Yuri abrió los ojos con la certeza de no haber dormido nada esa noche. Su cabeza había estado en las nubes, dando vueltas a su reciente situación.
Estaba comprometido con Jean Jaques Leroy, uno de esos odiosos alfas. Y, entre todos ellos, el alfa más aborrecible e idiota que existía en todo el universo.
Había odiado a JJ prácticamente desde que lo había conocido, en ese entonces el acababa de cumplir los doce y soñaba con apuntarse a las pruebas militares que Yakov celebraba en su ciudad para reunir a hombres valerosos capaces de dar la vida por su país. Él también quería ser un gran soldado como lo había sido su padre y como lo era su abuelo.
El pequeño omega era tan delgado que se doblaba y perdía el equilibrio cuando tenía que sujetar una espada de hoja de acero, pero se caracterizaba por no rendirse fácilmente. Ese día, se las había arreglado para entrar a hurtadillas en la herrería del exterior.
Una cabaña de madera y piedra con suelo de paja. La decoración no era maravillosa, apenas se diferenciaba de un establo, pero las espadas allí reunidas destellaban como piedras preciosas.
Las empuñaduras de las armas estaban finamente trabajadas con detalles en oro, plata y piedras preciosas. La familia Plisetsky destacaba por su opulencia, pero no por eso las hojas de acero eran menos afiladas.
Yuri quedó embobado por unos segundos ante la peligrosa belleza que emanaban, pero se recompuso y de dirigió a las vidrieras tomando tantas espadas como le cabían en sus pequeños brazos. Las escondería en su habitación, entrenaría con ellas para pasar las pruebas y si no era suficiente, cómo último recurso, podía pedirle ayuda a Mila. Sólo como último recurso.
Sacando fuerzas de dónde no sabía, se tambaleó tratando de mantener el equilibrio. Las espadas bailaban en sus manos y el trató de erguirse y caminar derecho, pero al segundo paso trastabilló con sus propios pies.
—¡Cuidado!
Un hombre lo había sujetado por la cintura con una mano, evitando que cayera, con la otra sostenía el resto de las espadas.
—¿Por qué cargaste tantas? Es peligroso que te caigas con tanto acero, podrías…. —Los ojos de JJ quedaron pasmados cuando contactaron con los intensos brillantes verde esmeralda, durante un segundo el latido acelerado se sincronizó en ambos pechos —…cielos, eres un omega. Pensé que eras un niño beta, ¿Qué hacías con todo esto?
Yuri contuvo su respiración por segundos, su estómago se había contraído por unos segundos al mirar los expresivos ojos azules del contrario, pero suponía que era por la adrenalina de casi caerse. Cuando recobró el aliento se zafó tan rápido como pudo.
—¡Devuélvemelas! ¡Son mías!
Jean, con una sonrisita traviesa, sostuvo las espadas en alto, donde no podía alcanzarlas ni saltando de puntillas.
—En realidad, estoy seguro de que no son tuyas.
Yuri lo fulminó con la mirada, y chilló con sus puños apretados.
—¡Esta es mi casa! ¡Todo lo que hay en ella me pertenece! —le apuntó con el dedo de forma acusatoria —. ¡Tú eres el que parece un ladrón! ¡¿Por qué estás en mi casa?!
—¿Eh? ¡No soy un ladrón! Soy amigo de Mila. Entrenábamos en el jardín, pero a ella se le rompió su espada. Vine a buscar otra, justo a tiempo para salvarte —Le guiñó el ojo con su mejor sonrisa, pero recibió una encantadora mueca de asco de parte del más bajito.
—No seas así… Mila también es dueña de esta casa, le preguntaré a ella si dejan que los omegas jueguen con las espadas, si es así te las devolveré.
Jean hizo ademán de voltearse para salir a buscarla cuando un agudo dolor en su entrepierna le hizo caer al suelo de rodillas con un par de lagrimones en los ojos y un quejido de dolor dos octavas más alto que su tono habitual.
