Cuando Mischa despertó, Makkachin era la única que lo acompañaba sobre la cama. Traía puesto un sombrero de chef y su cola se movía para todos lados emocionada.
Mischa no pudo evitar brindarle su mejor sonrisa. Makkachin se echó buscando cariño, llorando como bebé, y lo obtuvo segundos después a través de las caricias del novio de su amo.
Minutos más tarde, la perrita estaba rendida a sus pies y Yuuri se apareció por la puerta del dormitorio, sosteniendo una bandeja con el desayuno. Su torso desnudo, acompañado tan solo de unos pantalones de deporte, hicieron que el corazón del mayordomo latiera a velocidades insospechadas.
―Ese desayuno se ve buenísimo―exclamó Mischa mordiéndose los labios, pensando no sólo en el desayuno.
―La chef Makkachin ante usted, mi señor, fue la responsable de preparar este banquete―Yuuri puso una cara seria y Makkachin emitió un ladrido cuando ambos voltearon a mirarla.
―Mi heroína―comentó Mischa, riéndose.
―Ella insistió, yo sólo fui su asistente―agregó Yuuri.
―¿Y esa rosa?―preguntó Mischa curioso al ver sobre la bandeja del desayuno un pequeño florero de vidrio resaltaba con una flor.― Normalmente no tienes flores en la casa.
―Sí, pero esta es muy especial―contestó Yuuri haciendo un guiño coqueto― porque ha crecido en mi corazón…
Mischa sostuvo la bandeja para que Yuuri se sentara a su lado y, luego de encontrar la etiqueta se rió.
―¡No mientas, esta rosa ha crecido en una fábrica china, es de plástico!
Yuuri rió al ser descubierto y el sonido de esa risa iluminó de pronto la vida de Mischa, quien le regaló la sonrisa más acorazonada del mundo. La risa de Yuuri era su sonido favorito en el mundo. Con ella todo parecía encajar perfecto en su corazón.
Yuuri se acercó a robarle un beso y Mischa lo aceptó gustoso, embobado después por esos ojos almendrados que a veces parecían quemar como brasas.
―Bueno, amor, lo que vale es la intención, ¿no?
Y Mischa no pudo evitar hacer un puchero y exigir con ello otro beso, uno delicioso cargado de sentimientos y de tranquilidad. Ambos sabían que tenerse hacía la vida más bella, más calma, más llevadera.
Mischa sentía que en los labios de Yuuri podía morir mil veces y muchas más. Había toda una vida nueva allí, había luz y música y amor, mucho amor para dar.
Desayunaron felices, con Makkachin a su lado, conversando de todo lo que les quedaba por contar. Decidieron tomarse la mañana con calma después del desayuno y sentarse un buen tiempo en el sofá.
Amaban compartir tiempo juntos sin necesidad de hacer cosas de a dos. Yuuri, sentado, se concentró en su celular en silencio y Mischa, echado y con la cabeza sobre el regazo de Yuuri, se concentró en uno de sus libros. Se creó una atmósfera cálida, agradable y falta de palabras. De rato en rato cruzaban miradas cómplices, Yuuri le acariciaba el cabello y Mischa le robaba pequeños besos todas las veces que podía, aprovechando el tiempo, sencillamente disfrutándolo.
Makkachin, por su parte, era la perrita más feliz del mundo, echada a los pies de sus amos, bostezando de cuando en cuando y moviendo la cola alegremente. Se sabía en buena compañía y amada.
Un par de horas se la pasaron así, disfrutando del silencio y la tranquilidad. Cansado por la lectura, Mischa cerró el libro que tenía en la mano y, antes de levantarse del sillón Yuuri avisó.
―Amor, mamá nos ha invitado a comer―las palabras de Yuuri causaron que Mischa levantara el rostro en búsqueda de su mirada.
―Oh, ¿en serio?
―Sí, me topé hoy con ella en la panadería, cuando fui a comprar con Makka las cosas para el desayuno. Le conté del viaje a Tambov y de tu viaje a Moscú.
―Me siento mal, Yuuri, ya no voy a visitar a tus padres como antes―expresó Mischa preocupado.
―Pues es lo mismo que me dijo―Yuuri sonó divertido. Luego trató de imitar a su madre, acomodándose los lentes, poniendo una mirada severa y cambiando su voz a una muy aguda― «Deberían sentirse mal de haber olvidado por tanto tiempo a sus viejos y pobres padres. Dile a Mischa que lo desheredaré si no viene a despedirse antes de viajar a Moscú».
