Mischa Katsuki miró desanimado el reloj despertador cuando la alarma empezó a sonar a su lado. Malhumorado por su falta de sueño, el muchacho apagó el artefacto y suspiró. La cabeza le martilleaba sin cesar y la luz lo molestaba un poco.
El tiempo con Yuuri se le había acabado y ahora debía volver a la rutina de siempre. Una rutina a la que ya no estaba acostumbrado.
No quería levantarse de esa cama porque hacerlo significaba abandonar esos brazos que ahora lo rodeaban y dejar de sentir ese aroma varonil de Yuuri que lo atraía sobremanera.
Quería olvidarse del sueño que había tenido en la noche y quería retroceder el tiempo para no haber visto a Mila en Moscú.
Luego de todo lo acontecido, Mischa
tenía muchas preguntas por hacerse.¿Quién era Mila? ¿Sería acaso su novia? ¿Quizás incluso prometida o esposa? ¿Por qué habían brindado en su sueño? ¿Por qué habían celebrado?
Antes del sueño había pensado que era una mujer con la que quizás había trabajado, pero ese beso que se había dado con ella en el sueño no podía ser inventado. Sentía que se lo había dado en algún momento y, aunque quería con todo su corazón olvidarse de eso, no podía evitar sentir como si hubiera engañado a Yuuri y la culpa lo hería sobremanera.
Mischa quería a Yuuri y no podía imaginarse otra vida en la que no estuviera él. Tenía miedo, mucho miedo de poder lastimarlo sin querer y prefería mil veces tener amnesia de por vida.
Se sintió indefenso ante el cúmulo de dudas y sentimientos que emergían dentro suyo. Quería gritar, salir corriendo para alejarse de esos recuerdos y a la vez quería que todo volviera a ser como antes de descubrir que su nombre real era Victor.
―Buenos días―Yuuri, quien se encontraba abrazado a su espalda, murmuró en su oído, causándole cosquillas a través de todo el cuerpo. Mischa sintió cómo Yuuri lo aprisionaba con más fuerza entre sus brazos, mientras le besaba un hombro.
―Buenos días―exclamó Mischa algo triste.
Yuuri notó de inmediato el desánimo atribuyendolo al hecho de que ese día regresaría al castillo. Por ello se dedicó a llenar sus hombros con muchos besos delicados que relajaron un poco al abogado.
Rendido ante el toque del chico con cabellos negros, se dio la vuelta para mirarlo frente a frente.
Este le sonrió y acarició su mejilla antes de hablar.
―Creo que podemos quedarnos media hora más aquí, ¿qué dices?
―Quisiera quedarme toda la vida mejor.
―¿Qué pasa?―exclamó Yuuri―te veo…preocupado, angustiado, no sé.
Mischa pudo haberle dicho lo que había soñado, le pudo haber contado sobre Mila, sobre aquel misterioso brindis y sobre sus dudas al respecto. Pero no tenía el valor porque él mismo no quería aceptarlo.
Por tanto, hizo lo mismo que había hecho en la noche y trató de olvidarse de todo.
―Es sólo cansancio―respondió―. Sigo con algo de dolor de cabeza, ya estaré mejor.
Yuuri conocía a Mischa. Definitivamente algo no estaba bien. Podía sentirlo dentro de su corazón. ¿Pero qué era? Le tomó el rostro con ambas manos antes de hablar.
―Amor, cualquier cosa que pase me la puedes decir. Sí lo sabes, ¿verdad?
―Sí―respondió―. Lo sé, Yuuri. No te preocupes por mi.
Ahora fue el turno de Mischa de tomar acción para tranquilizar a Yuuri. El mayordomo sentía que debía mostrarle a Yuuri cuánto lo quería, que no había nada ni nadie que pudiera cambiar eso. Por ello se acercó a él y comenzó a besarlo con dedicación, acariciando sus suaves cabellos ubicados en la nuca.
Yuuri quiso convencerse que las palabras de Mischa eran ciertas, que en verdad no había nada qué temer. Se dejó llevar por las caricias y los besos de su amado.
Estas eventualmente relajaron un poco al ingeniero, quien, al ver el esmero puesto en tal acto, trató de despejar cualquier duda de su corazón. Sin embargo, una sensación extraña se quedó muy dentro suyo, una pequeña sensación de inseguridad que quería calar lo más profundo de su ser pero prefirió ignorarla.
Una sesión inesperada de caricias y besos románticos se dieron sobre la cama, primero con Mischa iniciándolos y luego ambos marcando las acciones al seguir los jugueteos.
El tocarse con amor calmó a ambos corazones, quienes, pese a todo, entendían que sus sentimientos seguían allí, intocables y eso les permitía donarse por completo al otro.
El corazón de Mischa, aunque angustiado, se permitió dar un respiro, disfrutando de cada intercambio, cada mirada y cada sensación causada por el cuerpo del otro.
