
Yuuri miraba a la ventana mientras la luna brillaba muy arriba en el cielo. No se le había ocurrido otra palabra para describir su actitud frente a Mischa como “tonta”.
Sí, había reaccionado como tonto, no lo negaba.
Luego de haber dejado a Mischa había regresado molesto a su casa, pensando en que su novio había jugado con sus sentimientos. Sentía que lo había ilusionado y luego lo había rechazado de una forma cruel. Yuuri se había ido molesto hacia Tambov y había tratado de mantener el mínimo contacto con él.
Pero por las noches, antes de dormir o al despertarse, pensaba en Mischa y en lo mucho que lo extrañaba. No se imaginaba que iba a terminar yendo a Tambov con las cosas tan alteradas.
Trataba de pensar en lo que había pasado y, con el pasar de los días, con más calma y tranquilidad, empezaba a ver las cosas desde otra perspectiva.
El fin de semana anterior había sido un sueño, recordaba el amor que ambos se habían manifestado y al siguiente día se había sentido en las nubes. Quizás demasiado.
Trató de ponerse en el lugar de Mischa y reconocía que se había dejado llevar por sueños y fantasías que nada tenían que ver con la realidad. No podía pedirle a nadie que dejara todo para seguirlo, porque si a él se lo hubieran pedido, probablemente también lo hubiera negado. Mischa tenía una vida más allá de él y debía aceptarlo. No podía «enjaularlo» para protegerlo, esa no era la relación sana que él quería.
Lo peor, pensaba, era el hecho de haberle exigido a Mischa que confiese alguna razón escondida para irse. Yuuri sabía que había sido un imbécil, volviendo a sacarle en cara su viaje a Moscú y, peor aún, cuestionando lo que Mischa sentía por él, sabiendo de todas las muestras de amor que su novio siempre le daba. ¿Qué más necesitaba para saber que Mischa lo amaba?
Entendía que las cosas se habían salido de control muy rápido y la verdad es que había intentado salir de ese gran agujero que había cavado pero había sido sin éxito.
Yuuri reconocía que había actuado por miedo, un miedo que se negaba a marcharse de su lado y que le hacía caer en la inseguridad.
Pero ya no sabía cómo acercarse a Mischa para pedirle disculpas, se sentía muy culpable por todo pero tampoco sabía cómo hacer para que Mischa aceptara tocar el tema.
Quería que Mischa contestara sus mensajes aunque había sido en vano. Mischa había estado posponiendo también la conversación con él durante toda la semana anterior. Lo sabía porque Yuuri había procurado dejarle mensajes de voz largo con disculpas muy sentidas muy temprano o en la madrugada pero luego, debido sus actividades, había dejado apagado su celular todo el resto del día. Mischa sencillamente se negaba a responder los mensajes. Yuuri había recibido tantos «visto» como arena en el desierto y ninguno había traído consigo una respuesta.
Por ello miraba nerviosamente su celular a las tres de la mañana, antes de empezar con el último mensaje que se había atrevido a grabar para su hermoso novio. Se acomodó sobre la cama del hotel, echado y mirando hacia el techo, dándose valor para continuar.
¡Hola, Mischa! Espero que estés bien. Por aquí el clima está muy agradable y cuando llueve, usualmente estamos bajo techo.
Mis exposiciones tuvieron una excelente acogida, por lo que me han pedido que los repita esta semana en varios centros de la zona. ¿Qué piensas? ¿Crees que es buena idea? El señor Ivanov ha sido tan amable conmigo, me ha presentado a muchos inversores o gente con buenas ideas y proyectos, incluso me ha invitado a un almuerzo con el Ministro de Agricultura, que estará por aquí a causa de otras reuniones…
Sé que debo regresar a Kiritsy, por eso quiero saber lo que piensas sobre ese almuerzo con el Ministro. Me obligaría a quedarme una semana más, ya que el almuerzo sería el sábado…
Mischa, sé que ya te dije que lo siento y que fui un idiota la última vez que hablamos. Entiendo que te hayas molestado pero por favor necesito que hables conmigo, que me dejes aunque sea un mensaje…
Yuuri detuvo el audio. Necesitaba respirar hondo para ganar fuerzas nuevamente.
Cariño…extraño tu voz… No he recibido ningún mensaje tuyo en la semana, tampoco una llamada y me preocupa.
Sé que no quieres dejar mensaje de audio pero en serio…tengo que hablar contigo, yo…
No olvides lo importante que eres para mi y que me siento mal con todo este distanciamiento.
