblas.
—Pero, ¿para qué nos quieren?
—Usa tu cerebro un poco. Devoradores, ¿no te suena?
—Oh, ya veo… Por cierto, mi nombre es Viktor Nikiforov, ¿y el tuyo?
—Plisetsky, Yuri Plisetsky
El semblante del rubio era triste y apagado, había experimentado la muerte a tan temprana edad de la manera más cruel que se haya visto. Regresando de sus clases el joven rubio fue secuestrado por unos enemigos de su familia, lo dejaron en unas casa abandonada fuera de la ciudad, muy pocas veces le daban de comer, las ratas caminaban cerca de sus pies que lucían lastimados y desgastados al igual que su cuerpo que estaba sufriendo de deshidratación, sus costillas eran visibles y su rostro lucía demacrado todo por la falta de alimento.
—¿Cuándo crees que pueda salir de aquí?
—Cuando el sol salga podrás irte, esas cosas no soportan la luz del sol.
—Ya veo, que te parece si nos empezamos a conocer ya que vamos a estar aquí por un buen tiempo, ¿te parece?
—Como sea.
—Veamos… ¿a qué te dedicabas antes de… ya sabes?
—Era un estudiante de preparatoria común y corriente, mi familia era una de las ricas del lugar, por culpa de eso terminé como estoy ahora.
—Lo siento mucho, Yurio.
—¡Ah! ¿Por qué me pusiste Yurio, anciano?
—Lo siento, lo que pasa es que mi omega se llama Yuuri y para no confundir a los dos a ti te puse Yurio, ¿te gusta?
—Como se anciano, es momento de dormir.
El rubio y el platinado entraron a un cuarto en donde Yuri tenía una cama improvisada, Viktor al no tener una se acostó en el piso, ambos terminaron de platicar sobre su vida como seres vivos, Nikiforov le contó todo sobre su vida como policía y esposo de Yuuri, sobre el cachorro que estaba a punto de tener su omega y lo afortunado que se sentía por haberlo conocido, pero todo eso le fue arrebatado por ese pequeño error en su trabajo.
La mañana llegó y con eso la luz del sol se coló por algunos orificios del lugar haciendo que ese par de rusos dormilones empezarán a despertar por los sonidos mañaneros de la ciudad roja.
—Yurio. Yurio, despierta, es hora de que me vaya
—Cinco minutos más, abuelo.
—¡Yurio, despierta!
El de ojos verdes saltó de la cama al escuchar al grito de Viktor, le miró con el ceño fruncido claramente disgustado por que lo había despertado.
—Yurio, lo siento, pero ya es hora de irme —La expresión del joven se suavizó.
—Cómo, ¿ya te vas?
—Sí, tengo que buscar a mi omega para hacerle saber que estoy bien.
—Wow, espera un momento. Escucha, Viktor, los muertos ya no pueden convivir con los vivos, es algo en contra de nuestra naturaleza, solo los espectros malignos son los que tienden a romper estas reglas, por eso es por lo que se dan los famosos casos de casas con actividad paranormal, es mejor no intentar hacerlo.
—Pero yo si lo haré, tengo que hacerlo por mi Yuuri y mi cachorro.
—Los amas mucho, ¿verdad?
—Por supuesto que los amo, Yuuri es mi salvación, vino a iluminar mi camino cuando más lo necesitaba, aparte de eso es mi omega destinado, ¿qué más podría haber deseado?
—Ya veo, está bien, te ayudaré a buscarlo.
Mientras tanto, el omega peli negro se encontraba en su cuarto acostado en la cama con un semblante espantoso; sus ojos lucían apagados, su cabello alborotado, tenía una mirada perdida y su piel lucía descuidada.
—Yuuri, cariño, ¿cómo te encuentras?
—Déjame en paz, Phichit, quiero estar sólo.
—Yuuri, por favor, tienes que salir de allí, ya han pasado dos meses desde que…
—No lo menciones, por favor —Phichit tomó aire y trató de ponerse un poco más firme.
—Yuuri, tienes que hacerlo por el cachorro, no puedes pasarte toda la vida encerrado en este cuarto, tienes que salir a tomar aire, comer bien, tomar tu medicinas e ir a tus chequeos con Mila.
