…Come and take me home.


—Y entonces, el otro día pasó por aquí una señora con una carreola ¡Llena de gatitos vestidos con kimonos! Eran una ternura, Yuuri, debiste verlos.

—Creo que sí los vi —contestó Yuuri con timidez, aunque divertido por la plática. Ambos estaban conversando en la «salida» donde se conocieron, siendo separados únicamente por el torii rojo que ninguno de los dos debía traspasar. Habían pasado 10 días y la aparente solución propuesta por Yura no había dado ningún resultado. Al contrario, ahora el adolescente tenía que soportar a ambos fantasmas con esas expresiones asquerosas, a su forma de ver, de amor y fascinación. Un completo asco, si les interesa la opinión del rubio. 

—¿Sabes, Yuuri? —comenzó el fantasma de cabello plateado—. No me importaría quedarme aquí, ahora que te conocí.

Yuuri sonrió y contestó de igual forma a su compañero, aunque con su característica timidez.

—Lo único que cambiaría es poder estar más cerca de ti. Traspasar estas columnas y abrazarte, aunque sea una sola vez.

—¡Por favor, anciano, los fantasmas no pueden tocarse! —exclamó Yura recargado en el torii mientras pelaba una mandarina.

—Tú qué sabes de eso, Yurio —se defendió el fantasma ruso cruzándose de brazos con molestia y un puchero gracioso en sus labios. ¿Que los fantasmas daban miedo? ¡Sí, cómo no!

Yura reclamó por el apodo impuesto por el platinado días atrás, ya sin mucha esperanza de ser llamado por su nombre de pila. El fantasma ruso era un ente despreocupado, quien se expresaba con libertad al no tener medio en decir lo que pensaba. Todo lo contrario de Yuuri, ya que el japonés se mostraba tímido la mayor parte del tiempo, aunque parecía adquirir seguridad cuando se encontraba hablando con Víctor. Yura no creía en cuentos de amor y romance; sin embargo, al verlos, el rubio podía asegurar que al menos, el amor era un sentimiento que sí traspasaba las barreras de la vida y la muerte. Aquellos dos eran la clara muestra de ello.

Aunque no lo admitiera en voz alta, pues la actitud de ligue por ambas partes lo exasperaba a niveles inimaginables.

El joven ruso estaba el 99% convencido de que Víctor y Yuuri se conocían, pero algo les estaba impidiendo a ambos recordar su vida y; por lo tanto, la relación que quizá llevaron cuando no eran entes destinados a vagabundear por la tierra de los vivos sin descanso.

El joven ruso terminó de pelar su mandarina y, para no dejar las cáscaras regadas en el suelo (lo cual es un hábito muy desagradable), introdujo su mano en el bolsillo de su chaqueta; sin embargo, en vez de su acostumbrada bolsa de plástico para guardar basura, el rubio sintió algo frío y redondo hacer contacto con su piel. Intrigado lo tomó para observarlo de cerca: era el anillo que días atrás le había mostrado a Yuuri fantasma.

—¡Lo tengo! —gritó Yura emocionado llamando la atención de los dos fantasmas que platicaban alegremente—. ¡El anillo es la clave!

—¿Anillo? —cuestionó Víctor, examinando el pequeño objeto metálico que Yura sostenía en la mano—. ¿Qué anillo?

Yura le mostró el objeto señalado esperando la misma reacción que, en su momento, Yuuri tuvo. Con decepción observó que en Víctor su expresión nunca cambió. El rubio dirigió su mirada hacía los ojos cafés de su tocayo, una sonrisa triste se asomaba en el rostro de Yuuri. El plan no había funcionado.

Víctor se mostró curioso por saber el porqué del repentino plan de Yura; así que, después de obtener la autorización de Yuuri, el pequeño ruso le contó cómo es que el fantasmita japonés recordó un poco de su vida antes de morir. El fantasma de cabello plateado escuchaba atento, con la mirada seria y, alternando de vez en cuando, su mirada entre su interlocutor y su adorado nuevo amigo fantasma.