Por favor háblame…
Si no lo haces, supondré que quieres tu espacio y aceptaré ese almuerzo del sábado con el Ministro. De ser así, no podremos vernos antes de tu partida a Moscú. ¿En serio deseas eso?
Bueno, son las tres y media de la mañana, debo acostarme.
Te amo…
Yuuri dejó los mensajes sintiéndose muy mal. Esperaba encontrar al día siguiente una línea, una imagen o algo que le indicara cómo proceder.
Y lo único que recibió Yuuri a la mañana siguiente fueron los dos “visto” que brillaron azules y dolientes en su pantalla.

Mischa había sido como una tormenta tropical durante esa semana y él lo sabía.
Su frustración la había descargado con la mitad del personal que tenía a su cargo en cada ocasión que había podido.
Malhumorado, impaciente y quejumbroso, todos sabían que algo no andaba bien en su vida pero nadie se atrevía a preguntarle qué era.
Mischa estaba desconcertado con todo lo que había pasado. No entendía qué había sucedido entre Yuuri y él. Todo había sido tan lindo, tan perfecto y luego, de la nada, había explotado.
No entendía el afán de Yuuri por su renuncia. No creía justo que Yuuri le dijera qué hacer y lo sometiera a una vida sin ingresos ni trabajo. Claro, entendía su deseo, porque él también quería vivir con Yuuri y tener una vida juntos pero no en ese momento. No cuando empezaba a disfrutar de independencia y de su trabajo.
Y el que su novio le recriminara el viaje a Moscú por su “falta de amor” a él le dolía en el alma. ¿Por qué seguía desconfiando de él y de sus sentimientos?
El viaje a Moscú lo desesperaba también. Sus sueños habían vuelto esos últimos días y la ciudad, llena de pistas para saber de su pasado, lo asustaba cada vez más. ¿Volvería a ser todo igual después de ese viaje? Mischa no lo sabía y sentía que necesitaba a Yuuri más que nunca, ya que en unos pocos días partiría y no tendría suficiente tiempo para pasarlo con él. Peor ahora que ni se hablaban.
Yuuri se había disculpado, había deseado comunicarse con él pero Mischa no había querido enfrentar a Yuuri durante toda la semana. Lo único que hacía Yuuri era dejarle mensajes de audio o de texto y Mischa había tratado de poner en claro que no contestaría ninguno de esos mensajes. Pero tampoco lo quería llamar. Esperaba que Yuuri nadara en culpa y viniera desesperado a verlo pero todo se había ido por la borda con ese último mensaje de whatsapp que había recibido.
Yuuri decía que quizás se quedaría una semana más en Tambov y, que esperaba que le respondiera ese mensaje para tomar una decisión. Él no sabía qué responder.
Toda la situación era inentendible para Mischa, quien se sentía molesto y preocupado, sin saber muy bien qué hacer en esa situación. Hablar con Yuuri le parecía difícil y el sólo pensar en lo que le esperaba en Moscú sin su apoyo lo atemorizaba más.
¿Qué podía hacer? Verdaderamente no tenía ni idea.

―¿Yuuri Katsuki?
La voz dulce y femenina, después de terminar una de las exposiciones, causó que Yuuri volteara a mirar.
―¿Alina?
―¡Yuuri! ¡Sabía que eras tú!
Ambos chicos se abrazaron con cariño, como si los años no hubieran pasado.
Alina había sido amiga de Yuuri desde el colegio. Amable, estudiosa y muy empeñosa, ella había optado por un estudio universitario en la misma universidad que él en Moscú pero después de varios años, Yuuri la veía.
―Cuando escuché tu nombre no lo podía creer―explicó la chica―. Te veo muy bien, Yuuri, ¿cómo te trata la vida?
Yuuri y Alina hablaron un rato, tratando de ponerse al día con sus vidas en solo segundos, contando pequeñas anécdotas que vivieron juntos y sueños que lograron cumplir.
—¿Sigues con ese chico del instituto que me presentaste alguna vez? ¿Adrik se llamaba?
Yuuri sintió cómo su estómago se revolvía. Gracias a Dios Adrik había quedado atrás.
―No―dijo sonriente―, las cosas con él no funcionaron. Terminamos hace mucho tiempo.
―¡No sabes cuánto me alegro!―expresó la joven― Nunca me gustó ese chico. Te tenía muy encerrado, no te dejaba respirar. Ya no querías salir con amigos, te imponía las cosas y te descuidaste un montón.
Era cierto. Adrik había encapsulado a Yuuri y lo había hecho desconfiar de sí mismo. Había sido un período horrible en su vida, un período que no quería volver a vivir nunca más. Y, ahora que lo pensaba, lo había aislado del mundo, sin dejarlo respirar. Algo dentro de él se removió. Quizás él había actuado con Mischa como Adrik lo había hecho con él, por desesperación, tratando de encerrar bajo llave al hombre que más amaba en su vida.