—Es que todavía no puedo creer que mi alfa ya no esté conmigo, no soporto la idea de no estar con él, prometimos estar juntos siempre —Le respondió Yuuri con la voz destrozada.
—Yuuri, sé que no puedo decirte que te entiendo, porque realmente no se siente perder a tu alfa, sinceramente no quisiera a perder a Chris como tu perdiste a Viktor, pero debes hacerlo justamente por él. Por el cachorro que llevas en tu vientre fruto de su unión —El nipón soltó un profundo suspiro.
—Phichit, en serio necesito estar sólo un momento, te prometo que saldré.
—Esta bien, Yuuri, si antes del anochecer no sales te juro que le pediré a Chris que te saque de aquí a la fuerza.
—Lo prometo, Phichit, saldré.
—Bueno, me voy, Yuuri.
Después de que el morocho había dejado sólo al japonés, este sólo se empezó a arrullar acariciando su tenue panza, sus ojos poco a poco se fueron cerrando hasta caer en el sueño profundo.
—Yuuri, ¿me concederías esta danza?
El japonés rio con las mejillas sonrojadas, llevaban platicando aproximadamente tres horas en el restaurante sin dar indicios de querer despedirse.
—¿Pero qué dices, Viktor? Todo el mundo nos verá.
—Eso no importa, vamos —le animó extendiendo su mano frente a él.
Yuuri dudó unos segundos, pero luego tomó tímidamente su mano, en el momento en que hicieron contacto el mundo desapareció alrededor de ellos. Unas descargas eléctricas los recorrieron de pies a cabeza y sus respiraciones se volvieron pesadas, sus mejillas se tiñeron de rojo y se miraron a los ojos como si lo hicieran por primera vez, sintiendo esa nueva cálida emoción invadirlos.
—Viktor, tú eres…
El ruso asintió llevando los nudillos del omega a su boca para depositar un tierno beso.
—Lo sabía, lo supe desde que te vi —confesó sin dejar de mirarlo a los ojos.
Las comisuras de los ojos de Yuuri se llenaron de lágrimas de felicidad, nunca creyó experimentar algo tan maravilloso como el encuentro entre alfa y omega destinados. Apretó el agarre de su mano en torno a la del alfa y le sonrió. Viktor lo atrajo hacia él y posó su mano libre en su cintura para comenzar el vaivén de movimientos concorde a la lenta música que sonaba de fondo, Yuuri se dejó hacer guiado por aquella emoción que no había sentido jamás antes, apoyó su cabeza en el hombro del peliplateado y cerró los ojos, dejando que la nueva calidez recién encontrada lo llenara.
Siguieron bailando y para el final de la velada, ambos, alfa y omega, concretaban su unión con un dulce beso que sellaría la promesa de permanecer por siempre juntos.
El omega despertó en la oscuridad de su habitación respirando agitadamente y con una fina capa de sudor sobre su frente. Se abrazó a sí mismo anhelando más que nunca la calidez que le profesaba su alfa y que no volvería a sentir jamás, y en la penumbra ahogó sus sollozos bajo las sábanas.
—Creo que Yuuri no se encuentra en casa, rayos —Se quejaba el alfa ruso mientras inspeccionaba la casa a la que acababan de llegar sin encontrar a nadie en su interior —. Probablemente está en casa de Chris y Phichit, tendría sentido. Debemos ir allí andando.
—Pero acabamos de llegar —reclamó el rubio algo irritado.
—Lo sé, pero tenemos que ir para allá.
Nuevamente ambos partieron de lo que era la antigua residencia del platinado rumbo a la casa de su amigo Chris, esperando que ahí se encontrará su omega.
—Escucha, anciano, pronto anochecerá y será peligroso para nosotros, así que debemos llegar ya.
—No te preocupes, ya casi llegamos, es la casa que sigue.
Pronto llegaron a la pintoresca casa, el platinado, un poco dudoso, volvió a traspasar la puerta haciendo que sintiera un escalofrío recorrer todo su cuerpo. Al adentrarse a la casa pudo ver a Phichit y a Chris abrazados en el sillón, hablaban de Yuuri.
—Phichit, amor, no te pongas así. Yuuri es fuerte, sé que aguantara el embarazo sin Viktor, sólo es cuestión de tiempo.