Ese omega demoniaco le había pateado en la entrepierna. Jamás imaginó que un pequeño omega de doce años pudiera hacer tanto daño a un alfa de quince.
—¡Ni se te ocurra! —Rugió furioso con el alfa aún en el suelo, tratando de recomponerse y ponerse en pie, fue entonces cuando se le ocurrió una idea. Ese alfa parecía bastante débil después de todo. —Te reto a un combate. El ganador se quedará con las espadas, ¡y tampoco podrás decirle nada a mi prima!
Jean se levantó con las mejillas muy rojas.
—No puedo hacer eso.
—¿Por qué? ¿Tienes miedo? —sonrió sintiéndose victorioso.
—No, no está bien. Es indigno que un alfa pelee contra un omega, ya que es obvio que somos más fuertes.
Los dientes de Yuri hubiesen podido partir la madera con la fuerza con la que los había cerrado. El enojo fue tan intenso que corrió hacia una esquina de la habitación tomando otra espada para lanzarse contra Jean como una fiera. Le haría tragar sus palabras.
Jean esquivó sus ataques sin entender como lo había hecho enojar tanto. Pero detrás de la ferocidad de sus embates el omega no tenía nada más. Su postura con la espada era horrible, no había habilidad ni técnica, ni siquiera podía sostener bien su peso sin que sus brazos cayeran.
Él no pensaba defenderse, pero viendo que el juego era demasiado peligroso para el más pequeño, lo tomó de la cintura como la más delicada de las plumas y le quitó el arma sin esfuerzo. Yuri boqueó viendo como era desarmado con facilidad a pesar de su empeño. Ahora, se encontraba elevado entre los brazos del alfa, sin espada y sin poder bajarse a pesar de lo mucho que pataleaba.
—Está bien, cálmate. No voy a hacerte daño.
Y ese jodido alfa no hacía más que seguir humillándolo cada vez que abría la boca.
—¿Por qué tardas tanto, JJ?
Mila entró en la herrería encontrando las espadas de su familia esparcidas por el suelo y a su primo en brazos de Jean. Tomó su espada rota y con el mango asestó un buen golpe en la cabeza del moreno.
—¡No lo toques, idiota! Aún no tiene edad.
Los otros dos enrojecieron como tomates maduros.
—¡No tenía esas intenciones, lo juro!
—¡¡SUÉLTAME YA, IDIOTA!!
Haciéndole caso, depositó al pequeño con cuidado en el suelo que trató de huir a toda velocidad, pero fue atrapado en el aire cuando una mano lo agarró por el cuello de la blusa.
—¿Qué pasó, Yuri? —Mila tenía una ceja levantada mientras lo sujetaba sin intención de dejarlo ir, aunque el omega se resistiera —. Y sin mentiras.
—¡Sólo quería entrenar con las espadas!
—¿Otra vez con lo de ser soldado? Por última vez, ¡no! La guerra no es un lugar al que puedan ir los omegas. El abuelo te dijo que no, yo también te lo expliqué un millón de veces y aunque tuvieras nuestro consentimiento ¿Crees que Yakov aceptaría entrenar a un omega?
—Si soy fuerte…
—¡Ni aunque fueses el omega más fuerte del mundo, Yuri! Está prohibido que los omegas formen parte del ejército, pro-hi-bi-do.
Él sólo hizo un puchero bajando la cabeza y ella le revolvió la cabeza cariñosamente.
—Cuando seas todo un omega de dieciséis te gustarán más los vestidos y los peinados que jugar a estas cosas. Jean coge cualquier espada y vámonos antes de que perdamos más el tiempo, algún beta vendrá a recoger todo este estropicio.
Nada más los mayores salieron, Yuri se sentó en el suelo de paja sin importarle manchar su bonita ropa. Escondió su cara entre sus brazos y suspiró.
—Odio a los alfas.
—Pues yo creo que tienes la mirada de un soldado.
Yuri levantó la vista, había un omega, no, un beta sentado al lado de él. ¡Suficiente! no pensaba dejar que ahora hasta un beta se riera de su lastimado orgullo.