Ambos rieron y quedaron en que irían a almorzar con ellos. Sin embargo, tenían que resolver un gran impase de inmediato.
―Yuuri, creo que primero tendrás que llevarme a casa de los Plisetsky.
―¿Pero por qué?
―No tengo ropa y mi pijama sigue mojada después de la maratón de ayer…
Yuuri tuvo que recordar el encuentro tan lindo que había tenido con Mischa bajo la lluvia el día anterior. Ahora que lo notaba, Mischa traía puesto un pantalón y un polo de pijama que le pertenecían a él, por lo que le quedaba algo ajustado para su contextura.
―Bueno, no tenemos que irnos hasta el castillo…
Yuuri lo rodeó entre sus brazos y lo besó en el cuello, logrando que Mischa temblara ante sus roces.
―Sabes bien que tengo por aquí un par de cosas pero ninguna apta para visitar a tus padres, Yuuri.
―No sabes las ganas que tengo de verte con mi ropa puesta, seguro que te quedaría muy bien.
―¿Estás loco?―respondió, riéndose ante las cosquillas causadas por los cabellos de Yuuri acariciando su cuello. El chico siguió llenándolo de besos.
―Sí, estoy loco…pero por ti…
Mischa se volteó lentamente y no pudo evitar mirarlo con deseo.
―Un dia de estos me vas a matar de amor, Yuuri.
―No si tú me matas primero con esa mirada…
Y así no necesitaron más que unos besos profundos y una ducha compartida llena de calor, caricias y algo de pasión.

―Llegan muy tarde ―fue lo primero que dijo Toshiya al verlos en el umbral de la puerta.
―Lo sentimos, papá, surgió algo y nos retrasamos…―Yuuri abrazó a su padre algo avergonzado.
―Y asumo que ese algo terminó por romper de manera salvaje la ropa de Mischa de tal forma que terminó poniéndose la tuya…
―¡Papá!―exclamó Yuuri con las orejas rojas de vergüenza.
Al verlos a ambos totalmente avergonzados, Toshiya no pudo evitar reír escandalosamente y hacerlos pasar a la sala.
―¡Mis hijos lindos!―exclamó Hiroko emocionada dándoles un abrazo sentido lleno de amor.
La casa de los Katsuki siempre se sentía a hogar. Había un amor que Mischa no podía dejar de sentir, un interés genuino hacia el otro que llenaba sus corazones.
Conversaron amenamente durante el almuerzo, mucho más durante la hora del postre y más tarde cuando llegó la noche y se sentaron a compartir un café.
Los temas de conversación parecían nunca acabar. Empezaron un torneo de Monopolio que se convirtió en una batalla campal para adquirir los ferrocarriles y las propiedades más caras del tablero.
La noche se pasó entre risas y disputas tontas que terminaron con la victoria de Hiroko y la humillante pérdida de Yuuri que fue nombrado «el peor jugador de Monopolio de Kiritsy».
Al momento de irse, Hiroko se despidió de Mischa con un fuerte abrazo, acariciándole aquellos cabellos platinados.
―Cuídate mucho, hijo.
―Gracias, Hiroko ―contestó con una sonrisa―, gracias por todo.
―Recuerda que siempre te estaremos esperando, Mischa. Tienes una familia en Kiritsy que te ama.
Mischa soltó un poco el abrazo para mirar a la noble mujer que lo sostenía. La miró con ternura, regalándole una hermosa sonrisa.
―Lo sé, Hiroko. Sé que ustedes son mi familia y yo también los amo.

Mischa y Yuuri regresaron al departamento una hora después. Todo se encontraba empacado en el dormitorio del mayordomo y quería despedirse tranquilo, para estar listo al día siguiente.
Mischa se puso la pijama prestada y se recostó sobre la cama. El sonido de la ducha lo mantuvo entretenido mientras miraba ensimismado el techo.
La conversación con Yuuri había quedado pendiente pero no podía evitarla. Todo el día se había sentido feliz teniéndolo a su lado, abrazándolo, besándolo, disfrutando de esa mirada que lo cautivaba y lo hacía sentir más vivo que nunca.
Pero después de la pelea habían muchas cosas que le habían quedado claras. Sobre todo que, antes de irse a Moscú, necesitaba comunicarse con Yuuri y decirle lo que pasaba. No podía esconderle a Yuuri sus pensamientos porque él lo resentía y luego surgían descontentos e inseguridades. Mischa temía por la reacción de Yuuri, ser sincero era algo que le aterraba pero se dio valor para hacerlo.
