Tras veinte minutos que parecieron eternos llegaron al bar. El comentario de Hiroko había dejado en shock a Mischa.
¿Cómo Hiroko había llegado a una conclusión tan absurda como la que acababa de decir? ¿Cómo podía pensar que le gustaba Yuuri? Mischa se llevaba muy bien con él porque Yuuri era muy lindo
con todo el mundo, era amable y gracioso, además que le había salvado la vida. Era normal que Mischa pensara en él cuando se acercaba el almuerzo porque él lo traía o cuando se iba a dormir. ¿Verdad?
Se acercaron a una mesa donde habían cuatro chicos más, seguro todos amigos de Yuuri. Yuuri lo fue presentando y todos le fueron dando la mano.
―Este es Seung Gil, por aquí está Guang Hong, Kenjirou Minami y, mi mejor amigo, Phichit Chulanont.
―Mucho gusto, soy Mischa―Fue diciéndole a cada uno de ellos mostrando una bella sonrisa.
―Voy a pedir más trago― dijo Minami de pronto― Hey, Mischa, ¿por qué no me acompañas para traer las bebidas?
El chico obedeció dócilmente y despareció con Minami entre la pista de baile y el bar.
Guang empezó a contarle sobre su día a Seung Gil y se ensimismaron tanto que Phichit pudo empezar a hablar con Yuuri.
― ¡Vaya, vaya! ¡Qué guardadito te lo tenías!
Yuuri rió incómodo.
―No he guardado nada―explicó― Mischa está desde hace un par de semanas con nosotros, eso es todo.
― Pero sí te das cuenta que es muy guapo, ¿no? Porque no creo que tus problemas visuales sean tantos que no lo hayas notado.
Y vaya que Yuuri lo había notado. Hacía mucho tiempo que su corazón no palpitaba así por alguien. Pero no quería admitirlo gracias a que la última vez que se había enamorado, había sido de un imbécil que se había aprovechado de él. A partir de allí se había prometido no volver a darse por completo a nadie. No quería volver a sufrir.
―No quieras ver cosas donde no las hay―la sonrisa se esfumó del rostro de Yuuri―, él es hetero, me lo dejó muy en claro antes de llegar aquí.
―¿En serio?―preguntó Phichit algo decepcionado― Qué desperdicio de belleza.
Yuuri buscó a Mischa con la mirada en el bar y lo encontró sonriéndole amablemente a una chica que se le había acercado a conversar y pensó: «En verdad un desperdicio».
Ambos chicos regresaron con los vasos para todos y empezaron a ponerse al día sobre las novedades de la ciudad.
Por lo que Mischa pudo notar, la ciudad era tan pequeña que todos sabían lo de todos, no había persona desconocida, excepto…
―Y Yuuri―dijo Guang mirando al forastero―tú y Mischa han estado en la boca de todos.
―La gente habla porque no tiene nada interesante qué hacer con su vida―La respuesta de Yuuri buscaba restarle importancia al asunto.
―Decían las malas lenguas que se sentían campanas de boda entre ustedes dos―terminó de decir Guang.
Mischa terminó tan pasmado con la idea que escupió todo el trago que tenía en la boca. Enrojeció y empezó a toser tanto que Seung Gil pensó que necesitaría primeros auxilios.
― ¿Las «malas lenguas», Guang? ― espetó Phichit― ¿No te estarás refiriendo a ti mismo y a tu falta de vida sexual?
Guang miró a Phichit molesto pero éste ni se inmutó.
La noche, aunque tranquila, resultó por momentos incómoda para Mischa. Si bien no volvió a escuchar ningún comentario más sobre él y Yuuri, se quedó con las dudas. ¿En verdad todo el pueblo pensaba que él y Yuuri tenían un romance? ¿Pero de dónde diablos podía salir una idea tan descabellada como esa?
Mischa no tenía idea, a pesar de todo, tomaron hasta sentirse felices y disfrutaron lo más que pudieron.
Phichit y Guang incluso terminaron compitiendo para ver quién tomaba más y se carcajearon hasta las lágrimas cuando Seung Gil les contó un chiste de doble sentido.
Animados por el trago se despidieron todos con un abrazo, incluido Mischa, quién le cayó muy bien a todos.
Ya en el auto Yuuri y él se abrocharon el cinturón de seguridad. Yuuri suspiró hondo antes de mirar a su acompañante y le dijo:
―Lamento haberte hecho pasar un mal rato antes. No se me ocurrió preguntarte si tenías algún problema saliendo a divertirte con algunos homosexuales.
Mischa se puso rojo ante tal frase emitida por Yuuri. Más directo no pudo haber sido y eso lo puso nervioso.
―Ah, no, no me molesta. ¿Acaso tú eres…?
