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AdC 30: «Lo que nace en Moscú»


―¿Vitya?

El rostro compungido del chico de cabellos rubios y el nombre que salió de sus labios dejaron confundido a Mischa quien ,sorprendido, retrocedió dos pasos.

No sabía quién era aquel hombre, pero al verlo levantarse de forma desesperada algo dentro de él retumbó. Esa misma sensación se tradujo en una breve punzada en la cabeza que lo dejó congelado en el lugar.

Mischa no pudo evitar que el rubio se le tirara encima y lo abrazara con fuerza, sintiéndose inmovilizado el gesto. A pesar de eso, era extraño para Mischa sentirse de alguna forma protegido entre esos brazos. No sabía por qué no le resultaba incómodo, tan sólo confuso, como si estuviera esperando por él desde hacía mucho tiempo.

Chris, con el dolor a flor de piel, los pulmones inflamados de la impresión que le dificultaban respirar y los músculos tensos, reaccionó de forma impulsiva y poco meditada. Para su corazón, lo más importante era que Victor por fin estaba con él. Lo tenía en sus brazos, a salvo, tranquilo y al parecer sano. Estaba agradecido con la vida por permitirle volver a ver a su hermano y poder calmar por fin esa conciencia que le había pesado como una bola de acero inmenso sobre el corazón.
No pudo evitar que sus sentimientos se transformaran en llanto y pronto vinieran acompañados de gemidos, gemidos muy crudos y sentidos que podían romper el corazón a cualquiera.

―¡Perdóname, por favor perdóname!―gemía Chris, abrazándolo desconsolado― ¡No quise hacerlo! ¡Jamás quise hacerlo!

Mischa no llegaba a comprender de dónde provenía el profundo dolor de aquel hombre que lo abrazaba sin conocerlo. Las lágrimas mojaban su chaqueta, las palabras del hombre le calaban los huesos y, tratando de entender aquellas disculpas soltadas con esmero, se le vino a la mente que quizás se refería al choque previo de ambos cuerpos, por lo que trató de consolarlo, sobando su espalda en círculos mientras le decía «está bien, no pasa nada».
Al escuchar eso el hombre se quebró y cayó de rodillas , abrazando sus piernas mientras continuaba llorando.

Chris era un actor excelente y se le daba muy bien esconder sus sentimientos. Pero ese día no podía ocultar el mar de confusiones y sensaciones que se movían dentro de él como olas de potencia nórdica, beligerantes y barbáricas, que le dificultaban expresarse con mayor claridad.

Segundos después llegó Yuuri y, preocupado por la rara escena que venía observando desde lejos, le puso la mano al hombro a Mischa, observando confundido al hombre arrojado a sus pies.

―Amor, ¿estás bien? ¿Qué pasa?

Mischa lo miró perdido, con un leve dolor de cabeza que ya no quería soltarlo por nada del mundo.

―Yo estoy bien pero creo que este hombre está muy mal. No sé por qué pero me está pidiendo disculpas por el choque que nos dimos segundos atrás, aunque fui yo quien lo chocó a él.

Chris, en medio del llanto, había escuchado esas últimas palabras y sabía que no era eso. Sabía que esas disculpas pretendían calmar su alma y demostrarle a Victor que ya no quería dejarlo solo. Ya no. Nunca más.

Yuuri se agachó donde el hombre y le puso la mano sobre el hombro de forma muy suave, casi imperceptible.

―Disculpe, ¿se encuentra bien?

Al sentir el leve toque, Chris trató de calmar su llanto, agotado y falto de aire. Fue soltando sus brazos, liberando las piernas de su hermano y volteó a ver al chico que le había hablado. Sus ojos hinchados no lo dejaban ver con claridad pero al secarse las lágrimas con su puño del abrigo entendió quién era al escuchar que el chico lo había reconocido primero.

―¡Chris!―Le dijo Yuuri sorprendido. Se preocupó cuando el chico no respondió, sino que lo miró confundido―Chris, ¿estás bien? ¿Mischa te hizo algo?

Y al escuchar ese nombre Chris comprendió todo. Ese no era simplemente su hermano, Victor Nikiforov. Ese era Mischa. Mischa Katsuki, y el apellido que llevaba era el de su amable amigo Yuuri, que ahora que lo pensaba, venía de Kiritsy.

Yuuri hizo la pregunta dos veces más pero Chris solo bajó la mirada para controlarse, esforzándose como nunca para tranquilizarse. Respiró profundo un par de segundos que parecieron eternos para los otros dos chicos, y Chris sólo tuvo fuerzas para levantarse en silencio. Yuuri le dio su espacio y se colocó al lado de Mischa, susurrándole en el oído y pidiéndole explicaciones que no llegaban porque en realidad no había nada qué explicar.

―¿Estás bien, Chris?―Volvió a preguntar preocupado, una vez que el rubio se puso de pie.