―¿Entonces estás soltero?―siguió Alina― Dímelo para presentarte a un par de chicos que estarían más que felices de salir con alguien tan guapo como tú.
Yuuri rió con el comentario. Las épocas de buscar a alguien se habían acabado desde que un muchacho de ojos azules le había robado el corazón.
―No, gracias, en realidad, ya estoy con alguien.
―¡Ajá!―la chica sonrió cómplice―¡Ya veo! ¿Y cómo se llama?
―Su nombre es Mischa y trabaja en Kiritsy. Nos conocimos en circunstancias muy particulares y ya llevamos saliendo varios meses. ¿Quieres verlo?
―¡Oh, sí, por favor!
Yuuri prendió su celular para mostrarle orgulloso las fotos de su amado. Se desvivió en halagos, en anécdotas dulces con él y de pronto Mischa era el centro del universo que se formaba entre Alina y él. Una vez que Yuuri comenzaba a hablar de Mischa parecía no poder parar y lo hacía con gran dedicación y amor. Alina lo escuchaba feliz y, cuando Yuuri se quedó callado de pronto pensando en lo mucho que le gustaría estar en esos momentos con él para decirle cuánto lamentaba su arrebato, la chica continuó.
―¡Usted, señor, está completamente enamorado!
Yuuri no pudo evitar enrojecer.
―Bueno, sí, no puedo negarlo. Estoy muy feliz de estar con él.
―Se nota y creo que te lo mereces. Te mereces ser feliz, Yuuri.
Sí, Yuuri también creía que se merecía la felicidad, aunque en esos últimos días parecía que la estaba alejando.
Alina y Yuuri compartieron rápidamente un pequeño refrigerio y se despidieron, felices por el encuentro. Yuuri volvió a mirar la pantalla con las fotos de Mischa que antes le había mostrado a su amiga. Suspiró triste, pensando que, en ese momento, Mischa se sentía más lejos que Plutón. Lo extrañaba y lo necesitaba.

Mischa se sentía como en piloto automático, sin ganas de angustiarse más con la ausencia de Yuuri.
Ese día le había dejado otro mensaje, esta vez de audio y no había hecho más que contarle de todas las personas que había conocido y todos los proyectos de los que había oído. Mischa no había tenido interés en contestar. Se hallaba por esa razón barriendo el piso del patio por la tarde completamente ensimismado, concentrado en las hojas de los árboles que, sin poder evitarlo, habían empezado a caer. El invierno estaba cerca, lo sentía en el viento gélido y en las menos horas de luz al día. Las flores se habían apagado lentamente y las lluvias habían empezado a aumentar.
―Creo que este fin de semana va a llover, ¿no?
La voz de Phichit rompió la burbuja tímida en la que se encontraba Mischa y este le regaló una leve sonrisa.
―No creo―contestó el mayordomo―, el cielo no está tan oscuro, Phichit…
―Tú siempre dices que no va a llover y después llueve.
―¡Eso es mentira!
―Claro que no. Todo lo que dices es siempre al revés―Phichit empezó a imitar la voz de Mischa como si fuera un ratón―»Phichit, no me gustan los hombres», «Phichit, Yuuri es sólo mi amigo», «Phichit, me gusta acampar», «Phichit, no va a llover».
Mischa no pudo evitar reír. Phichit tenía una forma de ser tan particular que era capaz de de levantarle el ánimo, aunque sea un poco. Aun así, Mischa no pudo evitar suspirar.
―Te veo algo preocupado―siguió el moreno―¿Todo bien con Yuuri?
―No…todo es…complicado.
Mischa volvió a quedar en silencio mirando el cielo lleno de nubes.
―Pero dime, ¿qué pasó?
Mischa no olvidaba que Phichit era el mejor amigo de Yuuri pero se había vuelto, de una u otra forma, también el suyo.
―Yuuri y yo discutimos el sábado pasado y hasta ahora intento entender por qué.
Phichit pudo escuchar el tono de molestia de Mischa y empezó a preocuparse.
―Así que problemas en el paraíso.
―En verdad no sé qué pudo pasar por la cabeza de Yuuri para terminar molestándose conmigo.
―Quizás si me cuentas pueda ayudarte. Y si no te puedo ayudar, pues al menos me enteraré del chisme.
Mischa le contó lo sucedido durante el momento en la sala y la conversación en el auto, le estaba costando mucho ser objetivo y Phichit podía verlo.