―¿Homosexual?―completó Yuuri mirándolo directamente a los ojos― Sí, lo soy ¿Te molesta que lo sea?
A Mischa se le cayó la cara de vergüenza. Yuuri sonaba tan casual que parecía estar hablando del clima.
― ¡No! Para nada, sólo me sorprendió, es todo.
― No todos en el grupo lo somos, ¿sabes? Guang y Seung son hetero. Phichit, Minami y yo sí lo somos.
Mischa no sabía qué pensar ante el comentario de Yuuri.
Pero se había dado cuenta que sus reacciones habían causado un pequeño efecto en aquel chico de pelo negro junto a él y se sintió mal por ello. Yuuri había sido muy bueno y atento con él, sentía que había reaccionado como si fuera un malagradecido.
―Discúlpame, Yuuri, no fue mi intención reaccionar de esa forma y causarte molestias.
―A mí no me molesta que tú pienses diferente que yo―le respondió―. Mischa, tú tienes todo el derecho de sentir y pensar lo que quieras, yo no puedo obligarte a que seas de una u otra forma.
»Pero sí te puedo decir algo que aprendí con la experiencia: jamás debes sentirte mal por ser como eres. Nunca trates de ser como otros quieren que seas porque lo importante es que tú estés feliz contigo mismo.
»Yo me siento orgulloso de lo que soy y no cambiaría para ser lo que otros esperan que sea.
¿Soy homosexual? Sí, lo soy. ¿Me gustan los hombres? ¡Me encantan! ¿Odio a los heterosexuales? Para nada.
»El que seas o no homosexual no es relevante para tenerte aprecio o cariño. Yo te respeto como persona.
Mischa sólo atinó a asentir con la cabeza. Yuuri tenía mucha razón y él no sabía qué hacer a partir de allí, salvo mostrarle a Yuuri que todo seguía como siempre y empezar a ser independiente para ya no ser una carga. Porque sí, después de lo que había escuchado se sentía una carga para la familia Katsuki. Habían sido parte de la comidilla del pueblo, tan sólo porque «misteriosamente» le habían salvado la vida y lo habían cuidado hasta que estuviera sano.
El muchacho de cabellos selenos ya no quería que la gente pensara algo de la familia, de él o de Yuuri porque no se merecía que cuchichearan sobre él y a Mischa tampoco le gustaba que hablaran de él. Mucho menos si en verdad no conocía a nadie de los que pregonaban rumores sobre su vida privada.

A partir de entonces la relación entre Yuuri y Mischa se mantuvo buena y agradable como siempre, pero los espacios de Yuuri para conversar con él habían disminuido mucho. Con la excusa de que tenía que hacer muchos papeles o algunas entregas, Yuuri a veces no regresaba a casa sino hasta la noche y se iba poco después de dejar comiendo a Mischa, contándole rápidamente su día.
El chico de cabellos plateados extrañaba mucho los momentos que pasaba con él, lastimosamente no podía cambiar las cosas. Yuuri tenía todo el derecho a mantener distancia y Mischa prefería eso antes que confrontarlo. Aunque eso lo hacía sentir un poco cobarde.
Un par de semanas después apareció en la tarde Phichit. Los padres de Yuuri no se hallaban en casa y Yuuri había ido a llevar un pedido inesperado a alguna familia del lugar.
Mischa le abrió la puerta y lo hizo sentar en la sala mientras lo esperaba. Le sirvió un vaso con limonada y se sentó nervioso a hacerle compañía.
― ¿Qué tal todo por aquí, Mischa?― Le preguntó el moreno, sentándose en la sala frente a él.
―Todo bien―dijo tímidamente.
― ¿Yuuri ha seguido igual que siempre contigo?
Mischa enrojeció tenuemente. Sabía qué responder pero no sabía si debía decirlo. Miró a Phichit y sabía que era el mejor amigo de Yuuri y probablemente lo conocía mejor que nadie. Así que decidió ser franco con él.
―Yuuri es un chico muy amable y tierno.
―¿Pero…?― dijo Phichit tratando de acrecentar la información que recibía.
―Pero siento que algo cambió desde aquella noche en el club. O sea, sigue siendo amable y gracioso como siempre lo ha sido pero se ha ido alejando poco a poco de mi. Eso me hace sentir un poco incómodo y también un poco triste.
Phichit lo evaluó con la mirada. No era el mejor amigo de Yuuri por nada.
―Mischa, no puedes esperar tener todo el paquete como si nada hubiera pasado―añadió cortésmente―. Yuuri no es mi mejor amigo sólo porque sí. Él es un chico muy bueno, sencillo, amable y excelente amigo, muy fiel e incondicional pero no esperes que no se aleje un poco sabiendo que te sientes incómodo por saber que es gay.