Al final, después de unos diez minutos de plática, el fantasma ruso habló:

—Si lo que están buscando son unos anillos, yo podría ayudarles.

—¿En verdad? —cuestionó Yura, pues bien sabía el rubio que Víctor no podía salir del templo.

—Sí—afirmó Víctor—.  Haría lo que fuera por ayudar a Yuuri a descansar en paz.

Dicho esto, Víctor flotó sin demora al interior del templo, seguido de cerca por Yura. Yuuri observó sus siluetas alejarse, mientras el fantasma de lentes comenzaba a preocuparse un poco. ¿Eso que había visto fue tristeza en el semblante, siempre alegre, del platinado?

—¡Oye, espera! —Yura gritó ganándose un par de miradas de reproche de los visitantes del templo. Aunque fuera fin de semana y hubiera más visitantes de lo habitual en el distrito de Asakusa, el silencio en el templo Sensoji debía ser un detalle que siempre debiera respetarse. Al saberlo, Yura bajó un poco la mirada y apresuró el paso. Esquivando un par de turistas que emocionados, se tomaban fotos al lado de una de las pagogas rojas que se encontraban cerca del templo principal.

Víctor se detuvo cerca de un pequeño arroyo con enormes carpas que revoloteaban cada vez que un turista se acercaba a alimentarlos con pan esponjosito. Yura le dio alcance y, aprovechando que las demás personas observaban embelesadas a las carpas comer, se dirigió al fantasma con molestia.

—¿Qué te sucede? —preguntó mirándolo al rostro. Al ser muy perceptivo, el rubio captó que algo sucedía con el por lo regular alegre y despreocupado Víctor—. ¿Qué tienes?

Víctor salió de su ensimismamiento, compuso el semblante y sonrió como si nada hubiera pasado, aun cuando Yura siguió observando esa aura triste en los ojos azules del fantasma ruso.

—Debajo de ese árbol hay un par de anillos enterrados —Víctor señaló el lugar para que Yura lo identificara—, espero esto pueda ayudar a Yuuri.

Sin más Víctor se retiró, flotando entre la multitud hasta perderse de la vista del rubio. ¿Qué le pasaba?

Eran las 10 de la noche cuando Yura decidió fugarse una vez más de su cuarto. Cuidando de no hacer mucho ruido, el rubio se escabulló por la ventana y una vez fuera de su hogar, se adentró por entre las calles hasta llegar al templo Sensoji y localizar el lugar en dónde Víctor le había indicado había un par de anillos enterrados.

Sin prestar atención al detalle de cómo Víctor se había enterado de los anillos, Yura escarbaba con rapidez la tierra cercana al árbol. Pensando en la actitud del fantasma ruso, un poco preocupado por su ausencia en toda la tarde.

La buena suerte del rubio contribuyó a que este encontrara con rapidez una pequeña cajita. El tiempo había hecho sus estragos, pues ahora sucia y descuidada se adivinaba que, en sus buenos tiempos había sido una cajita muy elegante y bonita.

Yura sacudió la cajita, observó con rapidez el contenido y se apresuró a dejar el montículo de tierra tal y como lo encontró. Esperaba no haberse ganado una maldición japonesa o que al otro día le crecieran orejas de gato en la cabeza por profanar tierra purificada.

Aunque eso de las orejas de gato no sonaba tan mal.

Después de guardar la cajita en su bolsillo y sin importar si este se manchaba, Yuri se precipitó al lugar donde ambos fantasmas solían reunirse. Ese pequeño torii que solía separarlos ahora estaba vacío, pues no había nadie en ese lugar.

Definitivamente algo estaba pasando.

Yuri caminó una vez más por todo el templo, sin encontrar Víctor. Camino lentamente por el pasillo donde ahora los negocios estaban cerrados. Volteaba de un lado a otro, atento a cualquier indicio de actividad; pero no había nada ni nadie.

—¿Yura? —el rubio escuchó la voz de Yuuri interrumpiendo sus pensamientos. Por venir en su mundo el pequeño ruso ni cuenta se dio cuando llegó a la entrada principal del recinto.