―Entonces, de buenas a primeras dices que explotó―resumió el moreno en pocas palabras.
―¡Sí y no quiero hablar con él!―Mischa sonaba molesto― Se empeña en dejarme mensajes o audios en whatsapp que no quiero leer o escuchar…¡Es frustrante!
―¿Y qué es lo que piensas hacer?
Mischa suspiró.
―No hay mucho que pueda hacer―explicó―, Yuuri me dijo el domingo que si no le decía nada, se quedaría toda esta semana en Tambov también. No le contesté.
―Pero Mischa, es jueves…
―¡Lo sé!―contestó molesto―Y sé que debí haberle dicho que quería que regrese.
―¿Y por qué no se lo dijiste?
―Es que no quiero perdonarlo tan fácil, quiero que sufra un poco.
―¡Bueno, ahora el que suena a niño engreído eres tú!
Los dos amigos se quedaron en silencio por un largo rato. Phichit entendía que Yuuri había reaccionado primero llevado por el miedo pero ahora era Mischa el que no quería dar el siguiente paso.
―Odio todo esto―explicó el abogado―, no quiero irme así a Moscú, sin verlo…
―¡Pero entonces, díselo!
Phichit no quería tener paciencia al respecto. Sus dos amigos parecían niños pequeños, peleando por quién tenía la razón, por lo que le llamó la atención.
―Ustedes dos necesitan comunicarse. Yuuri ha tratado toda la semana de disculparse y tú toda la semana has tratado de ignorar sus disculpas y huir de la confrontación. Al final los dos son iguales.
Mischa entendió que estaba siendo tan infantil como pensaba que Yuuri había sido. Y eso sí era decepcionante porque se había jactado de su orgullo todo ese tiempo y ahora veía que se había comportado como un niño miedoso. Suspiró antes de aceptar su derrota.
―Tienes razón. Estoy huyendo y no quiero…
―Entiendo que estés molesto pero necesitas hablar con Yuuri antes de irte a Moscú, Mischa―dijo Phichit muy serio―. Tienes que decirle lo que sientes y lo que esperas de él. Conozco a Yuuri y sé que fue impulsivo pero no actuó con maldad, sino con mucho miedo.
―¿Miedo?―exclamó Mischa sorprendido―¿Miedo a qué?
― ¿Cómo que a qué? Señor Mischa Katsuki ¡Qué poco observador! Es obvio que tiene miedo de Moscú y de que recuperes tu memoria. ¿No te has puesto pensar por qué quiere evitar que te vayas? Yuuri está muy consciente de que estás empezando a recordar cosas de tu pasado, aunque no se lo hayas dicho.
Mischa lo miró preocupado. ¿Cómo podía saber Yuuri eso sí nunca se lo había contado? Quiso saber por Phichit sobre eso.
―Pero, ¿cómo lo sabes?
―Él siente que hay algo que no le estás contando, Mischa, me lo ha dicho y tiene mucho miedo de que lo dejes una vez que tus recuerdos vuelvan a ti. Mira, voy a ser honesto contigo. Nunca he visto a Yuuri tan enamorado de alguien como contigo y por eso quiero que entiendas el terror que siente ante la idea de perderte. Es por eso que quiso que renunciaras y es por eso que te quiere en casa, a salvo, donde no los pueden separar. Entiéndelo, le teme a Moscú.
―¡Pero yo no quiero dejarlo, sino todo lo contrario!
―Lo sé pero él está aterrado.
―Phichit, yo también estoy aterrado con la idea de Moscú.
Phichit esperó paciente a que Mischa se explayara pero no resultó. Mischa se quedó mirando al suelo, sin emitir palabra alguna y el moreno sabía que debía esperar, no podía forzarlo a hablar, por lo que lo acompañó en silencio un largo tiempo más, mientras Mischa trataba de calmarse para continuar. Luego procedió a preguntar.
―¿A qué le tienes miedo?
Esa pregunta era tan fácil de hacer…pero demasiado difícil para contestar.
―Tengo miedo―Empezó con la voz temerosa―, a recordar quién soy.
Eso sorprendió a Phichit. ¿Por qué alguien tendría tanto miedo de su pasado?
―Pues dime, Mischa…¿por qué debería darte miedo el saber quién eres?
Mischa lo miró fijamente, revelando quizás demasiado a través de esos ojos claros.
―Es que ya estoy empezando a recordar cosas y lugares. Cosas que me gustan y otras que no. Y tengo mucho miedo Phichit, tengo miedo que la vida que tengo se acabe cuando recuerde todo de mí…
Phichit se levantó preocupado, dando vueltas por el jardín, pensando en qué decir para no crearle más miedos a Mischa, quien se veía muy afectado.