No había razón para alargar el suspenso. Chris estaba volviendo a sus cabales lentamente y tenía que justificar lo que acababa de ocurrir. Trató con todas sus fuerzas de sonar convincente.

―Estoy bien―Fue lo primero que salió de la boca de Chris―. Lamento haberlos preocupado, Yuuri.

Los chicos se sintieron aliviados al ver que el rubio recuperaba por fin la cordura y lo miraron tranquilos, con una sonrisa tierna.

―Más bien soy yo el que lo lamenta―espetó Mischa mirándolo―, fui yo quien lo chocó y lo mandó al suelo, discúlpeme.

Chris parpadeó sin poder decir nada. Miró a Victor confundido, un Victor que era el mismo pero de una u otra forma no estaba allí.

―Chris, lo lamento, no los he presentado, este es Mischa―la voz de Yuuri era calma, sincera y melodiosa.

―Mucho gusto, Chris―el chico alargó la mano sonriente para saludarlo.

La situación era bizarra. Tener que presentarse a su hermano como si fuera un extraño no parecía posible pero allí estaba. Victor parecía no conocerlo, no saber de él, no sentir nada por él. Parecía haber olvidado los 25 años de vida de Chris junto a él y eso dolía. Una herida se abría en el corazón de Chris, escociendo todo a su alrededor, pero el rubio sabía que no podía evitarlo. Era algo real, algo que no podría cambiar por más que quisiera. Tenía entonces que ser fuerte y seguir con la actuación.

Le brindó una sonrisa, de esas sinceras que no regalaba fácilmente a cualquiera y le dio la mano. Ahora, después de tanto tiempo, lo veía, sano y salvo, lo veía bien, como si nada hubiera pasado y Chris no quería perder esa sensación de seguridad que por fin cubría su corazón.

―Un gusto, Mischa, me llamo Christophe Giacometti.

―¿Estás bien, Chris?―preguntó Yuuri preocupado― Te vimos hace un rato muy alterado.

―Lamento las molestias―dijo lentamente tratando de ordenar sus pensamientos―. Me puse emocional porque con la caída recordé un suceso personal muy triste. No quise asustarlos. Disculpen.

Ambos chicos de Kiritsy lo quedaron mirando con interés, quizás hasta con curiosidad y él se percató de algo.

Chris observó cómo Yuuri había entrelazado su mano con la de Victor mientras esperaban por su respuesta y no necesitó ser un genio en las matemáticas para hacer su cálculo. Fue algo que no esperó y que hizo tantos estragos en él que tuvo que asegurarse que lo que veía era real. Sus ojos se abrieron con sorpresa y no pudo evitar preguntar lo que quizás ya era obvio.

―Yuuri, ¿ustedes dos son…son novios?

Los rostros de Yuuri y Mischa se tiñeron de rojo escarlata y asintieron avergonzados, sonriendo algo tímidos. Voltearon a mirarse y, aunque era difícil de digerir, las miradas llenas de dulzura y las sonrisas cómplices que se dieron fueron suficientes para comprobarlo.

Eran demasiadas cosas para el pobre corazón del actor ¿Su hermano, pareja de un chico? ¿Acaso ya no era suficiente haber dejado tirados su nombre y la profesión que con tanto esfuerzo había conseguido y le había dado cierta fama y renombre?

Sonrió incómodo, sintió su teléfono vibrar, sorprendido de quién sería a esas horas de la noche. Se alejó un par de pasos, dándoles la espalda para poder contestar; la voz de su representante sonó a través del parlante del teléfono, cuestionando si Chris se encontraba bien.

―Sí―respondió sin darle mucha vuelta― , me encontré a un conocido de camino a mi casa, te mandaré un mensaje cuando esté allí.

Se despidieron rápido, con un simple adiós. Cerró los ojos cuando cortó la llamada, su garganta se sentía rasposa y dolía, igual que sus ojos, además que su mente necesitaba segundos para poder comprender bien todo lo que estaba pasando. Agradeció ese corto pero necesario tiempo de interrupción a la novela que parecía su vida en esos momentos.

Quería decir algo, quejarse, decirle a Victor que estaba loco, que con tanta mujer hermosa en el mundo era ridículo buscar el amor en un hombre. Volteó, decidido a acercarse a su hermano para hablar. En el segundo en que miró la escena frente suyo, toda palabra quedó atorada en su garganta.

Pensando que Chris no los veía, Yuuri y Mischa juntaron sus frentes, se miraron y susurraron un «te quiero» compartido y luego Yuuri le besó la frente, tan atento, tan delicado, tan lleno de ternura y amor, que Chris se sintió un sucio intruso acusador que estaba malogrando un hermoso momento íntimo entre dos personas que auténticamente se amaban.
Sintió que la presión se le bajó inmediatamente, su respiración se entrecortó y le fue difícil pedir ayuda.