Al entrar a la habitación, Yuuri interrumpió todo pensamiento que pasaba por la cabeza de Mischa con sus palabras.
―¿No crees que ya llegó el momento de nuestra conversación?
Mischa suspiró y asintió.
―Sí, creo que es necesario, Yuuri.
―Estoy de acuerdo contigo.
Mischa se sentó sobre la cama, dando espacio a Yuuri para sentarse junto a él. Los ojos flameantes de Yuuri parecían calcinar todo el perímetro.
―Yuuri… ¿Crees que todo hubiera sido mejor para ti si no me hubieras encontrado en el bosque?
La pregunta de Mischa desconcertó a Yuuri pero quiso ser muy honesto al respecto.
―Bueno, creo que todo hubiera sido muy diferente… Pero nunca mejor.
―¿Estás seguro de eso?―Mischa lo miró con tristeza.
―Mischa, ¿por que me preguntas algo así?
―Es que pienso que si no me hubieras encontrado esa noche en el bosque, tu vida sería mucho más fácil…
―Mischa, cuando te dije que te amaba la primera vez lo decía muy en serio. Te amo, te amo más de lo que hubiera imaginado que podría amar. Volvería a salvarte en el bosque todas las veces que me necesitaras, sin dudar. Por eso me sentí fatal cuando empezaste a recordar cosas de tu pasado y tú pensaste que era mejor ocultarlo que decírmelo.
―Jamás fue mi intención preocuparte, Yuuri, más bien quería protegerte.
―¿Protegerme de qué? ¿De tu verdadera identidad? ¿De tu pasado? Mischa, tu pasado sólo puede dañarme si no lo conozco, porque me da pie a imaginar de todo. Y eso es exactamente lo que no quiero hacer. No quiero suponer nada…sólo quiero que me digas la verdad, aún si la verdad duele.
Mischa creía que la verdad sí era dolorosa para ambos. Tenía miedo, mucho miedo de todo.
―La verdad…es que nuestro viaje a Moscú me hizo recordar lugares pero también me hizo recordar personas.
Yuuri no quiso hablar. Lo miró expectante, con el corazón que le salía casi por la boca.
Mischa entendió su silencio y siguió.
―El día que fuimos a ese restaurante fino en Moscú, vi entrar a una chica, acompañada de un hombre mucho mayor que ella y supe de inmediato cómo se llamaba.
Yuuri se sorprendió ante aquella información. ¿Cómo no se había dado cuenta de ello?
―¿Por qué no me lo dijiste?
―Porque no le di importancia, después de todo no recordaba mucho más de ella…hasta que, regresando a Kiritsy, la soñé.
―¿La soñaste? ¿Y qué soñaste?
Mischa lo miró preocupado, no quería decirlo, en verdad no quería pero ya había empezado a hablar y se había prometido no ocultarle a Yuuri nada más.
―Soñé que ambos estábamos en una oficina, los dos vestidos en traje. En un instante ella se acercó de forma muy provocativa y, segundos después ella…ella me besó.
El mundo de Yuuri se detuvo por segundos que para él parecían eones. La sangre se esfumó de su rostro al mismo tiempo que sus pulmones rogaban por aire, su respiración se aceleró y su pecho comenzó a arder. El mundo parecía dar vueltas a falta de oxígeno. No sabía qué hacer ni cómo reaccionar, era como si sus miedos más profundos, la cosa que tanto trató de evitar estuviera frente a su nariz y por varios segundos, Yuuri pensó lo peor.
Mischa pensó que sería mejor acabar con el relato.
―Luego de eso salimos de la habitación tomados de la mano y recorrimos una hermosa oficina, muy lujosa, llena de gente con traje hasta que llegamos a una sala de reuniones. Allí nos esperaban hombres mayores, también vestidos con traje. Parecían aplaudirnos y lucían alegres. Nos trajeron champaña para celebrar y brindaron por nosotros diciendo emocionados «¡Por Victor y Mila!». Luego de eso me desperté.
Mischa se detuvo allí. Pudo sentir temblar su cuerpo cuando volvió a recordar ese sueño. Sabía que había contado lo más importante y sabía que Yuuri se encontraba impactado con lo que le había contado, por eso decidió quedarse callado para darle tiempo para procesarlo.