Yuuri y su amor eran como un día perfecto de verano, que calentaba con sus rayos llenos de vitalidad todo su ser y que le hacía creer que todo estaba bien mientras se encontrara con él. Terminaron observándose con cariño, acariciándose mutuamente y, después de un tiempo, se animó a entregarle un poco más de su corazón. Lo miró completamente enamorado, no pudiendo esconder todo lo que sentía por él.
―Te amo, Yuuri.
El ingeniero se sintió conmovido ante tales palabras dichas con tanto sentimiento y eso reconfortó a su delicado corazón.
―Yo también te amo, Mischa. Siempre lo haré.
Ese «siempre» era exactamente lo que Mischa necesitaba escuchar para enfrentar con energía el mundo. Decidió entonces dar todo de sí y empezar el día dando su mejor sonrisa. Una sonrisa que sólo el amor de Yuuri podía causar.

Llegar al castillo demoró un poco más de lo pensado. Primero, por el tiempo de más que permanecieron en cama entre caricias y besos, y segundo, porque Mischa insistió en pasar por casa de los Katsuki para ver cómo estaban.
Hiroko y Toshiya se alegraron al verlos, tan risueños como siempre.
―¡Mis hijos hermosos!―exclamó Hiroko abrazando a ambos― ¿Qué milagro es este que han venido a saludarnos tan temprano?¿Alguna novedad de Moscú?
―No podía regresar al castillo sin pasar primero por aquí―expresó Mischa―, quería saludarlos y traerles algunas cosas que compramos de recuerdos.
La vida y el amor que la familia de Yuuri le brindaba a Mischa era imposible de negar.
Se alegraron tanto al ver sus fotos, al escuchar sus anécdotas y se rieron con ellos. Fue un tiempo corto pero muy refrescante. Cuando dieron las once fue el momento de decir adiós y partieron por fin hacia su último destino.
El castillo de Kiritsy no era para nadie desconocido. Mischa regresaba con la misma maleta con la que se había ido y una más que había acumulado entre Moscú y la libertad de las vacaciones.
Yuuri lo ayudó a llevar las maletas a su habitación y, al verla, se quedó sorprendido.
―Wow, pensé que tu cuarto sería más grande…
―¡Es verdad, nunca has entrado!―la sorpresa de Mischa era evidente.
―Bueno, aún no es tarde para que me lo enseñes―respondió el ingeniero.
En realidad no había mucho que enseñar. La habitación de Mischa era austera pero cómoda. Se alegró de tener un armario sólo para él, lo que hizo que Yuuri se riera y lo llenara de cosquillas. Las cosquillas dieron pasos a caricias y las caricias a unos besos muy dulces pero a la vez llenos de calor. Luego de abrazarse y de sentir el deseo que empezaba a salir a la superficie, se miraron coquetos y compartieron una sonrisa cómplice. Yuuri se aventuró dada la confianza ganada en su pareja y no tuvo reparo en hacer un comentario subido de tono.
―Ahora en la noche soñaré que te tengo en este cuarto y hacemos muchas travesuras.
El rostro sonrojado de Mischa se lució, así como la voz de un intruso que los observaba desde el umbral de la puerta.
―¡Ay, quién te conoce, Romeo! ¿Eso le dices a todos al llegar a un nuevo lugar?
Por supuesto que Phichit jamás se cansaría de hacer un comentario explosivo. Era su sello.
―¡Phichit!―exclamó Mischa feliz pero muy avergonzado.
―¡Phichit, pero qué..!
―Creo que vine en el mejor momento, Yuuri. Evité que profanaran este sacrosanto lugar.
Aún profundamente apenado, Yuuri terminó abrazando a su mejor amigo, feliz de verlo de vuelta en Kiritsy.
―Bueno, cuéntanos―exclamó Yuuri―, ¿qué tal tu viaje a Tailandia?
―Oh, mi viaje estuvo espectacular, comí hasta reventar, dormí hasta tarde sin nada más que hacer por la vida que honguearme en una hamaca cerca del mar y conocí a un surfer con el que tuve un romance salvaje.
―¿Qué?―las voces sorprendidas de Mischa y Yuuri no se hicieron esperar.
Phichit rió muy complacido de causar la sorpresa de sus amigos.
―¡No estoy mintiendo!―añadió sonriente― Fueron las semanas más pasionales que he tenido desde hacía mucho tiempo. La verdad, lamenté mucho regresar.
―¿Y qué pasó con él?―ahora Mischa era el de las preguntas―¿Quedaron en verse de nuevo?