—Es que no soporto ver sufrir a mi amigo, el pobre ha perdido a su alfa cuando más lo necesita.
Viktor había cambiado su semblante sonriente a uno preocupado, el jamás se imaginó que su omega sufriría tanto por él.
—Phichit, vamos, ve a buscar a Yuuri, es hora de comer.
El moreno asintió y se paró de allí para dirigirse al cuarto de Yuuri. Viktor se acercó a su amigo antes de seguir al tailandés.
—Gracias por estar cuidando de Yuuri, Chris. Por eso te considero mi hermano —El platinado le dio un abrazo al alfa, se sentía en deuda al ver que cuidaban de su omega en su ausencia —. Tengo que ir a ver a Yuuri.
Viktor salió corriendo a las escaleras para ver a su omega, quería ver con sus propios ojos el estado de su pareja. Escuchó la voz de Phichit antes de llegar al cuarto.
—Yuuri, ¿qué pasó? Tienes los ojos rojos, estuviste llorando de nuevo.
— Lo siento, Phichit. Recordé cuando nos conocimos y el beso que nos dimos sellando la promesa de estar juntos por siempre.
Por siempre.
Viktor entro rápidamente al cuarto al escuchar a Yuuri decir esas palabras.
—Vamos, Yuuri. Ya no llores, eso le hará daño al bebe, recuerda que tienes que estar lo mejor posible para que mi sobrino nazca bien
—Haré lo que pueda, Phichit.
Viktor se había quedado sin palabras al ver como le estaba afectando su ida a su querido Yuuri, se acercó a él con el corazón destrozado, queriendo tocarlo, abrazarlo, besarlo.
—Mi Yuuri, perdón por dejarte solo con tanto sufrimiento, no me imaginé que te causaría tantos problemas, pero ahora estoy contigo. A pesar de que no puedas sentirme yo seguiré a tu lado —dijo.
Phichit y Yuuri, ajenos a lo que el platinado decía, se dirigieron a la cocina en donde se encontraba Chris, el platinado junto con Yuri se quedó allí toda la noche sin decir palabra mientras observaba a su amado, observándolo como la primera vez que lo había visto en ese restaurante: solo. Seguía estando solo, y en esa ocasión no podría hacer nada para volver a hablarle.
Cinco meses pasaron sin que Viktor se separara de Yuuri, junto con Yurio velaban todos los días por el omega embarazado.
Yuuri se encontraba en el consultorio de Mila en ese momento, quien era su obstetra encargada de darle un seguimiento a su embarazo. Junto a él estaba el ruso, el platinado no se separaba de él para nada, cuando llegaba la hora de dormir siempre le daba un beso en los labios a su omega y se recostaba a su lado, con eso hubo mejoras en el sueño de Yuuri quien dejó de despertarse a mitad de la noche, sudando, y con el terrible recuerdo de su muerte muy nítido y presente en su mente.
—Muy bien, vamos a chequear como va el cachorro. Por favor, recuéstate en la camilla.
Yuuri fue guiado a una camilla en donde Mila tenía el equipo para hacerle el ultrasonido al bebe, Mila le indicó que tenía que levantarse la camisa para que pudiera poner un poco de gel en la barriga del omega.
—Bien, vamos a ver cómo está el chiquitín.
Viktor estaba sorprendido por lo que veía, en la pantalla del ultrasonido se veía el cachorro que había creado junto con Yuuri, el infante se movía tranquilamente en el líquido amniótico, lágrimas de felicidad recorrieron sus mejillas al escuchar el ritmo de los latidos de su pequeño corazoncito. Por su parte, Yuuri estaba sorprendido pues no creía que esa pequeña cosita era el regalo que le había dado Viktor antes de partir.
—Yuuri, amor mío, gracias por esforzarte en tener a nuestro cachorro, sé que te pedí algo imposible, te pedí que me olvidarás y que siguieras con tu vida, pero no tomé en cuenta que yo era parte de ella, perdóname, Yuuri —Se disculpó Viktor sin dejar de mirarlo.
—Viktor, ¿por qué te tuviste que ir? —musitó Yuuri aun mirando la pantalla donde estaba su bebé.
—Perdóname, Yuuri, perdóname por ser un alfa estúpido, perdóname por no saber protegerme.