―Tengo que sentarme―dijo pálido y tembloroso, tratando de acercarse a las escaleras del hotel a un par de metros. Yuuri puso su hombro de apoyo y lo dejó en las escaleras, donde Chris colocó la cabeza entre las piernas y trató de inhalar más aire.
Mischa los siguió preocupado.

―Yuuri, Chris no se ve bien―exclamó Mischa, mirando al chico caminar a duras penas.

―Lo sé, amor, me preocupa…

Chris se esforzó por respirar mejor, pero la palabra «amor» referida a su hermano hizo que todo se mantuviera en su mente confuso y nebuloso. Tomó todo el aire que pudo para no seguir sintiéndose tan alterado y se quedó en silencio por varios minutos, tratando de estabilizar su respiración.

Tenía que empezar a aceptar lo que pasaba a su alrededor. Victor había sido secuestrado y maltratado, por suerte, la familia Katsuki lo había acogido como uno más de su familia. Ahora en Kiritsy no tenía idea de su pasado y trabajaba de mayordomo en un castillo, tenía un novio que él mismo conocía todo ese tiempo sin saberlo y ahora lo había encontrado. Siguió repitiéndose esta información mentalmente hasta que pronto todo pareció parte normal de su vida actual.

Muchos minutos después se sintió mejor, pudiendo asimilar tanta información con más calma. Los miró tranquilo y se atrevió a agradecerles por preocuparse por él.

―Perdón, tomé mucho y comí poco.―hizo una pausa, suspirando y poniéndose de pie sin tambalear― Ya me siento mejor, chicos, gracias por preocuparse. Mejor me voy a casa.

―¿Vives lejos, Chris?―preguntó Mischa preocupado― Creo que es mejor que Yuuri y yo te acompañemos a tu casa para dejarte sano y salvo.

Chris lo miró avergonzado, reprochándose a sí mismo por sus actos. Eso era exactamente lo que Chris debía haber hecho ese día en el que Victor había desaparecido. Ahora era su hermano el que quería acompañarlo y hacer lo correcto, incluso «sin conocerlo». Aunque eso no debía sorprenderle. Victor siempre había sido la persona más buena y transparente que había conocido en toda su vida.

―No vivo lejos, no se preocupen, puedo llegar solo.

―No, Chris, Mischa tiene razón. Me temo que nuestra compañía no la puedes negociar―exclamó Yuuri decidido―Si en verdad puedes caminar, podemos ir ahora mismo.

Mischa, Yuuri y Chris fueron por las calles moscovitas con bastante tranquilidad, sin apuros ni prisas. Yuuri le contó a Chris, entre otras cosas, lo que habían hecho ese día en Moscú, lo que harían al día siguiente y que el lunes temprano regresarían a Kiritsy para seguir con su vida como siempre.
Chris lo escuchó con atención y observó cuidadosamente a Victor, quien sonreía cuando Chris le hacía alguna pregunta muy general de su vida cotidiana.

¡Y es que Chris tenía tantas preguntas que hacerle! Quería saber todo lo que se había perdido en esos meses, quería ponerse al día y quería saber más de Mischa, de ese Victor con otra vida. Lamentablemente Chris se dio cuenta que el tiempo había volado y que en un abrir y cerrar de ojos ya se encontraba frente a su edificio.

Y no quería que terminara ahí. Mientras había sido acompañado por Victor y Yuuri se daba cuenta de lo poco que sabía y de lo mucho que aún tenía que saber. No podía subir a su departamento y olvidar que se habían visto porque ahora que tenía a Victor de nuevo en su vida, ya no podía dar marcha atrás.

―Muchas gracias por acompañarme Yuuri…y…Mischa.

―No hay nada qué agradecer―respondió Yuuri―. Nos alegra haberte visto y haberte podido acompañar a casa. ¿Verdad, Mischa?

―¡Claro que sí―afirmó Victor―Me alegro haberte conocido, Chris. Yuuri me ha contado varias cosas de ti.

Chris lo miró con algo de pena. No entendía por qué un tercero tendría que contarle a su hermano sobre él, no cuando habían pasado 25 años juntos en familia. Aún así tenía que empezar a aceptarlo, por lo que trató de cambiar de tema.

―Quiero agradecerles por haberlo hecho. Me gustaría invitarlos mañana a almorzar.

Yuuri sabía que tenían cosas qué hacer al día siguiente, por lo que dudó si la idea del almuerzo era conveniente.

―Bueno, Chris, muchas gracias pero me temo que estaremos algo ocupados mañana.

―¡Oh, no, por favor!―insistió Chris sonando algo desesperado. Tenía que volver a ver a Victor. Tenía que verlo mientras podía―¿Y si les invito un Brunch temprano en el Four Seasons? No está lejos de su hotel, ¿verdad?