—Cerdo —lo saludó como siempre y sin perder más el tiempo le preguntó—: ¿no estás con el calvo?

—¿Con Víctor? —preguntó Yuuri y luego agregó—: no lo he visto desde que te marchaste con él.

Yura guardó silencio, meditando la situación. No obstante, el motivo de la llegada del rubio era otro; así que, decidió pensar en eso más tarde, ahora lo más importante era ver la reacción de Yuuri ante los anillos. Así que, el rubio tomó la cajita de su bolsillo y cuando estaba a punto de abrirla…

—¡Espera, Yura! —el tono de la voz de Yuuri impidió que su tocayo vivo abriera la cajita. Yuri miró intrigado al fantasma, él solo bajó la mirada y explicó—: yo… ¿está bien si no abrimos la caja? Ya no estoy tan seguro de querer ver esos anillos.

—¿Por qué? —preguntó el rubio sin comprender—. Has estado todo este tiempo molestándome en que te ayude a resolver tus pendientes y cuando tenemos la oportunidad de hacerlo simplemente me dices que no, que no estás seguro de querer hacerlo. ¡No me jodas, cerdo!

Yuuri se encogió ante el enojo del rubio. Realmente se escuchaba molesto.

—¿Es por Víctor, verdad? —cuestionó el rubio con tono enojado—. Déjame recordarte que fue él quien nos ayudó a encontrar estos anillos.

—Lo sé —corroboró Yuuri—. Es por eso que me gustaría devolverle el favor, y también, quiero seguir acompañando a Víctor todo el tiempo que me sea permitido.

—¡Yuuuuuuuuuuuri! —la voz de Víctor se escuchó de la nada y, lo siguiente que supo Yura, fue que el fantasma de cabello plateado ya estaba frente a ellos, con lágrimas de felicidad en los ojos, mirando al fantasmita japonés como si fuera el ente más hermoso del mundo espiritual—. ¡Quisiera abrazarte, en verdad quisiera!

Yuuri estaba sorprendido por la repentina aparición (literal aparición), pero sonrió con alivio. Al menos ahora sabían dónde estaba Víctor.

—Yuuri —la voz de Víctor, ahora más serena se dirigió al japonés —te agradezco mucho que quieras estar a mi lado, pero ahora necesitamos que veas estos anillos y espero, de todo corazón, que logres recordar un poco de tu vida.

Yuuri observó a Víctor un momento. Ojos azules y cafés se encontraron. Yuuri lo sabía, había llegado el momento de, tal vez, enfrentar su pasado.

Esperando que no hubiera más interrupciones Yura tomó la cajita y la abrió para descubrir un par de anillos de oro que, gracias a la cajita de terciopelo, se mantuvieron relativamente intactos, ahora destellando por los rayos de la luna, ambos reposaban en la blanca mano del rubio gruñón. 

El pequeño rubio observó la reacción de su tocayo, el japonés se llevó las manos a la boca y, para sorpresa de Yura, comenzó a llorar. De inmediato, el chico escuchó otro sollozo, Víctor observaba a Yuuri con sorpresa mientras lágrimas brillantes como diamantes caían una tras otra de sus ojos azul cielo.

—¡Eres tú!—exclamó emocionado Víctor—. ¡Eres mi Yuuri!

Víctor dio un par de pasos, Yura estuvo a punto de detenerlo para recordarle al fantasma ruso que no podía traspasar el torii; sin embargo, sin ningún impedimento, el ruso pasó y sin perder más tiempo atrapó al fantasmita japonés en un abrazo sentido, correspondido de inmediato por el pelinegro. Yura intuyó que tal vez los anillos tuvieron que ver, y de inmediato, varias cosas tuvieron sentido. ¿Por qué sabría Víctor que habían unos anillos sepultados en ese templo?

Bueno, porque quizá el mismo los había enterrado ahí, en vida.