Viktor empezó a besar la cabeza de su omega desesperadamente, sus lágrimas no paraban de salir. Amaba demasiado a su pareja y se sentía culpable de haberlo dejado sólo sin su cuidado.
—Yuuri, ya hemos terminado, puedes bajarte de la camilla —Mientras él así lo hacía Mila continuó hablando —. Tu embarazo va de maravilla, el cachorro no tiene muestras de anomalía y es lo más extraño porque es como si Viktor estuviera contigo. No te preocupes, no hay riesgo de aborto, el bebé se encuentra en perfecto estado. Escucha, deberás tomar los medicamentos que te estoy anotando y llevar un dieta estricta, sin nada de grasas. Eso sería todo, toma la receta, te veré el próximo mes, cariño.
Yuuri salió tranquilamente del consultorio recordando aquella sensación reconfortante cuando estaba viendo el ultrasonido de su bebe, un tibio calor recorrió todo su cuerpo haciendo que él se tranquilizara al sentir aquella sensación.
—Muchas gracias por todo, prima —dijo Viktor dirigiéndose a Mila y luego partió tras Yuuri.
Después de aquella vez Viktor estuvo más unido que nunca a su pareja, los días pasaban y la fecha para el parto se acercaba, todo parecía ir correctamente y esperaba que todo saliera bien.
A pocos días de la fecha prevista Yuuri ingresó al hospital pues las contracciones aumentaban cada vez más y corría el riesgo que el parto se adelantara, en ese caso no se equivocaron.
—¡Mi bebe! ¡Ayuda! —gritó el omega desesperado al sentir las contracciones más dolorosas que nunca.
—¡Yuuri! —exclamó Mila quién se encontraba allí —. Maldición, al parecer todo se adelantó. ¡Yuko! Prepara el quirófano y avísale a los demás que Yuuri ha entrado en labor de parto.
Todos en el hospital empezaron a correr de un lado a otro pues sería un parte complicado, Phichit y los demás habían llegado tan rápido cuando los de recepción los llamaron.
—¿Cómo esta mi amigo? — preguntó el moreno apenas llegaron.
— El paciente Yuuri acaba de entrar en labor de parto, la doctora Mila está con el justo ahora en el quirófano, no hace mucho que entraron —Le informó la enfermera encargada.
—Necesito ir con él ahora.
—Con mi compañera para que lo prepare, por favor.
Mientras tanto, las cosas en el quirófano no estaban para nada sencillas, Mila se encontraba dando lo mejor junto con su equipo de trabajo, las enfermeras trataban de mantener tranquilizado al omega pues este estaba teniendo las contracciones más frecuentemente.
—¡Ya no resisto! ¡Ah! —gemía de dolor el omega.
— Tranquilo, Yuuri, en seguida te pondremos la anestesia para proceder a cesárea —Viktor se encontraba dándole ánimos a Yuuri, su cara estaba llena de sudor y sonrojada por el esfuerzo que estaba haciendo, el ruso había soñado con ver ese día tan especial, y estaba ahí aunque no en una forma física.
—¡Viktor! ¡Ayuda!
—Debo sacar al bebé ahora — informó la doctora.
—Pero, doctora, la anestesia aún no hace efecto —habló una enfermera.
—Si no lo hago el bebé moría ahogado. Yuuri, resiste, por favor.
—Saque a mi bebé a salvo, doctora, confió en usted —jadeó Yuuri con lágrimas de dolor en los ojos.
—Yuuri, amor, mírame, sé que tu puedes. Por favor, ten sano a nuestro hijo —habló Viktor mientras se acercaba más a él.
—¿Viktor? —susurró el azabache —. ¿Viktor, estas aquí? ¿Eres tú?
Los ojos de Viktor se abrieron en sorpresa al escuchar su nombre, ¿acaso Yuuri podía verlo? Eso era algo imposible a menos que…
—Doctora Mila, su pulso esta disminuyendo.
—No, Yuuri, quédate con nosotros, por favor, sólo falta un poco más.
El sonido de un llanto rompió el ambiente de tensión, todos suspiraron de alivio al haber sacado al bebé sano y salvo. Inmediatamente lo limpiaron y entregaron a Yuuri quien estaba muy cansado para poder articular palabra alguna, justo en ese momento entró su mejor amigo con una bata azul. Al ver la escena sus ojos se le llenaron de lágrimas.