―¡Oh, sí, amor!―replicó Mischa emocionado, mirando a Yuuri suplicante― El Brunch del Four Seasons debe ser excelente.

Por supuesto que Victor lo sabría. ¡Tantos domingos Chris lo había obligado a desayunar con él allí para que saliera de su rutina!

―Les prometo que no les robaré mucho tiempo―volvió a insistir―Por favor.

Yuuri no tuvo el valor para decirle que no. Aceptó el brunch a las diez de la mañana y se despidieron con una sonrisa y entusiasmados por ir a descansar.

Chris los vio alejarse con tristeza hasta desaparecer por la esquina y suspiró. 
Qué difícil era ver cómo Victor se volvía a ir y él no podía hacer nada para evitarlo.

Qué difícil no poder abrazarlo y decirle lo mucho que lo había extrañado.

Qué difícil era querer tener a Victor allí y encontrarse de pronto con Mischa.

En el hotel, Mischa se decidió por un baño. El dolor de cabeza, aunque leve, había quedado tatuado en su piel y parecía no querer irse.

Se tomó el tiempo para acicalarse, para tratar de relajar y calmar su cuerpo.

No podía mentirse a sí mismo. El conocer a Christophe Giacometti lo había dejado pensativo.
Parecía un buen hombre, amable y respetuoso. Sentía que era de esas personas que uno parecía conocer toda una vida. No entendía por qué se había puesto tan mal y lo había confundido con otro. ¿Qué doloroso recuerdo habría repuntado en aquel choque?

Al salir de la ducha, Yuuri estaba en silencio, cambiando de canal sin emoción alguna. Observó a Mischa salir y se levantó, yendo a bañarse también.

Los pensamientos de Yuuri también eran varios.
Jamás había visto a alguien tan alterado emocionalmente luchando por calmarse como Chris. Sabía que algo muy complejo y doliente se había instalado en su corazón y, aunque no podía ayudarlo mucho, sentía que quería hacerlo.

Trató de establecer relación entre Mischa y la reacción de Chris. Había visto en silencio a Chris mirando con ojos tristes a Mischa en varias ocasiones y no había podido quitarse de la cabeza que era Mischa quien lo había alterado.

Mientras se enjabonaba, pensaba en toda la situación, incomprensible por un lado y deseó tener más imaginación para obtener alguna otra idea.

Una vez que su cuerpo caliente se sintió más relajado, se secó y se puso sólo el pantalón de pijama, saliendo al encuentro de Mischa sobre la cama, quien, como de costumbre, leía un libro.

Yuuri sintió un fuerte deseo por besar a ese hombre que lo derretía con sólo mirarlo. No sabía por qué pero se sentía muy protector con Mischa cuando, de rato en rato, Chris salía a flote entre sus pensamientos.

Gateó sobre la cama como felino acercándose a su presa y Mischa, para nada renuente, permitió que lo hiciera mientras seguía observando el libro que ya no leía desde que Yuuri había salido sin camiseta del baño, siempre tan hermoso y sensual. Yuuri llegó a él con los ojos ansiosos por recorrer su carne y Mischa deseaba que lo siguiera haciendo porque en ese momento, lo único que quería hacer era mandar a rodar a sus dudas sobre Chris y ese dolor de cabeza que lo había molestado desde hacía rato.

Yuuri empezó con sus besos en el cuello, los cuales Mischa aceptó de inmediato, aunque el libro en su regazo seguía abierto.

―Mmm, creo que alguien está muy cariñoso esta noche―La voz de Mischa se perdía en un tono con deseo y eso hizo que Yuuri comprendiera que ambos necesitaban soltar el estrés que llevaban consigo.

Sin decirle palabra alguna, Yuuri miró con deseo a su novio, a ese chico de espalda ancha y mirada perfecta que lo miraba con el mismo deseo, ansioso seguro por olvidar las emociones que habían flotado por ahí tiempo atrás.
Le quitó los lentes de lectura y los dejó sobre la mesa de noche. Luego le arrebató el libro y lo dejó en la mesa.

―¡Hey, estaba leyendo ese libro!―Se quejó Mischa de broma, con una sonrisa que le indicaba a Yuuri que era bienvenido.

―Ahora cambiaremos de libro―exclamó Yuuri coqueto, mordiéndose sensualmente los labios, con esa sonrisa adorable y juguetona cargada de deseo, que Mischa adoraba cuando salía a flote―Tú serás el libro, Mischa, déjame leerte esta noche.