―No, no nos prometimos nada en particular… Lamentablemente vivimos muy lejos. Emil es croata y trabaja en oficina. Tiene una vida, al parecer, muy parametrada y, aunque él y yo nos conectamos de inmediato, dudo mucho que nos veamos las caras de nuevo. Pero, como dice mi madre, «nadie te quita lo bailado»…y créanme, chicos, que bailar no es lo único que hicimos…
Mischa y Yuuri rieron pensando que no podía haber nadie en el mundo tan vivaz y fresco como Phichit Chulanont.

Luego de tres horas de entrenamiento, Yuri Plisetsky se encontraba aún en la pista de patinaje, intentando el salto triple que le había estado fallando toda la mañana.
No había podido conseguirlo porque sencillamente no había podido concentrarse a la hora de saltar.
Muchas emociones salían de él ahora que regresaba su madre, empezaba nuevamente el colegio y su amigo Otabek regresaba a Kazajistán al día siguiente.
Yuri tenía que admitirlo, Altin había ganado su aprecio en muy poco tiempo. Con su manera parca de ser, la amistad de Otabek era como un freno para las acciones intempestuosas de Plisetsky. Se había tomado el tiempo para quedarse con él entrenando más y dándole consejos de cómo mejorar. A su vez, también le decía sin reparos que admiraba su flexibilidad para bailar y expresarse, así como le decía cómo usarlo como arma durante sus rutinas.
Ahora se encontraban en su último día. El entrenador había traído una pequeña torta hecha por su esposa y le había regalado un par de cuchillas nuevas que Otabek había agradecido mucho. El ahorrar en esas cosas le permitía gastar sus ingresos en su familia. Poco tiempo antes el entrenador se había marchado a casa y ahora ambos se hallaban en el hielo, al lado de la barrera, mientras veían a un par de niños patinar.
―¿A qué hora partes mañana?―Yuri tomaba agua y trataba de lucir algo desinteresado, aunque la verdad estaba triste por su partida.
―Me voy en bus mañana temprano a Moscú. El camino dura seis horas y en la noche parto hacia Almaty. De ahí es dormir en el bus y llegar al día siguiente. Mi entrenador irá a recogerme a la estación de buses.
―¿Y por qué en bus? ¿Por qué no tomas un avión?―el tono de Yuri indicaba molestia―¿Por qué maltratas a tu cuerpo de esa forma?
―Yura, un pasaje en avión es muy caro―respondió serio―, implicaría gastar mucho y ese dinero lo necesito para mi familia. Jamás haría algo así si no tuviera la necesidad.
Yuri se avergonzó de sus palabras. No entendía la necesidad y eso lo hacía sentir un tonto. Quería disculparse por tan ridículo comentario pero una disculpa no iba con su forma de ser ni con su orgullo. Sólo asintió y bajó la mirada, cambiando de tema.
―¿Te alegra regresar a casa?
―Me alegra ver a mi familia de nuevo porque he extrañado mucho a mis hermanos. Pero también extrañaré cosas de Rusia, como mi trabajo con Yuuri Katsuki y mi amigo Yuri, el tigre de hielo ruso.
Yuri enrojeció pero siguió hablando.
―¿No has pensado nunca en quedarte?
―Lo hice. Yuuri Katsuki me lo pidió pero yo no puedo traer a mi familia con todos mis gastos. Si estoy entrenando, es porque Yuuri me lo está pagando pero no podría mantener a todos mis hermanos aquí.
Otabek no pudo evitar sentirse feliz al ver el interés de Yura por él.
Se sentía contento al saber que su recién ganado amigo lo apreciaba y sonrió, jugando con el cabello del rubio y despeinándolo.
―¡Oye! ¿Qué haces con mi cabello? ¡Maldición!
―Ven, vamos a seguir patinando un poco más…
Y ambos se divirtieron media hora más como los amigos entrañables en los que se habían convertido.

Llegó el momento de Yuuri de despedirse de Mischa. Phichit, con la excusa de saludar a alguien que pasaba por allí, esperó a Yuuri afuera.
Mischa tendría pronto que empezar a dar órdenes por todas partes.
Yuuri observó a su novio con ternura y lo abrazó con fuerza, como temiendo no poder volver a hacerlo de la misma manera.
―Voy a extrañarte mucho, amor. La cama se sentirá vacía sin ti.
―Me siento igual―respondió Mischa triste. Luego se separó un poco del abrazo y le dedicó un suave beso―. Gracias por todo este tiempo juntos, Yuuri. Ha sido el tiempo más maravilloso.
Aunque no lo hubiera dicho con esa intención, las palabras de Mischa, en el corazón sensible de Yuuri, sonaban extrañamente a una vaga despedida.
A pesar de eso, Yuuri empezó a jugar con su flequillo, regalándole una sonrisa que le estaba costando mucho mantener.
―Gracias a ti también, amor. Tenerte, amarte, vivir contigo…ha sido la mejor experiencia de mi vida.