Respetando la privacidad de ambos fantasmas y, considerando que su tarea ya había concluido, Yura había decidido dejar los anillos en un lugar visible para dejar solo al par de fantasmas. Sin embargo una exclamación lo alertó:

—¡Tonto Víctor! —la voz de Yuuri sonó molesta, su mirada expresaba reproche y su boca formaba un puchero infantil—. ¿Por qué tardaste tanto?

—¿Qué? —preguntó Víctor un poco confundido. Tomó a Yuuri por los hombros y agregó—: te estuve esperando todos los días donde habíamos quedado. En la puerta principal.

—¿En la puerta principal? —repitió Yuuri lentamente, siguiendo con su mirada la trayectoria en la que señaló Víctor con su dedo. Ahora el fantasma había comprendido el error—. Si serás, ¡esa no es la entrada principal! ¿Cuántas veces te lo dije? ¡Esperaste en el lugar equivocado!

—¡Tal vez no hubiese esperado tanto si tu hubieras llegado a la cita! —se defendió Víctor sonrojado por la vergüenza sin aceptar su confusión del todo.

—¡Me morí, por si no sabías! —arremetió Yuuri con la voz quebrada—, morí y por eso no pude venir por ti.

Víctor abrazó de nuevo a Yuuri, tomándolo entre sus brazos con fuerza. Se sentía tan bien estar acompañado por quien fuera el amor de su vida y ahora su muerte.

—Ahora lo recuerdo —susurró Víctor—, ese día llegué tarde a la cita por un imprevisto que tuve. Cuando llegué al lugar donde yo creía que nos veríamos, observé que a lo lejos había un enorme alboroto. Quise ir a investigar, pero yo estaba seguro que pronto aparecerías. Cayó la noche, y no supe nada de ti. Regresé al día siguiente, y al día siguiente, hasta que llegó el momento de partir—. Víctor observó su mano derecha, en el dedo anular se observaba un anillo dorado. —Compré esos anillos y los enterré cerca del templo, con la esperanza de volver algún día a Japón y encontrarme contigo una vez más. Conservé toda mi vida el anillo que tu me regalaste, como un recuerdo de lo que tuvimos en el tiempo que fui trasladado a Japón.

—Ya veo— contestó Yuuri después de unos minutos de silencio —disculpa por no llegar a nuestra cita.

—Y tu discúlpame por esperar en el lugar incorrecto—sonrió Víctor mirando a los ojos al fantasma que le devolvía una sonrisa nostálgica.

—Y bueno, supongo que ahora se irán —interrumpió Yura, a quien no se le daba bien ese tipo de escenas empalagosas.

—Supongo que sí —contestó Yuuri con gesto feliz mientras Víctor lo tomaba de la mano, asegurándose de no apartarse más el uno del otro—. Muchas gracias por tu ayuda, Yura.

—Como sea —respondió el rubio disimulando el sonrojo que apareció en su rostro -lo hice solo para que ya no me molesten. Es hora de irme. до свидания! [1]

Víctor y Yuuri despidieron al rubio con una sonrisa. Yura esperaba ver destellos de luces o una puerta imaginaria aparecerse de la nada y a ambos fantasmas pasar por un puente espiritual para encontrar la paz o la gloria eterna, lo que sea que eso fuese; sin embargo, nada de eso pasó. Yura pensó que quizás había visto muchas películas de magia y que quizá esas cosas espectaculares como la iluminación no existían o tal vez, no eran tan espectaculares como todo mundo lo imaginaba.

«Al menos ahora son felices» pensó el rubio sonriendo sin darse cuenta, apresurándose para llegar pronto a casa y descansar pues mañana debía ir a la escuela.

El siguiente día el rubio comenzó su rutina normal. Se levantó y asistió a la escuela, se apuró con un par de ensayos y proyectos, comió en compañía de su abuelo y jugó un rato videojuegos. Finalmente, cuando su reloj marcó las 10:00 de la noche, Yura observó el paisaje citadino por su ventana. La Sky Tree se vislumbraba a lo lejos, tal vez el sábado convencería a su abuelo de ir por un helado al mirador. Suspiró y abrió la ventana, y como cada noche, desde hace 2 años salió una última vez para visitar el templo Sensoji.