Enlazaba lo que ahora sabía sobre los miedos de Mischa con los miedos que le había confiado Yuuri semanas atrás y le parecía injusto que el destino hubiera atado a dos chicos que quizás no podían estar juntos. Ahora entendía los miedos de Yuuri mucho más.
― Mischa, sé que te da miedo tu pasado pero es necesario que recuerdes quién eres. Tu pasado es una parte importante de ti, tienes que aceptarlo, sea lo que sea.
―¿Y qué pasa si no me gusta?
―¿Y qué pasa si es un pasado hermoso, con cuentas de banco en Suiza y una mansión en París?
―El dinero no te hace necesariamente feliz, Phichit.
―¡No, pero tampoco te hace feliz el tener veintitantos años de vida sin recuerdos!
Mischa suspiró y volvió a mirar al cielo.
―No lo sé Phi. No lo sé. Amo mi vida en Kiritsy, amo a Yuuri y no quisiera…no quisiera que cambie nada entre nosotros. Por eso no quiero irme a Moscú peleado con él, necesito saber que cuento con su apoyo…
―Sí y por eso, ahora más que nunca, necesitan estar unidos porque aunque él no te lo diga, eso es lo que más necesita de ti, saber que lo quieres en tu vida. No lo rechaces, Mischa, dile que lo necesitas.
Mischa tenía que comunicarle a Yuuri todo lo que sentía. Si bien había ignorado a Yuuri toda la semana anterior, debía llegar al punto de hacer las paces. Necesitaba dejarle en claro que él necesitaba también tenerlo a su lado, sin importar nada en el mundo.

Era viernes por la noche, el cielo oscuro se encontraba despejado y Yuuri seguía conversando después de una agradable cena con el organizador del evento en Tambov. Habían tenido muy buena química y gracias a él habían surgido interesados en expandir la distribución de sus productos, además al día siguiente se reuniría con el Ministro de Agricultura y todo parecía ir muy bien.
Parecía.
Sin embargo, Yuuri no podía sentirse tranquilo. Él sabía que tenía que estar camino a Kiritsy, para disfrutar un último día con Mischa antes de su partida a Moscú. La culpa lo carcomía y la inseguridad aún más. Sabía que Mischa tenía todo el derecho de estar molesto con él por haber actuado impulsivamente y no se creía con derecho a pedirle disculpas. Después de todo, se había dejado llevar por el miedo sin pensar bien las cosas.
―Yuuri, disculpa, ya regreso.
Las palabras del señor Ivanov lo regresaron a la realidad y Yuuri sólo atinó a sonreír y asentir.
Sin tener que hacer, Yuuri empezó a tamborilear con los dedos sobre la mesa, hasta que no pudo evitar querer prender su celular.
Amaba encender su teléfono, lo primero que veía detrás del menú era una hermosa foto de Mischa y él mirando hacia la cámara.
Mischa le había pedido que se sacara las gafas para que en la foto se lucieran sus ojos brillantes y oscuros como jarabe de arce. Sus cabellos, algo húmedos por la llovizna al momento de hacer la foto, no podían ocultar la sonrisa de ambos.
Pronto el aviso de varios mensajes lo sorprendieron. Muchos eran de contactos sin mayor importancia pero Yuuri no pudo evitar ver la lucecita en el chat de Mischa.
Era la primera vez que él le mandaba un mensaje y los nervios empezaron a ganarle la partida. ¿Debía abrirlo? ¿Y si el mensaje estaba lleno de reclamos y reproches? Se imaginaba las situaciones más terribles y se negaba a escuchar el audio.
Pero no podía posponerlo, a pesar de todo quería escuchar su voz, dos semanas sin respuesta habían sido demasiadas y la verdad era que no podía seguir huyendo a la confrontación.
Yuuri tomó aire para abrir la ventana de conversación y vio que allí se hallaban dos audios.
Miró el mensaje grabado por varios segundos hasta darse ánimo y apretarlo.
Rápidamente apoyó el teléfono sobre la oreja izquierda. Su corazón empezó a bombear a la velocidad de la luz y la voz de Mischa, insegura y algo temblorosa lo hizo extrañarlo más aún.
Hola Yuuri, espero que estés bien. Sé que no tengo excusas para no haber respondido tus mensajes. Estaba molesto y no quería perdonarte tan fácilmente.
Yo…no sé qué decirte. Me dejaste confundido la otra vez. Llegué a la casa y me tiré a dormir molesto, dispuesto a no hablar contigo hasta que entraras en razón.