Yuuri volaba mentalmente en suposiciones, una más dolorosa que otra. Ahora entendía el conflicto interno que había tenido Mischa y la razón por la que había preferido esconderlo. ¿Cómo decir algo así sin interpretarlo de la forma más trágica?
Esa tal Mila ¿era su prometida, su novia, su esposa? Mischa había escuchado el nombre de Victor… ¿acaso ese era su nombre real?
El mayordomo tomó preocupado la mano de Yuuri, acariciándola. Este saltó ligeramente sorprendido, sin saber qué hacer más que mirarlo.
Aunque sabía que lo que había dicho había sido impactante, Mischa se sentía liberado al haber soltado ese peso de su corazón.
―Yuuri, perdona que no te lo haya dicho antes. Ni yo mismo sabía qué pensar de eso. Me atreví a no hacerle caso a mis sueños porque estaba muy feliz contigo en Kiritsy.
La información había dejado a Yuuri pasmado primero, luego molesto porque hubiera querido saber todo mucho antes que ese momento. ¿Por qué Mischa no le dijo antes algo tan importante?
―Entonces esa tal Mila es…¿tu esposa, tu novia?
―No lo sé―contestó con sinceridad―, en verdad no lo sé, Yuuri.
―Pero…
―Yuuri…por favor mírame y escúchame―Mischa cogió el rostro pálido y confundido de su novio con sus manos― Te amo con todo mi corazón, eres lo más importante en el mundo para mi, entiéndelo. Es por eso que tenía tanto miedo de volver a Moscú, porque no quiero recordar más. No quiero irme de aquí, quiero quedarme en Kiritsy, quiero vivir contigo, ser feliz a tu lado, no necesito más. No quiero saber nada de mi pasado, no me interesa.
Pero Yuuri sabía que eso era imposible. Tarde o temprano los recuerdos seguirían apareciendo y Mischa necesitaba saber más. El recuerdo de su pasado era inevitable, por más que Yuuri había querido evitarlo. ¡Qué tonto había sido! Sus manos quitaron las de Mischa sobre su rostro y sus ojos se humedecieron antes de darse cuenta de ello.
―Mischa, tienes que ir a Moscú y averiguar más de tu pasado.
―Pero Yuuri…
―Lo que me cuentas me duele, pero a la vez pienso que es necesario que lo sepas todo. Porque quién sabe, podrías tener una esposa, incluso hijos y yo…
―No, eso no puede ser, Yuuri. Yo no puedo tener esposa ni hijos yo…yo sólo te amo a ti. Solo a ti.
Mischa trató de abrazarlo, cuando Yuuri sintió el tacto en sus brazos no soportó, pensando como Mischa podría haber abrazado a la tal Mila e imaginando a pequeños rusos de cabello plateado que corrían a su alrededor. Se puso de pie, queriendo escapar de la realidad. Caminó a la ventana para poder distraerse, se abrazaba a sí mismo en busca de un poco de comfort, podía escuchar la lluvia golpear la tierra, el olor a petricor entraba en la casa y veía como las gotas resbalaban por el vidrio. Suspiró, sus ojos ardían por lágrimas que contenía y la lluvia parecía ahora atravesar como dagas heladas su corazón.
Nunca pensó sentirse tan miserable por conocer la verdad a medias.
―Eso dices ahora, pero cuando recuerdes más de tu vida no vas a pensar igual, Mischa…Cuando recuerdes quién eres regresarás a Moscú y lo que tenemos se romperá…
―¡No, Yuuri, no! ¡Te juro que seguiré pensando igual! ¡Te juro que te seguiré amando sin importar nada, por favor cree en mi!
No podía verlo directo a los ojos, Yuuri no quería ver el doloroso rostro de Mischa. Mordió su labio inferior, parte de él quería creerle, su corazón le gritaba desesperado, tratando de rasgar su pecho para seguir viviendo ese cuento de hadas donde todo era amor y perfección. Su lado racional, ese que Yuuri más odiaba, le decía que la vida no podía sonreírle tanto. Movió la cabeza, tratando de deshacer todos los malos pensamientos y disiparlos a su alrededor. No podía creerlo, porque sabía que creer era esperar y la esperanza era lo que más lo lastimaría cuando Viktor conociera la verdad.
Mischa pudo ver con dolor esa enorme duda a través de los cristalinos y tristes ojos de Yuuri y no pudo evitar que sus ojos lo miraran destrozados.
―Es por eso que no te lo quería contar. Porque sabía que no me ibas a creer, porque sabía que me querrías dejar cuando te dijera que tengo un pasado que no quiero recordar.