»Estoy seguro que no lo sabes pero él ha sufrido mucho justamente por situaciones como esas. Gente que se aprovechaba de su buen corazón y de sus atenciones y luego lo dejó como si nada, triste y no sabiendo por qué se aprovecharon de él.
―Es que no me molesta que sea gay.
―Pero si te molesta que te confundan a ti con uno ¿verdad?
―Molesto no es la palabra correcta—corrige sin ver a Phichit a los ojos.
―Bueno, ¿qué te puedo decir? Es mejor que le des su espacio. Si siguen muy cerca podrán malinterpretar muchas cosas y luego pueden darse situaciones complicadas. ¿Por qué no empiezas a buscar trabajo? Quizás el pasar más tiempo haciendo otras cosas facilite el distanciamiento.
―No es tan fácil como tú crees―dijo él, agachando la cabeza. Le daba vergüenza admitir que era un desconocido, que jamás podría presentarse a un trabajo sin papeles.
―¿A qué te refieres?
―¿Yuuri no te ha contado nada de mi?
―No más de lo que le ha contado a los demás: que estás de visita hace varias semanas…
Mischa se levantó y se dirigió a la ventana. Algo dentro de él le decía que podía confiar en Phichit pero no podía evitar sentir vergüenza por su situación. Luego de observar aquel pequeño bosque que se formaba al fondo, volteó a mirar a los ojos al moreno.
―Yuuri me encontró tirado y abandonado en medio del bosque. Me encontró con las manos y los pies atados, la boca tapada y malherido.
Phichit no pudo evitar llevarse una mano a la boca para evitar emitir algún tipo de gemido por la sorpresa de aquella noticia. Mischa siguió:
―A la familia Katsuki les debo mi vida. Ellos me cuidaron y aceptaron como un miembro más de la familia. A pesar de no saber nada de mi.
― ¿Y ahora?
―Ahora tampoco puedo hacer mucho. Tengo amnesia, no sé quién soy, ni lo que soy de profesión, soy un desconocido. Y aún así los Katsuki siguen apoyándome en todo.
―Entiendo cómo te sientes porque a mí también me ha pasado―confesó Phichit―. Yuuri y su familia también me acogieron como uno más hace años atrás, cuando mis padres me botaron de la casa al declararme homosexual.
Esa confesión movió el corazón de Mischa. Podía imaginarse la situación y de cómo se habría sentido Phichit.
―Hiroko y Toshiya me recibieron sin dudar. Me trataron como a un hijo más y, poco a poco, con mucha paciencia, convencieron a mis padres de que yo seguiría siendo su hijo y que me dolía estar alejado de ellos. Sin los padres de Yuuri yo quizás nunca hubiera hecho las paces con ellos.
Mischa no sabía qué decir. No le sorprendía la generosidad de la familia Katsuki porque la conocía de primera mano. Pero sentía que ya estaba abusando de su bondad.
― ¡Tengo una idea!―dijo Phichit―En mi trabajo están buscando alguien y quizás te puedan contratar.
―¿En serio?―dijo Mischa ilusionado.
―Sí, bueno, no sé si te contó Yuuri pero yo estudié Bibliotecología. En fin, como sabrás aquí no hay una biblioteca decente pero estoy ahorrando para abrir una librería. Mientras tanto trabajo como chofer para la familia Plisetsky, la familia más rica de toda esta parte de Rusia. El trabajo no es mi ideal pero gano bastante bien, es tranquilo, la familia es amable y tengo muchísimo tiempo para leer mientras espero a la señora Plisetsky o al Señor Nikolai. Son buenas personas, algo curiosas pero buenas. Están buscando a una persona que apoye a Yuuko en la casa, ella es la ama de llaves del castillo. La paga no es espectacular pero te dan vivienda en el castillo y los fines de semana libres. Quizás te pueda conseguir una entrevista.¿Qué dices?
Mischa estaba más que feliz por la oferta. Más allá del tema monetario, le agradaba la idea de poder tener un lugar para vivir y ya no ser una carga para la familia de Yuuri. Le agradeció inmensamente la propuesta pero le pidió reserva, ya que sólo quería contarlo en casa si le daban el empleo. Phichit estuvo de acuerdo y, justo cuando terminaban de hablar, entró Yuuri, quien se alegró al ver a Phichit.
―¡Phichit!―exclamó dándole un abrazo― ¿Y ese milagro?
―Bueno, Yuu, ya estaba extrañando el Katsudon de Hiroko, así que pasé por aqui para ser engreido.
Los tres se pusieron a ver una película hasta la noche, cuando Hiroko les preparó Katsudon y Mischa emocionado, no podía esperar. Le emocionaba el tener una oportunidad de empleo. Esperaba en verdad que eso pudiera hacerse realidad.