En fin, sólo quería pedirte que me disculpes por ignorarte todo este tiempo. Créeme que no fue mi intención ser cruel contigo…te extraño…
Mischa tomó aire tratando de calmarse para continuar hablando. A Yuuri le dolía poder escuchar lo difícil que era para Mischa el estar ahí, tratando de hacer las paces mientras él seguía inmerso en su mundo allá en Tambov. La voz de Mischa iba sintiéndose más temblorosa con cada segundo que pasaba.
Como ya sabes, pasado mañana me voy a Moscú y lo único en lo que pienso eres tú. Debí haberte dicho el domingo que te necesitaba aquí, que no quería que te quedaras allá una semana más. Pero mi orgullo me venció y sé que fue estúpido de mi parte. Lo lamento. Ahora odio todo esto porque no quiero irme a Moscú así, sin verte, me haces mucha falta y yo…yo tengo miedo, Yuuri…tengo mucho miedo de Moscú.
Yuuri sintió cómo sus ojos se empapaban cuando escuchó la voz de Mischa detuvo su mensaje para empezar a sollozar. Maldecía saberse tan lejos. El saber que estaba llorando le rompía poco a poco el corazón.
Yuuri, tú quizás piensas que yo voy feliz a Moscú para descubrir mi vida, para saber quién soy pero, la verdad, no me interesa.
No me interesa ninguna vida si tú no estás ahí conmigo… Y tengo miedo, Yuuri, tengo miedo de recordar quién soy y que tú ya no quieras estar conmigo por tener un pasado diferente al que te imaginas…
―Mischa, yo…
El primer audio se acabó pero uno segundo esperaba por él.
Yuuri se lamentó al darse cuenta de que esa no era conversación y no había forma de contestar, no había manera de reconfortar a Mischa al instante y se detestaba por no haber regresado a Kiritsy antes. La garganta le empezó a arder como si hubiera tragado fuego y este no se hubiera querido apagar dentro. Sentía el dolor y el miedo de Mischa como suyos y es que, claro, Yuuri jamás se había puesto a pensar que Mischa podía estar también preocupado porque sus recuerdos hicieran que él se alejara, justamente él, Yuuri, quien pensaba exactamente lo mismo de Mischa. Siguió escuchando con las lágrimas que caían por momentos al escuchar los sollozos de su novio.
Por favor, no quiero afrontar esto solo, Yuuri, te necesito. Quiero saber que todo va a estar bien entre los dos, que pase lo que pase no vas a querer dejarme por tener otro apellido o tener otra vida. Quiero saber que, sin importar mi historia, te tendré conmigo.
Te amo, Yuuri y te pido que no lo olvides nunca…
El audio se detuvo pero Yuuri se quedó con el auricular puesto en la oreja. Trataba de procesar la información. Se sentía tan mal que no sabía cómo apagar esta sensación de culpa. Había sido un tonto, ¡por supuesto que Mischa no querría alejarse de él, para Yuuri estaba muy claro que Mischa lo amaba! Pero se había concentrado en sus miedos, sin pensar en los de su novio, se había encerrado en su burbuja de negatividad y no se había permitido entender que el miedo era compartido. ¿Qué demonios seguía haciendo en Tambov? ¿Por qué no estaba con Mischa, ahora que lo necesitaba?
―Yuuri, ¿estás bien?―El señor Ivanov se encontraba frente a él, preocupado al ver que Yuuri se hallaba con el rostro lleno de lágrimas y los ojos rojos.
Yuuri lo miró confundido y se paró como resorte.
―Sí, lo lamento pero tengo una emergencia en casa.
―¡Oh, espero que nada grave!
―No es tan grave pero, me temo que voy a tener que regresar a Kiritsy. Espero que no le moleste el que no lo acompañe mañana al almuerzo con el Ministro. Debo ir al hotel a recoger mis cosas para salir de inmediato.
―Pero Yuuri, ya son las ocho y media de la noche, vas a llegar tardísimo a Kiritsy. ¿No prefieres salir mañana temprano?
―No―contestó de inmediato―, tengo que salir ya.
El señor Ivanov lo llevó al hotel, donde se despidió y agradeció por toda su amabilidad y ayuda. El hombre le dijo que se contactaría pronto con él y luego se fue.
Media hora después, Yuuri se hallaba manejando en dirección a Kiritsy.

Era ya casi la una de la mañana, cuando Mischa por fin iba apagar la luz de la lámpara de su mesa de noche. Se sentía agotado, tanto mental, como físicamente. Había leído por hora y media «El cabello de Venus» de Mikhail Shishkin, un libro que había querido leer desde hacía mucho tiempo y ya empezaba a bostezar de cansancio. Había mandado dos mensajes de audio a Yuuri horas atrás pero, aunque los había escuchado, no habían sido contestados.