Era difícil entender por completo el dolor del otro en ese momento. Cada uno se encontraba empapado de temores e inmerso en su pequeño universo de sufrimiento.
Yuuri sintió como si sus pulmones lo apretaran, como si el cuerpo le doliera y la realidad fuera tan agobiante que necesitaba salir de ese espacio para poder sentirse mejor.
Yuuri necesitaba un momento a solas para poder pensar bien las cosas y analizar la situación. Salió apresurado de la habitación, seguido por Mischa, quien no entendía lo que pasaba.
―¿Qué haces? ¿A dónde te vas?
―Necesito respirar un poco, Mischa, yo…
Sin decir más Yuuri llamó a Makkachin para llevarla a pasear. Mischa tuvo que escuchar la puerta cerrarse y sentirse solo en ese hogar.

Armado de un paraguas Yuuri caminó sin prisa por las calles desiertas de Kiritsy. Trataba de ordenar sus ideas para poder calmarse y encontrar una solución.
Mischa le pedía comprensión y confianza pero bajo las circunstancias, eso era para Yuuri algo muy difícil. Trataba de buscar culpables, de buscar una razón para terminar con todo pero no podía. En realidad no podía culpar a Mischa por lo que pasaba. Sabía que los sentimientos de Mischa hacia él eran sinceros y tenía que reconocer una cosa. Phichit le había dicho mucho tiempo atrás que el pasado incierto de Mischa podía llegar a pasarle factura y era recién que lo entendía por completo.
Mischa había aparecido en su vida como un rayo de luz pero sentía que ese rayo empezaba a quemar poco a poco lo que habían creado. Yuuri había saltado sin paracaídas meses atrás y ahora sufría porque se acercaba a suelo firme a una velocidad alarmante.
¿Pero acaso no era algo que no supiera antes?
Yuuri también sabía que él había asumido el riesgo antes de empezar una relación con Mischa. Su novio le había dado todo su corazón por completo, jamás había dejado de demostrarle todo lo que sentía por él. Yuuri comprendía que no era fácil para ninguno de los dos. Emitió un suspiro largo, que soltó toda la desesperanza que llevaba encima.
¿Qué debía hacer?

Mischa no había querido levantarse de la cama desde que Yuuri había desaparecido. Odiaba su memoria, sus sueños, incluso luchaba para no pensar mal de él mismo.
Sabía que había herido a Yuuri pero también sabía que lo mejor era haber sido sincero. Necesitaba regresar a Moscú sintiéndose apoyado por su novio, aunque ahora pareciera todo lo contrario.
De cuando en cuando una lágrima resbalaba por su mejilla al pensar que se iría a Moscú sin el apoyo de Yuuri y eso le dolía horrores. Él sabía que compartían un amor muy fuerte. Tenían que superar eso. Yuuri tenía que convencerse que era mejor luchar juntos que separados.
Un par de horas después, el sonido de la puerta sorprendió a Mischa, quien se levantó y corrió desesperado hacia la entrada de la casa.
Yuuri se hallaba ahí, con un rostro imposible de leer. Liberó a Makkachin de su correa, quien sacudió un poco de lluvia sobre su lomo y cola, luego se estiró y se dirigió hacia su camita.
Segundos después levantó la mirada y encontró los ojos inyectados y preocupados de Mischa, que le rogaban en silencio por un gesto o una palabra.
Suspiró agotado y, sin más, preguntó.
―¿En verdad vale la pena que nos esforcemos tanto por algo que quizás no va a poder funcionar? Dímelo, Mischa, por favor…Dime si podremos afrontarlo…
Mischa fue a buscarlo, desesperado por establecer contacto y lo rodeó con sus brazos. Lo miró luego sin querer soltarse, con miedo a separarse.
―¡Yuuri, claro que lo vale! Yo te amo y sé que tú me amas, ¿Por qué no apostar por eso? ¿Por qué no apostar por lo que sentimos, por lo que vivimos cada día? ¿Por qué no apostar por ese amor tan grande que nos tenemos?
Y eso dejó a Yuuri sorprendido. En verdad, ¿por qué no hacerlo? Allí estaban los dos, conscientes de que la situación no era fácil pero aún así querían estar juntos. Mischa lo amaba, eso lo sabía, ¿por qué no confiar en ese amor?