—¡Lárgate o recoge las espadas en silencio!
Otabek se levantó y comenzó a recoger la habitación.
—Debió de ser muy divertido espiarme.
—Lo fue. Especialmente cuando le pateaste en los huevos. Seguro que nadie se había atrevido a hacerlo antes.
Yuri rió sinceramente. Eso sí había sido divertido.
—Espera, ¿desde cuándo estás aquí?
—Antes de que llegaras, los betas solemos ser invisibles para nuestros amos. Hasta que no nos reclaman, es como si no existiéramos. Como el mobiliario.
Yuri admitía que no recordaba las caras de la mayoría de sirvientes que trabajaban en su casa y la suya no era la excepción, seguramente lo había visto pero jamás había reparado en él.
—¿Y por qué te acercaste a mí?
—Mi nombre es Otabek. Sé lo que es que no te acepten incluso si vales para ello, me gustaría ser tu amigo.
Yuri lo miró con desconfianza.
—¿Sabes que si intentas algo raro conmigo te cortarían la cabeza?
Otabek río para continuar con expresión relajada.
—No me interesas de esa forma, no estoy interesado en el amor siquiera. Sólo quiero tu amistad, sinceramente.
Yuri entonces lo pensó detenidamente. Nunca había tenido un amigo de verdad. De niño habían organizado algunas fiestas de pijamas en su casa para que hiciera amistad con otros omegas, pero jamás había podido soportar a esos mimados llorones amantes de los lazos rosas.
No tenía nada que perder, e incluso podría serle útil.
Ambos estrecharon su mano.
—Amigos.
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Yuri salió de sus recuerdos con un parpadeo y se incorporó en la cama. Había odiado a Jean desde que tenía doce años, desde que lo derrotó de esa forma tan humillante. Y esa no fue la única vez que se lo encontró, cada vez que lo había visto lo había retado, una y otra vez, con el mismo resultado. Jean esquivándolo y quitándole cualquier arma como si jugase con un niño pequeño. Era insoportable.
Detestaba su brillante sonrisa, cómo trataba de ser caballeroso con él, o cómo se acercaba cada vez que lo veía, su coquetería y su amabilidad cuando le hablaba, y hasta la insoportable bruja que tenía como novia ¡Lo odiaba todo de él!
Y ahora era su pareja comprometida. Si era verdad que existía el destino, éste era un grandísimo…
—¡Señorito!
Una de sus nanas abrió la puerta olvidándose de llamar. Se veía muy apurada.
Yuri la fulminó con la mirada y ella bajó la cabeza disculpándose.
—Su pareja ha llegado, lo vi llegando a caballo, vestido como un auténtico príncipe y ya debe de estar desmontando en las cuadras, ¡Es un alfa realmente apuesto! —las mejillas de la emocionada beta castaña se enrojecieron recordando —. Debe vestirse apropiadamente, tiene vestidos muy lindos que lo dejarán sin palabras.
—No quiero verlo.
—Pero señorito…
—Es más, quiero que cierren todas las puertas. ¡Soy el amo de esta casa y si no me obedecen, rodarán sus cabezas!
La beta aún aturullada salió a toda prisa de la habitación indicando las órdenes del omega furioso.
Yuri sonrió al imaginar la cara que se le pondría a ese idiota cuando descubriera que le habían cerrado la puerta en las narices. Tendría que volverse en su caballo de vuelta, las dos bestias con el rabo entre las piernas.
Esperó sentado en el bode de su cama, pasados unos minutos de no escuchar nada, se impacientó. Debería de oír alguna rabieta o gritos de JJ pidiéndole pasar, ese alfa era demasiado escandaloso para irse sin hacerse notar. ¿Se había marchado en silencio como si no le importase encontrar las puertas cerradas? Si ese era el caso, había desistido de él de forma tan fácil que sintió una punzada desagradable en su pecho.