Mischa se dejó llevar por el beso que su novio profundizó rápidamente y que causó que gimiera sin vergüenza alguna. Era necesario hacerle saber a Yuuri que él también necesitaba desfogarse, que quería sentirse más cerca a él y que, en efecto, quería ser ese libro que se moría Yuuri por leer, el más hermoso libro que temblaba por ser leído por ese hermoso hombre que se había colocado sobre él y que había hecho enloquecer a sus sentidos al hacerlo.
Mischa se quitó la camiseta con prisa, invitando a su novio a recorrerlo. Quería que Yuuri pasara cada página de su cuerpo con sus dedos, que releyera cada una de las estrofas contenidas en él con sus labios pegados a su piel. Quería que siguiera besándolo y tocándolo, como un libro sin puntos finales, como oraciones que continuaban sin fin, sin comas que los detuvieran pero con muchos acentos, acentos en cada palabra que coincidieran con los gemidos que empezaban a salir de la boca de ambos. Porque, así como Mischa quería ser libro, Yuuri moría por ser el lector. Quería ser por siempre el lector curioso que releyera esos capítulos, que pasara con cuidado y curiosidad sus hojas. Quería ser aquel que subrayara sus frases más íntimas, quería dejar huella, demostrar que era su libro y que lo tendría cerca a él para tomarlo en la intimidad de sus días por siempre, como su libro de cabecera eterno porque Mischa era como un clásico, como algo que debía ser admirado por haber sido escrito de tan hermosa forma y que sólo podría ser entendido por él.

Mischa se dejó tocar, con una sonrisa en los labios. Sintió cada beso dejado en su cuerpo, cada vena latir ennegrecida por el deseo y, en medio de la calentura, se dejó morder suavemente en el pecho por Yuuri quien no podía evitarlo, quería ser el marcador que dejara claro por qué página se encontraba, quería firmar pedazos de piel de Mischa con sus dientes, poner su nombre y su firma traducidos en pequeñas marcas, marcas solo visibles en la intimidad pero que buscaban ser las únicas en ese cuerpo febril.

Mischa sintió con emoción esas leídas y las dejó ser porque sí, Yuuri era el único marcador que quería dejar libre sobre su cuerpo. En algún momento Yuuri le sacó el pantalón sin premura, acariciando sus muslos con provocación. Una vez sin pantalón se dedicó a besar sus piernas, haciendo trazos con sus besos de caminos hirvientes, jaló y arrojó su prenda interior, abrió las piernas de Mischa y se colocó en medio. No habían pasado ni veinte segundos cuando, de forma inesperada lo besó.

Besó el capítulo final que sólo había sido manipulado por los dedos de Yuuri pero jamás por su boca y tuvo que gemir con pequeños gritos porque esos labios eran como un marcador fosforescente imborrable y luminoso que desprendía calor y más deseo.

―¡Oh, por Dios, Yuuri!―gritó con placer, cogiendo con sus desesperados dedos las sábanas a su alrededor.

Yuuri ahora era lo único que sentía. Sentía su lengua acariciando la punta de su pene, sentía cómo su cavidad bucal lo tomaba como un túnel por el cual entraba y salía con esmero. Sentía a su falo húmedo, excitado y deseoso por seguir siendo comido una y otra vez.
Cada lamida, cada entrada en la boca de su novio, cada dedo que subía y bajaba por su miembro era el cielo y Mischa quería quedarse allí flotando de placer y deseo.

No habían palabras para explicar el calor del momento. Si Mischa había creído que la masturbación compartida era genial, tenía que admitir que el sexo oral era lo más malditamente erótico y placentero en su vida. Ver subir y bajar a esa cabellera negra, salvajemente desordenada y que se escondía entre las sábanas y su piel, era demasiado sensual como para no excitarse, como para no enamorarse de Yuuri y de su cuerpo millones de veces más.

Yuuri no le dio oportunidad de avergonzarse porque cuando Mischa parecía poder volver a pensar con algo de coherencia, Yuuri lo volvía a besar y a poner dentro de su boca y la marea de placer crecía y crecía como si la luna causara una crecida sublime y eterna.

Los gemidos se hacían cada vez más intensos, el miembro de Mischa, extendido a su máximo volumen y altura era sencillamente hermoso. Una bella y respingada torre del más perfecto marfil que Yuuri quería escalar con desesperación y desde donde quería arrojarse una y otra vez sin parar, hasta el fin de sus días.

Las manos de Mischa sujetando los cabellos de su novio lo empezaron a guiar por esos recovecos aún sin conquistar, por esos testículos sensibles, por ese escroto ya no tan virgen que quería ser acariciado y besado por ese hombre.

Los ruidos guturales emitidos por Mischa enloquecieron los sentidos del experto ingeniero, el cual deseó tener esa música de fondo hasta el fin de sus días.
Jamás se había sentido tan deseado, tan amado y tan correspondido como en ese momento. Poder causar esos espasmos en el cuerpo de su novio, que se doblegaba ante su roce, ante sus besos, ante su amor. Era perfecto, era sensual, era lo que él había estado esperando toda su vida.