El silencio de su novio desesperaba a Mischa, quien se acomodó en su cama y apagó la luz. Buscó la foto más linda que tenía con Yuuri en el celular y se quedó mirándola un largo rato.
¿Cómo había llegado a quererlo tanto? Los sentimientos hacia él habían aflorado con tanta rapidez que se asombraba de ello.
Las palabras de Phichit sobre el miedo que sentía Yuuri sobre su pasado le habían hecho dar cuenta de que la lucha que tenía no la estaba afrontando solo. Por supuesto que Yuuri tendría miedos, y ya se lo había dicho cuando todo había empezado entre ellos. Mischa tenía que olvidarse de la idea de dejar a Yuuri a un lado al afrontar esta situación en Moscú. No podía esconder su miedo porque al hacerlo, sin querer, había creado en Yuuri algo de inseguridad, una muy fina y bien encubierta pero que Mischa necesitaba disipar.
Muchas cosas podían pasar en Moscú pero necesitaban separarse sabiendo que a pesar de ello, ambos elegían seguir y afrontarlo juntos, eso era necesario. Por ello Mischa había dado un paso más al mandar esos mensajes, en los que buscaba ser sincero con Yuuri, era lo mínimo que podía hacer.
Volvió a revisar la pestaña de conversación con Yuuri pero seguía sin contestar.
Cuando apagaba la luz el celular de Mischa vibró. El sonido logró que lo cogiera asustado, revisando el aparato con mucha rapidez.
Era un audio de Yuuri, lo cual le pareció a esa hora muy raro. Se apresuró a escuchar lo que le había grabado.
¡Hola, amor! No sabes cuánto me alegré al recibir tus audios. Tenía tantas ganas de abrazarte y de decirte lo mucho que te amo. Sé que fui demasiado lejos y la verdad no tengo excusa para haber actuado como lo hice. Todo este tiempo he deseado escuchar tu voz y hoy, al escucharla, no pude evitar querer estar ahí contigo.
Quería decirte que logré escaparme de todo compromiso hace unas horas, me disculpé con el señor Ivanov y he manejado sin descanso para regresar al pueblo. Acabo de llegar a Kiritsy y ya no puedo esperar a verte mañana, tengo tantas ganas de abrazarte. ¡Te amo!
El corazón de Mischa empezó a latir fuertemente. Sí, lo había escuchado decir que estaba en Kiritsy y no podía con tanta emoción. Yuuri había regresado y se encontraba allí, cerca a él, de nuevo a su lado.
No, Mischa no podía esperar hasta el día siguiente. No cuando su corazón luchaba con ímpetu por salir de su pecho.
No lo pensó dos veces antes de saltar fuera de la cama con pijama, ponerse los zapatos, una chaqueta y salir corriendo emocionado a buscarlo bajo la luz de la luna. La idea de abrazar a Yuuri era suficiente para hacerlo correr sin parar.
No quería pensar en lo que debía hacer, sólo en lo que quería y lo único que deseaba era tener a Yuuri a su lado el mayor tiempo posible. Salió por la puerta de la cocina y corrió, corrió sin descansar un buen trecho del camino. No se acordó que el celular lo tenía en la mano con la ventana del mensaje de Yuuri abierto, apretando la tecla de micrófono sin querer.
Yuuri, mientras tanto, se encontraba sorprendido mirando a la pantalla del celular. Debajo del nombre de Mischa se leía «está grabando un mensaje…» No había tenido intención de despertar a Mischa y ahora llevaba casi diez minutos pegados a la pantalla viendo que su novio seguía grabando pero no mandaba ningún audio.
Le escribió de nuevo disculpándose por haberlo despertado pero seguía en modo «grabando» sin descanso. ¿Acaso se habría quedado dormido con el teléfono en la mano?
Mischa maldijo con todo su ser a Phichit cuando la lluvia torrencial empezó a caer sobre su cabeza. Su amigo le había dicho que llovería pero en esos momentos ya no le importaba nada. Había corrido sin parar la mitad del camino hasta el centro de la pequeña ciudad. Mojado y temblando de pies a cabeza,levantó su teléfono y soltó de pronto el botón de grabado que no había querido soltar. Un audio de doce minutos fue enviado por descuido a Yuuri, quien apretó el botón de «play» para poder escuchar atento al mensaje.
Mischa se detuvo un tiempo para tomar aire, con frío en todo el cuerpo y dolor del diafragma por no correr adecuadamente. Todavía le quedaba un trecho para llegar a su destino.