La sensación de incomodidad creció cuando Yuri trató de explicarse lo que había pasado. Después de todo, no debía valer mucho para él, sólo era el omega que había marcado por error, nunca se había interesado realmente por él, e incluso iba a marcar a otra.
Se repitió así mismo que era mejor así, tal vez se largaría para siempre y nunca más volvería a molestarlo. Ansioso por ver si quedaba alguien en el patio, se acercó a la ventana de su habitación. Nada más mirar a través de ella pegó un grito, sus pies se enredaron marcha atrás y sin darse cuenta, ya estaba de culo en el suelo con los ojos como platos.
Jean estaba casi arriba, había subido hasta el segundo piso por el canalón de debajo de su ventana. Y apoyando sus manos en el alfeizar, tomó impulso y de un salto terminó por adentrarse en la habitación.
—Menos mal, creí que esa vieja tubería no aguantaría mi peso —Sonrió a Yuri antes de sonrojarse violentamente —. Cielos, esperaba lo de la puerta cerrada, pero no que me recibirías con algo tan transparente.
El aludido enrojeció de inmediato tratando de cubrir las transparencias de su camisón con sus manos.
—¡¿Cómo demonios?!…—Quería insultarlo y golpearlo, pero estaba tan sorprendido que ni siquiera tenía decidido que hacer primero. Jean, por su parte, aprovechó la confusión del omega y se sentó en el borde de la cama.
Era difícil estar en el cuarto de Yuri, con su cama deshecha y con él llevando un camisón trasparente que dejaba ver las zonas íntimas de su piel —esas de las que ya había disfrutado anteriormente—, con su delicioso olor, impregnado en toda la habitación, inundando sus fosas nasales como si se tratara de la más exquisita de las drogas.
Jamás había sentido algo así por nadie, ni ante omegas bonitos ni ante su ex prometida se había visto tan incapaz de controlar sus instintos. Ya anteriormente había notado el poder especial de Yuri, un poder que hacía que se acercara a él como si ambos formaran los polos opuestos de un imán. Que hacía que sus palabras salieran más rápido de lo que él podía detenerse a pensarlas y que lo hacía quedar como un auténtico payaso delante del omega.
Pero desde que lo había marcado, la sensación se había intensificado. Le hacía sentir como si fuera un león a punto de saltar sobre su presa, controlarlo era demasiado difícil y lo único que lo refrenaba en estos momentos era la posibilidad de hacer daño a Yuri de alguna forma. Si eso llegara a pasar, se odiaría de por vida.
Realmente debía tratar de mantener todas sus neuronas en funcionamiento para poder resistirse a la tentación y decir algo inteligente que no hiciera que el omega lo odiara más.
—Je, realmente odias estar emparejado conmigo, ¿verdad?
Y eso era todo lo que se le ocurrió. Era un auténtico masoquista por querer escuchar esa respuesta.
—¡Por supuesto!
Jean dio un largo suspiro.
—No podemos cambiar el pasado, nos unimos y te di mi marca, pero puedo prometerte hacerte feliz de ahora en adelante…tampoco te obligaré a hacer nada que tu no quieras, Yuri-chan.
Quería ser claro en ello, no era ningún bruto, y aunque a ojos de la ley tenía derecho sobre el cuerpo del omega por ser su prometido el jamás lo heriría de esa manera ni de ninguna similar.
Yuri se sobresaltó cuando escuchó a Jean Jacques pronunciar su nombre, estaba más ocupado eligiendo la esquina de la habitación que se encontraba más apartada al lugar en el que estaba sentado JJ. Aún con las manos en su pecho, cubriendo sus botones rosados.
—¡Quiero que te olvides de mi! Tienes muchas fans omegas que estarán contigo aún si marcaste a otro.
—No podría hacerte eso.
—¡Es precisamente lo que deseo!
—Cuando entres en celo es a mí a quién buscarás, yo soy tu alfa ahora.
Yuri gruñó.