Siguió llenando su boca de él, abriendo los ojos con lujuria, mirando emocionado el rostro excitado de su novio que temblaba mientras lo miraba con el rostro sudado y rojo, se relamía los labios, gemía y cerraba sus ojos con mucha fuerza, concentrándose sólo en el placer pero, cuando sintió que se acercaba al clímax del momento, Mischa le rompió de pronto los esquemas, sudando y con apenas la fuerza para hablar.

―Espera, Yuuri….

Mischa lo detuvo con manos temblorosas y lo hizo mirarlo. Yuuri no comprendió aquella acción, no cuando estaba tan cerca de conseguir que su cuerpo erupcionara de placer.

―¿Qué pasa, amor? ¿Te hice daño? Pensé que estabas a punto de llegar―dijo Yuuri confundido, con la respiración entrecortada de deseo.

Mischa se levantó lentamente, cogiendo con sus manos el rostro de su novio y lo acarició, tratando de expresarse lo mejor que podía.

―Oh, créeme que estaba cerca―expresó con una sonrisa agotada―pero eso no es lo que quiero, Yuuri. Ambos estamos unidos en esto y quiero que tú y yo lo disfrutemos por igual, juntos.

La mirada enamorada y devota de Mischa hacia su novio fue tal que hizo que Yuuri entendiera a lo que se refería. En realidad Mischa no quería disfrutar solo del momento, se moría por hacer a Yuuri también feliz. Quería tocarlo, excitarlo, hacerlo suyo a su forma. Mischa quería que ambos se amaran, que fuera un momento para los dos, quería donarse sin egoísmos, sin pensar sólo en él y con eso Yuuri de pronto se dio cuenta de que con Mischa siempre sería así. Siempre encontraría una razón para volver a enamorarse de él, de su ternura, de su entrega, de su falta de egoísmo. Ese era uno de esos momentos en los que no entendía cómo se podía ser tan absolutamente feliz.

Mischa cogió a Yuuri de la mano y lo atrajo hacia él, cogiéndolo entre sus brazos y empezó a besarlo con dedicación. Yuuri dejó que los besos lo guiaran, que las caricias de Mischa sobre su espalda lo hicieran temblar.
Con cuidado, Mischa llevó sus manos al pantalón de Yuuri y empezó a tirarlo hacia abajo para que no se interpusiera entre los dos. Yuuri se dejó manipular, moviendo sus caderas y piernas para que el pantalón saliera y luego Mischa empezó a acariciar sus boxers, haciendo que Yuuri gimiera excitado cuando Mischa metió su mano dentro de él para coger su miembro.

―Esto me está estorbando―dijo Mischa entre besos ansiosos, descargando su furia contra la apretada prenda y, con la ayuda de Yuuri, voló perdida hacia el suelo de la habitación.

Una vez completamente desnudos empezaron a explorarse, ambos besándose y moviéndose como podían, exudando deseo y pasión. Yuuri se colocó sobre Mischa de tal forma que ambos miembros se encontraron y empezaron a sobarse mutuamente cuando Yuuri empezó un baile rítmico con sus caderas, que subían y bajaban, cada vez con más velocidad.

Era carne cruda, deseosa de ser consumida por la pasión del momento. Sentir a Mischa debajo de él, mirándolo con emoción, con ojos cargados de deseo y sensualidad prendían el combustible de su corazón.

Mischa encontró el punto exacto donde la fricción del cuerpo y miembro de Yuuri lo empezaron a excitar con desenfreno y quiso quedarse allí, por lo que rodeó con sus largas piernas la cintura de su novio, quien, apresado de amor, lo empezó a besar por el cuello, las orejas, labios, pezones, sin un orden específico pero con la misma atención.

Mischa buscó ambos miembros atrapados en su calor y empezó a masajearlos, consiguiendo que ambos hombres gimieran al unísono.
Yuuri se dejó tocar, apretar, besar, morder y arañar. Era un menú de espasmos, de sensaciones y toqueteos sensuales que lo hacían desvariar.

Emocionados y alterados Yuuri empezó a moverse sobre Mischa, ambos miembros mojados con fluidos espesos resultado de la fricción apasionada del momento.

―¡Mischa!

―¡Yuuri!

Esos dos nombres se unieron en un baile sincronizado de cuerpos, creando una danza sensual, erótica, viva y calurosa que parecía querer arrasar con ellos y con las sábanas de la cama.
Mischa abrazaba la espalda de Yuuri, Yuuri lo besaba y acariciaba sus plateados cabellos con cariño y delicadeza.

Ambos no podían más con el tsunami de emociones que llevaban encima. Yuuri moviéndose con esmero, deslizando sus caderas por donde le llevara el placer.

Mischa jadeaba, gemía, mordía los labios de Yuuri y los volvía a besar.
No había alguien más hermoso, más delicado, más perfecto que Yuuri. Yuuri era poesía métrica, era amor en toda su expresión. Mischa sentía que Yuuri y él estaban tan conectados que parecían un cuerpo solo y un único corazón.
Yuuri se sentía igual, con los miembros erectos de ambos bajo él, deslizándose, tocándose, humedeciendose.