—Bien hecho, Yuuri. Hiciste un gran trabajo.
—Phichit… necesito que me hagas un favor —habló el mencionado débilmente.
—Dime, Yuuri.
—¿Podrías cuidar de Misha por mí?
—¿Que me tratas de decir, Yuuri?
—Quiero que cuides a Misha, tengo que irme con Viktor, él vino por mí. Ahora lo sé, siempre estuvo a mi lado, nunca me abandonó.
—No, Yuuri, tienes que estar aquí conmigo, con tu familia, con tu bebé.
—No, Phichit, mi tiempo se ha agotado, prométeme que lo harás por mí.
—Yuuri, yo… —El moreno secó las lágrimas que recorrían sus mejillas y asintió —… lo prometo.
—Gracias, Phichit.
Viktor besó delicadamente los labios de Yuuri e inmediatamente el electrocardiógrafo emitió un único pitido evidenciando que el omega había fallecido.
Todos en la sala empezaron a sollozar por la terrible pérdida, ajenos a la peculiar escena que se sucitaba en ese momento.
Viktor veía con los orbes llenos de lágrimas a quien habría sido y sería por siempre su amado, el azabache estaba frente a él sonriéndole con esa calidez propia que le revolvía el corazón. Viktor extendió su mano hacia él como lo había hecho hace ya tantos años en aquél restaurante donde se vieron por primera vez.
—Amor mío, ¿bailarías una vez más conmigo? —preguntó suavemente, el omega se estremeció y sin pensarlo dos veces corrió hasta su amado para abrazarlo con fuerza, fue en ese momento cuando liberó el dolor que había estado estrujando su ser durante tanto tiempo.
—¡Viktor! ¡No vuelvas a dejarme, jamás!
—Oh, Yuuri, cariño, jamás. No sabes cuando extrañé tenerte entre mis brazos y ahora, cuando por fin te tengo, todo es perfecto. Te amo, te amo más que a nada.
—Y yo a ti, Viktor —complementó el azabache con lágrimas en los ojos.
—Hiciste un gran trabajo, Yuuri, nuestro bebé está sano y salvo. Es completamente hermoso.
Ambos voltearon a ver la escena dónde aún el moreno lloraba sobre su cuerpo mientras acunaba al bebé entre sus brazos.
—Sé que Phichit lo cuidará bien, ojalá hubiera resistido más… —El peliplateado tomó el mentón de su esposo para que ambos pudieran mirarse.
—Lo hiciste bien, Yuuri. Todo comenzó gracias a que fui imprudente, pero ahora estamos juntos y nuestro hijo está a salvo. Nosotros siempre estaremos con él en su corazón, y así podrá crecer bien.
Yuuri dio una última mirada al pequeño de cabellos plateados y sonrió.
—Él estará bien —aseguró y los brazos de Viktor lo rodearon con cariño, se miraron a los ojos con las mejillas sonrojadas y una vez más unieron sus labios en un profundo beso.
Sus almas, que habían sido separadas de manera tan trágica, volvían a unirse. Su amor había logrado mantenerlos juntos a pesar de tanto sufrimiento, porque al final siempre se encuentra la felicidad cómo lo hicieron Yuuri y Viktor, que la descubrieron aún más allá de la muerte.

Nota de autor: ¡Hola! Es un gusto volver a saludar, espero que esta historia haya sido de su agrado, me costo trabajo el plasmar los sentimientos tanto de Yuuri como de Viktor en una situación como está, más si fue un omegaverse, aunque debo decir que me impresione de lo que hice en tan poco tiempo, sentía la presión acumulada en mis hombros y la escuela no me ayudo en nada, tenía planeada publicarla en san Valentín y ¡lo hice!, pero en la actividad de YOI Queendom Adaptaciones de amor, así que después de mucho, pero mucho tiempo me decidí a publicarla en mi perfil con esta bella ilustración que fue elaborada por Ren mapache. ¡Muchas gracias Mapachito hermoso!
Vallan a stalkearlo en instagram (@ren.mapache) y en Facebook (Un ren mas).