—¡Eso a ti no te importa! Seguro que te da igual irte a retozar con cualquier otra bruja como habrás hecho hasta ahora. Eso es lo único que os importa a vosotros, tratar a los omegas como si fueran vuestros trofeos de caza.
Jean abrió la boca, cerrándola después. ¿Pensaba eso de él?
—No, Yuri. Yo nunca he estado con ningún otro omega.
—¡¿Me tomas por idiota?!
El alfa se rascó la cabeza buscando la manera más adecuada de expresarse.
—Estaba prometido con Isabella porque una alianza entre nuestras familias sería beneficiosa en términos económicos y su linaje estaba a la altura… pero no hice nada con ella, ni con ninguna otra. Quería que mi primera vez fuese con mi pareja enlazada, se puede decir que soy de la vieja escuela.
Rio nerviosamente al ver la cara de Yuri, que abría y cerraba la boca como un pez.
¿Quería hacerle creer que siendo un alfa no disfrutaría de la libertad que tenía para hacer lo que quisiera con omegas? Y para colmo no cualquier alfa sino Jean Jacques Leroy, que desde que lo conocía no había dejado de ser todo un ligón con él.
¡Hasta había visto a muchos omegas suspirar por él! No tenía un cuerpo que un omega pudiera olvidar fácilmente. No podía ser virgen.
—Yuri, me prometí que haría feliz a mi pareja cuando me comprometiera con ella y no deseo otra cosa que hacerte feliz, no te obligaré a hacer nada que no desees y te llenaré de caprichos. Cuando viajemos hasta mi casa…
—¡Espera! ¿Pretendes que me vaya de aquí?
Jean carraspeó.
—No puedo abandonar mi casa Yuri, y tú tendrás que venir conmigo como mi omega.
—¡Me niego!
Otro suspiro. La conversación se había vuelto más complicada de lo que temía trató de modular su voz para adoptar el tono más dulce y comprensivo, Yuri se merecía eso y más.
—No puedo ceder en eso, Yuri. Tengo responsabilidades allí. Son pocas las veces del año que vengo a tu ciudad, pero te daré un tiempo para que recojas tus cosas, unas semanas.
Yuri estaba aturdido. Ni siquiera había pensado en la posibilidad de que tuviera que abandonar su casa, pero ahora parecía tan obvio que se sentía como un tonto por no haberlo tenido en cuenta. Y no había nada que pudiera hacer para evitarlo, se sentía tan triste. Se deslizó por la pared hasta quedar sentado en el suelo.
Una nueva casa que no conocía, en la que seguramente no tendría poder, emparejado con un alfa que odiaba. Tendría una vida miserable.
—Mi abuelo viene en un mes —balbuceó.
Jean sintió una punzada en el corazón al escucharlo, se moría al verlo así, con su bella carita desconsolada y haciendo pucheros tristes. Sin pensarlo se levantó de la cama y se arrodillo cerca de Yuri, quería abrazarlo, aunque sabía que lo rechazaría sin dudarlo.
—Podemos esperar a que venga tu abuelo y también podrás venir a visitar este lugar siempre que quieras. También invitaremos a tu abuelo a que venga a tu nuevo hogar, le encantará.
El omega se limpió las pequeñas lágrimas que le habían comenzado a humedecer los ojos. En realidad, era mejor de lo que podía haber esperado, Jean sólo pretendía cambiar la residencia, pero su orgullo se negaba a aceptarlo.
—No quiero verte hasta ese día —Gruñó molesto.
Jean se rió, sintiéndose más liberado al ver como Yuri pasaba de la tristeza a su mal humor habitual.
—Vendré todos los días a verte, Yuri-chan. Incluso si la puerta está cerrada.
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—¡Joder!
Otabek trató de hacer una nueva flexión, las uñas se clavaron en la tierra empapada de su propio sudor. Reunió la poca fuerza que le quedaba, pero cayó al suelo, sintiendo el golpe en sus rodillas descamadas.
Mila lo había reclutado como un soldado más de su ejército, pero pronto comenzó a ver que el nivel que había entre ellos y él era, simplemente, inalcanzable.