Mischa entonces lo besó profundamente, tratando de borrar de su cabeza aquel recuerdo del beso con Mila que aún por instantes lo asaltaba. Confundido e inseguro, por momentos se detenía y se le escapaba un suspiro, que era captado de inmediato por Yuuri y que, sin poderlo evitar, hería al ingeniero sobremanera.
Después de un tiempo escoltado, Yuuri lo abrazó de nuevo y se despidió por última vez.
Yuuri fue por Phichit al salir del castillo. Mischa se hallaba entretenido dando órdenes para sacar las sábanas que cubrían los muebles y también explicando a sus compañeros cómo debía quedar todo.
Mientras lo escoltaba a la salida, Phichit pudo intuir muchas cosas en los silencios en los que Yuuri caía. Conocía la mente y el corazón de su amigo lo suficiente como para saber que algo no andaba nada bien.
Pero, también porque lo conocía, sabía que era inútil presionarlo para obtener una respuesta. Yuuri tendía a cerrarse más cuando lo presionaban así que siguió el juego, dando espacio a su amigo hasta sentirse cómodo en el momento adecuado.
En silencio llegaron a la puerta. Yuuri abrazó a Phichit para despedirse pero Phichit no lo soltó.
―¿Qué pasa contigo, Yuuri?―le susurró en la oreja.
El ingeniero suspiró aliviado al saber que su mejor amigo era capaz de ver más allá sin necesidad de decir nada.
Lo abrazó más fuerte y se quedaron así por un largo tiempo. Phichit se encargó de acariciar sus cabellos y seguir sin descanso el abrazo, un abrazo que Yuuri necesitaba con urgencia. Luego se sentaron en las escaleras para quedarse frente a frente.
―Creo que no nos queda mucho tiempo.
Phichit analizó la mirada de Yuuri y pudo ver aquellos ojos llenos de miedo y dolor que había visto también cuando Yuuri sufría por los maltratos de Adrik.
―Me estás hablando de Mischa y de ti. ¿Qué pasó en Moscú?
―Fue todo tan bonito, nos divertimos mucho y nos dijimos que nos amamos…
―Pero…
―Pero él empezó a recordar cosas y se ilusionó pensando en una posible vida en la capital. Desde que regresamos de Moscú se está comportando raro y, aunque me dice que todo está bien, no lo creo. Phichit, me da miedo. Sé que lo conversamos y yo tomé la decisión de seguir con esta locura a pesar de todo pero aún así no puedo evitar preocuparme.
―¿Qué es lo más que te preocupa, Yuuri? ¿Que se mude nuevamente a Moscú?
―No―al negar no pudo evitar recordar aquellas palabras de Chris que lo habían dejado marcado y que habían causado que, varias veces de madrugada, se despertara y se pusiera a pensar.
―¿Entonces?
―Tengo miedo de que recuerde su vida y que no haya espacio en ella para mi. Tengo miedo de que en su vida real Mischa ya no pueda o no quiera amarme.
Y Phichit no dijo más porque dos lágrimas imposibles de ocultar cayeron de los ojos de Yuuri y fueron como pequeñas espinas que se clavaron también en su corazón. Lamentó mucho que no hubiera remedio para la inseguridad de Yuuri. Su amigo era el hombre con el corazón más noble y puro que había conocido y su dolor lo compartía como si fuera suyo. Se aferró nuevamente a él en otro abrazo por varios minutos.
Le acarició el cabello y le dio palabras de ánimo, calmándolo eventualmente luego de unos pequeños espasmos.
Luego suavemente lo abrazó y volvió a buscar su mirada, llena de dolor y preocupación.
―Yuuri, tú lo amas y él también te ama, ¿verdad?
El ingeniero asintió mientras respiraba hondo para tranquilizarse. Su cuerpo aún temblaba.
―Entonces confía, Yuuri. Confía en ti, confía en él, confía en el amor que se tienen. Podrán superar esto pero deben conversar. Debes ser honesto con él.
―¿Y decirle que soy un egoísta porque en el fondo no quiero que recuerde quién era? ¿Que soy un cobarde porque no quiero saber de su otra vida?
―No, dile que lo amas y que no quieres separarte de él. Que pese a todo, lo seguirás amando y que esperas eso de él también.
Yuuri ese día llegó muy tarde al trabajo. Phichit lo contuvo hasta que lo vio lo suficientemente calmado para manejar.
Muchas dudas y miedos crecían en su corazón, como sombras amorfas que, estaba seguro, no lo dejarían en paz por mucho tiempo.

Nota de autor:
Emil y Phichit…Me los imagino a ambos Peace and Love, no sé, se me hacen bonitos juntos xD
Emil tendrá su aparición eventualmente 🙈❤😊
Yuuri sufre por sus inseguridades
Es difícil una situación en la que crees que te vas a separar de la persona que amas.