Caminó lentamente entre los comercios cerrados. Sus pasos resonaban, pues la calle solitaria se encontraba. Con las manos en los bolsillos, el rubio observó el torii rojo del templo mientras se acercaba, sin prisa alguna, al lugar. Suspiró una vez más, observando el vaho saliendo de su boca, pues el frío de noviembre se estaba haciendo presente y aunque faltaba un mes para la llegada del invierno, no le extrañaba a Yura que las nevadas comenzaran pronto. Dirigió su vista al largo pasillo que conectaba con el templo principal, nunca se había percatado de lo largo que era y, hasta ese momento, extrañó a las persona que tuvo el gusto de conocer en ese lugar hacía dos años atrás.

—Espero encuentren la paz —susurró el rubio, aún con la vista fija en el pasillo.

—Ese es un deseo muy bonito, pero ahora lo que me gustaría es pasear con mi Yuuri por todo Japón.

Yura dio un brinco enorme del susto. De inmediato buscó el origen de esa conocida y molesta voz. Víctor y Yuuri observaban con una sonrisa al rubio, felices por encontrarlo una vez más.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó Yuri molesto—. ¿No se supone que deberían irse al cielo o algo así?

—Quizá deberíamos —corroboró Víctor—. Sin embargo hemos decidido deambular por aquí y conocer juntos Tokio hasta que nos lo permitan.

—¿Ahhh?— exclamó Yura sin saber qué más decir.

—Pero no te preocupes —agregó Yuuri—. Vendremos a visitarte.

—¡No quiero que me visiten, quiero que se larguen!— exclamó exasperado Yuri, quien a partir de ahora, tendría que aguantar a un par de fantasmas enamorados en su eterna y merecida luna de miel.

FIN

¡Hola!

Muchas gracias por leer esta historia. En un principio solo fue una idea que debía abarcar 500 palabras, sin embargo, debido a mi poca capacidad de resumir no pude abarcar el límite establecido y decidí guardarla y publicar, en su momento, You are (not) me, ya que ahí sí pude abarcar el límite de las 500 palabras.

Ahora bien, esta historia quedó en borrador solo en su primer capítulo un año y gracias a la temática semanal fue que la desempolvé y terminé de escribirla, pues siempre quise concluirla; ya que en todo momento tuve en la mente el final para la historia.

Espero les haya gustado, a pesar de todo a mi me agradó XD espero no haya grandes errores o incoherencias (además de las normales). Si tienes alguna duda o comentario no duden en decirme, ¡soy toda oídos!

Por último les comento, los títulos de los capítulos son parte de la canción «The Other Side» de la banda Evanescence, una de mis bandas favoritas. Me gustaron esos estratos de la canción pues se adaptaba un poco a lo que quería contar con la historia. La canción tiene un contexto totalmente diferente, y en un principio este fic, de hecho, iba a tener por título The Other Side; sin embargo, después de pensarlo y divagar un poco con mi amiga, me gustó más el juego de palabras de «Fall Waiting», y pues nada, ahora ese es el título de este three shot.

Si quieren escuchar la canción les dejó el link de la canción. La verdad es muy recomendable, en general Evanescence es una banda muy recomendable XD

¡Nos vemos pronto y mil gracias, de nuevo, por leer!

xoxo

Sam ❤

Publicado por salemayuzawa

Me gusta leer, escribir, ver películas, anime y platicar con mis amigas. ¡Adoro imaginar historias!

8 comentarios sobre “…Come and take me home.

    1. Esta conclusión siempre me ha dado risa, ¡pero es que es algo tan Víctor que el solo pensarlo me lo imaginé claramente haciéndolo! En su defensa, al menos diré que todas las entradas al templo tienen un tori aunque más pequeñitos que la entrada principal. Si uno no conoce el templo es fácil intuir que esa es la única entrada XD

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