Otabek había entrenado desde pequeño, incluso cuando no pudo entrar al ejército siguió con sus rutinas de ejercicio, pensando tal vez que su sueño terminaría en el momento que se diera por vencido. Cada día, después de acabar su jornada laboral de dieciséis horas, practicaba con su espada y trataba de aguantar su forma física, pero nada de eso le servía ahora para alcanzar a los hombres de Mila.
Los betas que habían recibido un entrenamiento especial desde los doce años corrían mucho más que él, incluso aquellos que eran aún niños. También tenían más resistencia y fuerza, sin mencionar que manejaban las armas como si fueran extensiones de su propio cuerpo. Podía sentir los ojos que se clavaban en su nuca y lo miraban como si fuera un repugnante bicho. Cada vez que tropezaba y caía en el barro, perdía más valor ante el resto de guerreros.
La alfa en cambio no se había dado la vuelta hacia él ni una sola vez, permanecía a la cabeza, aún más inalcanzable que cualquiera de ellos.
El entrenamiento matutino acabó cuando Otabek no podía mover un solo músculo sin que le ardiera. Tenía la piel llena de cortes cuando el resto de la tropa apenas parecía haber sudado. Ellos debían estar acostumbrados a entrenamientos mucho más intensos y los murmullos atónitos se lo confirmaron cuando la pelirroja decidió que era suficiente y mandó disolver la formación.
Habían transcurrido dos horas desde que salieron los primeros rayos de sol, pero ellos habían empezado a entrenar cuando las estrellas aún brillaban sobre el firmamento.
—Otabek, tú vendrás conmigo.
Él asintió casi sin aliento. Imaginaba que le iba a dar alguna reprimenda por su escaso potencial, el mismo se había sorprendido de que hubiese tanta diferencia entre los betas entrenados por Mila y él mismo. Había rumores que decían que Mila no entrenaba hombres sino a demonios procedentes de las profundidades del infierno. Empezaba a creer que no eran solo rumores.
Le siguió obedientemente por la casa, hasta descubrir que se dirigían al ala de sirvientes; la alfa pelirroja había memorizado dónde se encontraba su habitación y se adentró cerrando la puerta después de que él pasara.
Él no se atrevió a sentarse en la pequeña cama a pesar de que su cuerpo lo pedía a gritos. Permaneció de pie, esperando que ella le hiciera saber cuánto le había decepcionado, ni siquiera se atrevía a levantar la cabeza y mirarla a los ojos.
—Desnúdate.
El corazón del beta se paró, no podía haber escuchado bien.
—¿Q-qué?
—Dije que te quitaras la ropa. ¡Ya!
Él llevó sus manos, temblorosas, a la tela de la camiseta sacándosela por encima de la cabeza. Había un cuerpo pálido y delgado debajo, bordeado con suaves músculos sin volumen. Esperaba que ella sólo se refiriera a la camisa pero al escuchar un chasquido impaciente también tiró de la cinturilla del pantalón hacia abajo.
Cerró los ojos y tragó instintivamente. La vergüenza de sentirse expuesto ante la ardiente mirada azul hacía que la piel le quemara y su corazón palpitara desbocado contra su pecho.
—Si no te cayeses tanto no tendrías tantos cortes en la piel.
Otabek se mordió la lengua para no contestar. Se había caído por un entrenamiento extenuante, no porque él lo deseara.
—No necesariamente es un problema, pero hubiera preferido hacértelos yo.
El beta sintió un nuevo estremecimiento recorriéndole la espalda cuando Mila lo tomó por la barbilla.
—¿Qué crees que quiero de ti?
—No estoy seguro—murmuró mirándola a los ojos aunque internamente sabía que eso no era verdad.
Mila pasó las yemas de sus dedos por la piel del beta, desde el inicio de su cuello, bajando hasta sus pectorales. Se detuvo acariciando con suavidad las rozaduras que cubrían la piel de Otabek y que escocían ante su tacto.