Llevaba corriendo casi quince minutos y la lluvia lo tenía empapado.
Yuuri no sabía qué hacer con lo que escuchaba en ese audio. Mischa jadeaba, se escuchaban pasos sobre la tierra y de cuando en cuando escuchaba su nombre que salía a borbotones.
Se levantó desesperado cuando sintió la lluvia caer y se dio cuenta de lo que pasaba. Sin pensarlo dos veces tomó sus llaves y salió volando con sus pantuflas calle abajo, tratando de ubicar a Mischa. Era muy tarde para pensar en lo tonto que había sido por no salir en el auto o llevar un paraguas. La actividad al correr le calentaba un poco el cuerpo pero seguía cayendo el agua fría como si hubieran abierto un enorme grifo.
No se detuvo a pensar cuánto había corrido, sólo siguió su camino, esperando ver a su amado acercándose a él.
Los pasos que daba emitían un sonido desesperado, la lluvia resonaba sobre el suelo y ensuciaba todo su pantalón como si estuviera dentro de un charco. Pero no importaba, en realidad nada importaba más que ver a Mischa ya cerca a él.
Minutos después con el corazón en la mano vio a una figura alta, corriendo hacia él bajo la lluvia. Gritó su nombre como si este fuese capaz de despejar el cielo en un instante. El nombre de su amado calentaba a Yuuri por dentro, lo envolvía de amor.
―¡Mischa!
Gritó y Mischa se emocionó al verlo. Yuuri venía hacia él, mojado de pies a cabeza, casi como poseído. Mischa levantó los brazos eufórico, agitándolos, muy sorprendido de ver a Yuuri allí, en medio de la calle, empapado como él y se emocionó aún más, viendo que lo tenía tan cerca. Trató de correr aún más rápido, gritando su nombre al darle el encuentro, dejando que la lluvia y el frío ya no lo afectara.
Una vez frente a frente, Yuuri abrió los brazos de par en par y Mischa prácticamente se abalanzó sobre él como un niño emocionado y se prendió de su cuello con toda su fuerza, sin querer soltarlo y este le dio dos vueltas completas en el aire cargado de adrenalina. Ambos reían y lloraban emocionados, los labios de Yuuri se llenaron de “te amo”, “lo siento”, “soy un idiota”, “perdóname” y Mischa sólo podía contestar con besos y con caricias desesperadas, en medio de la lluvia, empapados hasta los huesos y temblando.
Varios minutos pasaron en ese carrusel cargado de sentimientos. El abrazo en el que fundieron sus cuerpos parecía ser irrompible. No se querían soltar, querían seguir enredados en el compañero y querían también disfrutar lo que pudieran uno con el otro.
―Pero Yuuri ¿Qué…? ¿Cómo viniste?―Las palabras de Mischa se perdían entre los golpeteos de la lluvia y Yuuri sólo podía mirarlo con devoción. Si tan sólo pudiera quedarse adorándolo hasta el final de sus días.
―¡Tenía que verte, Mischa, necesitaba pedirte perdón! ¡Soy un idiota, lo lamento!
―¡Shhh!―Mischa cubrió los labios de Yuuri para callarlos―Estás aquí y es lo que ahora importa. ¡No puedo creer que hayas regresado!
―Y yo no puedo creer que me haya demorado tanto en hacerlo…
Ambos se abrazaron emocionados, descargando las últimas emociones que los cargaban aún por dentro. Al final compartieron un profundo y sentido beso, un beso que trataba de transmitirle al otro con todo el corazón cuánto lo necesitaba. Un minuto después la adrenalina había pasado y se dirigieron a la casa, empapados, no sólo de lluvia, sino también de amor. Al final del día, sin importar problemas ni rutinas, la felicidad de ambos se encontraba allí, en los brazos del otro.
Yuuri cogió la mano de Mischa y caminaron juntos hacia su casa, contándole sobre sus horas de viaje y las novedades sobre su trabajo. Caminaron helados pero absortos en los ojos del otro.
Makkachin fue a darle la bienvenida a sus dos amos tan pronto Yuuri abrió la puerta pero, al sentirlos mojados, se sacudió y regresó a su camita como si nada hubiera pasado.
Se secaron mutuamente en el baño, entre besos y caricias y se acostaron desnudos y contentos en la cama, sencillamente con ganas de abrazarse. Tenían mucho de qué hablar pero en ese momento sólo querían sentirse cerca, ambos se pertenecían y sabían que ambos lucharían juntos por ese amor tan profundo que se sentían.
Eso era lo más importante.