Ambos estaban cerca y lo sabían. Es por eso que las caderas de ambos empezaron a deslizarse desesperadas, abrasantes, llenas.

Ambos gemían el nombre de su amado, como si respondieran el llamado del otro en esa forma.

Se besaron apasionados una última vez antes de que Yuuri escondiera su rostro en el cuello de su amado y empezara a gemir descontrolado, logrando excitar aún más a su pareja, que le seguía el ritmo y gritaba su nombre.

Varios vaivenes lujuriosos más y ambos dieron rienda suelta a un orgasmo largo, delicioso, acompañado de una carga de líquido seminal que mojó ambos cuerpos por completo, agotados y más enamorados que nunca.
Qué perfecto hacerle el amor a tu pareja con todo tu corazón.

Luego del descontrol vinieron las caricias mutuas, los besos en los cabellos y las risitas dulces. Vinieron las palabras de afecto y la despedida al pudor.
Se quedaron un rato ahí, disfrutándose mutuamente y, cuando se sintieron con fuerza para levantarse, se dirigieron a la ducha para asearse uno al otro. Ya en el baño siguieron llenándose de besos y caricias dulces que incrementaron el sentir que tenían por el otro.

Luego de estar limpios cambiaron las sábanas y se acostaron abrazados para dormir, felices y tranquilos hasta el siguiente día.

El sueño de Chris fue ligero y corto.

Toda la noche despertó en medio de pesadillas en las que podía ver a Victor secuestrado y él luchaba sin éxito por liberarlo. Victor gritaba el nombre de su hermano y este, impotente, lloraba entre sueños, rogando porque no se lo llevaran, para que lo dejaran con él.
Aún así Victor era llevado lejos, entre llantos desesperados de ambos. ¿Por qué se lo llevaban? ¿Qué mal había hecho Chris para que le quitaran lo más valioso que tenía en su vida?

Al final, en otra escena, Chris buscaba entre las calles a Victor, desesperado gritando su nombre, confundiéndolo entre la gente, que lo miraba extrañado, como cuando alguien ve a un orate sin ganas de comprenderlo. Caminaba desesperado en lo que parecían horas, hasta que lo ubicaba en medio de un parque mirando al cielo. Los ojos de Victor perdidos en la infinidad del azul que imitaba a sus hermosos ojos. Chris corría hacia él desesperado y lo llamaba por su nombre pero Victor lo ignoraba desvergonzadamente.

Tiempo después, desesperado, jalaba a Victor y le decía que lo escuche hasta que el abogado lo miraba con decepción y le decía: «Victor ya murió. Tú lo mataste. Ahora soy Mischa» y lo dejaba llorando, en medio del parque y solo, solo como se había despertado esa mañana, con ojeras y la horrible sensación de que sus pesadillas se habían vuelto realidad.

A la mañana siguiente Yuuri abrió los ojos y encontró frente a él los hermosos zafiros de su novio mirándolo, con una pequeña sonrisa entre sus labios.
Mischa no dijo palabra alguna pero en sus ojos se veía la adoración dedicada a su novio.

Enamorado como estaba, Yuuri pudo apreciar cómo el sol de la mañana se filtraba por la ventana e iluminaba el rostro de su amado, haciendo que se maravillara por su belleza. Acarició el rostro de su amado de improviso, vistiendo su boca de una sonrisa.

―Cariño, eres tan hermoso…

Las mejillas de Mischa adquirieron un color rosáceo encantador antes de que se atreviera a besar a Yuuri con ternura, mientras jugaba con su cabello negro desordenado. Ese hombre le hacía sentir tantas cosas que no sabía por dónde empezar.

Lo de anoche había sido no sólo una entrega al simple placer que dos cuerpos anhelaban, sino dos almas que ansiaban conectarse y sincronizarse.

No habían dudas de los sentimientos que Mischa provocaba en Yuuri.

Amaba su sonrisa, su alegría, su inocencia y su bondad. 
Amaba cuando se mordía las uñas, cuando renegaba por no tener un nuevo libro para leer, cuando le recordaba que jamás quería a volver a ir de camping y le pareció hermoso. Incluso amaba cuando discutían por la facilidad con que Mischa gastaba su plata en ropa cara o productos personales.