—Es fácil —Acercó sus labios carnosos al oído de Otabek —. Lo quiero todo.
—¡N-no!
—¿No? —Su cabeza giró hacia él, molesta. Esta era la primera vez que alguien la rechazaba y su orgullo no había aprendido a lidiar con ello.
—No soy esa clase de persona… ni siquiera soy un omega ¡esto está mal!
Las palabras de Mila lo escandalizaban y sus mejillas habían adquirido un ligero tono rosa incluso cuando él conseguía mantener sus emociones bajo control.
—No tienes elección. Como te dije antes, tu vida me pertenece. Eres mío.
—No—incluso él se había sorprendido. Su instinto le pedía que se doblegara contra ella, que la complaciera. Pero algo dentro de él quería lo contrario: provocarla, enojarla. Mostrarle su orgullo.
Mila llevó sus manos al cinturón de cuero, tomando la espada de empuñadura negra que colgaba de él.
—Entonces te daré tres opciones —Colocó el arma entre sus manos con una sonrisa misteriosa —lo primero que puedes pensar es en intentar matarme, por supuesto… pero, en el caso de que falles, no volveré a tener piedad contigo.
Otabek tragó grueso. Esa ni siquiera era una opción, ni aunque Mila estuviera desarmada tendría oportunidad de vencerla, menos aun cuando sus músculos ni siquiera respondían bien después del entrenamiento.
—Como segunda opción, puedes someterte a mí y aceptar que eres mío o bien, … —Mila se inclinó sobre él, arrinconándolo contra la pared para susurrar en su oído —puedes recuperar la libertad sobre tu vida… clavando la espada en tu vientre para arrebatártela tú mismo.
Las manos de Otabek temblaron sin control hasta que la espada acabó cayendo de ellas. No quería morir, no sin haber conseguido nada por lo que sentirse orgulloso, no podía…
Y de esa forma había elegido su opción.
Ella lo tomó del cabello, tiró de él hasta que sus rostros se juntaron para morder sus labios con fuerza, el beta gimió y Mila aprovechó para colar su lengua dominándolo sin esfuerzo.
Las manos de la alfa se cerraron en la cadera de Otabek tirándolo sin cuidado sobre la cama.
Había decidido su destino.
Notas finales:
Este capítulo ha sido de transición, pero creo que era necesario para explicar los acontecimientos futuros. Metí un poco del pasado de Yuri y JJ que si se conocían desde antes para que se entendiera un poco más la rivalidad que tiene Yuri con él.
Sobre Mila, creo que en este capítulo se vio bastante malvada pero hay que entender que ella está educada según ciertas normas y creencias, estar en el ejército ha hecho que sea aún más fría.
Cuando Mila le dice a Otabek que se clave la espada se está refiriendo a la costumbre samurai del sepukku/Harakiri (suicidio cortándose el vientre), según el código samurai era la forma más honorable y valiente de morir, algo que no se concedía a cualquiera. Pero si Otabek hubiera elegido esa opción no creo que Mila le hubiera dejado continuar pues aparenta ser más dura de lo que realmente es: https://es.wikipedia.org/wiki/Harakiri
No incluiré lemon Milabek en la historia para que puedan imaginarlo como más les guste, pueden imaginar que, como en el omegaverse puro, las mujeres poseer genitales masculinos o bien que usan juguetes o cualquier otra cosa que no les incomode pero aclaro que Mila será la dominante en esta relación.
inche mila :v mi kazajo weeeeeeee xDDDDDDDDDDDDDDDDDD espero con ansias que a mila se le voltee la arepa muy a futuro e_e !!!! se arrepentirá xD
pdt: definitivamente amé las partes donde sale jean xD y yuri sigue figurándose para mi un gatito adorable en este au xD
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Por suerte este es el capítulo más oscuro de los de Mila, aunque a Otabek aun le queda un arco su relación se va a ir suavizando.
La relación de JJ y Yuri es muy tierna, JJ haría lo que fuera por su gatito adorable ❤
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