―Mischa, quiero hacerlo pero…
―Por favor, Yuuri, confía en mí…te lo ruego. Sé que parece difícil pero si permanecemos juntos en esto todo será más fácil. Te necesito, te necesito de verdad…
Yuuri también lo necesitaba, casi como aire para respirar. Se llenó de fuerza, de mucha fuerza porque esto no sólo se trataba de él, sino también de Mischa y pensó que se amaban demasiado, que no podía tan sólo borrar lo que habían vivido.
Todo lo que pasaron juntos, lo que aprendieron del otro, había sido un tiempo hermoso, invertido con mucha dedicación.
Yuuri seguía preocupado pero no culpaba a Mischa, culpaba al cruel destino que los había puesto allí, que se encontraba jugando a su antojo con sus sentimientos.
Era un destino con ganas de imponer tragedias y sinsabores a pesar del amor que lo cubría.
Pero era un destino contra el que estaba dispuesto a luchar.
Acarició los cabellos de su amado con cuidado, obteniendo a cambio una mirada inyectada de amor y tristeza. Pronto Mischa volvió a rodearlo con sus brazos y lo trajo hacia sí, sin intenciones de soltarlo nunca más.
Yuuri, por su parte, tampoco quería ser soltado. No se imaginaba alejándose de él, Mischa era como un imán que lo jalaba hacia sí, que lo impulsaba a ser mejor cada día. No podía negarse a estar a su lado porque lo valía, valía aunque pudiera causarle dolor más adelante. Cada maldito segundo de su vida plena se debía a ese hombre que le había dado todo de sí. ¿Cómo no apoyarlo ahora que lo necesitaba? El mundo de Mischa se estaba tambaleando y necesitaba su fuerza aún con más razón. Él se la daría por amor. Estaba dispuesto a apostar por ellos, una y otra vez, a pesar de lo oscuro que parecía ser el futuro. Yuuri recorrió suavemente con su dedo índice el rostro de Mischa, recorriendo después sus labios.
―Te amo tanto, mi amor…
Y Mischa no pudo evitar sonreír emocionado porque lo sabía. Sabía que Yuuri le estaba demostrando que lo apoyaría, que no lo dejaría.
―Y yo a ti, Yuuri. Eres lo único que necesito para ser feliz.
Ambos se fundieron en un abrazo sentido y luego en un beso que los acercó incluso más.
―Todo estará bien, Mischa, mientras estemos juntos todo estará bien.
Sí, Mischa también lo creía. Más allá de cualquier pasado, todo era mejor en los brazos de Yuuri.
―Mientras estemos juntos todo estará bien, Yuuri. Lo sé.
Y así compartieron juntos una noche más entre las sábanas, tocándose con devoción, sintiendo sus cuerpos calientes en un sube y baja de emociones. Yuuri se derritió ante los ojos profundos de Mischa, ante su sonrisa cálida, ante el amor tan grande que le profesaba.
Mischa lo llenó de calor, de sensaciones y sentimientos. Lo trató con el cuidado con el que se protege un tesoro, lo llenó de besos, lo hizo sentir completamente amado.
En verdad necesitaban confiar en el amor sincero del otro, en las promesas dadas y en las caricias ofrecidas.

Al día siguiente todo pasó muy rápido. Mischa llegó al castillo a las diez, con el suficiente tiempo para recoger su maleta y arreglar las últimas cosas que faltaban en la casa. Dejó indicaciones milimétricas a cada uno de su equipo de trabajo y se dirigió al auto con las maletas de la señora Plisetsky y la suya.
Phichit guardó el equipaje en la cajuela y le concedió el lugar privilegiado del copiloto.
A las 12:05 el auto salió en dirección a Moscú, llevándose consigo a cuatro personas con cuatro caminos diferentes, caminos que se unían por un lado y se separaban por el otro.
Mischa tenía miedo pero también sabía que no estaba solo. Yuuri le había asegurado que, pasara lo que pasara, lo enfrentarían juntos.Y con Yuuri Mischa no necesitaba más. Se sentía listo y dispuesto a encarar, con valentía, su pasado.

Nota de autor:
Mischa y Yuuri debían conversar seriamente de lo que pasaba. Tenía mis dudas al principio sobre este capítulo, no quería alargar el momento hasta llegar a Moscú pero creí necesaria la conversación, Yuuri necesita saber qué está pasando en su vida y Mischa necesita sentie su apoyo a pesar de todos los miedos que tiene.
Bueno, ahora si viene el arco de Moscú, que traerá varias situaciones que moverán muchas cosas dentro de Mischa.
¡Gracias por leer!❤