Pero aún así era perfecto. Perfecto en su imperfección y Yuuri quería correr en círculos porque no sabía qué hacer con las palabras que tenía adentro y tenía miedo de soltar. El temor rondaba porque si profesaba su amor seguro sentiría como si estuviera bajando sus defensas, como si demostrara lo más frágil que poseía, que era, por supuesto, su corazón.
Y quizás ya había sufrido demasiado con Adrik, quizás su corazón roto lo había dejado con miedos e inseguridades pero no podía dejar de pensar que era el momento perfecto, allí con Mischa, sonriendo y demostrando cuan cercano al otro estaban para decirle sobre aquel hermoso sentimiento que inspiraba en él. Y, aunque tenía algo de miedo por no ser correspondido, se armó de valor y se acercó a Mischa, colocando medio cuerpo sobre él y volvió a mirarlo derretido, besándolo despacio y profundo, con cariño y con dedicación, con una devoción que jamás se cansaría de expresarle porque, para sus ojos, su corazón ya tenía dueño y ese era Mischa Katsuki. Y así como lo sabía, también estaba seguro que sería el dueño de su corazón por toda su vida.

Mischa dejó que Yuuri lo besara y acariciara y sintió muchas cosas ebullir en su corazón. Pudo sentir el miedo de perder a Yuuri, la emoción de tenerlo sobre él, la seguridad de saberse a su lado y la fortaleza que Yuuri parecía ser el único de poder sacar en él. Sentía el deseo, el apego, el amor y muchas cosas más que él no tenía idea de cómo nombrar pero todas estaban allí, acumulándose dentro de él, todo por ese hermoso ingeniero de cabellos negros y mirada profunda que había tenido la dicha de conocer y que quería seguir conociendo durante toda su vida.

Se miraron luego del beso silenciosos, portando cada uno una suave sonrisa, acariciándose mutuamente, Yuuri algo nervioso pero consciente de que ese momento tan perfecto difícilmente lo volvería a tener. Tenía a su amado ahí, con él y era ahora o nunca. Tomó aire para armarse de valor y, acariciando los cabellos de su amado, le regaló una hermosa sonrisa antes de llamarlo por su nombre.

―¿Mischa?―la voz de Yuuri salió de sus labios algo temblorosa.

Mischa lo miró tiernamente, sintiendo su corazón latir como un bólido. Frente a él se hallaba el hombre que más adoraba sobre la faz de la tierra. Hasta ese momento no había sabido cómo decirle lo mucho que lo adoraba, pensando que quizás las palabras sobraban.

―Dime…

Yuuri no podía contenerse más. Sus sentimientos se desbordaban y para él era necesario expresarlos. Esas palabras quisieron salir por fin de su cuerpo. Palabras que no las decía a cualquiera, a nadie, sólo a aquel que había logrado hacerlo sentir completo por primera vez en su vida, aquel que se había ganado su amor.

―Mischa, yo… te amo…

Y eso fue suficiente para que el miedo que tenía Mischa de perderlo desapareciera por completo y le brindara una hermosa y perfecta sonrisa. Una sonrisa que, sin evitarlo, terminó acompañada de dos lágrimas que jamás cayeron pero que se formaron allí, porque estaba seguro que nunca nadie le había dicho antes «Te amo» de la forma que Yuuri se lo había dicho. Se armó también de valor y tuvo la necesidad de decirle que sentía lo mismo con todo su corazón porque un amor correspondido era perfecto y ahora también iba a ser suyo. Lo necesitaban. Abrió la boca temblando para decirle lo mismo.

―Yuuri, yo…yo también te amo.

Las sonrisas, los besos y las caricias surgidas de ese momento sellaron ese sentimiento compartido que les quemaba el pecho. 
Eran felices en ese momento y en ese lugar.

Y no importaba que el mundo existiera allí afuera o que la alarma del celular sonara porque ya tenían que cambiarse. No importaba que hubiera una vida allá esperándolos ni tampoco el sol que les cegaba por momentos la visión con sus potentes rayos filtrados a través del tul. Importaba solamente que se amaban y que eran uno, aún siendo dos, porque las matemáticas son, al fin y al cabo, obsoletas cuando se trata de sentimientos e incluso aún más cuando se trata del amo.

Nota de autor:

¡Se dijeron que se aman! 😍

¡Ay cómo los amo!❤❤❤❤❤

Ahora se viene el tercer y último capítulo dedicado a Moscú y faltan dos cosas importantes que sucederán aquí. Estos tres capítulos son muy importantes, ya que varias cosas, pequeñas o grandes, ocurren en ellas.

Para Chris ha sido un shock encontrarse con Victor y darse cuenta que nada es como era. Tiene unas horribles pesadillas y se siente muy culpable. ¿Qué cosa creen que pasará en el Brunch?

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Publicado por natsolano

Soy una escritora de fanfics desde hace tres años. Amo escribir y quisiera dedicarle más tiempo, amo cantar y amo a Yuri on Ice!! Lo que más me gusta escribir es romance, aunque por algún motivo termino mezclándolo con drama. Además olvidé decir que amo la comedia. Mi pareja favorita de toda la vida son Yuuri & Victor, siempre diré que mi corazón late por el victuuri, pero me considero multishipper ❤

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